Sáb May 18, 2024
18 mayo, 2024

¿Quién es Nayib Bukele?

Por Daniel Sugasti

Como se esperaba, el 4 de febrero Nayib Bukele fue reelegido presidente de El Salvador. En el auge de su popularidad, el candidato-presidente cosechó 85% de los votos. El partido del régimen, Nuevas Ideas, conquistó 54 de los 60 escaños en la Asamblea Legislativa.

Por su parte, la oposición burguesa, fragmentada, recibió una auténtica paliza. A la Alianza Republicana Nacionalista (ARENA), otrora representante de la derecha tradicional y que gobernó el país entre 1989-2009, le cupo dos curules. El Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), que gobernó el país entre 2009-2019, recibió tal castigo electoral que quedó fuera del hemiciclo.

Así, Bukele, autodenominado “el dictador más cool del mundo mundial”, a priori podría gobernar hasta 2028, con holgada superioridad parlamentaria. Esta es, sin duda, una mala noticia para el movimiento de masas y la izquierda salvadoreña y latinoamericana. Pero ahora lo importante es entender el proceso y su dinámica.

El 3 de marzo se realizaron elecciones municipales, luego de que los municipios se redujeran de 262 a 44, en una clara maniobra para concentrar más control y poder territorial. Bukele, una vez más adelantándose al propio tribunal electoral, anunció una victoria aplastante en la que, supuestamente, Nuevas Ideas y sus partidos satélites ganaron en 43 de los 44 municipios del país[1].

Bukele pudo ser candidato presidencial a pesar de que hasta seis artículos de la Constitución salvadoreña prohibían la reelección consecutiva, por medio de un polémico fallo de la Sala de lo Constitucional, un órgano controlado por él, que le permitió competir con la condición de licenciarse del cargo seis meses antes.

Es cierto que, en el contexto de un creciente endurecimiento del régimen, el Estado controló las elecciones y, según denuncias, el proceso electoral no pasó de un fraude[2]. Hay que considerar que se trata de un gobierno que cambió el régimen democrático burgués, con todas sus limitaciones, a uno bonapartista-dictatorial, aunque mantiene formalmente las elecciones. Desde 2019 promovió maniobras para cambiar y someter definitivamente al sistema judicial, el parlamento y las FFAA. Ahora, estas instituciones tienen un carácter bonapartista. Algo similar a lo que pasó en Turquía y Hungría y a lo que pretende Milei o intentó hacer Bolsonaro en su momento.

Por otra parte, también es nítido que Bukele, a pesar de sus medidas represivas y la deriva dictatorial iniciada en 2019, acapara un importante caudal de respaldo popular o, por lo menos, existe un buen margen de tolerancia por parte de amplios sectores de masas.

La popularidad del “modelo” Bukele, represivo y de “tolerancia cero” hacia las pandillas, trasciende las fronteras del país centroamericano. No puede sorprender que los principales exponentes de la extrema derecha mundial le rindan elogios y lo presenten como ejemplo de lo que debe hacerse con la criminalidad y la “preservación del orden” en nuestros países. Bukele, el presidente millennial, es sensación en muchos países. El presidente de Ecuador, Daniel Noboa, ha anunciado la creación de dos mega cárceles. Diversos políticos en Perú, Chile, Argentina, entre otros lugares, hicieron campaña asegurando que seguirían sus pasos. En su momento, Trump siempre lo apoyó y alentó. Entre los jefes de Estado o ministros que lo admiran están Milei y Bullrich, el presidente paraguayo Santiago Peña y, por supuesto, la familia Bolsonaro en Brasil.

Pero no solo tiene respaldo de la ultraderecha, sino también de gobiernos dichos “progresistas”, como la hondureña Xiomara Castro y el guatemalteco Bernardo Arévalo.

En un contexto de crisis económica, política y social, incertidumbre general, aumento de la inflación, desempleo y, consecuentemente, la inseguridad callejera, no es raro escuchar: “hace falta un Bukele”.

Para el público no salvadoreño, puede ser útil abordar algunas cuestiones: ¿quién es Nayib Bukele y cuáles fueron las medidas que explican su ascenso? ¿A cuáles contradicciones se enfrentará durante su segundo mandato?

El hijo de un burgués que integró el FMLN

Bukele nació en 1981, en “cuna de oro”. Hijo del rico e influyente empresario Armando Bukele Kattán, de ascendencia palestina, propietario industrias textiles, firmas comerciales, farmacéuticas, publicitarias y medios de prensa.

Bukele Kattán construyó su fortuna por medio de una asociación con el Estado, por medio de la cual gozó de una serie de privilegios, como exoneración de impuestos a la importación de maquinarias y materias primas, concedidos por distintas autoridades locales en la década de 1970.

Nayib estudió en la Escuela Panamericana, donde se bachilleró en 1999. Se trata de un colegio bilingüe, exclusivo para las personas ricas, donde comenzó a crear lazos con los actuales nombres fuertes del régimen.

Antes de ingresar en el mundo de la política, Nayib Bukele ocupó puestos de dirección en las empresas de su padre, principalmente en las agencias publicitarias y una empresa fabricante de pasaportes. Fue también presidente de la distribuidora de Yamaha Motors en el país.

Un hecho que, ahora, podría sorprender es que durante mucho tiempo hizo negocios con el FMLN, considerada la principal fuerza de izquierda, del que luego sería uno de sus candidatos. Por ejemplo, las empresas de publicidad de su familia estuvieron a cargo, durante 12 años, de la propaganda política del FMLN. En 2004, por medio de contactos de su padre, el joven Bukele fue contratado para llevar adelante la campaña publicitaria de la candidatura presidencial de Schafik Hándal, alias “comandante Simón”, histórico dirigente del Partido Comunista Salvadoreño y del propio FMLN.

En 2011, Bukele se afilia al FMLN. Es electo, por esa sigla, alcalde de Nuevo Cuscatlán (2012-2015). En el período siguiente, avanzó varios pasos y fue elegido alcalde de la capital San Salvador (2015-2018), también en nombre de una coalición liderada por el FMLN.

En 2017, sin embargo, luego de una serie de conflictos internos, Bukele forzó su expulsión del partido por el Tribunal de Ética del FMLN. Cabe notar que, siendo alcalde de la comuna capitalina, el ambicioso político se movió buscando protagonismo y espacio propios, criticando incluso a dirigentes de su partido.

Tanto la conservadora ARENA, que gobernó el país durante 20 años, como el FMLN, que hizo lo propio durante una década, estaban muy desacreditados ante las masas. Si bien Bukele consideró en 2017 ser el candidato presidencial del FMLN, quizá haya percibido ese desgaste y abrirse paso cuestionando abiertamente a los presidentes efemelenistas Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, este último en funciones.

En octubre de 2017, en el contexto de una derecha mundial alentada por la presidencia de Trump, anunció la formación del movimiento Nuevas Ideas con un discurso “antisistema”: “sacar de donde están” a los partidos tradicionales y “cambiar el sistema político del cual ya todos estamos hartos”, entre otros eslóganes. Dado que no le fue permitido competir por Nuevas Ideas, inscribió su candidatura por el partido Gran Alianza por la Unidad Nacional (GANA), un pequeño y muy cuestionado partido de la derecha tradicional.

Presidente en 2019

En febrero de 2019 fue elegido presidente con un contundente 53% de los votos, eliminando la necesidad de segunda vuelta. ARENA obtuvo 32% del escrutinio y el FMLN, castigado, apenas cosechó 14,4% del electorado. Ese resultado, presentado como histórico, marcaba una ruptura de la situación política desde la firma de los Acuerdos de Paz en 1992.

En mayo de 2019, mostrando formas no convencionales, comenzó a nombrar a sus futuros ministros a través de su cuenta de Twitter, alegando estar buscando personas sin “pasado oscuro” y evitando el “reciclaje de funcionarios”. El perfil “anticorrupción” que pretendía mostrar, aunque cínico, era evidente.

Comenzó su gobierno anunciando un acercamiento con EEUU. Entre otras medidas, acabó con la Secretaría de Acción Social y otros proyectos emblemáticos del FMLN, recortando presupuestos en áreas como mujeres, juventud y otras áreas vinculadas al asistencialismo. Despidió, por medio de Twitter, a cerca de 3.000 funcionarios del gobierno anterior, entre ellos familiares del expresidente y de la cúpula del FMLN. Al mismo tiempo, incurría en claros casos de nepotismo, nombrando a su medio hermano y tío en cargos importantes.

Sin embargo, el rumbo político y el perfil que ahora lo distingue se hizo evidente en 2020.

El 9 de febrero de 2020, Bukele irrumpió en la sesión de la Asamblea Legislativa rodeado de militares. Los parlamentarios habían negado un préstamo de 109 millones de dólares para fortalecer a la policía y el combate a las pandillas. Bukele se sentó en el sillón del presidente de la Asamblea, hizo una oración y llamó a una “insurrección popular”. La oposición denunció el intento de intimidación y calificó esa postura de “autogolpe”. Ni siquiera en la época de la anterior dictadura, el ejército entró al parlamento. Sin embargo, encuestas posteriores reflejaron que la popularidad de Bukele había crecido.

En las elecciones legislativas de febrero de 2021, el partido Nuevas Ideas finalmente obtuvo la mayoría de la Asamblea Legislativa. En mayo, se alió a otros tres partidos conservadores para conseguir el control de los dos tercios de la legislatura 2021-2024. La oposición quedó reducida a 20 diputados de un total de 60 asientos.

“Guerra a las pandillas”

En 2019, Bukele anunció el “Plan de Control Territorial”, un esquema represivo en larga escala. Poco después, según él, la tasa de homicidio intencional de El Salvador se había reducido de 52 asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2018 —la más alta del mundo en ese momento— a 36 en 2019.

En su primer año de gobierno, como era sabido, existía un pacto entre el gobierno y las pandillas. Esos grupos criminales, muy poderosos económica y militarmente, son un auténtico flagelo para la población. Los pagos de extorsiones representaban el 3% del PIB y el costo anual de la violencia, el 16%, una cifra enorme.

En marzo de 2022, ese pacto se rompió y el país sufrió una ola de asesinatos y violencia en las calles. El 26 de marzo fue el día más mortífero en la historia salvadoreña desde el final de la guerra civil, con 62 asesinatos.

El 27 de marzo, previa solicitud de Bukele, la Asamblea Legislativa controlada por el gobierno aprobó el estado de excepción, que elimina una serie de libertades democráticas, individuales y otorga poderes discrecionales a las fuerzas represivas. El régimen de excepción, desde entonces, fue prorrogado 23 veces. Bukele, entonces, declara oficialmente la “guerra a las pandillas”, las “maras”, especialmente la Mara Salvatrucha, Mara Barrio 18 y Mara Mao Mao[3].

En abril de 2020, Bukele autoriza el uso de “fuerza letal”. Por su parte, la Asamblea Legislativa procedió a reformar el Código Penal y Procesal para criminalizar a los miembros de pandillas con penas de hasta 20 años de cárcel y para los cabecillas entre 40 a 45 años.

En los últimos dos años, el régimen adquirió contornos cada vez más dictatoriales. En la práctica, la violencia de las pandillas fue sustituida por la violencia permanente y alevosa del Estado. Es decir, se impuso el terrorismo de Estado.

En el marco de la “guerra a las pandillas”, más de 75.000 presuntos pandilleros fueron encarcelados, casi todos sin ningún respeto al debido proceso o libertades individuales básicas. La policía y el ejército rondan las calles, usando y abusando de poderes especiales. Bukele, sin embargo, se jacta que el “margen de error” de los arrestos es del 1%. Hoy, El Salvador cuenta con la mayor tasa de encarcelamiento del mundo.

Diversas organizaciones de DDHH, como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han denunciado abusos durante el régimen de excepción.

Han documentado torturas, detenciones arbitrarias —un chico con síndrome de Down—, además de cerca de 220 muertes sospechosas bajo custodia. Los abogados y los familiares de los presos denuncian de que no tienen contacto con ellos, y que son sometidos a juicios secretos.

Hace un año se inauguró el Centro de Confinamiento del Terrorismo de El Salvador (CECOT), una megacárcel de máxima seguridad, orgullo de Bukele, que alberga a un número alto pero desconocido de supuestos “terroristas”.

En ese lugar no entra la luz de sol. Los presos salen de sus celdas sólo 30 minutos al día, con grilletes. No pueden recibir visitas ni llamadas. Hay dos inodoros por pabellón. Las condenas alcanzan los 700 años. La propaganda de la dictadura recurre constantemente a imágenes del CECOT, como las impresionantes escenas de cientos de presos sentados con las manos sobre sus cabezas rapadas, en señal de sumisión al orden establecido.

La arremetida dictatorial es total. Como denuncia la Plataforma de la Clase Trabajadora, sección de la LIT-CI en el país: “…el papel del ejército en la vida cotidiana es cada vez más presente y la persecución y criminalización de las disidencias es real con saldo de decenas de líderes sociales, sindicales y populares encarcelados, e incluso algunos que han perdido la vida en manos del Estado”[4].

La “guerra a las pandillas”, en un primer momento, muestra resultados aparentemente positivos. El gobierno sostiene, sin permitir acceso a detalles ni una verificación rigurosa, que la tasa de homicidios bajó de 38 asesinatos por cada 100.000 habitantes en 2019 a 2,4 por cada 100.000 en 2023. De ser uno de los países más violentos del mundo, existe una mejora momentánea de la sensación de seguridad por parte de la población. Y esto está en la base de su popularidad. Bukele.

Al mismo tiempo, la dictadura intenta cambiar la imagen de El Salvador, siendo sede de grandes eventos, como Miss Universo o un partido amistoso entre su selección nacional y el Inter Miami, club de Lionel Messi, que fue fotografiado apretando la mano del dictador. Por otra parte, el flujo de turistas internacionales ha aumentado 40%.

No obstante, la “guerra a las pandillas” plantea muchos interrogantes: ¿cuál es el alcance real que puede tener esa política de seguridad, convertida en el escaparate del gobierno?, ¿hasta cuándo durará la aparente “luna de miel” de amplios sectores de masas con Bukele?

Una política con patas cortas

Más allá del discurso conservador, la experiencia, en muchos países, ha demostrado que las rimbombantes políticas de “mano dura” contra la delincuencia común o el crimen organizado, que se basan únicamente en vistosas operaciones policiales o militares, miles arrestos, etc., fracasan tarde o temprano.

La supresión de los derechos humanos y de las garantías individuales, además de un encarcelamiento masivo, puede mejorar el clima de inseguridad urbana en un primer momento, pero es incapaz de solucionar el problema de fondo.

La razón de ello es que la delincuencia común y las pandillas organizadas, en este caso las maras, son producto y crecen en el contexto de la miseria, el desempleo, el embrutecimiento y la absoluta falta de perspectivas de una vida mejor, sobre todo para la juventud.

Las maras y las pandillas, que extorsionan y amedrentan a la clase trabajadora, son resultado del deterioro del tejido social, de la pauperización de millones de personas bajo el capitalismo periférico en nuestros países. Ese es el caldo de cultivo de la lumpenización de enormes contingentes de la sociedad, de la cual se nutren los cárteles y pandillas dedicadas al tráfico de drogas, armas, secuestros, trata de personas, extorsiones, etc. En muchos casos, los jóvenes reclutados por las pandillas sienten que no tienen nada que perder; por el contrario, se arriesgan con la ilusión de poder mejorar un poco sus vidas y la de sus familias.

Una prueba de la descomposición social en el país es el impactante número de emigrantes. Según datos de la ONU, El Salvador tiene 1.599.058 emigrantes, lo que supone un 25,41% de la su población[5]. De ese contingente, 88% se dirige a EEUU. Entre mayo y octubre de 2023, EEUU detuvo cada día a 98 migrantes de El Salvador[6]. Ese éxodo, por otro lado, también se refleja en las remesas, entre 300 y 500 dólares, indispensables para muchas familias.

Si a los problemas históricos sumamos la inflación, el desempleo, el desarraigo interno por el extractivismo, el externo por la migración, y la justa decepción de las masas con las instituciones de la democracia burguesa combinada con la traición del FMLN y otros partidos dichos de izquierda, no es difícil entender, primero, el poder de las maras y, segundo, que amplios sectores de masas simpaticen con la “mano de hierro” de un Bukele. El “todos son iguales” y la ausencia de una alternativa organizada, arraigada en la clase trabajadora, abre espacio para el escepticismo y el apoyo a supuestos “salvadores de la patria”.

Sin embargo, la popularidad de Bukele no será eterna. Puede desmoronarse tan rápido como creció, en la medida en que la expectativa de la sociedad vaya más allá de la seguridad callejera, una especie de cortina de humo, y reaparezca con fuerza el peso de las penurias socioeconómicas. Bukele, como otros gobernantes latinoamericanos, está sentado sobre un volcán, por ahora, aparentemente dormido.

De hecho, las encuestas muestran que, si en 2019 la principal preocupación popular era la inseguridad y la delincuencia de las pandillas, en 2023 la preocupación es la economía (70%), el desempleo y el alto costo de vida. Según una reciente encuesta del Instituto Universitario de Opinión Pública de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), la delincuencia (4,6) y el régimen de excepción (1%) ya son considerados, en este nuevo escenario, problemas secundarios. El ánimo de las masas puede dar un giro.

En 2023, el crecimiento de El Salvador, según el FMI, fue de 2,2%, el menor de toda Centroamérica. El país, con 6,3 millones de habitantes, cuenta con casi 900.000 personas en situación de “emergencia” alimentaria, es decir, el país está en el borde de una hambruna.

La pobreza ronda el 29% y la extrema pobreza el 9% la población local[7]. En 2023, un informe oficial del Ministerio de Salud reveló que 213 personas habían muerto por desnutrición severa y moderada en los últimos cuatro años en El Salvador.

El costo de vida corroe los bajos salarios. El salario mínimo de poco más de 300 dólares no cubre el costo de una canasta básica de 450 dólares o más. El dinero no alcanza. Y esto para aquellos que tienen derecho a un salario. Según la ONU, la informalidad afecta a cerca del 70% de la clase trabajadora, es decir, millones carecen de un sueldo fijo, seguridad social y previsional. En el magro sector formal, por otro lado, 60% de los cotizantes salvadoreños no completa aportes para su pensión[8].

Según la Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples 2022 (EHPM), realizada por el Banco Central de Reserva (BCR), realizada en 2022, el 38% de los salvadoreños en edad de trabajar no busca empleo o está desocupado. Por otra parte, la tasa de desempleo entre los jóvenes de entre 16 y 24 años alcanzó11.8%[9].

En ese contexto dramático, no sólo se explica el reclutamiento de los jóvenes por parte de las pandillas, sino que es nítido que, sin solucionar los problemas estructurales e históricos de la economía y la sociedad salvadoreña, no habrá “mano de hierro” o “mesías” que traiga mejores días para la clase trabajadora.

La base del surgimiento y proliferación de las pandillas y otras expresiones del crimen organizado es el propio de un capitalismo, en el caso salvadoreño, periférico y dependiente.

No es posible acabar con ese flagelo de un plumazo o únicamente con represión estatal. La historia presenta ejemplos de cómo el tipo de “modelo” de Bukele, o el de la ultraderecha brasileña “bandido bom é bandido morto”, fracasó en México y en Brasil. En ese país, las llamadas Unidades de Policía Pacificadora militarizaron las favelas de Rio de Janeiro desde 2008, inspiradas en el combate estatal al narcotráfico en Colombia, matando a la juventud negra y pobre, e imponiendo, de hecho, un estado de sitio a la población. En un primer momento, los asesinatos disminuyeron. Pero, a mediano plazo, sin ninguna solución a los graves problemas sociales, la violencia urbana y la actuación de viejos y nuevas facciones del tráfico incluso cobraron más fuerza.

Bukele ha encarcelado a 2% de la población en menos de dos años. Eso puede rendir frutos en términos de marketing electoral, pero es una política con límites claros. Sin combatir la pauperización de la sociedad, cabe preguntar, ¿hasta dónde pretende llegar?, ¿a cuántos más meterá presos, a cuántos más matará el Estado? No hay cárceles suficientes para esconder los males sociales que genera un sistema explotador, injusto, deshumano y corrupto como el capitalismo. 

Como plantea la PCC: Bukele representa una burguesía interesada en depredar y agotar los recursos del Estado usufructuándose de ellos, no teniendo el mínimo interés en mejorar la calidad de vida y combatir la pobreza que aqueja a muchísimos salvadoreños”[10]. En ese sentido, la clase trabajadora no puede depositar ninguna confianza en él y su política represiva, dictatorial para con los pobres pero sumisa ante el imperialismo.

La oposición tampoco es alternativa: “Ambos ARENA y FMLN son culpables de lo que hoy sucede con el desmantelamiento de la democracia que el régimen dictatorial ha emprendido y son los progenitores del engendro que hoy es Bukele”[11].

La clase trabajadora debe confiar únicamente en sus propias fuerzas, organización y métodos.

La situación no es fácil. alternativa de la clase trabajadora, socialista y revolucionaria, el justo desgaste de los partidos tradicionales dará pie a experimentos nefastos como el de Bukele: “El pueblo ha probado diferentes opciones en los últimos 40 años y no ha visto resueltos sus problemas. Sin embargo, actualmente no hay alternativa para el pueblo salvadoreño, por eso se necesita el surgimiento de una opción desde los trabajadores y los pueblos que no deben olvidarse de que solo el trabajador salva al trabajador, que solo el pueblo, salva al pueblo y que solo debemos confiar en nuestras fuerzas, es urgente que construyamos nuestro propio instrumento político”[12].

En El Salvador, donde impera una dictadura, es necesario combinar las tareas democráticas, comenzando por la consigna de ¡Abajo la dictadura de Bukele!, con la explicación paciente de la necesidad de que las actuales o potenciales movilizaciones obreras, campesinas y populares no se detengan en ello, sino que avancen hasta superar este sistema y este régimen, es decir, hasta la toma del poder por la clase trabajadora y la construcción del socialismo, en escala nacional e internacional. Esa debe ser la visión estratégica de cada lucha, por más puntual que sea.

La lucha contra la dictadura, el gobierno corrupto y represor, el estado de excepción, los abusos de los militares y policías, el fraude electoral, además del hambre, el desempleo, la descomposición social de la que se nutren las pandillas y potencia la emigración, debe estar al servicio de una política de clase, con perspectiva revolucionaria y dirigido contra el capitalismo periférico y dependiente del imperialismo que impera en El Salvador y Latinoamérica. Para ello, la construcción y el fortalecimiento del partido revolucionario, trotskista, es una condición indispensable ¡A construir esa herramienta!


[1] Consultar: https://litci.org/es/el-salvador-este-3m-votamos-nulo/

[2] Consultar: https://litci.org/es/el-salvador-nulidad-y-repeticion-de-las-elecciones-legislativas/

[3] Las maras en El Salvador son un subproducto de la guerra y el fin de la guerra. Fueron los pandilleros deportados de Los Ángeles, EEUU, que instauraron las maras en medio de una sociedad destruida y con la aplicación a tope de las privatizaciones a tope. En ese caldo florecieron. A eso se suma la oleada migratoria que dejó a miles de jóvenes sin padres, ni madres o alguien a cargo suyo.

[4] Consultar: https://litci.org/es/voto-critico-contra-bukele-sin-apoyo-politico-a-la-oposicion/

[5] Consultar: https://datosmacro.expansion.com/demografia/migracion/emigracion/el-salvador

[6] Consultar: https://www.elsalvador.com/noticias/nacional/el-salvador-estados-unidos-eeuu-migrantes/1111361/2023/

[7] Consultar: https://www.prensalatina.com.br/2023/11/25/a-pobreza-extrema-aumenta-em-el-salvador/

[8] Consultar: https://www.eleconomista.net/actualidad/Crece-el-empleo-informal-en-Latinoamerica-20231220-0004.html

[9] Consultar: https://www.elsalvador.com/noticias/negocios/trabajo-oit-ministro-de-y-prevision-social-empleo-desempleo-encuesta-poblacion-activa-encuestas-bcr/1053011/2023/

[10] Consultar: https://litci.org/es/el-salvador-nulidad-y-repeticion-de-las-elecciones-legislativas/

[11] Idem.

[12] Idem.

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