Dom May 26, 2024
26 mayo, 2024

Zhiv’e Belarus! (¡Viva Belarús!). ¡Todo apoyo al levante del pueblo bielorruso! ¡Fuera Lukashenko!

Escribimos este artículo al calor de los primeros acontecimientos en Belarús[1], alrededor de las “elecciones presidenciales”. Sin la pretensión de un análisis detallado de que lo que ocurre en este momento en el país vecino, queremos dejar algunas primeras impresiones y un esbozo de política para una situación que en este momento es imprevisible.

Por: POI, Rusia

Belarús es una semidictadura. No hay espacio para reales partidos de oposición, sindicatos libres o prensa independiente. Instituciones como parlamento o justicia son de fachada. Quien manda en el país hace 26 años es Lukashenko y la KGB (sí, en Belarús la KGB sigue existiendo con el mismo nombre hasta hoy). Los tres candidatos que Lukashenko creía traían riesgos para su reelección fueron impedidos de participar en ellas, uno fue preso y dos tuvieron que huir del país. Las “elecciones” se dieron bajo total control de la máquina de Lukashenko, sin posibilidad de fiscalización independiente, sin observadores internacionales, como incluso ocurre hace dos décadas. Aún con toda la represión, los mítines de la oposición reunían decenas de millares de participantes por diferentes ciudades. Estaba claro que algo pasaba. Por lo tanto, los manifestantes contra Lukashenko tienen todo el derecho de desconfiar de los resultados oficiales del pleito, que dio 80% de los votos a Lukashenko. ¿Qué 80% es ese, si el país está sublevado contra Lukashenko? Él es el responsable por la total falta de legitimidad del proceso electoral.

La situación en Belarús se inserta en un marco mayor de inestabilidad y crisis. Belarús no es una isla. Sufre los efectos de la crisis mundial y de la epidemia de Covid-19. Hay despidos, reducción de salarios, falta de recursos para combatir la epidemia, que fue negada por Lukashenko. Vodka y sauna[2] no resuelven eso. Al mismo tiempo, hay una justa reivindicación democrática del pueblo, cansado del monopolio del poder de Lukashenko y de la KGB hace 26 años.

Estos dos aspectos de la lucha, el democrático y el social, se cruzan hoy con la mayor crisis política por la que Lukashenko ya pasó.

La lucha por democracia en Belarús representa el inicio de una lucha más profunda, por su independencia nacional. Lukashenko no puede garantizar una verdadera independencia del país, que se mantuvo así casi como un apéndice de Rusia. Las compañías rusas (en especial de gas y petróleo) se comportan como dueñas de Belarús, elevando cada año el precio de los combustibles. El mayor punto de apoyo de Lukashenko es la KGB, con toda su tradición de represión a cualquier disidencia y estrechamente ligada a la FSB[3] rusa desde los tiempos soviéticos. Y el régimen de Putin, sin ninguna turbación, compra la lealtad de Lukashenko gracias a los súper lucros del petróleo y del gas, exigiendo de este más y más obediencia.

Las manifestaciones comenzaron el mismo día de las elecciones, así que salieron los primeros resultados preliminares oficiales que daban 80% de los votos de Lukashenko. Fueron manifestaciones absolutamente pacíficas. Pero Lukashenko y la KGB no podían soportar el pueblo en las calles expresando su voluntad. A lo largo de tres días, su policía y las Fuerzas Armadas, en especial las tropas de choque OMON, actuaron con gran violencia en las calles de las ciudades bielorrusas. Siete mil presos, centenas de heridos y dos muertos en cuatro días de lucha. Lukashenko decía por la TV que los manifestantes eran ovejas manipuladas, ganado, un pueblito, no más de veinte personas… La sociedad bielorrusa, adormecida por tres décadas de “orden y tranquilidad”, no podía soportar más.

Obreros de la MTZ en manifestación en Minsk. El cartel dice: “¡No somos ovejas ni ganado ni un pueblito. Somos obreros de la MTZ, y no somos 20 sino 16.000!”

En el tercer día, las mujeres ya estaban en la línea de frente, en defensa de los millares de presos, contra la violencia hacia sus semejantes.

Mujeres en la línea del frente de las protestas en Misnk.

Un día después, entró con toda su fuerza la clase obrera de Belarús. Simples obreros, hombres y mujeres, interrumpieron el trabajo de las mayores fábricas del país, obligando a los burócratas locales a escucharlos. La lista es grande, y alcanza todas las grandes ciudades del país.

Asambleas del MAZ, en Minsk.

En la capital, Minsk, MAZ (automóviles), MTZ (tractores), MEZ (equipamiento eléctrico), MZKT (tractores y camiones), MZSh (autopartes para colectoras de cereales), MAPID (construcción civil), Milavitza (textil, lencería), BelOMO (equipos ópticos), MMZ (motores). En Grodno, Grodno Azot (fertilizantes), Grodnenskiy Myasokombinat (procesamiento de proteína animal), Busoulya (revestimientos de piedra y concreto); en Soligorsk, Belarúskaliy (fertilizantes). En Navapolatsk, Naftan (refinería de petróleo), Polimir (industria química); en Jlobin, BMZ (metalurgia); en Bobruysk, Belshina (neumáticos); en Petrikaw, Petrikovski GOK (equipamiento para procesamiento de minerales); en Jodino, KZTSh (metalurgia, autopartes para vehículos pesados); en Brest, Gefest (pisos cerámicos); en Baranovich, Atlant (electrodomésticos), Fábrica 558 (mantenimiento de aviones); en Jabinka, ZhSZ (ingenio de azúcar); en Gomel, Gomselmash (maquinaria agrícola)… La lista ya sobrepasa cincuenta empresas en huelga o en estado de huelga.

Asamblea en Grodno Azot, Grodno.

Los metroviarios de la capital Minsk aprobaron el estado de huelga, así como también lo hizo una de las líneas de trenes. Médicos, mujeres, obreros, he aquí la verdadera fuerza de la revolución bielorrusa. Estos disiparon con humo el amenazador poder de Lukashenko, obligado el quinto día de protestas, dos días después del comienzo de las huelgas, a decir que “escuchó a los obreros” y pasó a liberar a los millares de presos, recibidos con fiesta a la salida de las prisiones.

Manifestantes siendo liberados de la prisión, aplaudidos y abrazados por los demás manifestantes.

Ahora que la represión no fue suficiente, pasa a las mentiras, acusando a los millares de manifestantes y obreros en huelga de ser marionetas financiadas desde el exterior “por los enemigos”, sin dar una única evidencia de eso. Es la mentira preferida de todo dictador amenazado por un levante de su propio pueblo.

La entrada en escena de la clase obrera en el proceso, con sus métodos propios de lucha y organización, son un ejemplo para todo el mundo. Una gran lección de la revolución bielorrusa, en especial para los que creían que la clase obrera ya no tenía más centralidad en los procesos de lucha social. Pues es la unión de los obreros, con sus métodos de lucha, y de los oprimidos en general, que puede poner fin al régimen de Lukashenko. Esas masas, interrumpiendo la producción, saliendo a las calles, incluso casi sin organización, son las que están cambiando el país. Y no la así llamada oposición “liberal”.

La dirección liberal intentó mantener la protesta dentro de los estrechos límites de la legislación de Lukashenko. La candidata de la oposición, Svetlana Tikhanosvskaya[4], hizo toda su campaña electoral alrededor de un único punto: elecciones libres, negándose a incorporar cualquier bandera social que fuese. Más que eso, limitaba la lucha por elecciones libres al proceso electoral, repitiendo en todos los mítines que no quería una revolución en el país. Luego del anuncio de los resultados oficiales, Tikhanosvskaya se apresuró a agradecer a la comisión electoral que dio la victoria de Lukashenko por “haber contado correctamente los votos”. La primera noche, víspera de la represión, dijo que los manifestantes “ya habían sido victoriosos” por “vencer el miedo” y llamó a todos a volver a sus casas. Cuando millares salieron a las calles luego del anuncio de la “victoria” de Lukashenko, para protestar contra el fraude electoral, ella llamó a todos a ser pacíficos y no provocar una “Maidán”[5] en Belarús. La noche del mismo día, cuando millares de manifestantes enfrentaban heroicamente la dura represión policial en las calles, ella seguía llamando a los manifestantes a “ser pacíficos”. Y sigue hasta ahora sin convocar a Huelga General en Belarús, único camino para derrocar a Lukashenko, y que se está construyendo por abajo.

Las protestas muestran que para garantizar la victoria, el pueblo debe superar los límites de sus propios dirigentes. Con medias palabras y medias medidas no será posible derrotar a Lukashenko. Así fue en Ucrania, inclusive, durante la Maidán. Los liberales de todos los colores habían cerrado un acuerdo con Yanukovich, Estados Unidos, la Unión Europea y Putin para mantener a Yanukovich en el poder por algunos meses más, hasta la realización de nuevas elecciones, y las masas en la Maidán, sin querer esperar, pasaron por encima de sus dirigentes (el símbolo de eso fueron la rechifla a Klitschko[6] en la plaza por su cobardía). Y hoy, una así llamada oposición quiere evitar a toda costa una Maidán en Belarús. Sueñan con una transición “pacífica y gradual” a una democracia burguesa, sin revolución, para que Lukashenko salga “por las buenas”, de la forma más tranquila posible. La oposición, por el carácter burgués de su política, teme mucho una revolución, teme que los obreros y simples trabajadores, juventud y oprimidos, puedan con su fuerza y determinación, tomar la dirección de sus manos.

Toda la propaganda oficial en Belarús y en Rusia intenta mostrar la Maidán como algo negativo, que debe ser evitado. Incluso la dicha “oposición”. Nada más falso. La Maidán fue una legítima revolución popular, un levante contra el régimen represor, reaccionario, pro Putin y corrupto de Yanukovich. El levante popular en la Maidán garantizó las libertades democráticas en Ucrania, amenazadas por el candidato a dictador Yanukovich. Todos los problemas subsecuentes con que se enfrenta Ucrania son resultado no de la Maidán sino de la guerra de Putin contra la Maidán: con la anexión de Crimea y los mercenarios rusos en el Dombass[7]. El levante de la Maidán solo fue victorioso por salir del control de la oposición liberal, que intentaba a toda costa mantenerla dentro de los estrechos límites de la legalidad de Yanukovich. Fueron las masas en las calles que rechazaron el acuerdo entre los liberales, la UE, los EEUU y Putin de mantener a Yanukovich en el poder hasta nuevas elecciones, y lo derrocaron.

Si los obreros en unidad con los oprimidos en Belarús mostraron su fuerza, mostraron quién de hecho puede derribar a Lukashenko y todo su régimen, entonces es claro como el día que estas mismas fuerzas, obreros y el oprimido pueblo de Belarús, deben también dirigir el país, y no un nuevo grupo de políticos “de oposición” que habla bonito pero solo dice mentiras. Para tal, hay que construir una organización independiente de la clase obrera para que todos los trabajadores bielorrusos tengan su fuerza política propia y no sean obligados a optar indefinidamente por los capitalistas de Lukashenko o por los capitalistas liberales. Es necesaria una alternativa obrera de verdad, que ponga la economía del país al servicio de los intereses de la mayoría, garantizando empleo y salario dignos a todos, en especial durante la epidemia. Que interrumpa las privatizaciones. Que interrumpa el pago de la deuda externa al FMI, la UE y Rusia, que juntos saquean el país. Eso permitiría garantizar más dinero para la salud pública, para la educación, para las jubilaciones, para vivienda y para servicios públicos. Solo la clase obrera en alianza con los oprimidos puede poner el potencial industrial y agrícola del país al servicio de elevar el nivel de vida de las amplias masas y desarrollar el país, no al servicio de la ganancia de los oligarcas bielorrusos y extranjeros que defienden a Lukashenko y que tampoco tendrían problemas en apoyar a la oposición liberal en caso de necesidad. Exactamente esta política de la clase obrera y del oprimido pueblo bielorruso permitirá hacer a Belarús verdaderamente independiente.

Y para imponer este programa obrero, es necesario un partido obrero a la altura. Esta es hasta aquí la mayor debilidad del proceso en curso en Belarús. Es la tarea más urgente para todo activista consciente en Belarús.

***

Los trabajadores de Rusia (así como cualquier demócrata honesto) tienen la obligación de apoyar con todas sus fuerzas el proceso en curso en Belarús contra Lukashenko. Posicionarse contra las acciones agresivas de Rusia en relación con el país, contra la permanente presión de Putin, contra el chantaje del gas, contra la tentativa de absorber el país, contra su utilización como territorio de paso para sus mercenarios. El derrumbe del régimen represor y corrupto de Lukashenko sería un gran golpe contra el régimen represor y corrupto de Putin, así como fue la caída del régimen represor y corrupto de Yanukovich. Si la caída de este último fue la mayor derrota política de Putin hasta hoy, la de su homólogo bielorruso podría tener un efecto aún mayor. Mostraría a todos cómo el régimen de Putin, en lugar de garantizar la “unidad del espacio pos soviético” lleva a los pueblos vecinos a alejarse cada vez más. Putin es el espantapájaros que, en nombre de los intereses de media docena de oligarcas, siembra la división y el odio entre los pueblos. El régimen de Putin tiene en sus manos la sangre de las revoluciones siria, ucraniana, egipcia, libia, chechena… Y existe el riesgo de que Belarús sea la próxima de la lista. Derrocar este régimen represor y odioso de Putin es una tarea del conjunto de los pueblos de la región. Y la caída de Lukashenko es un paso fundamental en este camino.

  • ¡Fuera Lukashenko!
  • ¡Huelga general hasta la caída del régimen Lukashenko/KGB y OMON!
  • ¡Disolución de la OMON, abajo la represión!
  • ¡Putin, quédese lejos de Belarús!
  • ¡Zhiv’e Belarus! (¡Viva Belarús!)

[1] Utilizamos el nombre Belarús, reivindicado por el pueblo del país, en lugar del nombre Bielorrusia, utilizado en Rusia con el obvio objetivo de impedir la autodeterminación del país.

[2] Lukashenko ocupa, junto con Bolsonaro, Ortega y Trump, el grupo de presidentes que negó la existencia de la epidemia de coronavirus. Llamó al pueblo a seguir trabajando sin máscaras. Fue el único país europeo que no interrumpió su campeonato de fútbol. Lukashenko decía: “¿Qué virus? ¿Alguien está viendo el virus? Yo no lo veo”, lo que trajo el recuerdo del desastre nuclear de Chernobyl, ocurrido próximo a la frontera del país en 1986, cuando los burócratas del Partido Comunista también decían: “No veo ninguna radiación. ¿Alguien ve alguna radiación? Yo no veo nada”. Lukashenko propuso vodka y sauna contra el coronavirus.

[3] Actual nombre de la KGB (policía política) rusa.

[4] El candidato era el marido de Svetlana, preso e impedido de candidatearse. Ella salió entonces candidata, proponiendo, caso venciese las elecciones, liberar a todos los presos políticos y convocar a elecciones libres en el país, inmediatamente. Se negó a presentar cualquier programa. Decía que quería liberar a su marido, elecciones libres, y entonces “volver a cocinar para su familia”…

[5] Plaza Maidán (Plaza de la Independencia) en el centro de Kiev, palco de las manifestaciones que derrocaron a Yanukovich en 2014. El término Maidán se tornó sinónimo de Revolución Ucraniana, siendo muy estigmatizado por los medios de comunicación y los gobiernos de Rusia y Belarús.

[6] Ex boxeador, líder de la oposición de entonces, después alcalde de Kiev.

[7] Región del Este de Ucrania, rica en carbón e industria pesada.

Traducción: Natalia Estrada.

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