Dom May 26, 2024
26 mayo, 2024

Ante la legalización del mercado del cannabis en Uruguay


En el tema de las drogas existe una serie de mitos y creencias ya que como tantos temas este ha sido tabú para la gran mayoría de nuestra sociedad.


 

Cuando hablamos de las drogas psicoactivas –las que actúan sobre el sistema nervioso central– estamos mencionando un tipo de drogas que van a influir sobre nuestras emociones (estado de ánimo, tristeza, alegría, etc.), la conciencia (lo que nos permite discernir lo “bueno” o “malo” según la sociedad), y nuestra percepción (nuestros sentidos, olfato, tacto, vista, gusto y lo que oímos).

 

Las drogas existen desde hace miles de años y la actividad humana da cuenta de ello en su utilización en rituales religiosos; en guerras, para estimular a los ejércitos; en festejos; y para aliviar dolencias. En los pueblos del altiplano, la planta de coca –de donde se extrae la cocaína– además de ser un alimento, que se cultiva muy bien en las zonas altas, tiene una función social, tradicional y cultural, y se utiliza para combatir el soroche (mal de altura), como alimento, y como parte fundamental de las ofrendas a la “madre tierra”.



El capitalismo y las drogas

 

No fue sino hasta la entrada del capitalismo y la revolución industrial que las drogas comenzaron a producirse en gran escala, concentrando las sustancias psicoactivas en los laboratorios y, actualmente, por medio de la manipulación genética que permite por ejemplo en el cannabis aumentar en varias veces uno de sus componentes psicoactivos, el THC. Bajo el capitalismo las drogas van a pasar a ser principalmente un gran negocio. La gran publicidad y las campañas para que aumentemos el consumo, junto a una sociedad de competencia e individualismo, donde los sufrimientos y las dolencias humanas aumentan, crearon el marco sobre el cual se comenzará a hablar de las adicciones.

 

En este sistema capitalista el ser humano se puede hacer dependiente de muchas cosas. Existe la adicción a internet, al sexo, al juego, a las compras y hasta a otras personas. Es decir, el fenómeno de las adicciones inherente al capitalismo es mucho más amplio que la adicción a las drogas. En este sistema, las personas, producto de las presiones en el trabajo, el stress, la competencia, el control, una sociedad que cada vez deja vivir menos nuestros duelos ni da lugar a “sentirnos mal” y donde siempre hay que triunfar, ha hecho que las drogas comiencen no solo a ocupar un lugar destacado sino también a generar este fenómeno llamado adicciones.

 

Las drogas y el consumo

 

Así es que muchas personas para poder conciliar el sueño usan drogas –los llamados psicofármacos que recetan casi de manera libre todos los médicos– y muchas veces porque nos la da un amigo o un familiar. Las multinacionales del alcohol, la droga más consumida en nuestra sociedad y que no es percibida como tal, auspicia eventos deportivos, toques de música, festivales, y hace parte de los llamados encuentros sociales.



Otra droga importante consumida es el tabaco, cuyo principio activo es la nicotina. Todas ellas inciden sobre el sistema nervioso central, teniendo efectos y consecuencias diferentes según el tipo de consumo, quien las consuma y el entorno social. Los grandes laboratorios, las grandes destilerías de alcohol y las tabacaleras  han hecho de esto un gran negocio donde la salud humana no tiene lugar.

 

La legalización del cannabis: un pequeño paso

 

Si bien el consumo personal de ninguna sustancia (droga) está penalizado en Uruguay, quienes pretenden adquirir drogas “ilegales” corren varios riesgos: primero, el ser reprimido por el Estado y su policía (ya que está prohibida la producción y venta). Segundo, la droga en los lugares de venta no tiene ningún tipo de control y recibe “cortes” de todo tipo. Además, no compartimos para nada las políticas represivas y prohibicionistas de estos capitalistas de doble moral. Es en esto que la regulación del mercado del cannabis, un [minúsculo] segmento de las drogas ilegales, es un pequeño paso adelante. Este sistema social y sus representantes, que contaminan con sus empresas el medio ambiente, que nos exponen con sus alimentos transgénicos cuando no con la venta de comida vencida, no tienen autoridad moral para decirnos qué drogas son legales y se pueden consumir, y cuáles no.

 

La legalización y el gobierno de Mujica

 

La legalización del cannabis en Uruguay es presentada por el gobierno como la forma de combate al narcotráfico. Esto es una gran mentira: ni se acabará con el narcotráfico ni con la venta clandestina de muchas drogas, y este gobierno no tiene ningún tipo de respuesta hacia los consumos problemáticos y las adicciones, ya que el sistema de salud público no tiene ni infraestructura ni personal para atender estos temas. La parafernalia de prevención montada desde la Junta Nacional de Drogas es fundamentalmente un circo mediático.



Además, el gobierno de Mujica y el Frente Amplio mantiene el secreto bancario y es por allí donde ingresan millones del narcotráfico. Uruguay, denunciado muchas veces como paraíso fiscal, es el lugar por donde esta mafia lleva adelante el lavado de dinero. Si quisiera tomar verdaderamente alguna medida contra el narcotráfico, el gobierno debería, como primer medida, abolir el secreto bancario.



Esta medida de legalización responde más bien a algunas medidas “democráticas” sin costo y con ganancias, que este gobierno hace acompañando además un movimiento mundial de un sector burgués que ve que la política de la “guerra a las drogas” le causa muchos gastos, y ahora apuesta a la legalización que seguro redituará millones en sus cuentas bancarias.



Los socialistas estamos en contra de la represión del estado burgués sobre las drogas. Pero luchamos por un sistema socialista donde los trabajadores tengan tiempos de disfrute y esparcimiento inmensamente superiores que el alterar la percepción y la conciencia con las drogas.



El hombre nuevo, que surgirá de la revolución, no necesitará de las drogas para soportar los pésimos trabajos, las extenuantes jornadas laborales, no necesitará evitar los duelos que la sociedad capitalista no le permite transitar. Los niños no necesitarán de la pasta-base para calmar el hambre. Las escuelas no sedarán a los niños con el metilfenidato ni la droga se usará como control social de los pobres.



¿Quién debe controlar las drogas?

 

Este gobierno, ya desde la creación del Instituto de Regulación del Cannabis –IRCA– en su decreto, creó una institución público-privada que está abriendo las puertas de par en par al servicio de la “inversión extranjera” y de multimillonarios como los Soros y Rockefeller, [que] se preparan para [hacer] un gran negocio con el cannabis.

 

Las drogas deberían ser todas legales, como se ha hecho ahora con el cannabis. Pero la investigación, la producción y la venta deben estar en manos del Estado bajo control de sus trabajadores. Debe ser la universidad pública la que investigue y publique los aspectos perjudiciales de las drogas en salud y sus usos en la medicina. Son los laboratorios estatales los que deben manejar la producción y la venta, se debe hacer en una red de farmacias del Estado, deberán ser también granjas estatales que se encarguen del cultivo. En este marco, se hace necesario un Sistema Único Estatal de Salud que debería abordar la problemática surgida del consumo de drogas, como el uso problemático y las adicciones.

 

Los fondos para estas políticas deben salir de la expropiación sin pago de los laboratorios, grandes farmacias, las multinacionales del alcohol y el tabaco, y de todas las sociedades médicas de asistencia privada. Los trabajadores de estos lugares pasarán al Estado con todos los derechos. Estas medidas solo podrán ser llevadas adelante con la movilización y será necesaria una gran lucha para imponerlas.

 

Los límites de lo progresivo

 

El decreto de reglamentación exige tanto para plantar (6 plantas por casa) como para comprar en farmacias (40 g mensuales) el registro de los usuarios y deja además a los empleadores en “libertad” de controlar a los trabajadores antes de la entrada al trabajo. Esta es una medida represiva y que se exige solo para esta droga hoy legal. No pasa esto con el alcohol, no existe registro de quien va a comprarlo y ni se habilita a las patronales ha realizar espirometrías que sabemos la usarán a su antojo contra los trabajadores. Solo los propios trabajadores desde sus organizaciones deberían discutir y organizarse para la ayuda a los trabajadores que tienen uso problemático de drogas.

 

Las drogas como control

 

Varias veces, instituciones de DDHH han denunciado el abuso en el uso de psicofármacos dentro de INAU [Instituto del Niño y Adolescentes del Uruguay] para el control de los adolescentes que se encuentran en situación de privación de libertad. Pero debemos decir que son varias las clínicas privadas que trabajan con adolescentes que usan estos métodos. La droga como control social se aplica en este sistema –al amparo de un sistema social con cada vez más rasgos represivos–.

 

El Metilfenidato

 

Varios psicoanalistas y organizaciones han denunciado el uso abusivo del metilfenidato, cuyo nombre comercial es la droga Ritalina. En Uruguay, la importación de esta droga aumentó de manera exponencial y se alerta que más de 200.000 niños uruguayos están medicados con ella. La prescripción de Ritalina comprende en Uruguay a 15% de los niños. Nuestro país tuvo un exhorto de Naciones Unidas para que “frene el aumento del uso de metilfenidato”. Desde lo empírico se comprueba que sus efectos farmacológicos son muy similares a la metanfetamina o la cocaína: algunos médicos advierten que puede resultar adictiva en la adolescencia y puede tener como efectos colaterales el insomnio y la anorexia.

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