En un primer artículo de polémica con la Fracción Trotskista (FT) criticábamos algunos aspectos relevantes de su postura ante la guerra genocida de Gaza[1]. En este segundo artículo queremos poner en evidencia el contraste entre su flagrante abstencionismo en la guerra de Ucrania y su dura crítica a las organizaciones francesas Lutte Ouvrière y NPA-C por su neutralismo en Gaza.
Por Víctor Alay
En el caso de Palestina, Matías Maiello[2] no duda en escribir que
“Contrariamente a los pacifistas, los marxistas revolucionarios distinguen entre guerras justas e injustas. La guerra de un pueblo que se levanta contra la opresión colonial entra claramente en la categoría de guerra justa. Es por eso que los revolucionarios se ponen incondicionalmente del lado de la resistencia y de la lucha del pueblo palestino contra el Estado de Israel, cualesquiera que sean sus direcciones.
Desde el punto de vista del marxismo revolucionario, podemos distinguir dos tipos de ‘abstencionismo’ frente a una guerra justa. Uno es el abstencionismo en la guerra misma, por parte de quienes pretenden permanecer neutrales y rechazan posicionarse claramente del lado militar del pueblo oprimido. Esto equivale al abandono del antiimperialismo y, por tanto, de la revolución socialista. El otro es el abstencionismo de quienes, en el contexto de la guerra, se niegan a luchar en el terreno del programa, la estrategia y los métodos frente a las direcciones burguesas o pequeñoburguesas que están actualmente a la cabeza del campo oprimido.”
Son palabras muy solemnes, que reflejan el método y la estrategia con la que los marxistas revolucionarios abordamos las guerras entre potencias imperialistas y los pueblos oprimidos. Son razonamientos que deberían poderse aplicar también a la guerra de Ucrania. Pero para la FT, en Ucrania no hay ninguna “guerra justa” contra la invasión rusa, sino una “guerra reaccionaria” por ambos lados. Por eso, los revolucionarios no deben colocarse en el campo militar ucraniano frente a la agresión imperialista rusa sino abstenerse: ni con Rusia ni con Ucrania, sino “contra la guerra”.
Una “guerra reaccionaria”
Emilio Albamonte[3], la figura más prominente de la FT, nos dice:
“la definición que hemos hecho nosotros sobre la guerra es la siguiente: si fuera por el problema de autodeterminación nacional estaríamos con Ucrania; hay un problema de autodeterminación nacional en que una enorme potencia invada a un país semicolonial. Pero Ucrania no es un país dependiente o una semicolonia cualquiera, sino que, por votación, porque hicieron un golpe, etc. etc., se propuso como un apéndice de la Unión Europea y si es posible de la OTAN. Como esto es así y está en el pensamiento del mainstream ucraniano, en las clases dominantes de Ucrania, así como en lo que quieren una mayoría de los ucranianos, es muy difícil hacer lo que dicen determinados grupos de izquierda que ponen el eje en la entrega de armas a Ucrania. ¿A quiénes se les entregarían? ¿A organizaciones que apoyan a Zelensky? El problema es que todo esto depende de si hay una fuerza política independiente en Ucrania, que hoy no es el caso”
La primera afirmación de Albamonte es que efectivamente “hay un problema de autodeterminación nacional en que una enorme potencia invada a un país semicolonial”. Esto debería ser un punto crucial para que un marxista revolucionario se coloque en el campo militar del país oprimido. Sin embargo, este criterio no funciona pues Ucrania, un país semicolonial invadido por Rusia, “no es un país dependiente o una semicolonia cualquiera” sino que sus clases dominantes, así como la mayoría de la población, es decir, la clase trabajadora y los oprimidos ucranianos, “por votación, porque hicieron un golpe, etc. etc., se propuso como un apéndice de la Unión Europea y si es posible de la OTAN”.
Esta amalgama que hace Albamonte entre las clases dominantes y la clase trabajadora ucraniana, la mayoría de la población[4], es un error muy grueso para un marxista cuando nos estamos refiriendo a clases sociales antagónicas.
Es verdad que nos podemos encontrar en un momento dado que, ante la agresión militar de Rusia, que quiere esclavizar a Ucrania y liquidarla como nación independiente, una mayoría de la clase trabajadora ucraniana, sintiéndose indefensa, pueda tomar posición a favor de la integración en la UE y del propio paraguas de la OTAN. Pero este sentimiento del pueblo trabajador ucraniano es completamente diferente del posicionamiento del gobierno Zelensky y del sector de los oligarcas al que está asociado, que aspiran a convertirse –sobre la base de la sobreexplotación de los trabajadores ucranianos– en socios coloniales de EEUU y Alemania y leales súbditos de la OTAN.
En el caso de la clase trabajadora ucraniana, sin embargo, esa falsa conciencia está en profunda contradicción con sus intereses de clase y se explica, en buena medida, por la ausencia de partidos revolucionarios arraigados tanto en Ucrania como en la UE. Pero la contradicción entre sus intereses de clase y su conciencia sólo puede ser resuelta a través de la acción o, lo que es lo mismo, a través de la defensa militar del país contra la invasión rusa y del desenmascaramiento progresivo, en este proceso, del gobierno Zelensky.
Si Albamonte siguiera la realidad viva de la guerra y tuviera relación con organizaciones obreras ucranianas independientes del gobierno Zelensky, podría comprobar la evolución de la conciencia de amplios sectores de trabajadores, muchos de ellos en el frente de batalla, que chocan con Zelensky y las medidas antiobreras de su gobierno, en quién han perdido su confianza, y que manifiestan, al mismo tiempo, una sentida desconfianza hacia la UE y la OTAN.
No en vano, las potencias imperialistas occidentales están mostrando en la práctica, cada vez con mayor claridad (tanto en el terreno de la “ayuda” económica —que endeuda y compromete al país con vistas a una futura semicolonización— como en el de la siempre escasa y tardía ayuda militar) que la vida de los soldados y la suerte del pueblo ucraniano no les importa, al igual que la independencia y la integridad territorial del país. Que no están interesados en la victoria ucraniana sino en el desgaste de Rusia; en la posterior colonización de lo que reste de Ucrania tras las anexiones rusas; en utilizar la guerra para el impulso del militarismo y un rearme generalizado y, en el caso de EEUU, en aprovechar la contienda para afianzar su hegemonía frente a las otras potencias occidentales y reforzarse frente a China.
Albamonte concluye su argumentación diciendo que dado que toda Ucrania (oligarcas, Zelensky y la clase trabajadora) están por la UE y la OTAN, “es muy difícil hacer lo que dicen determinados grupos de izquierda que ponen el eje en la entrega de armas a Ucrania. ¿A quiénes se les entregaría? ¿A organizaciones que apoyan a Zelensky? El problema es que todo esto depende de si hay una fuerza política independiente en Ucrania, que hoy no es el caso”.
Aquí entramos en todo un clásico de los compañeros de la FT pues, según ellos, si no hay una “fuerza política independiente”, revolucionaria o netamente clasista, en la dirección o, al menos, jugando un papel relevante en un movimiento popular, no se puede dar apoyo a tal movimiento ni colocarse en su campo militar en caso de conflicto armado. Este no es sólo el caso de Ucrania. Fue también el caso del potente movimiento democrático contra la dictadura de Bashar al-Assad en Siria, donde la FT mantuvo una postura abstencionista y se negó a dar apoyo a la rebelión popular, tanto durante las grandes movilizaciones de masas contra el régimen como durante todo el periodo inicial de la guerra civil, antes de que el movimiento popular quedara ahogado por las facciones militares financiadas y dirigidas por regímenes reaccionarios de la región. En el caso de Palestina, los compañeros de la FT han considerado, en cambio, la necesidad de colocarse incondicionalmente en el campo de la resistencia contra el Estado de Israel “cualquiera que sea su dirección”, si bien, como hemos visto en el primer artículo de este trabajo, su apoyo incondicional está lleno de reservas e incoherencia.
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Maiello replica la propaganda de Putin
Volviendo a Ucrania, como el razonamiento de Albamonte es demasiado “crudo”, otros dirigentes han entrado en detalles para justificar la posición de la FT. Es el caso de Matías Maiello. En el artículo suyo que citamos[5], que es toda una referencia para la FT, Maiello se esfuerza, en primer lugar, en justificar por qué rechazan definir como “guerra justa” a la guerra de Ucrania por su independencia nacional.
Escribe, citando a Lenin y a Clausewitz, que “para analizar una guerra (y más aún si se quiere desprender una política independiente), es necesario pasar por la criba todas las políticas anteriores de los diferentes actores que ahora son proseguidas a través de la guerra”. Y entonces nos dice que la política que Putin ‘prosigue’ con la invasión es recrear un estatuto de potencia militar para Rusia, apoyándose en la opresión nacional de los pueblos vecinos, sobre el modelo del zarismo y el estalinismo y en continuidad con anteriores intervenciones militares en Rusia y en la periferia rusa. La OTAN, por su parte, prosigue su política de extenderse a Europa del Este, para “cercar” a Rusia. Hasta aquí, con sus más y sus menos, podríamos llegar a un acuerdo con Maiello.
El problema viene cuando Maiello se refiere al bando ucraniano, donde nos hace un relato de los últimos años en el que nos habla del Euromaidan[6], de la evolución política posterior de Ucrania, dominada por “fuerzas reaccionarias y prooccidentales de extrema derecha” y de una “guerra civil de baja intensidad marcada por la existencia de una minoría rusófona de un tercio de la población, el ascenso de grupos de extrema derecha, y Zelensky, un gobierno pro-imperialista hasta la médula”.
Maiello, ya desatado, prosigue:
“¿Se trata de estar en el “campo militar del pueblo ucraniano”, pero de qué lado de este ‘campo’, ya dividido por una guerra civil? ¿Pedir ‘armas para el pueblo’ pero para qué milicias: ¿para las milicias separatistas del Donbass, para las milicias de extrema derecha como el batallón Azov? Putin ya ha hecho lo primero, la OTAN lo segundo, ambos en el cuadro de la continuidad de sus políticas”.
El problema de este relato de Maiello es que tiene poco que ver con la realidad y mucho con el discurso de Putin. Mientras el dictador ruso, gran amigo de la extrema derecha internacional, utiliza los métodos de la Wehrmacht hitleriana, su propaganda ha pretendido justificar su agresión en “el carácter nazi” del régimen ucraniano, presidido, por cierto, por un personaje judío y rusófono. Exhibe para demostrarlo fotos del Batallón Azov, fuerza paramilitar integrada mayoritariamente por militantes de las organizaciones de extrema derecha ucraniana como Pravy Sector y Svoboda.
Pero de todos es sabido que las grandes mentiras, para que tengan credibilidad, deben tener ingredientes de verdad. Claro que hay organizaciones de extrema derecha en Ucrania, incluidas quienes se reivindican nazis y en no pocas ocasiones mantienen o han mantenido vínculos con ciertos sectores del Ejército y determinados oligarcas. Ucrania no ha sido una excepción en Europa y también aquí la extrema derecha hizo acto de presencia.
Pero un dirigente tan informado como Maiello no puede desconocer que la influencia social y el peso político de la extrema derecha ucraniana son ínfimos, muy inferiores al de muchos países europeos o americanos. La Coalición Nacional de la extrema derecha que se presentó a las elecciones generales del 2019 obtuvo el 2,15% de los votos y no consiguió ningún escaño; en las últimas elecciones presidenciales el candidato de Svoboda, Koshulynskyi, se quedó en el 1,6%. Por lo demás, si aplicáramos esta regla del tres, el estado español, Francia, Italia o Alemania, Chile o Argentina serían supernazis. La afirmación de Maiello de que el gobierno Zelensky “se apoya sobre grupos de extrema derecha” es, de nuevo, un reflejo de la propaganda de Putin. Una cosa es que sea un gobierno netamente proimperialista asociado a un sector de los oligarcas, otra que su base de apoyo sea la extrema derecha.
La identificación que hace Maiello entre la movilización militar ucraniana, que tuvo como eje las Fuerzas Territoriales, compuestas mayoritariamente de trabajadores, con el batallón Azov es también propia de la propaganda de Putin e inconcebible en un revolucionario trotskista.
Maiello comete otro error grave al identificar rusófono con prorruso, porque la clara mayoría de ucranianos rusófonos enfrentan la invasión, están contra el régimen dictatorial de Putin y contra el régimen a su imagen y su semejanza impuesto por las armas en las zonas ocupadas del Donbass. Describir las milicias prorrusas de Donetsk y Lugansk como simples “milicias separatistas” es silenciar que han sido organizadas por el ejército ruso, que las controla y dirige, así como darles legitimidad, como si fueran expresión de un movimiento popular a favor de la anexión a Rusia. No es extraño que Maiello no diga una palabra sobre la marcada presencia de la extrema derecha y nazis confesos en dichas milicias, como el célebre Batallón Vostok.
Maiello defiende asimismo el “derecho a la autodeterminación para Donetsk, Luhansk y la población rusófona”. El disparate de identificar población rusófona con población prorrusa ya lo hemos comentado. En cuanto a la autodeterminación para Donetsk y Luhansk, se trata de otro despropósito, algo así como defender el derecho de autodeterminación para el Ulster, el territorio irlandés ocupado por el ejército británico y segregado del resto de Irlanda.
¿“Una guerra subsidiaria” ?
Sin entrar en los términos escabrosos de Maiello, los artículos de Cinatti o el de Chingo, Alcoy y Reip[7], justifican el abstencionismo de la FT en que no estamos ante una “guerra justa”, sino en una “guerra subsidiaria” en la que Ucrania actúa como instrumento de la OTAN en su choque con Rusia. Incluso acuñan un nuevo concepto: “un tipo específico de guerra reaccionaria de opresión nacional, caracterizada por un alineamiento de la mayoría de las potencias imperialistas detrás de la nación oprimida” [8].
Por supuesto, solo un ciego puede negar la intervención, indirecta, de EEUU y la UE en la guerra, así como el carácter profundamente pro-imperialista y antiobrero del gobierno Zelensky. El problema es que ello no elimina el hecho de que estemos ante una guerra de agresión nacional de la segunda potencia militar del mundo contra una nación mucho más débil a la que quiere someter por la violencia, con métodos de extrema crueldad. Una guerra cuyo propósito es el control militar, económico y político de un país que es un enorme granero, tiene una ubicación geográfica fundamental para el transito energético y comercial y una dimensión y recursos que el Kremlin estima esenciales para su proyecto imperialista de la Gran Rusia. Estamos ante una guerra justa de liberación nacional contra un Ejército conquistador.
No cabe duda que la OTAN y la UE, por un lado, y Rusia por otro, quieren colonizar Ucrania. Pero no se pueden confundir los tiempos. Lo que tenemos ahora no es una invasión de la OTAN sino de la Rusia de Putin, ante la cual tenemos que apoyar al pueblo ucraniano.
Una política marxista revolucionaria ante la guerra de Ucrania
Los revolucionarios deben, por tanto, estar incondicionalmente en el campo militar de Ucrania y luchar por la victoria militar de la nación oprimida e invadida, sin que esto implique ningún tipo de apoyo político a Zelensky ni a la OTAN. Por el contrario, hay que denunciar sus planes y maniobras y trabajar por la organización independiente del proletariado ucraniano frente a Zelensky, la OTAN, la UE y el FMI.
Hay que oponerse y denunciar sin medias tintas a la OTAN (y pedir su disolución) y el rearme imperialista, oponerse a todos los presupuestos militares de Biden, Macron, Sánchez etc., y denunciar sin tapujos a Zelensky como el hombre de Biden y la UE en Ucrania. Pero ese enfrentamiento político con Zelensky debe hacerse siendo, en todo momento, “los mejores soldados contra Putin”. De la misma manera que solo podíamos denunciar al gobierno republicano de Madrid, que desmantelaba las conquistas revolucionarias del principio de la guerra civil española de 1936-1939, siendo “los mejores soldados contra Franco”.
No se puede desenmascarar a la OTAN ni a Zelensky fuera de las trincheras ucranianas o con una postura “ni, ni”, en la “tierra de nadie”, en medio del fuego cruzado. ¿Qué les dice la FT a los trabajadores ucranianos, muchos de los cuales están en el frente? ¿Que no hay que estar a favor de ningún campo militar porque los dos son reaccionarios y que sólo se podrá apoyar al bando ucraniano cuando haya un gobierno antiimperialista y socialista?
La FT denuncia la guerra de Ucrania como una guerra reaccionaria y apuesta por un movimiento por la paz, como si estuviéramos en una guerra entre potencias imperialistas por el reparto del mundo y no ante una guerra justa de liberación nacional[9].
Pero la FT ha ido muy lejos en esta línea, pues ha sido beligerante contra la entrega a Ucrania de armas por parte de las potencias imperialistas. En lugares como el Estado español o Alemania ha hecho campañas de agitación en defensa de “ni un tanque para Ucrania” [10] El grupo alemán de la FT ha exigido incluso a los sindicatos que convoquen una huelga general, no para demandar más apoyo militar a Ucrania, la nación agredida, sino para el “fin de la guerra y de todas las acciones hostiles, como ventas de armas y sanciones”. Putin debió quedar encantado.
Por supuesto, una cosa es el envío de armas y otra el envío de tropas imperialistas sobre el terreno, a lo que hay que oponerse de manera frontal, pues solo puede servir para convertir a Ucrania en una semicolonia militar y despojarla de toda soberanía. Pero no sucede lo mismo con las armas y municiones. ¿Cómo, en medio de la invasión, podrán defender su soberanía los ucranianos sin las armas adecuadas? Se trata, al contrario, de denunciar que las armas que entregan las potencias de la OTAN no son las que demandan los ucranianos, son insuficientes para que Ucrania se pueda defender cabalmente y más aún para expulsar y derrotar a Putin, y se demoran, además, sin justificación, una y otra vez. Es, desde luego, un tipo de ayuda militar que no tiene nada que ver con la que recibe Israel para su genocidio en Gaza
Hay que impulsar y apoyar las acciones de boicot a Rusia que tomen los trabajadores a través de sus organizaciones, en la línea de las “sanciones obreras” que defendieron los trotskistas en los años 30 del siglo pasado ante la invasión italiana de Abisinia (actual Etiopía) y la segunda guerra chino-japonesa. Este ha sido el caso de la refinería Ellesmere, en Cheshire, Inglaterra, donde rehusaron descargar petróleo proveniente de Rusia, replicando a los trabajadores de la terminal de gas de Kent y de puertos de Países Bajos.
Al mismo tiempo, tenemos que construir una solidaridad material directa con los trabajadores que resisten en Ucrania (y con los refugiados ucranianos), como han sido los convoyes organizados por la Red Sindical Internacional de Solidaridad con los mineros y metalúrgicos del sindicato independiente de Kryvyi Rih (Krivoy Rog).
Y no olvidar que el elemento más clave para la victoria es avanzar en la organización independiente de la clase trabajadora ucraniana y de la resistencia, tanto para hacer frente a la máquina de guerra rusa como a los planes de expolio y ajuste que Zelensky ha firmado con la UE y el FMI.
Y ser conscientes de que, al final, Ucrania, una gran nación europea encajonada entre el imperialismo regional ruso y las potencias imperialista occidentales, ambos mucho más fuertes que ella e interesados en someterla y controlarla, no logrará recuperar ni mantener de manera duradera su integridad y su soberanía nacional más que como parte una futura unión libre de pueblos libres de Europa o, lo que es lo mismo, de unos Estados Unidos Socialistas de Europa levantados sobre los escombros de la UE y del expansionismo imperialista ruso.
El ejemplo de los trotskistas en los años 30 del siglo pasado
Definir una posición correcta desde un punto de vista marxista revolucionario ante la guerra de Ucrania no es, sin duda, un trabajo sencillo. Por eso es importante aprender del método y la estrategia con la que los trotskistas abordaron en el pasado la guerra civil española, la invasión italiana de Abisinia y la segunda guerra chino-japonesa.
Pensamos que la política de la FT hoy en la guerra de Ucrania es muy similar a la del Workers Party (WP) de Shachtman en la segunda guerra chino-japonesa, iniciada en 1937, cuando Japón invadió China. Al inicio de la guerra, tanto el SWP de Cannon (la sección de la Cuarta Internacional en EEUU), como el WP de Shachtman (una escisión del SWP) apoyaron a China contra Japón. Pero cuando en 1941, tras el bombardeo de Pearl Harbor, EEUU entró en guerra con Japón y empezó a mandar ayuda militar a China, Shachtman cambió su política y adoptó una posición de neutralidad, “ni, ni”, muy parecida a la de la FT en Ucrania.
Morrison[11], en nombre del SWP, la rebatió diciendo:
“La proposición general de Shachtman es que no se puede apoyar la lucha de una nación colonial o semicolonial contra una nación imperialista que está involucrada en una guerra con otra nación imperialista, siempre y cuando la nación colonial esté bajo el control de la clase capitalista”. Pero “la esencia de la política colonial del marxismo revolucionario es apoyar la lucha de los pueblos coloniales contra un opresor imperialista, aunque esté dirigida por la burguesía y sin hacer ninguna excepción durante un período en que se esté librando una guerra imperialista.”
Esta posición es aún más evidente hoy, en que no existe un enfrentamiento armado directo entre los ejércitos de la OTAN y los de Putin. Morrison proseguía:
“Asumiremos que la ayuda que llega a China desde los Estados Unidos es mucho mayor ahora que antes de Pearl Harbor. ¿La cantidad de material enviado a China por Estados Unidos cambia el carácter del conflicto chino? (…) Incluso antes de la declaración oficial de guerra, los aviadores estadounidenses luchaban por China. Supongamos que ahora hay muchos más de ellos en China. Eso, por supuesto, es un factor más importante. Pero nadie que sea un marxista realista sostendrá que conseguir ayuda técnica o incluso ayuda militar a través de oficiales especialmente entrenados, cambia el carácter del conflicto chino. Lo importante es: ¿quién, en última instancia, tiene el control de las fuerzas armadas y, por tanto, el control del conflicto? Hasta ahora, nadie en su sano juicio puede decir que no es el gobierno chino quien controla los ejércitos chinos. Si la situación cambiara y se enviara un número suficiente de tropas estadounidenses a China y tomaran el control de la lucha contra Japón, entonces tendríamos que cambiar de actitud. Pero esto no ha ocurrido.”
[1] https://litci.org/es/la-fraccion-trotskista-y-su-postura-en-la-guerra-de-gaza/
[2] «Los medios y los fines: a propósito de la posición de los revolucionarios sobre la estrategia de Hamas”, publicado el 6 de noviembre de 2023
[3] “Emilio Albamonte en torno a la guerra de Ucrania y el método para el análisis de la situación mundial” publicado el 26/6/2022.
[4] Y aquí no estamos hablando de una población colonial traída desde el exterior a un país levantado sobre el robo de las tierras y la limpieza étnica del pueblo originario, como es el caso de Israel.
[5] “Debates sobre la guerra en Ucrania: política anti-imperialista independiente y ‘revolución democrática’” publicado el 20 de marzo de 2022
[6] La revuelta de 2013-2014 contra el presidente Yanukovitch
[7] “Ucrania: el desafío de una política anti-imperialista independiente”, publicado el 20 de marzo de 2022
[8] Nótese que para la FT no hay más imperialismos que los occidentales, con EEUU al frente. China no es para la FT una potencia imperialista emergente, en pugna con los EEUU. Y, por supuesto, Rusia, a pesar de su fuerza militar, es un país dependiente y no una potencia imperialista “regional”, asociada a China (como lo fue la Rusia zarista en las dos primeras décadas del siglo XX, asociada entonces a las potencias de la Entente).
[9] https://litci.org/es/no-cabe-una-posicion-neutral-ante-la-guerra-de-agresion-contra-ucrania/
[10] https://litci.org/es/sobre-las-consignas-no-a-la-guerra-y-ni-un-tanque-para-ucrania/
[11] “Why we support China” Part 1 and 2, The Militant July 18th and 25th 1942