Dom May 19, 2024
19 mayo, 2024

Notas sobre la crisis, Lula, el poder judicial y la alternativa de los trabajadores

Crisis y polarización de la lucha de clases

Brasil vive todavía en el contexto de una profunda crisis económica, social y política. Son muy duros y profundos los ataques que el gran empresariado realizó contra los derechos de la clase trabajadora – prueba de eso son el desempleo, la reforma laboral, la ley de tercerizaciones y la precarización de las condiciones de vida y de trabajo, por no hablar del caos en la salud, la educación…

Por Zé Maria, metalúrgico y presidente nacional del PSTU

El principal instrumento de estos ataques es el gobierno del presidente Michel Temer. Este gobierno, a pesar de ser repudiado por la amplísima mayoría de la población, no hace otra cosa que atacar los derechos de los trabajadores y entregarle el patrimonio del país al sector privado, nacional y extranjero. Basta ver la ley de las tercerizaciones y la reforma laboral aprobadas en este gobierno, así como las privatizaciones realizadas.

Eso no es novedad. Es lo que el capitalismo hace siempre que vive una crisis como la de ahora. Disminuye las inversiones, aumenta la explotación de los trabajadores y se apropia del patrimonio y de los recursos públicos para aumentar sus ganancias. Estas medidas no son de ahora. Vienen del gobierno de la ex presidenta Dilma del PT, que después de las elecciones de 2014, realizó una serie de ataques contra los trabajadores – comenzando por el seguro desempleo y el PIS – que ahora Temer continúa y profundiza.

Lo nuevo es que hubo y todavía hay una reacción, también muy fuerte, de la clase trabajadora brasileña contra estos ataques. Comienza en 2012, con las rebeliones de los trabajadores de la construcción civil en las obras del PAC y da un salto en 2013 con las manifestaciones multitudinarias en las calles, que cambiaron la situación política del país. Después de esto, continúa con millares de huelgas, ocupaciones y manifestaciones por todo Brasil.

El año pasado tuvimos la mayor huelga general de la historia reciente de Brasil y la manifestación de mayo, en Brasilia, marcó la radicalización de los trabajadores frente a la degradación que viene siendo impuesta a sus condiciones de vida. Las luchas no avanzaron más debido al freno colocado por el propio PT y las direcciones de las grandes centrales sindicales del país, especialmente de la CUT y la Fuerza Sindical.

Esa polarización de la lucha de clases – entre la ofensiva de la burguesía contra nuestros derechos, por un lado, y la dura reacción de la clase trabajadora contra esos ataques, por el otro – es el escenario de la crisis política que vive el país.

El Estado usa la violencia como contención social

Como resultado de la resistencia de los trabajadores en defensa de sus derechos y la revuelta, que crece cada día más en los sectores más pobres de la población, el Estado capitalista intensifica el uso de la represión y de la violencia contra los trabajadores y el pueblo pobre. El capitalismo no quiere, y no puede, atender las demandas sociales. Entonces usa la violencia para contener las luchas y evitar que las cosas se salgan de control. Así logra imponer la prevalencia de los intereses de los bancos y las grandes empresas por encima de las necesidades de toda la población.

Eso tampoco es de ahora. El gobierno de la presidenta Dilma aprobó dos leyes – la ley antiterrorismo y la llamada ley de organizaciones criminales – claramente diseñadas para reforzar la represión a las luchas y a las formas de organización de los trabajadores. Fue también ese gobierno del PT el que bajó el decreto de la GLO – Garantía de la Ley y del Orden – autorizando el uso de las Fuerzas Armadas para reprimir a la población.

El gobierno Temer da un nuevo salto en ese proceso con la intervención federal decretada en Rio de Janeiro, que colocó al Ejército al mando de la seguridad pública del Estado. Vale registrar que, además de actuar como fuerza de contención social, en este caso, el Ejército también fue el medio usado por los gobiernos Temer y Pezão para intentar retomar el control sobre la Policía Militar (PM) y la Policía Civil del estado, cada vez más en crisis.

Es importante registrar que este proceso de criminalización de las luchas y de la pobreza, que ahora se intensifica frente a la polarización de la lucha de clases, es una característica permanente en el capitalismo. El verdadero genocidio llevado a cabo por las PMs contra la juventud negra y pobre de la periferia de los grandes centros urbanos, que perdura varias décadas, es una de sus expresiones más crueles. El asesinato de Marielle y Anderson, en Rio de Janeiro semanas atrás, es una expresión más de esta barbarie.

Esa es la “democracia” que el capitalismo nos reserva. Una democracia para los ricos o la  implantación de una dictadura, como hicieron en 1964. En la democracia de los ricos, los trabajadores y los pobres nunca tienen oportunidades. Es así ahora, fue así en los gobiernos del PT y seguirá siendo así mientras haya capitalismo. Por eso es importante que los trabajadores y el pueblo pobre organicen su propia autodefensa y luchen por un nuevo sistema, con una democracia obrera y de los pobres.

Es necesario combatir los sectores de ultraderecha que afloran con la crisis

Otro fenómeno que se verifica, con la profundidad de la crisis y de la polarización de la lucha de clases, es el surgimiento de sectores de ultraderecha, como Bolsonaro y los movimientos que lo apoyan. De la misma manera, la polarización atiza sectores de las Fuerzas Armadas, que se animan cada vez más a emitir opiniones sobre política. Son la expresión de la crisis del capitalismo y una reacción a la lucha de los trabajadores, que avanzan, y, si crecen, pondrían en riesgo los intereses de sus señores, los banqueros y grandes empresarios.

Debemos repudiar y combatir duramente estos sectores. La ultraderecha es una alternativa contra los trabajadores y contra los sectores más oprimidos de la sociedad: los negros, los indígenas, las mujeres, las personas LGBTs. No es casualidad que la principal expresión de ese sector sea un diputado corrupto como Bolsonaro, que solo difunde el odio, la violencia y el prejuicio, además de votar a favor de la reforma laboral, la ley de las tercerizaciones y otras barbaridades. Es necesario denunciar, desenmascarar a este sujeto ante los trabajadores y el pueblo pobre; así como enfrentar a estos sectores en las calles, incluso físicamente, cuando sea necesario.

Son igualmente inaceptables los intentos, que debemos repudiar, de los sectores militares para involucrarse en la política. Si los jefes militares quieren hablar de impunidad, deben comenzar por la impunidad de los propios comandantes militares, responsables por la tortura y los asesinatos de millares de trabajadores y jóvenes durante el régimen militar, que gobernó Brasil de 1964 a 1984.

Pero ni fenómenos como Bolsonaro, ni las declaraciones de jefes militares pueden confundirse con una “ofensiva de fascismo” o con la inminencia de un golpe militar en el país, como el PT y sus seguidores quieren hacernos creer. Fascismo es otra cosa muy diferente. Implica acción organizada de grupos paramilitares, armados y con el apoyo de las masas, que atacan y eliminan – incluso físicamente – a los trabajadores, sus dirigentes, sus luchas y sus organizaciones.

No es ese el cuadro que tenemos en el país. Además, si estuviésemos realmente frente a una ofensiva fascista o la inminencia de un golpe militar, sería otro el camino a seguir. El fascismo no se derrota con elecciones, ni con frentes electorales. Se derrota en las calles, con lucha de masas. De la misma forma deberíamos actuar para enfrentar un golpe militar. En esos casos, no solo se justificaría, sino que sería imperativa una unidad de acción de todas las organizaciones de la clase trabajadora. Para la lucha, no para las elecciones.

Lo que el PT realmente pretende con esa narrativa, es justificar la propuesta de un Frente Amplio Electoral en apoyo a sus candidaturas, en el primer y segundo turno de las elecciones – propuesta a la que adhirieron alegremente el PCdoB y el PSOL.

El poder judicial nunca fue democrático – ninguna confianza puede depositarse en él

El Sistema de Justicia en nuestro país nunca fue democrático. Siempre sirvió para garantizar la impunidad de los ricos y poderosos, siguiendo ejemplarmente la máxima “para los amigos, todo y para los enemigos, el rigor de la ley”. Es importante decir que siempre fue así. La “Lava Jato” no es una excepción de esa regla.

Esa “Justicia” nunca estuvo disponible para asegurarles justicia a los trabajadores y a los pobres. Brasil tiene alrededor de 300 mil presos a los que nunca se les hizo juicio, ni en segunda ni en primera instancia. Son los presos “sin instancia”. Son pobres y negros en su mayoría. ¿Dónde está la justicia para estas personas?

Los gobiernos del PT no hicieron nada para cambiar esa situación en los 14 años que estuvieron al frente del país. Al contrario, legitimaron este sistema – basta ver que la mayoría de los ministros del STF fueron indicados por los petistas. Además, el encarcelamiento en masa de negros y pobres, sin ningún tipo de juicio, prácticamente se duplicó durante los gobiernos del PT. Lula sigue, hasta en este momento crítico que vive, reafirmando que “confía en la justicia”. Es otro gran deservicio a la consciencia de los trabajadores.

¿La prisión de Lula es selectiva? Sí. ¿Dónde están los demás?

La verdad es que Lula y el PT son los responsables por la situación en que se encuentran. Al aliarse con los grandes empresarios para ganar las elecciones y gobernar, acabaron junto a gente como Sarney, Collor, Maluf y Renan Calheiros. Fueron a parar en el mismo fango de corrupción con ellos. Es por una acusación de corrupción que Lula está preso. Al asumir los mismos esquemas corruptos con que siempre se gobernó en Brasil, Lula se expuso a lo que está viviendo ahora.

Tienen razón Lula y el PT cuando denuncian la selectividad de la justicia al condenar y colocar en la cárcel al líder petista. Esa justicia es realmente selectiva. Sin embargo, ante eso, no es razonable proponer como solución la inmunidad general, como hacen el PT y todos los interesados en huir de los crímenes de corrupción por los que se les investiga. Es necesario exigir que todos los demás – comenzando por Temer, Aécio, Serra, Alckmin, etc. – sean castigados también. Hay que poner a todos los corruptos y corruptores en la cárcel y confiscar todos sus bienes para resarcirle al patrimonio público lo que se robaron.

Es obvio que no podemos confiar en que esta justicia haga eso. Esta justicia es de los ricos, solo los protege, de la misma manera que lo hacen todas las instituciones que gobiernan Brasil. Solo tendremos garantía de que este cambio, como otros que necesitamos que haya en nuestro país, vendrá si se lucha por ello y si los trabajadores y el pueblo pobre se movilizan.

Los trabajadores deben organizarse para la lucha independientes de la burguesía

La corrupción es apenas uno de los males que afligen la vida de nuestra clase. El desempleo, los bajos salarios, la precarización y la eliminación de derechos, el caos en los servicios públicos de salud, educación, la discriminación contra las mujeres, los negros y las personas LGBTs, la violencia y la humillación es lo único que el capitalismo nos reserva.

Los trabajadores necesitan una organización que sirva para su lucha y para cambiar las cosas. Empezando por expulsar a Temer y a toda la cuadrilla que gobiernan nuestro país y están al servicio del sistema financiero, de las multinacionales, del gran empresariado y del latifundio / agronegocio. Pero esa organización debe pautarse en la independencia de clase de los trabajadores, si no se transforma en instrumento de los patrones.

En la polarización de la lucha de clases que existe en el país, el PT no estuvo ni está al lado de los trabajadores contra los ataques a sus derechos. Al contrario, fue instrumento de la burguesía para atacar nuestros derechos, no solo en el gobierno de la ex presidenta Dilma. El gobierno de Bahia, del PT, aprobó el mismo congelamiento de los gastos con políticas sociales, que fue aprobado por Temer a nivel federal; en Minas Gerais, el gobierno Pimentel se niega a cumplir el acuerdo hecho con los profesores y las profesoras del Estado.

Eso pasa porque el PT y Lula hace mucho tiempo decidieron aliarse a los empresarios (y a los políticos corruptos que los representan), y eso hace que defiendan en el gobierno los intereses de esa gente y no de los trabajadores. Ahora mismo, cuando Lula intenta viabilizar su candidatura este año, repite las alianzas con Renan Calheiros, Eunício Oliveira y todo el bando del MDB, el PP, etc.

Por eso es un deservicio a los trabajadores defender el vínculo de la lucha y organización de nuestra clase a la defensa de Lula y del PT. No es con ellos que construiremos la organización capaz de llevar adelante la lucha que necesitamos para defender nuestros derechos y cambiar el país. Será contra ellos, por la decisión que tomaron de aliarse a los patrones. Renunciando a su independencia acabaron dándole la espalda a los trabajadores.

Brasil necesita una revolución socialista y un gobierno socialista de los obreros y del pueblo pobre

Los cambios que necesitamos en el país son profundos. Es necesario acabar con la desigualdad, la injusticia, el prejuicio, la discriminación, la violencia; acabar con este sistema que transforma a los trabajadores en esclavos de los capitalistas. Para eso, son necesarios cambios estructurales en el país – parar el pago de la deuda “pública”, que transfiere a los bancos casi la mitad del presupuesto del país todos los años; estatizar los bancos, las grandes empresas, las multinacionales y colocarlas bajo el control de los trabajadores; nacionalizar la tierra para colocarla a servicio de la producción de alimentos para la población.

Es necesario colocar los recursos del país y la riqueza producida por quien trabaja en función de atender las necesidades de los trabajadores y del pueblo pobre y no de enriquecer a unos cuantos banqueros, como hoy en día. Nada de eso se podrá hacer a través de elecciones, pues el sistema electoral es controlado por el poder económico, por los mismos banqueros y grandes empresarios, que se se benefician con la desigualdad y la injusticia de la sociedad capitalista. Por eso, independientemente de quien sea elegido nada fundamental cambia para los trabajadores y pobres.

Los cambios solo vendrán con la lucha de la clase obrera y de todos los explotados y oprimidos. Necesitamos tomar las calles y, en las calles, tomar en nuestras manos los destinos de nuestro país. Es necesario transformar toda esa revuelta, que crece diariamente dentro de las fábricas, la periferia de los grandes centros urbanos, en lucha organizada para cambiar la situación que vivimos. Eso es lo que piensa el PSTU. Ese es el objetivo de nuestro partido.

Brasil necesita una revolución socialista, que instituya un Gobierno Socialista, de los obreros y del pueblo pobre, que funcione a través de Consejos Populares, donde sean los que trabajan quienes determinen lo que debe hacerse en el país. Solo así vamos a cambiar nuestro país y nuestras vidas.

Traducción: Janys

 

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