Dom May 19, 2024
19 mayo, 2024

Rosa Luxemburgo, espada y llama de la revolución

“Rosa Luxemburgo simboliza la espada y la llama de la revolución, y su nombre quedará grabado en los siglos como el de una de las más grandiosas e insignes figuras del socialismo internacional[1]. Clara Zetkin discurso tras la muerte de Rosa Luxemburgo en 1919­.

Por: Kely Núñez

El 5 de marzo se cumplieron 150 años del nacimiento de Rosa Luxemburgo, en una pequeña población polaca de Zamosc, días antes de la Comuna de París en 1871. Además, este mismo año, el 15 de enero se cumplieron 102 años de su asesinato y el de su compañero de lucha Karl Liebknecht a manos del ala derecha de la Socialdemocracia alemana (que había asumido el gobierno), junto con viejos elementos del ejército del Káiser. El culatazo del rifle de un soldado destrozó el cráneo de Rosa Luxemburgo y su cadáver fue arrojado en el canal Landwehr de Berlín.

Karl y Rosa fueron férreos combatientes contra la degeneración del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que pasó a defender las banderas del revisionismo (reformismo), lo que consecuentemente significó una traición al movimiento obrero y a la Internacional. Los asesinatos de Karl y Rosa fueron una expresión atroz de esa traición a los principios socialistas revolucionarios.

Breve esbozo de su vida[2]

A los 13 años, Rosa ingresó a la escuela secundaria para mujeres, en Varsovia. Se cuenta que no le dieron medalla de honor por sus actitudes rebeldes frente a las autoridades. A los 16 años se unió a un partido revolucionario llamado Proletario[3]. Alrededor de 1889, debido a su militancia, tuvo que abandonar Polonia, dirigiéndose a Zúrich, en Suiza, donde ingresó a la universidad. Estudió Ciencias Naturales, Matemática y Economía, y se doctoró en Ciencias Políticas. En agosto de 1883, representó al partido en el Congreso de la Internacional Socialista. En 1898, se dirigió al centro del movimiento obrero internacional en Alemania, que le atrajo irresistiblemente. Colaboró en uno de los periódicos más importantes de la época: Die Neue Zeit [Nuevos Tiempos], dirigido por Karl Kautsky, a quien posteriormente enfrentaría. Se entregó en cuerpo y alma a la elaboración y al movimiento obrero alemán y comenzó a colaborar en varios diarios socialistas.

Entre 1896 y 1898 Eduard Bernstein[4], escribió una serie de artículos en Die Neue Zeit sobre “Problemas del Socialismo” que tenían como objetivo plantear una vía pacífica, un cambio gradual o reformista, en oposición a la estrategia de la revolución obrera y socialista, en los que abiertamente atacó los principios marxistas. Para combatir el cáncer reformista, Rosa escribió en 1900 una de sus obras más importantes: Reforma o Revolución. Entre 1903 y 1904 entró en polémica con Lenin, sobre temas como la cuestión nacional, la concepción de la estructura del partido, y la relación del partido con la actividad de las masas. Reflejando esa discusión escribe en 1906: Huelga de masas, partido y sindicatos.

En 1910, el SPD se dividió en tres tendencias diferenciadas: los reformistas, encabezados por Bernstein y Volmart; los así llamados marxistas de centro, dirigidos por Kautsky y Bebel, limitados cada vez más a los métodos parlamentarios; y el ala revolucionaria donde Rosa Luxemburgo era una de las dirigentes destacadas.

Una vez que recibe la noticia del estallido en Rusia (1905), escribe una serie de artículos y panfletos para el partido polaco, en los que coincide de forma independiente con Trotsky sobre la “Revolución Permanente”. En 1907 participó del Congreso de la Segunda Internacional Socialista celebrado en Stuttgart, en nombre de los Partidos ruso y polaco. Allí se pronunció frente a la guerra imperialista y el militarismo. En 1913 publicó una de sus obras más importantes: La acumulación del capital.[5] Mehring, el biógrafo de Marx, señaló que Rosa fue “el mayor genio entre los herederos científicos de Marx y Engels” y, sobre su obra: “con su caudal de erudición, brillantez de estilo, vigoroso análisis e independencia intelectual, es de todas las obras marxistas, la más cercana a El Capital”.[6]

A finales de 1914, toda la Segunda Internacional (salvo los partidos ruso y serbio) se definieron a favor de los créditos de guerra, política que fue seguida por todos los parlamentarios del SPD, a excepción de Karl Liebknecht. Aquí empezaría la que quizás fue la batalla más dura para Rosa. Inmediatamente, el SPD se unió a las banderas de guerra del Káiser; Rosa, Karl Liebknecht, Franz Mehring y Clara Zetkin emprendieron la lucha contra la guerra y la degeneración del SPD, fundando la Liga Espartaco, posteriormente Partido Comunista Alemán (KPD). A partir de aquí fue arrestada y liberada en varias ocasiones.

En 1917, desde la prisión, recibió con entusiasmo la noticia de la Revolución Rusa y apoyó a los bolcheviques, aunque entró en polémica con la disolución de la Asamblea Constituyente. En noviembre de 1918 estalló la revolución alemana, que impuso un gobierno con mayoría socialdemócrata. En enero de 1919, ante una provocación del gobierno, estalló una insurrección en Berlín impulsada por el Partido Socialdemócrata Independiente.[7] Rosa y Liebknecht estuvieron en contra de esa política, pero participaron, siendo apresados y asesinados el 15 de enero por un grupo parapolicial de ex oficiales militares del antiguo Káiser, que actuaba impunemente durante el gobierno del socialdemócrata Friedrich Ebert.

Su lucha contra el reformismo

El Partido Socialdemócrata Alemán en el que Rosa militó era un partido que había conseguido un enorme prestigio; por mucho tiempo se trató del partido más grande y de mayor importancia en la Segunda Internacional. Sus dirigentes más conocidos fueron August Bebel (1840-1913), fundador del SPD y de la Segunda Internacional, autor del libro La mujer y el socialismo; Karl Kautsky (1854-1938), que durante la guerra asumió una posición centrista pacifista.

Bernstein, por su parte, avanzó en sus elaboraciones con el libro Las premisas para el socialismo y las tareas de la socialdemocracia, donde, en oposición al materialismo histórico, concluye que la revolución socialista es innecesaria, y que se podía llegar al socialismo por medio de reformas graduales en el capitalismo. Se trataba de una justificación a la creciente adaptación del SPD a los aparatos de la democracia burguesa. El acomodamiento del SPD llegó al punto de renegar del rol de la clase trabajadora como sujeto de la revolución y se negó a organizarla. Su línea pasó a fortalecerse en el seno parlamentario y de esta forma llegar al poder por una vía “pacífica” electorera que de fondo no cambiaba las estructuras del capitalismo. Una justificación de esta política era que la clase trabajadora “no estaba preparada”.

Las ideas infundadas de Bernstein lograron copar gradualmente la mayoría de las secciones nacionales de la Segunda Internacional, que en 1914 votó junto con el SPD el apoyo a la devastadora Primera Guerra Mundial, coincidiendo así con los gobiernos burgueses y enviando al matadero a la clase trabajadora, llamando a los obreros de las diferentes naciones a enfrentarse entre sí para defender los intereses de sus explotadores burgueses. En términos leninistas, durante este proceso, el reformismo se convierte en “social-chovinismo”.

Para Rosa Luxemburgo la controversia con Bernstein ponía en discusión “la existencia misma del movimiento socialdemócrata”. En la introducción de su libro Reforma o Revolución se lee:

“Pero puesto que el objetivo final del socialismo es el único factor decisivo que distingue al movimiento socialdemócrata de la democracia y el radicalismo burgueses, el único factor que transforma la movilización obrera de conjunto del vano esfuerzo por reformar el orden capitalista en lucha de clases contra ese orden, para suprimir ese orden, la pregunta “reforma o revolución”, tal como la plantea Bernstein es, para la
socialdemocracia, el “ser o no ser”. En la controversia con Bernstein y sus correligionarios, todo el partido debe comprender claramente que no se trata de tal o cual método de lucha, del empleo de tal o cual táctica, sino de la existencia misma del movimiento socialdemócrata”.[8]

Rosa le declaró una batalla a Bernstein. El marxismo fue su mejor espada. Ni Kautsky fue capaz de enfrentar a Bernstein con la dureza y convicción que empleó Luxemburgo. El mismo Bernstein escribió que los artículos de Luxemburgo “(…) por lo que respecta al método (marxista), pertenece a lo mejor que se ha escrito contra mí”[9]. Lelio Basso en su libro Rosa Luxemburgo (1977) explica cómo Rosa combatió las ideas revisionistas utilizando una metodología marxista. Para Rosa, el método de análisis de Bernstein era mecánico y no dialéctico, por eso analizó el movimiento sin relación con el objetivo final (la toma del poder por el proletariado), cuestión que para Rosa tenía un eje central:

“En fin, yo pienso que este Estado debe ser destruido. La conquista del poder político sigue siendo el objetivo final, y el objetivo final sigue siendo el alma de la lucha (…) El movimiento como tal, sin relación con el objetivo final, el movimiento como fin en sí mismo, no es nada para la clase obrera, el objetivo final lo es todo”. Dijo esto en contraposición a los principios contenidos en la famosa frase de Bernstein: «Este objetivo, cualquiera que sea, para mí es nada, el movimiento lo es todo”.

El revisionismo de Bernstein y el desarrollo del ala reformista (de derecha) del SPD tenían para Rosa una explicación en el oportunismo burgués que había penetrado las filas del partido. No insistió, como Kautsky, en que Bernstein solo debía corregir errores.

El oportunismo del SPD reflejaba que su adaptación a los aparatos de la burguesía traía consigo las contradicciones de esa sociedad podrida, que nada tenía que ver con el socialismo, y por lo cual fue una opositora de talla contra el oportunismo y revisionismo del PSD.

El abandono del marxismo, del programa revolucionario, y de la construcción de una Internacional como la plantearon Marx y Engels, no solo trajo consecuencias programáticas sino que condenó la suerte de la Revolución Alemana. Esa ala derechista, no tuvo otra que actuar como si se tratase de la burguesía más sanguinaria. Rosa y Karl pagaron con sus vidas las consecuencias de esa degeneración.

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Las diferencias con Lenin

El SPD logró abrirse paso en sus posiciones oportunistas debido a la inexistencia de una internacional socialista, disciplinada y centralizada como sí lo fue la Tercera Internacional en sus primeros cuatro congresos. Poco a poco, el reformismo fue copando a la mayoría de las secciones, proceso que culminó con el apoyo a la guerra.

Es tan famosa su polémica con Bernstein como sus diferencias con Lenin, principal dirigente del partido Bolchevique y la Revolución Rusa. Líneas arriba mencionamos varios aspectos en que ambos disentían, pero pasaremos a concentrarnos en uno que sería decisivo para la Revolución Alemana y el triunfo del revisionismo en ese país: la cuestión del partido revolucionario.

Por ejemplo, Rosa se negó a formar parte tanto de la dirección del partido alemán como del partido polaco. Además, su experiencia con la dirección del SPD no era la más alentadora. En una carta a Clara Zetkin, escribía:[10]

“Desde mi regreso de Rusia me siento un poco aislada… Veo la mezquindad y vacilaciones de nuestra dirección más dolorosa y claramente que antes. Sin embargo, no puedo sulfurarme tanto como tú porque percibo con deprimente claridad que no se pueden cambiar las cosas y las personas hasta que haya cambiado la situación, e incluso entonces nos enfrentaremos a una resistencia inevitable si queremos conducir a las masas. He llegado a esa conclusión después de maduras reflexiones. La verdad desnuda es que Augusto [Bebel] y los demás se han quedado en el parlamento y el parlamentarismo; cuando pasa algo que trasciende los límites de la acción parlamentaria se vuelven inútiles; no, más que inútiles, porque hacen lo imposible para que el movimiento retorne a los canales parlamentarios y difaman furiosamente a cualquiera que ose aventurarse más allá de esos límites, llamándolo ‘enemigo del pueblo”.

Aunque programáticamente coincidía con Lenin, no le dio la misma importancia a las concepciones organizativas con que los revolucionarios defienden su programa o, como planteó contra Bernstein “el objetivo final”, algo que para Lenin solo se conseguiría de la mano de un partido disciplinado y centralizado. Luego de la Revolución Rusa le daría la razón a Lenin. Aunque por muchos años fue una opositora de hierro, no avanzó hacia la organización de una oposición que hiciera frente a las desviaciones de la dirección del SPD, y aunque fundó la Liga Espartaco durante la guerra tampoco pareció interesarse en las cuestiones organizativas de fondo. En el Programa del Partido Comunista de Alemania (Espartaco), redactado por ella misma, Rosa señala:[11]

“La Liga Espartaco no es un partido que pretenda alcanzar el poder por encima o a través de las masas trabajadoras. La Liga Espartaco es únicamente la parte más consecuente del proletariado, que, en cada momento, señala a las masas amplias de la clase obrera sus tareas históricas y que en cada estadio particular de la revolución defiende el fin último socialista, igual que en las cuestiones nacionales defiende los intereses de la revolución mundial…”. “La Liga Espartaco únicamente tomará el poder cuando ello se derive de la voluntad clara y explícita de la gran mayoría del proletariado en toda Alemania, esto es, únicamente como resultado de la aprobación consciente por parte del proletariado de los criterios, los objetivos y los métodos de lucha de la Liga Espartaco”.

Quien mejor analizó las fortalezas y debilidades de Rosa fue Trotsky. En un trabajo de 1932, Fuera las manos de Rosa Luxemburgo, sin ignorar los errores de Rosa, muestra cómo, a diferencia de lo que dice Stalin[12], fue ella y no Lenin quien primero vio y combatió el centrismo de Kautsky. Y, cómo, a pesar de sus debilidades, nunca fue centrista y siempre fue una revolucionaria de primera línea:[13]

(…) No puede negarse que Rosa Luxemburgo no planteó el problema de la lucha contra el centrismo con la plenitud que las circunstancias requerían, aquí las ventajas están enteramente de parte de Lenin. Pero entre octubre de 1916, cuando Lenin escribió en respuesta al folleto de Junius[14], y 1903, cuando nació el bolchevismo, median trece años; en el transcurso de la mayor parte de dicho periodo Rosa Luxemburgo estaba en la oposición al Comité Central de Bebel y Kautsky, y su lucha contra el “radicalismo” formal, pedante y podrido de Kautsky asumió un carácter cada vez más tajante. Lenin no participó en esta lucha y no apoyó a Rosa Luxemburgo hasta 1914. Inmerso en los asuntos rusos, mantenía una cautela extrema en cuestiones internacionales.      

Según Trotsky la capitulación de la socialdemocracia alemana a la guerra fue algo inesperado para Lenin, pues consideraba que la declaración patriótica a favor de la guerra publicada en Vorwärts (Hacia adelante) era una falsificación de la policía alemana. Pero, tan pronto se convenció de la amarga verdad, la liquidó de una vez por todas. El 27 de octubre de 1914, Lenin escribió a A. Schliapnikov:

“[…] odio y desprecio a Kautsky ahora más que a todo el resto del rebaño hipócrita, roñoso, vil y autosuficiente […] R. Luxemburgo tiene razón, ella comprendió hace mucho que Kautsky poseía en alto grado el ‘servilismo de un teórico’: dicho más claramente, fue siempre un lacayo, un lacayo de la mayoría del partido, un lacayo del oportunismo.” (Antología leninista, vol. II, p.200. La bastardilla es mía – L.T.)

Asumiendo la defensa que hace Trotsky a Rosa Luxemburgo, podríamos decir, al igual que él, que si ponemos todos los desacuerdos entre Lenin y Rosa, la balanza de la historia se inclina hacia Lenin. Son tan citadas sus polémicas en torno al partido como en torno a la Revolución Rusa. Sobre esto último es preciso aclarar que cuando Rosa escribe el texto “La Revolución Rusa” se encuentra aislada en la prisión alemana, y ella misma había decidido no publicarlo, decisión oportuna considerando que, una vez fuera de la cárcel, su texto no reflejaba del todo sus opiniones. Sin embargo, fue Rosa siempre bandera de la revolución proletaria:

(…) Rosa Luxemburgo formuló críticas muy severas y fundamentalmente incorrectas a la política bolchevique en 1918, desde su celda en la cárcel. Pero inclusive en este, su trabajo más equivocado, se ven las alas del águila. He aquí su caracterización general de la insurrección de octubre: ‘Todo lo que el partido pudo hacer en el terreno de la valentía, la acción firme, la previsión y coherencia revolucionarias: todo eso hicieron Lenin, Trotsky, y sus camaradas. Todo el honor revolucionario y la capacidad de acción, que tanto le faltan a la socialdemocracia occidental, los bolcheviques demostraron poseerlos. Su insurrección de octubre salvó no solo a la Revolución Rusa sino también el honor del socialismo internacional”. ¿Es posible que esta sea la voz del centrismo?[15]

Cuando en Francia y otros partes del mundo se comenzaron a hacer esfuerzos por construir un “luxemburguismo” como defensa de los centristas de izquierda contra los bolcheviques-leninistas, Trotsky vuelve a asumir la defensa de Rosa, en el artículo Luxemburgo y la IV Internacional, de junio 1935:

(…) Más de una vez hemos asumido la defensa de Rosa Luxemburgo contra las tergiversaciones insolentes y estúpidas de Stalin y su burocracia. Seguiremos ha­ciéndolo. No lo hacemos movidos por consideraciones sentimentales, sino por las exigencias de la crítica materialista histórica. Sin embargo, nuestra defensa de Rosa Luxemburgo no es incondicional. Los aspectos débiles de las enseñanzas de Rosa Luxemburgo han sido desnudados en la teoría y en la práctica. La gente del SAP y otros elementos afines (véanse, por ejemplo, el diletantismo intelectual de la «cultura proletaria» del Spartacus francés, el periódico de los estudiantes socialistas belgas y, a menudo también, el Action Socialiste belga, etcétera),[16] solo hacen uso de los aspectos débiles y de las deficiencias que de ninguna manera son decisivos en Rosa; generalizan y exageran estas debilidades al máximo y sobre esa base constru­yen un sistema totalmente absurdo. La paradoja yace en que, en su viraje más reciente, los stalinistas –sin reconocerlo, sin siquiera comprenderlo– también se aproximan, en teoría, a los aspectos negativos caricaturescos del luxemburguismo, por no mencionar a los centristas tradicionales y a los centristas de izquierda en el campo socialdemócrata.[17]

Para Trotsky, Rosa comprendió antes que Lenin el carácter retardatario de los aparatos partidarios y sindicales, porque la Revolución de 1918 fue “espontánea”, pero la historia alemana demostró por mucho que la espontaneidad no es suficiente para alcanzar el éxito, como la Revolución Rusa demostró la necesidad del partido bolchevique.

Finalmente, aunque el estalinismo se esforzara por tirar abajo la imagen de una las revolucionarias más importantes del siglo XX, la convicción con que Rosa vivió su vida al servicio del socialismo era más grande que cualquier calumnia o difamación. Vivirá Rosa siempre en la memoria y en la lucha de los revolucionarios.

¡Gloria eterna a Rosa Luxemburgo, el águila de la revolución! ¡Espada y llama de la Revolución! 

[1] ZETKIN, Clara. Tras la muerte de Rosa Luxembugo, en 1919. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/zetkin/1919/sep/01.htm

[2] Revisado en: Cliff, Tony. Rosa Luxemburg (1959) Capítulo 1, pp. 8 – 12.

[3] Partido revolucionario fundado en 1882, 21 años antes de que se fundara el Partido Social Demócrata Ruso. En 1894, el nombre del partido cambio por el de Partido Socialdemócrata del Reino de Polonia, tiempo después, Lituania se añadió al título en su sigla, SDKPL.

[4] Principal teórico del ala reformista del SPD.

[5] Fue una obra muy polémica, ya que además de recibir las críticas desde la derecha, también fue muy cuestionada por Lenin.

[6] CLIFF, Tony. Rosa Luxemburg (1959), p. 11.

[7] División del SPD (Partido Socialdemócrata Alemán) dirigido por Kautsky, del que participaba la Liga Espartaco.

[8] Obras Escogidas de Rosa Luxemburgo, ediciones digitales de Izquierda Revolucionaria, edición 2008, p. 41. Buscar en: www.marxismo.org

[9] BASSO, Lelio. Rosa Luxemburgo. Colecciones La lucha por el poder. Editorial Nuestro Tiempo, S.A. (1977), p. 29.

[10] Obras Escogidas de Rosa Luxemburgo, ediciones digitales de Izquierda Revolucionaria, edición 2008, p. 22. Buscar en: www.marxismo.org

[11] CLIFF, Tony. Rosa Luxemburg (1959), p. 30.

[12] Stalin, en su artículo “Acerca de algunos problemas de la historia del bolchevismo” calumnió a Rosa poniéndola en el campo centrista de Kautsky.

[13] TROTSKY, León. “Fuera las manos de Rosa Luxemburgo”. The Militant (El militante), 1932.

[14] Escrito de Rosa Luxemburgo, firmado con Junius (joven) y titulado: “La crisis de la socialdemocracia”, escrito en abril de 1915 mientras Rosa se encontraba en la cárcel de mujeres de Berlín, pero publicado recién en 1916.

[15] TROTSKY, León. “Fuera las manos de Rosa Luxemburgo”. The Militant (El militante), 1932, p. 10.

[16] El SAP (Partido Socialista de los Trabajadores de Alemania): fundado en octubre de 1931 por Max Seydewitz y otros izquierdistas expul­sados del Partido Socialdemócrata. En la primavera de 1932 se produjo una escisión en la Oposición Comunista de Derecha alemana (KPO, brandleristas) y un grupo dirigido por Jakob Walcher ingresó al SAP. Cuando Seydewitz y otros fundadores renunciaron, los exbrandleristas asumieron la dirección del SAP, que en esa época decía contar con catorce mil militantes; sus filas se redujeron enormemente después de la toma del poder por Hitler. En agosto de 1933, el SAP firmó la Declara­ción de los Cuatro junto con la Oposición de Izquierda Internacional; allí se proclamaba la necesidad de una nueva Internacional. En el exilio, el SAP viró rápidamente a la de­recha y se convirtió en adversario del MCI. En 1937, el SAP era partida­rio del Frente Popular em Alemania. Spartacusque no debe ser confun­dido con el grupo sectario belga de Vereecken, era un pequeño grupo centrista en el ala izquierda de la SFIO, partidario del SAP. El periódico belga Action Socialiste, que no debe confundirse con su homónimo de la SFIO francesa, era el órgano del ala izquierda del Partido Laboris­ta belga.

[17] Luxemburgo y la IV Internacional. Apéndice D, Obras Escogidas de Rosa Luxemburgo, ediciones digitales de Izquierda Revolucionaria, edición 2008, p. 463. Buscar en: www.marxismo.org

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