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20 mayo, 2024

A los 66 años del inicio de la Guerra de Corea

El 25 de junio de 1950, comenzaba la Guerra de Corea cuando tropas del ejército de Corea del Norte (entonces un Estado obrero burocratizado) cruzaron la línea fronteriza del paralelo 38 N e invadieron Corea del Sur.

Por Alejandro Iturbe

La guerra duró hasta el armisticio firmado el 25 de julio de 1953. En ella se enfrentaron, de un lado, las fuerzas de Corea del Norte y China (con apoyo de armamento por parte de la ex URSS), y, por el otro, tropas de Corea del Sur, EE.UU., Gran Bretaña y otras naciones occidentales (con el respaldo de la ONU). Los Estados Unidos llegaron a tener 480.000 soldados (el contingente más grande en el exterior desde la 2ª. Guerra Mundial).

El curso militar de la guerra tuvo alternativas muy cambiantes. En un primer estadio, la invasión de Corea del Norte llegó a ocupar casi todo el territorio de Corea del Sur. A partir del ingreso de las tropas de EE.UU. (con numerosos soldados y armamento muy moderno),  se produjo una contraofensiva que obligó a las fuerzas de Corea del Norte a replegarse hasta mucho más atrás de la línea fronteriza. El ingreso de tropas de China, en respaldo de su aliado, reequilibraron la situación y se pasó a una “guerra de posiciones” que acabó con el armisticio que marcó nuevamente el paralelo 38 como divisor (1). Podemos calificar el resultado, entonces, como un “empate” con un costo muy alto: se estima que hubo casi 2.000.000 de muertos y 1.000.000 de “desaparecidos” entre civiles y militares de ambos bandos.

Para entender esta guerra, es necesario repasar, en primer lugar, algunos elementos de la historia del país. Ubicada en el sur del Asia oriental, Corea es una península pegada a China de poco más de 200.000 km2 y densamente poblada (actualmente, ambos países suman más de 75.000.000 de habitantes).

Entre 19o5  y 1945, la península estuvo ocupada  y controlada por Japón. Tras la derrota del imperialismo japonés en la 2ª. Guerra, el norte del país era dominado por las fuerzas de coreanas de liberación, tropas soviéticas y chinas;  mientras que el sur era controlado por las tropas de EEUU. Sobre la base de los acuerdos de Yalta y Postdam, el país fue dividido primero en dos “zonas de influencia” y, en 1948, en dos Estados separados, (aunque ambos estados reclamaban el derecho de controlar todo el territorio).

Corea del Norte se transformó en un Estado obrero burocratizado ligado a la ex URSS (posteriormente también a China). Corea del Sur pasó a ser una semicolonia estadounidense, con un importante desarrollo industrial posterior.

En segundo lugar, es necesario ver el contexto en que este conflicto bélico se desarrolló: fue la expresión “caliente” de la denominada Guerra Fría. Este concepto fue creado por los analistas políticos de la segunda posguerra para caracterizar el estado de tensión y enfrentamiento entre los imperialismos occidentales (especialmente EE.UU.) y el estalinismo gobernante en la ex URSS, Europa Oriental, China y algunos países de Asia. Este análisis presentaba un “mundo bipolar”, con dos campos enfrentados entre sí: el capitalista y el “socialista” (dirigido por la burocracia estalinista de la URSS).

La realidad profunda era muy diferente: existía un solo mundo hegemonizado por el imperialismo yanqui y, dentro de él, había un sector contradictorio (los Estados obreros burocratizados) que, más allá de sus roces y enfrentamientos, se ubicaba como secundario y subordinado al anterior, de la misma forma que incluso la más poderosa de las burocracias sindicales se subordina a la clase capitalista. Esa subordinación había sido discutida y acordada por los  líderes aliados en las conferencias de Yalta y Postdam (1945) y aceptada por Stalin.

Existían, por supuesto, roces y enfrentamientos que, en algunos puntos, estallaban en guerras como la de Corea. Pero se daban en este marco de acuerdo general y de subordinación del estalinismo. Podemos decir que eran conflictos “minoristas” en el marco de un acuerdo “mayorista”.

La definición de Guerra Fría era útil para ambos. Al imperialismo yanqui, le servía para justificar su política de “combate al comunismo” en el mundo, su desarrollo armamentístico permanente y, al interior del país, las persecuciones del macartismo. Al estalinismo, le servía para decir que “combatía al imperialismo” y, al mismo, tiempo para justificar la ausencia de democracia obrera y la represión en los países que gobernaba por la “amenaza imperialista”.

Lamentablemente, este falso escenario fue aceptado como real por la corriente trotskista dirigida por Michel Pablo y Ernst Mandel (entonces los principales dirigentes de la IV Internacional). Ellos caracterizaron la “inevitabilidad” de una 3ª Guerra Mundial entre EEUU y la URSS, y que ello llevaría al estalinismo a jugar un rol “objetivamente revolucionario”. Por eso, la orientación fue no construir partidos trotskistas independientes sino realizar una política de entrismo en los partidos comunistas (estalinistas).

Esta orientación fue combatida por los dirigentes del SWP estadounidense y otros sectores de la IV, como los entonces jóvenes dirigentes Nahuel Moreno y Pierre Lambert. Por supuesto, nada de lo que Pablo y Mandel preveían ocurrió. Pero esta orientación, sumada a los métodos burocráticos de Pablo, llevó a la división de la IV, en 1953.

Volviendo a Corea del Norte, este país tuvo un desarrollo bastante especial. Como Estado obrero burocratizado tiene el extraño “mérito” de haber instaurado la primera “dinastía estalinista” del mundo.  Kim Il-sung dirigió autocráticamente el país desde 1948 hasta su muerte, en 1994. Lo sucedió su hijo Kim Jong-il, hasta su muerte en 2011. Ese año, lo sucedió su propio hijo, Kim Jong-un (que había sido designado “heredero” un año antes).

Con su régimen dictatorial estalinista y todo su exterior de banderas tojas, desfiles militares y culto del líder, Corea del Norte, es presentada por la prensa imperialista como un  “anacronismo comunista” e integrante del “eje del mal” definido por George Bush a partir del 2001. Imagen que se acentuó a partir de la fabricación y experimentación, en 2012, de una primaria bomba  nuclear, algo considerado “inaceptable” por el imperialismo. En esta situación, defendimos el derecho de este pequeño país a poseer ese armamento frente a la hipocresía del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) que permite que los países imperialistas posean los principales arsenales de bombas (mucho más modernas) y cierra los ojos al hecho de que Israel las fabrica y las acumula en su arsenal.

La restauración capitalista

Retornando al punto: ¿qué clase de país es Corea del Norte? ¿Sigue siendo un Estado obrero burocratizado (el “anacronismo comunista”)? En este caso, sería el último del planeta. Nosotros creemos que no. Opinamos que, al igual que China y Cuba, la burocracia coreana ya ha restaurado el capitalismo según el “modelo chino” pero desarrollado en “cámara” lenta.

¿Por qué afirmamos esto? La restauración del capitalismo en China (1978) y en la ex URSS (1985-1986) dejó al pequeño país aislado y con su economía muy debilitada. La década de 1990 fue muy dura: una hambruna mató entre 600.000 y 1.000.000 personas. Creemos que, al final de ese período, la burocracia estalinista coreana definió la restauración capitalista. Una expresión de esto, fue la cumbre que mantuvieron con el entonces presidente estadounidense Bill Clinton, en 2000.

Pero para desarrollar ese camino, la burocracia estalinista coreana enfrenta varios obstáculos. El primero y principal es que se trata de una burocracia débil porque es débil y pequeño el país que administra. Su capacidad de negociar su supervivencia y, a la vez, su mutación en burguesía en un marco de desarrollo capitalista más acelerado, es muchísimo más pequeña que la que tuvo la burocracia china. Al mismo tiempo, la existencia de Corea del Sur, con un desarrollo económico capitalista e industrial mucho mayor, abren la perspectiva muy posible de que el sur acabe primero incorporando económicamente a Corea del Norte y luego también políticamente, reunificando el país bajo dominio de la burguesía del sur (como correa de transmisión semicolonial del imperialismo yanqui).

En ese marco, la burocracia estalinista norcoreana intenta mejores condiciones de negociación que le aseguren su supervivencia. Su aislamiento y el desarrollo de la bomba nuclear son parte de este intento: no es una preparación para el “combate”  o la “defensa del Estado obrero” sino intentos de negociar mejor.

Mientras tanto, el capitalismo se desarrolla en “cámara lenta” a través de las inversiones chinas y la creación de “zonas francas industriales”, de la amplia libertad que ya tienen los directores de las empresas estatales para realizar sus operaciones y de la liberación del comercio interior y de las importaciones desde China. Algunas estimaciones calculan que el sector privado ya representa el 30% de la economía (2). Como hemos dicho, se trata del modelo chino en pequeño y en cámara lenta. Por eso, nos inclinamos por definir a Corea del Norte como un país capitalista “atípico”.

Dos reflexiones finales. La primera es que la burocracia estalinista acabó siendo (tal como lo previó Trotsky) en todas sus variantes, la herramienta de destrucción de los Estados obreros y de la restauración capitalista. La segunda es que Corea del Norte muestra nuevamente la utopía reaccionaria de la propuesta estalinista de construir el “socialismo en un solo país”. Mucho menos en un país pequeño como Corea del Norte. Tal como lo planteó Marx desde el inicio y como lo reafirmaron Lenin y Trotsky, el verdadero socialismo solo podrá construirse a nivel internacional. Es decir, derrotando definitivamente al imperialismo.

Notas:

  1. En realidad, el acuerdo defintivo nunca fue firmado por lo que técnicamente ambos países aún están en guerra y su frontera es una de las más militarizadas del mundo.
  2. http://www.bbc.com/mundo/noticias/2015/04/150421_corea_del_norte_apertura_economia_ao

 

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