Vie May 17, 2024
17 mayo, 2024

Debate con Gilbert Achcar sobre Palestina: ¿Piedras contra tanques y misiles?

El proceso que está viviendo Palestina (las acciones de Hamas contra la población civil israelí y la respuesta genocida del gobierno de Netanyahu contra la población de la Franja de Gaza) continúa generando posicionamientos de diversos sectores de la izquierda mundial. Es el caso de un reciente artículo publicado por Gilbert Achcar[1]. En el marco de una posición básica común (estamos del lado del pueblo palestino en su lucha contra Israel), queremos debatir con algunas definiciones que expone Achcar y, fundamentalmente, con la propuesta que, como conclusión, hace al pueblo palestino para avanzar en su lucha.

Por Alejandro Iturbe

Gilbert Achcar es un profesor universitario de origen libanés, radicado en Francia. Es el principal referente del Buró Político de la IV Internacional (nombre actual de la organización conocida en el pasado como SU-Secretariado Unificado de la IV Internacional).

En su declaración oficial, esta organización define: “Estamos con el pueblo palestino en su continua resistencia contra el colonialismo israelí y su lucha por la autodeterminación”. En ese marco, señala: “No compartimos la estrategia y las tácticas de Hamas porque este camino no puede poner fin a la ocupación, que es la única manera de poner fin a la violencia”. El camino para “El fin de la ocupación sólo es posible mediante la resistencia colectiva de las masas palestinas, junto con los activistas contra la guerra en el Estado de Israel, y con el apoyo de sus aliados internacionales”[2]

La LIT-CI también ha debatido en diversos artículos con la estrategia de Hamas (la construcción de un Estado islámico burgués en la Palestina recuperada). Frente a esta propuesta, levantamos la consigna “Por una Palestina Laica, Democrática no Racista” (del “río [Jordán] al mar” [Mediterráneo], como ahora la expresa el pueblo palestino).

Era el eje central del programa fundacional de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) en 1964, y que la OLP fue abandonando para “enterrarla” definitivamente con los acuerdos de Oslo, en 1993. Esta consigna implica imprescindiblemente la destrucción del Estado de Israel.

Al mismo tiempo, además de ser el objetivo por el que lucha el pueblo palestino, la LIT-CI y el morenismo siempre la consideraron una consigna de transición hacia la revolución obrera y socialista en Palestina y Medio Oriente[3].

El impacto de las acciones de Hamas sobre la sociedad israelí

El SU y Achar no abordan la cuestión desde la visión de la “moral pacifista burguesa” con que lo hizo el diputado del PSOL brasileño Guillermo Boulos: las acciones militares contra población civil deben condenarse como “principio” en esta lucha, sean hechas por el opresor israelí o por el oprimido palestino[4]. Por el contrario, en su artículo, Achcar considera la acción de Hamas como una hazaña espectacular” que “le recordó su vulnerabilidad […] al Estado y a la población israelíes…”.

Ese “recordatorio” de “vulnerabilidad” es un golpe muy duro para la sociedad israelí que está acostumbrada a ejercer con impunidad su opresión sobre el pueblo palestino. E impacta sobre esa sociedad israelí. Por un lado, inmigrantes judíos de camadas más recientes están abandonado Israel y volviendo a sus países[5]. Por el otro, agudiza las contradicciones ya existentes en la sociedad israelí sobre la política a tener hacia el “problema palestino”: si el genocidio que está llevando adelante el gobierno de Netanyahu sobre la Franja de Gaza o una negociación en dirección a “los dos Estados”[6].

En una entrevista muy interesante, Arlene Clemesha (profesora de historia árabe de la Universidad de San Pablo, Brasil) se refiere a ambos aspectos[7]: “El temor por el futuro y la propia vida que sienten los israelíes es una de las novedades que trajeron los ataques realizados por Hamas”. En este sentido, señala que “Las colonias [israelíes] están siendo evacuadas, decenas de colonos están saliendo… Esta evacuación tiene que ver con el miedo de los colonos [inmigrantes judíos de origen ruso…]”. Esto se combina con que “Tomó a Israel en un momento de fragilidad, relativa es claro, de la coalición que gobierna el país”. La conclusión es que “Israel nunca estuvo tan presionado y acorralado” y que la situación “puede significar la derrota política definitiva de Netanyahu”.

Al mismo tiempo, Clemesha considera que “la gran mayoría de la población (palestina) está a favor de soluciones pacíficas, las personas no quieren perder sus hijos y familiares. Sin embargo, si se pregunta y se camina hoy por las calles de Palestina o en Jerusalén oriental, anexada y ocupada, el estado de espíritu de los palestinos es de apoyo a lo que sucedió”.

Una “vuelta de tuerca”

Es decir, incluso considerando que la acción de Hamas fue utilizada como excusa por el gobierno de Netanyahu para lanzar una acción genocida sobre la Franja de Gaza (en realidad un salto en una política que ya venía implementando desde hace años), puede evaluarse que el resultado de esta acción de Hamas ha sido políticamente positivo para los palestinos. Erosionó la sensación de impunidad de la población israelí ocupante y agravó la crisis política del gobierno de Netanyahu y del Estado de Israel en general, a la vez que es apoyada por el pueblo palestino y levanta su moral para la lucha contra Israel.

A pesar de ello, Achcar termina sacando la conclusión de que el resultado final de la acción de Hamas es negativo y, por lo tanto, se trata de un “método de lucha” equivocado: es “muy dudoso que ayude a hacer avanzar la causa palestina…”, y habrá “un coste enormemente desproporcionado para las y los palestinos” ya que “el resultado de la ofensiva actual de Israel contra Gaza va a ser, sin duda, devastador”.

Además, en contraposición con el análisis de Arlene Clemesha que hemos citado, Achcar considera que “la contraofensiva de Hamás, de octubre, ya ha conseguido reunificar una sociedad y un sistema político israelí que antes estaba profundamente dividido, y permitirá a Benjamin Netanyahu poner en práctica sus planes más descabellados…”.

Su conclusión es que “La mera idea de que una operación así, por espectacular que sea, puede lograr la victoria sólo puede provenir del pensamiento ilusorio de tipo religioso, característico de un movimiento fundamentalista como Hamás”. Pero Achcar no se limita a criticar esta acción militar de Hamas en particular. Su crítica se extiende a toda acción militar más ofensiva del pueblo palestino o de otros pueblos árabes contra Israel, por sus inevitables resultados negativos.

Él afirma que “si Hezbolá del Líbano […] se uniera a la guerra a un nivel que realmente pusiera a Israel en peligro, esta apuesta sería muy arriesgada. Porque… tal situación, si se produjera, llevaría inevitablemente a Israel a recurrir sin restricciones a su enorme poder destructivo (que incluye armas nucleares), provocando así una catástrofe de magnitud histórica”.

Sobre “la superioridad militar” de Israel

El marco de fondo del razonamiento de Achcar es que “ninguna ilusión puede alterar la enorme superioridad militar de Israel”. En realidad, Achcar considera que, en el terreno militar, Israel es “invencible” para los palestinos y otros pueblos árabes, a pesar de que su derrota en la invasión a El Líbano, en 2006, frente a la resistencia armada libanesa encabezada por Hezbolá, demostró lo contrario. A partir de esta “enorme superioridad militar”, concluye que toda acción militar contra Israel “recuerda de hecho el Levantamiento del Gueto [judío] de Varsovia de 1943” que fue aplastado por los nazis.

Este razonamiento lo lleva a otra conclusión inevitable: los palestinos y otros pueblos árabes deben abandonar toda lucha militar: “Frente a un opresor muy superior en medios militares, la única forma verdaderamente eficaz de lucha para el pueblo palestino es elegir el terreno en el que pueda sortear esa superioridad. El punto álgido de la eficacia de la lucha palestina se alcanzó en el año 1988, durante la Primera Intifada, en la que las y los palestinos evitaron deliberadamente el uso de medios violentos”.

En primer lugar, es una falsificación completa decir que la juventud palestina que protagonizó la Intifada “evitó deliberadamente el uso de medios violentos”. Con heroísmo, esos jóvenes atacaban los tanques y a los soldados israelíes con lo que tenían a mano (hondas y piedras). Si hubieran tenido armas, las habrían utilizado. Las piedras y las hondas no eran una “elección deliberada” sino el resultado de las durísimas condiciones en que debían luchar. Achcar “embellece” esta situación para proponerle al pueblo palestino que luche con una “resistencia pacífica” solo que de un modo un poco más agresiva: con piedras y hondas contra tanques y moderno armamento.

En esa visión de contraponer las acciones militares contra Israel a la movilización de masas, Achcar termina proponiendo al pueblo palestino que realice solo acciones políticas “puras”: “La lucha palestina debe basarse principalmente en la acción política de masas contra la opresión, la ocupación y la expansión colonial de los colonos israelíes”, lograr cada vez más “apoyo regional” en los pueblos [árabes y musulmanes] “que luchan contra los regímenes opresores” [como el de Irán o los que han pactado con Israel]. “Aquí reside la verdadera perspectiva potencial para la liberación palestina, que debe combinarse con la emancipación de la propia sociedad israelí de la lógica del sionismo…”.

Las dos primeras propuestas son correctas si se parte, por un lado, de reconocer que el pueblo palestino ha mostrado con creces su disposición a movilizarse y luchar con heroísmo contra el opresor israelí. No es ese factor el que está débil. Por otro lado, que el apoyo y la solidaridad regional de los pueblos árabes y musulmanes se ha vuelto a manifestar de modo masivo en varios países. En todo caso, es necesario que estas movilizaciones avancen en la lucha contra sus propios regímenes y gobiernos. La tercera (“la emancipación de la sociedad israelí de la lógica sionista”) es una tarea imposible de lograr, por lo menos en el conjunto de la sociedad israelí, por el carácter de esta población, un tema que analizaremos de modo específico más adelante.

Una visión derrotista de las guerras de liberación

Si aplicamos a fondo el criterio que Achcar utiliza para el conflicto entre el pueblo palestino e Israel (el predominio absoluto de la “superioridad militar”), esto significa decir que todas las guerras de liberación de los pueblos oprimidos y colonizados están condenadas de antemano a la derrota en la arena militar porque siempre parten de una gran desigualdad en este terreno frente a los opresores y las potencias imperialistas.

Sin embargo, la historia ha mostrado muchos ejemplos contrarios. A un costo de duros sacrificios y sufrimientos, hemos visto grandes triunfos militares de los pueblos oprimidos y colonizados contra fuerzas militares que a priori eran muy superiores. Baste nombrar el del pueblo argelino en su lucha por la independencia contra el imperialismo francés, el del pueblo vietnamita contra el imperialismo estadounidense (la principal potencia militar del planeta) o la victoria del pueblo libanés contra Israel. En la actualidad, la resistencia del pueblo ucraniano contra la agresión rusa logró frenar la ofensiva del ejército invasor (muy superior en armamento).

En estos triunfos se combinaron factores políticos y militares. En primer lugar, la disposición de las masas oprimidas y colonizadas a una lucha heroica. En segundo lugar, esa lucha se fue elevando a una guerra de liberación cada vez más dura (en la que inevitablemente se utilizaban también acciones “crueles”). En tercer lugar, fueron rodeadas de solidaridad y apoyo internacional, lo que incluía también movilizaciones en los propios países imperialistas y opresores. Todo esto, acabó provocando una baja en la moral y hasta una quiebra en la combatividad del ejército opresor/imperialista por la comprobación de que no habría impunidad ni “victoria fácil”.

Es un grave error conceptual contraponer la movilización de masas (la disposición política de estas a luchar) con las acciones militares, porque ambas deben complementarse y fortalecerse mutuamente. Si una acción militar no expresa una necesidad y una disposición de las masas, acaba siendo apenas una “acción de aparato” aislada de las masas, como el “foco guerrillero” que proponía el guevarismo. Al mismo tiempo, si la movilización de masas contra los opresores y colonizadores no se eleva a lucha militar, no puede llevarse a fondo. Queda limitada a luchar con “piedras y hondas” contra tanques y armas modernas. Ahí sí, está inevitablemente condenada a la derrota militar.

Incluso las guerras de liberación o revolucionarias necesitan de organizaciones específicas (un aparato militar) para poder llevarse adelante con posibilidades de éxito. Este tipo de aparatos son necesarios y lo central para los marxistas es que surjan de las masas en lucha y estén a su servicio. Valga el ejemplo del Ejército Rojo, que defendió la Revolución Rusa ante la invasión de numerosos ejércitos imperialistas aliados a los contrarrevolucionarios rusos, o las milicias obreras de la COB en la revolución boliviana de 1952.

El carácter de la población israelí

Luego de proponer al pueblo palestino que no haga acciones militares, Achcar propone como uno de los objetivos de su “acción política” lograr “la emancipación de la propia sociedad israelí de la lógica del sionismo…”. Algo similar a lo que proponen algunas corrientes de origen trotskista: una alianza entre el pueblo palestino y la clase obrera israelí para terminar con el Estado sionista.

Estas propuestas están equivocadas porque son objetivamente imposibles de lograr dado el carácter de Israel y de su población. El punto de partida de estas propuestas equivocadas es no entender que Israel no es un país opresor/imperialista “normal”. Israel es un enclave imperialista. Fue creado por las potencias imperialistas sobre el robo y la usurpación del territorio palestino y la expulsión violenta de los palestinos de sus tierras. El sionismo fue la herramienta que utilizó el imperialismo para crear ese enclave.

En ese territorio robado a los palestinos se fue instalando de modo artificial, y continúa haciéndolo, una población extranjera (principalmente judíos de origen europeo, luego también de otros países) que fueron construyendo su vida sobre las bases que hemos descrito sobre la creación de Israel. Las casas en que viven los obreros israelíes, las escuelas donde estudian sus hijos, las fábricas y campos en los que trabajan fueron construidos en las tierras que se robaron al pueblo palestino y de la que ellos fueron expulsados. Toda la sociedad israelí (incluida la gran mayoría de su clase obrera) es consciente de ello y no está dispuesta a devolver esas tierras.

Por eso, es un grave error proponer ganar a la “sociedad israelí” (o a su clase obrera) para una alianza contra la “lógica sionista” a partir de la caracterización de que solo el gobierno de Netanyahu y su política criminal contra los palestinos expresan esta lógica. El punto de partida de la lógica sionista es “está muy bien” que hayamos creado Israel expulsando al pueblo palestino y que los judíos vivamos en “nuestro país”. Esa lógica considera que los palestinos deben aceptar esto (sea “por la buenas” o “por las malas”). Netanyahu impulsa una política “por las malas”. El sector de la sociedad israelí que critica esta opción y se moviliza contra ella propone que esa aceptación sea “por las buenas” (a través de negociaciones y acuerdos que lleven a los “dos Estados”. Pero ambos parten de la “lógica sionista” de defensa de la existencia del Estado de Israel[8].

Es muy bueno que existan esas contradicciones en la sociedad israelí porque, como analiza Arlene Clemesha, “fragilizan a Israel” y su régimen político. El pueblo palestino debe aprovechar esta fragilidad para golpear aún más duro a este enemigo “fragilizado”. Pero es un error conceptual muy grave (del que deriva una política equivocada), creer que esas contradicciones pueden avanzar y llegar a dar un salto cualitativo en sectores masivos de la población judía de Israel (o de su clase obrera) que los lleve a romper con la “lógica sionista”.

Por eso, no puede aplicarse a Israel la misma política que las luchas de los pueblos oprimidos y colonizados deben impulsar en su combate contra países opresores/imperialistas “normales”. Es decir, proponerle a su clase obrera (y a las masas en general) una alianza contra el “enemigo común” (la burguesía imperialista u opresora de ese país). Esta última política es correcta y posible de ser lograda porque ese enemigo común efectivamente existe. Así sucedió, por ejemplo, en la guerra de independencia argelina, en la que la clase obrera francesa acabó apoyando esa independencia. Por el contrario, era absolutamente insensato que el pueblo argelino le propusiera una alianza contra el imperialismo francés a los colonos pied noirs.

Dado que Israel es un enclave de población instalada artificialmente, la “unidad nacional” en defensa del enclave siempre predomina por sobre las contradicciones internas de clase. Para la clase obrera israelí, la burguesía israelí no es un “enemigo común” que tiene con el pueblo palestino sino su aliada en la defensa de la “patria judía de Israel”.   

Algunas consideraciones finales

Somos plenamente conscientes de que la superioridad militar israelí sobre la resistencia palestina es inmensa. Si se la considera de modo aislado, no habría posibilidades de triunfo militar para el pueblo palestino. Pero, lejos de plantear que el pueblo palestino abandone la lucha militar, exige que mantenga la resistencia y la intensifique para que sea una “chispa” que accione la lucha revolucionaria y militar de los pueblos árabes contra Israel[9].

En realidad, es una “chispa” capaz de detonar procesos mundiales. Porque si Israel llegase a estar ante el peligro de ser derrotado militarmente y caer, es muy probable que el imperialismo estadounidense intervenga para defender a su “aliado estratégico”. No obstante, la historia mostró, en las guerras de Vietnam, Irak y Afganistán, que el imperialismo estadounidense puede ser derrotado también en el terreno militar.

 


[1] Primeras notas urgentes sobre la contraofensiva de Hamas  – Viento Sur

[2] ¡Solidaridad con el pueblo palestino – fin a la ocupación! | Revista Movimento (movimentorevista.com.br)

[3] N. Moreno (1982): Polémica sobre Medio Oriente. (marxists.org)

[4] Ver: Sobre los atentados de Hamas contra civiles israelíes – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[5] Llegaron al país los primeros argentinos repatriados de Israel (elancasti.com.ar)

[6] Sobre este tema ver Movilizaciones en Israel contra la reforma judicial de Netanyahu – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[7] ‘Israel nunca esteve tão pressionado e encurralado’, | Internacional (brasildefato.com.br) En portugués en el original (traducciones nuestras)

[8] Ver: Movilizaciones en Israel contra la reforma judicial de Netanyahu – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

[9] La “cuestión palestina”: punto central de la revolución árabe – Liga Internacional de los Trabajadores (litci.org)

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