Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

La tragedia imperialista de la migración africana

Sectores da derecha y de la ultraderecha europeas denuncian que la migración al continente es la razón de todos los males. El artículo “Desmontando los mitos sobre la inmigración[1] muestra cómo la burguesía imperialista europea utiliza la desinformación existente sobre los migrantes para arrojar sobre ellos la responsabilidad de “robar el trabajo”, “quitarnos las ayudas sociales” o “colapsar la sanidad pública”.

Por: Asdrúbal Barboza, para Correo Internacional

Por otra parte, representantes de la UE, la Unión Africana o la ONU se llenan la boca con pronunciamientos indignados contra la existencia de mercados de esclavos en África. Pero la existencia de dichos mercados está intrínsecamente unida a sus políticas frente a la migración. Unas políticas que, como en el caso de la UE, incluyen la subcontratación del trabajo a gobiernos y mafias, como en Libia, país en que se concentran estas denuncias y donde se amontona el alarmante número de migrantes africanos[2].

El presidente francés Macron pidió una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad, clamando contra el tráfico de esclavos como un “crimen contra la humanidad”. La Alta Representante de la UE, Federica Mogherini, dijo que la esclavitud y el tráfico de seres humanos son inaceptables. Pero la responsabilidad directa e indirecta de la esclavitud y el tráfico de personas es de la UE y sus gobiernos.

Los migrantes huyen de sus países a causa de las pésimas condiciones de vida, hambre y miseria causados por gobiernos corruptos que siguen los planes económicos impuestos por el FMI y los gobiernos imperialistas. A la miseria se añade en muchos casos la persecución política y religiosa. Grandes capitalistas de Francia, Bélgica, Portugal, Italia, España o Inglaterra, junto a sus gobiernos, siguen expoliando el continente africano, después de masacrarlo y saquearlo desde siglos.

En la ruta hacia Europa, cuando los migrantes son descubiertos, quedan atrapados, esclavizados y obligados a trabajar en megaproyectos y agronegocios. Es a estos migrantes a quienes los gobiernos europeos impiden el acceso, en operaciones conjuntas con gobiernos y mafias africanas. Son los mismos gobiernos «democráticos» que votan en sus parlamentos leyes xenófobas que condenan la ayuda a los migrantes y hasta su propio rescate, como en Italia.

Han convertido el Mediterráneo en una enorme fosa común. El número de víctimas ahogadas en estos cinco años supera las 19.000 personas. Una hecatombe humana que es fiel reflejo de la extrema descomposición del sistema capitalista mundial.

Operaciones conjuntas

La UE subcontrató al gobierno turco de Erdogan la tarea de bloquear la entrada de los refugiados sirios. Al mismo tiempo, en 2015, en el auge de la migración hacia Europa, los gobiernos de la UE se reunieron en La Valeta (Malta) y crearon el “Fondo África” con un presupuesto millonario.

Con dicho fondo han desarrollado la “Operación Sofía”, por la cual financiaron al corrupto gobierno libio de Trípoli para que su Guardia Costera, asociada a las mafias, entrenada y supervisada por la Marina italiana, con apoyo aéreo e información de la OTAN sobre la localización de los migrantes, los interceptara y los devolviera a Libia. Desde 2017 ha devuelto al menos 38.230 migrantes. Libia es considerada por la ONU como un «puerto no seguro», con centros de internación donde se han comprobado prácticas de torturas y violaciones. El acuerdo inicial con el gobierno libio fue firmado por Gentiloni, del Partido Demócrata (PD) de Italia, después fue ratificado por Salvini y ahora ha sido confirmado por el gobierno de coalición del M5S-PD con la bendición de la UE.

En 2016, los países de la UE desarrollaron también la “Operación Hera”, promovida por la Agencia Europea de Fronteras (Frontex). Mediante dicha operación, el Estado español y la UE financiaron, entrenaron y suministraron equipamiento a las guardias costeras de Senegal y Mauritania para detener a los migrantes en sus territorios. El gobierno español financia también a Marruecos para reprimir la salida de migrantes y, cuando no lo consiguen, interceptarlos y devolverlos a Marruecos.

Criminalización de la migración. El ejemplo de Níger

Del «Fondo África», treinta millones son destinados a “luchar contra la pobreza en Níger”. Este país es una prioridad de la UE para frenar las rutas migratorias hacia el norte de África y Europa. En 2016, pasaron por allí más de 400.000 migrantes en dirección a Libia y Argelia, la mayoría a través de la región de Agadez. El gobierno ha militarizado y cortado rutas tradicionales del país, no solo las de migración irregular sino todas, a pesar de que la migración es una parte, no pequeña, de la exigua economía de varios países africanos.

La UE estableció el EUCAP Sahel, con un presupuesto de 63,4 millones, para «asesorar y formar a las autoridades de Níger (…) en la elaboración de técnicas y procedimientos para controlar y combatir mejor la migración irregular». La UE solo concedió los fondos después que el gobierno de Níger modificara la legislación, criminalizando a los migrantes y también a los pasadores y transportistas, que no son necesariamente mafias del tráfico de personas sino personas corrientes que viven de llevar a la gente hasta las fronteras del Norte de África y retornar con mercancías a Níger. La ley 36/2015 ha derivado en la confiscación de vehículos y la detención de los transportistas, dejando a cerca de 7.000 familias, que no son criminales sino pequeños comerciantes tradicionales, sin forma de ganarse la vida.

El resto del fondo, camuflado en partidas de lucha antiterrorista y seguridad, va destinado a políticas de vigilancia y control de fronteras. Todo está condicionado y supeditado a resguardar la “Europa Fortaleza”.

En toda África la población migrante se está convirtiendo en clandestina, perseguida por las autoridades. La policía y los militares controlan las rutas, han tomado los pozos de agua potable a lo largo de las rutas, por lo que es cada vez más arriesgado cruzar el desierto del Sahel. Militares de la UE dan asesoría a las autoridades y fuerzas de seguridad, financian la compra de material y de vehículos y facilitan registros biométricos para el control de fronteras.

La “Europa Fortaleza” que construye una gran fosa en el Mediterráneo, crea otra en el Sahel para que no haya testigos y los gobiernos «democráticos» de la UE se aseguren que nadie vea los muertos del desierto. Con fachada «humanitaria», la UE comete crímenes de lesa humanidad en el continente africano.

Hambre, miseria y esclavitud en Libia

En Libia, no solo han favorecido al gobierno corrupto de Trípoli, que construye su aparato de represión con la “ayuda humanitaria” de la UE, sino también a las mafias y traficantes, en un lucrativo comercio de migrantes operado en gran parte a partir de los centros de detención, oficialmente administrados por el gobierno pero, en verdad, en manos de milicias paramilitares ligadas a este.

En abril de 2019, en una revuelta en uno de estos centros de detención, Qasr bin Ghashir, en Trípoli, estas milicias dispararon indiscriminadamente contra los refugiados. Los refugiados fueron transferidos a un centro de detención dirigido por la milicia Az-Zāwiyah, donde fueron torturados y extorsionados. Esta protesta fue la continuidad de la huelga de hambre de diciembre de 2018 en la que migrantes y refugiados de Khoms Suq al-Khamis intentaron impedir su venta como esclavos. En junio de 2019 dispararon sobre otro grupo de refugiados mientras protestaba por ser privado de comida en un centro administrado por la brigada Al-Nasr, cuyo líder, Mohammed Kachlaf, es acusado de tráfico de personas en tribunales internacionales. Muchos pagan para entrar en centros considerados mejores, administrados por ACNUR y LibAid, en Trípoli. El precio llega a ser de 430€ por migrante.

ACNUR y la UE consideran aceptable trabajar con la brigada de Az-Zāwiyah Al-Nasr, que actúa conjuntamente con la guarda costera de Libia. Sin embargo, funcionarios de ACNUR denuncian que los centros no son seguros para los refugiados y que no pueden impedir las torturas y violaciones contra los refugiados.

Nativa o extranjera, la misma clase obrera

Gobiernos, patrones y partidos diseminan prejuicios contra los trabajadores migrantes para dividir a la clase trabajadora. Utilizan para ello el racismo, la xenofobia y la islamofobia. Pero son ellos quienes provocan el desempleo, la miseria y la falta de recursos que empeoran las condiciones de vida de las masas trabajadoras europeas. El discurso racista tiene como objetivo fomentar y acrecentar la explotación capitalista.

Sindicalistas traidores, por su parte, obstaculizan la organización de inmigrantes en los sindicatos y dicen que los empleos deben ser reservados para los trabajadores nativos. Esto debilita a la clase trabajadora de conjunto. Pues solo con la unión de todos podremos parar el ataque a las condiciones de vida. Por eso, organizar a los trabajadores nativos y migrantes para luchar juntos contra la explotación y la opresión es una tarea fundamental.

Debemos luchar para contribuir a su liberación del saqueo al que son sometidos por las multinacionales europeas y para ofrecer un apoyo masivo a su desarrollo, para compensar el expolio histórico que han sufrido. También defender una política de vías seguras para migrar, atendiendo a las necesidades humanas.

Luchamos para que se reconozcan permisos de trabajo y residencia a los migrantes, sin ninguna restricción en su acceso a los servicios públicos. Con salarios y condiciones de trabajo dignas, derecho a sindicalización, incluyendo a los sin papeles. Exigimos el fin de los centros de internación, de las deportaciones y del trabajo esclavo.

Solo una Europa socialista de los trabajadores y los pueblos podrá ser solidaria y fraternal con los pueblos africanos y sus migrantes.

[1] https://litci.org/es/menu/mundo/europa/estado-espanol/desmontando-los-mitos-la-inmigracion/ de Daniel Aurel Neamtu y Mai Madhun:

[2] https://litci.org/es/menu/mundo/africa/libia/la-verdadera-cara-del-imperialismo-frente-la-esclavitud-libia/ de Hertz Dias y Américo Gomes

Artículo publicado en Correo Internacional n.° 22, noviembre de 2019.

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