Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

El coronavirus y la doble opresión (preguntas frecuentes)

La evolución de la pandemia en las diversas fases identificadas por el gobierno en función del número de contagios, ha sacado a la luz y exasperado la condición de las mujeres y muchos sujetos sociales, doble o triplemente oprimidos.

Por: Comisión de Trabajo de la Mujer – PdAC, Italia

Nunca como en este momento es evidente el absoluto desinterés del capitalismo por la condición de las mujeres trabajadoras: en ningún momento, desde el inicio del aislamiento si ha preocupado por resolver la sobrecarga de trabajo que de repente, al restablecer los servicios y la red parental, ha recaído sobre los hombros de las mujeres. Como de costumbre, las trabajadoras, nativas o inmigrantes, tuvieron que sobrevivir solas, desempeñando incluso ese preciado papel de trabajo social gratuito sobre el que el Estado burgués puede permitirse no tomar medidas, con un gran ahorro de recursos para destinar a la recuperación económica.

¿Cuáles han sido en general los efectos de la pandemia y de la cuarentena sobre las mujeres?

Debe quedar claro desde el principio que obviamente estamos hablando de mujeres proletarias: la pandemia y la cuarentena han resaltado de hecho lo que ya era bastante evidente incluso antes, o sea, que los recursos a disposición de las mujeres burguesas les permitieron, como le permitían antes, enfrentar este período de manera diferente.

En cambio, las mujeres proletarias, nativas o inmigrantes, han tenido pocas opciones: o continuar trabajando en las llamadas “actividades esenciales” a menudo sin las necesarias medidas de protección individual, con el consiguiente riesgo para ellas y sus familias, o sufrir la reducción o la pérdida de sus remuneraciones. Recordamos, de hecho, que en el mundo del trabajo las mujeres en su gran mayoría están sujetas a contratos temporarios o de tiempo parcial, y a menudo son absorbidas como fuerza de trabajo en el mercado negro. Además, el cierre de las escuelas y la falta de una red de servicios o parentales ha descargado sobre ellas un exceso de trabajo doméstico y de cuidados, agregados a aquellos que ya realiza cotidianamente, un motivo más para la opresión, así como una causa de expulsión del puesto de trabajo.

Entre los sectores con mayoría de mujeres está seguramente el de servicios. ¿Cómo han enfrentado esta emergencia las mujeres empleadas en los servicios?

La emergencia sanitaria ha hecho emerger de manera dramáticamente evidente la disparidad de género también en este sector, caracterizado por salarios de entre los meas bajos del mercado, que está constituido en gran parte por mujeres: médicas, enfermeras, OSS, asistentes sociales. En estas semanas, las operadoras han debido enfrentar jornadas de trabajo extenuantes, también para sustituir a colegas enfermos, arriesgando la salud y, en algunos casos, la vida, por causa de la falta de dispositivos de protección idóneos y de alguna formación adecuada. No es casual, de hecho, que el porcentaje mayor de contagiados en la salud sea constituida por mujeres. A este deben agregarse todas las mujeres que trabajan en servicios auxiliares, limpieza, comedores, lavanderías.

Con el cierre de las escuelas y de los centros diurnos para personas con discapacidad y con Alzheimer (donde las medidas de precaución no hubieran sido posibles), muchos trabajadores se quedaron sin trabajo; algunos pudieron recurrir a redes de seguridad social que, sin embargo, aún no han recibido, mientras que los contratos a término no se han renovado. Donde es posible, los servicios se han reconvertido en asistencia domiciliaria. Por lo tanto, aquellas mujeres que continuaron trabajando se vieron obligadas a entrar en contacto con diferentes núcleos familiares, lo que aumentó exponencialmente el riesgo, para ellas y para los usuarios.

Otro sector en el que prevalecen las mujeres es en la escuela. ¿Cómo manejaron las maestras el trabajo desde el hogar y los compromisos familiares?

El cierre de las escuelas ha tenido un efecto devastador sobre la vida de las mujeres trabajadoras. Muchísimas mujeres han debido conciliar el trabajo a distancia con el cuidado de los hijos. También las docentes entra en esta categoría: la enseñanza a distancia, que fue tan ensalzada por la ministro de Educación, se ha revelado un desastre tanto para los estudiantes (lo más pobres ni siquiera han podido utilizarla), como para los educadores. No olvidemos que la abrumadora mayoría de los educadores son mujeres: madres que a menudo tenían que cuidar a sus niños al mismo tiempo que daban clases a distancia.

El trabajo a distancia es más alienante y pesado que el presencial: muchísimos docentes, así como ocurre en otros sectores laborales, han debido realizarlo en condiciones imposibles. Pero nos espera un escenario incluso peor que atender, si no avanzamos en destruir este sistema económico y social: en setiembre las escuelas reabrirán sin ninguna seguridad real. Basta ver lo que está ocurriendo con los exámenes en las escuelas secundarias: no está prevista ninguna medida de desinfección, se habla solo de la actividad de limpieza confiada a los conserjes (porteros)… Italia, como y más que otros países, tiene un contexto extremadamente machista. Se da por descontado que el cuidado de los hijos debe recaer sobre las mujeres. Quizás por esto, el gobierno, que representa los intereses del gran capital, no ha planteado tanto problema con el cierre de las escuelas. En el sistema por el cual luchamos, el socialismo, la escuela sería un prioridad absoluta.

El cierre de las escuelas ha tenido consecuencias para los maestros y los estudiantes. ¿Por qué las respuestas del sistema no han sido suficientes?

El cierre de las escuelas ha tenido dramáticas consecuencias para los gremios explotados y oprimidos de este sistema.

Sobre todo, ha llevado a la parición de estudiantes de la serie A y de la serie B. Los estudiantes de la serie B son aquellos que provienen de una extracción proletaria, que no pueden aprovechar el aprendizaje a distancia porque no poseen los medios para hacerlo; según los datos, al comienzo del cierre de las escuelas, uno de cada cinco estudiantes no tenía acceso a las video-lecciones. El gobierno, solo después de más de un mes del cierre de las escuelas, asignó 70 millones de euros para permitir a los estudiantes de menos recursos el equipo necesario para seguir las lecciones online. Suma ridícula. A cada estudiante se le habría destinado poco más de 40 euros, suma insuficiente para satisfacer las necesidades de los estudiantes.

Además, un mes después del final de las clases, el gobierno asigna solo 1.5 millones de euros a la escuela en un decreto de 55 millones cuya mayor parte se destinará a salvar las empresas. Resulta aún más claro que los estudiantes (varones y mujeres) no son una prioridad para el gobierno, ya que no son productores de ganancias.

La brecha digital no es el único problema: de hecho, algunos estudiantes han debido buscar un trabajo para ayudar a sus padres que lo perdieron, y otros han debido ocuparse de sus hermanos menores.

Todo el trabajo doméstico recayó sobre las familias, sobre todo las más pobres, que no se pueden permitir pagar por trabajos domésticos y cuidadores. En particular, recayó sobre mujeres que a menudo han debido renunciar al trabajo para asistir a los hijos. Por causa de esa disparidad salarial, las mujeres fueron las primeras de la familia que renunciaron al trabajo, y esto provocará una mayor dependencia del marido y, por lo tanto, más probabilidad de aumento de la violencia doméstica.

Con respecto al tema de la violencia doméstica, ¿qué se hizo y que se debería hacer?

Con las medidas de aislamiento social, absolutamente necesarias para contener el avance del Coronavirus, muchas mujeres y niños se han encontrado en situaciones de fuerte vulnerabilidad, porque para muchos de ellos la casa en lugar de ser un ambiente seguro es en cambio el lugar donde se materializa la violencia. El Estado italiano, tardíamente, ha lanzado campañas de emergencia contra la violencia doméstica, creando en un app (aplicativo), un código de denuncia (máscara), un número de teléfono: pero hay que decir que no todas las mujeres tienen fácil acceso a internet e incluso cuando lo tienen, la presencia constante del agresor a menudo se convierte en un límite para que la mujer acceda al servicio.

Los gobiernos ni siquiera han discutido un ingreso mínimo para las mujeres, que más que los hombres se encuentran, en este momento, sin la independencia económica necesaria para alejarse de situaciones de este tipo.

En un sistema socialista, la opresión de género desaparecería porque ya no se apoyaría más en la base material de esta sociedad, todos los prejuicios sexistas caerían, demostrando en la práctica la igualdad entre hombres y mujeres: las mujeres, económicamente independientes y autónomas, podrían disfrutar de su plena libertad.

¿Por qué el smart working, tan celebrado por los medios burgueses, se ha revelado un fardo para las mujeres?

Según la legislación burguesa, el smart working (trabajo inteligente) permite trabajar desde casa en horarios flexibles, por lo tanto, no vinculado al horario de trabajo habitual y sin obligación de marcar entrada. Quien tiene la posibilidad de trabajar con esta modalidad puede hacerlo en la franja horaria más conveniente a las propias necesidades personales. En cualquier caso, dado que es concedida la flexibilidad de horarios, no es reconocido el trabajo extraordinario (horas extras), sino que las horas trabajadas más allá de las horas de trabajo habituales van directamente a redundar en provecho del patrón.

El smart working que fue adoptado en este período nunca abandonó la fase de emergencia: la fiel reproducción, a veces incluso más extensa, en la casa del exacto horario del puesto de trabajo, adoptada como una emergencia en el inicio del aislamiento, no se ha revisado nunca de modo de facilitar la gestión de la sobrecarga de trabajo doméstico que ha agobiado a las mujeres con el cierre de las escuelas y/o la eliminación de los servicios de asistencia. Esto ha hecho muy difícil administrar trabajo y necesidades familiares hasta el punto que ya no es posible separar la esfera personal de la laboral. Además de trabajar de más para demostrar que son productivas, las mujeres han acumulado ansiedad y estrés por las dificultades derivadas del manejo de los otros aspectos de la vida entre las paredes del hogar.

Numéricamente, las mujeres han representado, y probablemente continuarán haciéndolo, la mayor parte de la fuerza laboral en Italia y en el mundo a las que se ha asignado el smart working, pero no obstante la conservación del puesto de trabajo, han visto un empeoramiento de sus condiciones: los patrones sostienen que les hacen un gran favor, dado que en período de pandemia no tuvieron que presentarse en sus lugares de trabajo, sino que tienen la “fortuna” de estar en casa, en un lugar protegido, lejos del peligro de contagio. Y así como premio por tal “fortuna” han continuado dando actividad tras actividad para hacer en casa porque, como se sabe, las mujeres son aún más eficientes y veloces y, por lo tanto, capaces de producir aún más.

¿Por qué hoy las mujeres quieren volver a la normalidad más que otros?

Con este escenario, es fácil responder. En este momento, las mujeres después de haber visto reducida la propia independencia económica y en muchos casos haber perdido la posibilidad de mantenerse a sí mismas y a sus hijos, han sufrido una sobrecarga adicional al trabajo doméstico. Antes del coronavirus, según los datos mundiales de la ONU, las mujeres dedicaban ya entre 1 y 3 horas más que los hombres a los quehaceres domésticos; entre 2 y 10 veces más tiempo por día para dar asistencia (a los hijos e hijas, ancianos y enfermos) y entre 1 y 4 horas menos por día a las actividades sociales. Ahora es así a tiempo completo, debido a la emergencia. Para muchas de ellas, el aislamiento, como habíamos dicho, ha significado incluso un riesgo para la vida misma.

Es comprensible, entonces, que aún si faltan condiciones de seguridad y aunque sea alto el riesgo de exposición al contagio, deseen volver a la “normalidad”, o sea, a la situación preexistente a la pandemia, situación que, aún opresiva, hoy representa una reducción de la fatiga cotidiana.

¿Pero no sería posible una mejora con adecuadas políticas de conciliación?

Las políticas de conciliación son instrumentos burgueses funcionales a demostrar en el papel que se presta atención a las temáticas de la opresión femenina, pero en el lado práctico se revelan muy peligrosos, antes que todo porque cultivan la ilusión de que este sistema puede ser modificado.

Sin embargo, en estas circunstancias, las soluciones puestas en marcha por el gobierno italiano, así como en otros países, que se hicieron pasar como actos de atención sobre la situación femenina, han mostrado en realidad un absoluto desinterés por la condición de las mujeres proletarias: cuando llegaron, con mucho atraso, estas medidas eran ridículas y se han revelado privadas de cualesquier sentido práctico. El propio Decreto Rilancio [de relanzamiento], que según las declaraciones rimbombantes con que fue anunciado, debía contener la respuesta al problema de hoy, se limita a ampliar la posibilidad de solicitar el permiso parental o el bono baby sitter [para el cuidado de los niños], por ejemplo, para compensar el cierre de las escuelas: en síntesis, seguir pesando en los bolsillos y salarios de los trabajadores, al menos de aquellos que han logrado mantenerlo.

El peligro de estas políticas llamadas de “buena praxis” reside en el hecho de que al involucrar solo a las mujeres, con el tiempo se ha consolidado en el imaginario colectivo que depende de las mujeres encontrar tiempo para el trabajo y la atención (precisamente “conciliar”). Estas políticas son tan aleatorias que al final resultaron ser más dañinas que útiles: basta pensar, un ejemplo entre muchos, en el uso desenfrenado del part time [tiempo parcial] en todas sus variantes, un contrato que ahora se ofrece casi exclusivamente a madres trabajadoras con la excusa de facilitárselo, pero con el objetivo de explotar la flexibilidad pagándoles menos.

Entre los sectores oprimidos que han sufrido duramente las consecuencias de la pandemia están los inmigrantes y LGBT. ¿Cómo han enfrentado este período?

El medio millón de inmigrantes “irregulares” distribuido en el más dispar contexto social, que debido a su situación de clandestinidad viven en condiciones higiénicas y sanitarias no adecuadas y que no pueden recurrir al sistema nacional de salud por el miedo de ser descubiertos, han enfrentado solos la pandemia.

En este momento han recobrado visibilidad los inmigrantes que trabajan en nuestras campiñas: a pesar de haber continuado trabajando en los campos con la falta de dispositivos de protección, y a pesar de haber sobrevivido en condiciones higiénicas y sanitarias terribles, hoy son considerados fundamentales porque son funcionales a la recuperación del sector agrícola. El gobierno y los medios de comunicación, que han cerrado los ojos en todos estos años, los han reabierto mágicamente y los han incluido en el Decreto Rilancio para regularizarlos. La regularización de estos inmigrantes no es más que una necesidad del gobierno para defender sus intereses económicos. Está dirigido solo a la parte de inmigrantes que trabajan en los sectores más problemáticos para la economía italiana. Sobre todo, se refiere a aquellos que trabajan en el sector agrícola y ganadero, pero también se preocupan por la asistencia de los ancianos y el cuidado del hogar: en estos dos últimos casos, obviamente hablamos de mujeres, en su mayoría inmigrantes, que, sin embargo, difícilmente podrán demostrar la continuidad de presencia en el territorio nacional habiendo llevado a cabo un trabajo siempre en interiores dentro de las paredes de la casa y, por lo tanto, más invisible entre los invisibles.

El aislamiento en la familia, que a menudo constituye la forma más importante de opresión, el cierre de los servicios de escucha en las escuelas o los consultores, la interrupción de todas las terapias consideradas no esenciales, también ha comprometido en gran medida la estabilidad psíquica y emocional de muchos miembros de la comunidad LGBT. En estos aspectos no solo no hubo una acción, sino ni siquiera una palabra: dado que no hay un interés económico subyacente, no hay necesidad de gastar tiempo o palabras.

¿En un sistema socialista, cómo habrían enfrentado la pandemia los sectores oprimidos: mujeres, inmigrantes y LGBTs?

Como no somos virólogos, no podemos rebatir a quienes nos dicen que no podríamos haber evitado la pandemia, incluso en un sistema socialista. Ciertamente, en un sistema socialista las mujeres habrían disfrutado de una situación más favorable incluso antes de la pandemia, aprovechando las estructuras públicas que habrían aligerado su trabajo: comedores públicos, empresas públicas para la limpieza e higiene de casas, jardines de infancia y escuelas públicas a tiempo completo, centros para adultos mayores y discapacitados. Debe quedar claro que cuando hablamos de público, no tenemos en mente la escuela o la atención de salud en Italia, ahora agotada por los continuos y sustanciales recortes implementados a lo largo de los años de manera indiferente por parte de los gobiernos de diferentes alineamientos políticos. Hablamos de una sociedad colectivizada, de una economía planificada por trabajadores para los trabajadores. La independencia económica y la participación activa en la vida de la comunidad también las habría liberado de la violencia machista.

En una sociedad comunista, donde imperaría el principio del internacionalismo, las fronteras no serían más un problema y la cuestión de la “inmigración” carecería de significado: cada persona recibiría los dispositivos de protección individual y los cuidados necesarios independientemente de su raza, género o identidad sexual.

En este sentido, es útil una precisión respecto del tema LGBT, prescindiendo del contexto del coronavirus, en el momento en que aquellos que impropiamente se hacen llamar “Estados socialistas” han pasado una idea distorsionada sobre cómo os comunistas abordan esta realidad. En 1924, el Dr. Grigory Batkis realiza un folleto, La revolución sexual en Rusia, en el que describe la situación en la Unión Soviética en relación con el derecho de familia, los derechos de las mujeres y de los niños y la nueva legislación relativa a las relaciones homosexuales. Establece que los actos de homosexualidad «y cualquier otra forma de placer sexual» tenían el mismo estatus jurídico que las relaciones heterosexuales, y agrega que «todas las formas de relaciones sexuales son tratadas como un asunto personal». El texto de Batkis destaca el enfoque de los bolcheviques en el poder sobre estas cuestiones. Más tarde fue enterrado y olvidado después de que el régimen estalinista en los años 1930 del siglo pasado anuló parte de lo que se había hecho por las mujeres y los homosexuales. Pero la verdad siempre es concreta y este documento muestra que los comunistas realmente actuaron muy por delante de lo que los países capitalistas más avanzados hacían en la época, tanto en términos de los derechos de las mujeres como de los derechos de los homosexuales.

Entonces, para concluir, las nuevas normas de la vida familiar y las relaciones sexuales se conformarían de acuerdo con las necesidades y los requisitos naturales de las personas.

Artículo publicado en www.alternativacomunista.it, 18/6/2020
Traducción: Natalia Estrada.

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