Sáb May 18, 2024
18 mayo, 2024

La crisis de los de arriba y el frente amplio: ¿tenemos que aliarnos a uno de los bloques burgueses?

En estos días, el director de la Policía Federal, Fernando Segovia, vistió una toga de juez dictando el veredicto de una investigación en curso. Afirmó que la investigación sobre la participación de Temer y su escoria de bandidos en “chanchullos” en el Puerto de Santos “puede concluir que no hubo crimen”. Los tribunales y los jueces, pero también los candidatos a jueces, van ocupando el papel de árbitros en medio de una profunda crisis política que divide a la clase dominante y su régimen. Pero una cosa es cierta: no hay inocentes en esta disputa.

Por: João Ricardo Soares

Con las encuestas electorales como principal argumento, el campo político del PT en defensa de Lula desarrolla la tesis de la “defensa de la democracia”. El dirigente del PT y ex ministro de Justicia, José Eduardo Cardoso, afirma que “la dimensión utilitaria de la vida política solo lleva a un ganador, el fascismo”. O sea, según el ex ministro, la ruptura de las reglas “democráticas” que un sector de la burguesía estaría utilizando contra el PT llevaría al fascismo.

Mientras Cardoso ve en el hecho de la condena de Lula y en la ruptura de las “reglas democráticas” un peligro que viene, el del fascismo, el senador Lindbergh Farias (PT-RJ) es más taxativo: “Aun cuando el Brasil no sea una dictadura (algunas libertades civiles y políticas permanecen en vigencia) y no esté descartada una evolución del proceso en esta dirección –incluso la de la dictadura militar– ya no puede afirmarse que el Brasil viva un régimen de democracia plena. Tal vez sea mejor definirlo como una semidemocracia…”.

Según el senador, el régimen con el cual la burguesía domina el Brasil estaría entonces dividido en dos fases: la “democracia plena”, que existiría antes de la condena de Lula en Porto Alegre, y la “semidemocracia”, que estaría presente desde entonces.

No precisamos ir muy lejos para entender lo que esconde ese juego de palabras y a qué objetivo sirve. Preguntamos, entonces, al senador: ¿en el período de la “democracia plena” todos los partidos podrían presentar de forma “plena” su programa en las elecciones, o estas elecciones estaban determinadas por el poder de los grandes empresarios? Juego en el cual el PT participó de forma muy activa.

Segundo, ¿cuáles libertades civiles fueron recortadas en el período de la “semidemocracia”? Podríamos citar algunas libertades civiles recortadas en el período en que el PT estuvo al frente del gobierno: la Ley de Organizaciones Criminales, la Ley Antiterrorismo, y la creación de la Fuerza Nacional de Seguridad.

Teóricamente, no se puede descartar que la clase dominante, para garantizar su propiedad y sus intereses, elimine “las libertades civiles y políticas”, por cierto, no es un hecho desconocido en la historia de este país. Pero si las propiedades de las grandes empresas y de los grandes bancos están amenazadas, a punto tal que entrevemos un golpe militar en el corto plazo, no se entienden las razones por las cuales el partido del senador sigue apostando en el Supremo Tribunal Federal (STF) para garantizar su candidatura. ¿Serían, entonces, las próximas elecciones, dentro de la “semidemocracia”, un medio eficaz para impedir un golpe, o el fin de las libertades democráticas? El discurso del senador y la política que él propone son completamente excluyentes.

Aún más por el hecho de que el PT mantiene alianzas electorales con el DEM y el MDB en varios Estados. Una extraña forma de luchar contra el golpe aliándose con los golpistas. A no ser que el discurso del golpe no pase de un instrumento electoral para garantizar un nuevo “pacto nacional” con sectores burgueses para llevar al PT nuevamente al gobierno. Si la “elección sin Lula es fraude”, nos parece que el fraude de las elecciones en la “semidemocracia”, denunciada por el senador, debe existir sin o con Lula, sea por los discursos, sea por el poder del dinero y de las reglas electorales.

Tarso Genro y la “gobernabilidad amoral”

El gran tema que en las apariencias divide el país es si Lula es inocente o culpable de la propiedad del tríplex. Dependiendo de la respuesta a esa pregunta estaríamos frente a un régimen u otro, según los dirigentes del PT citados anteriormente.

Pero, según Tarso Genro, aunque no estemos frente a un crimen, el PT y Lula son víctimas de un sistema político “amoral” que ellos utilizaron para cambiar los padrones de desigualdades en el país:

“El sistema político, que da gobernabilidad en el Brasil, es amoral. Para cualquier presidente, si un presidente quiere gobernar, tiene que gobernar dentro de ese padrón. ¿Qué significa amoralidad? Significa utilizar determinados medios tradicionales en la política que relacionan al presidente con las oligarquías regionales para él poder tener estabilidad para gobernar. Eso cualquier presidente lo hizo. La diferencia de la presidencia de Lula con relación a los demás es que él utilizó ese mismo sistema político, vigente hasta hoy, para implementar determinadas políticas sociales que cambiaron los padrones de desigualdad en el Brasil. Eso es muy diferente de cometer crimen”.

Cómo debe entenderse la frase: utilizar determinados medios tradicionales en la política que relacionan el presidente con las oligarquías nacionales… para gobernar. En otras palabras, lo que Tarso parece decirnos es que sin la corrupción era imposible que Lula gobernase.

Pero, según Tarso, él no podría ser condenado, porque utilizó ese sistema corrupto para hacer “políticas sociales que cambiaron los padrones de desigualdad en el Brasil”. O sea, esta era la regla del juego y Lula no puede ser condenado por jugar con estas reglas. A pesar de aproximarse más a la realidad para discutir el tema de la corrupción que envuelve al PT, un hecho desmorona el razonamiento de Tarso: la explosión de la violencia que asola el país sería suficiente para decirnos que el resultado de los años de gobierno Lula, en medio de la reducción del desempleo y la explosión del crédito durante un período de crecimiento de la economía capitalista, está lejos de haber sido un cambio de los “padrones de desigualdad”.

Segundo, las alianzas construidas por el PT no fueron primordialmente con las “oligarquías regionales” y sí con los grandes monopolios: la “ayudita” a la internacionalización del grupo Odebrecht y J&F, y la presencia del banquero Henrique Meirelles (Banco de Boston), están muy lejos de ser definidos como “oligarquías regionales”.

Pero al tomar el problema político como centro de la condena de Lula, Tarso nos aproxima de los reales intereses en juego y de cómo los intereses de la clase trabajadora pueden ser defendidos en medio de tanta cortina de humo.

Democracia burguesa y libertades democráticas

Es necesario distinguir entre los intereses de clase envueltos en esta disputa, que están difusos por el discurso petista entre democracia, autoritarismo, y libertades democráticas.

Cuando los antiguos griegos hablaban de democracia, no se les pasaba por la cabeza que los esclavos o las mujeres tuviesen alguna voz o derecho de voto para elegir a los hombres que estarían al frente del gobierno en Atenas. La democracia no puede ser vista por fuera de las clases o de los sectores de clase dominantes que controlan el poder económico y político. Por eso, ella se define por las reglas con las cuales las distintas fracciones de las clases dominantes se alternan en el gobierno. No es ningún capricho llamar a la actual democracia de democracia burguesa, pues esas son las reglas para que la clase dominante gobierne.

La maniobra de los dirigentes del PT, PCdoB y PSOL es confundir deliberadamente la democracia burguesa (las reglas con las cuales las distintas fracciones de la burguesía se alternan en el gobierno) con las libertades democráticas para toda la sociedad.

Si las libertades democráticas para los trabajadores (el derecho de organización y de expresión de la clase trabajadora) de hecho estuviesen amenazadas, estaríamos frente a un problema de otra esfera. En este caso, deberíamos construir, en interés del proletariado, una amplia unidad en la acción, incluso con sectores burgueses, para impedir el fin de las libertades conquistadas. Pero nunca un frente político con los partidos burgueses.

En el marco de su confusión deliberada sobre estas dos esferas sobre las que discutimos, el artículo de Lindbergh Farias citado comete un acto fallido:

“El pacto de la Constitución de 1988, que permitió treinta años de relativa estabilidad democrática al país y la alternancia de partidos en el poder, especialmente el PT y el PSDB, está siendo roto aceleradamente”.

Aquí, todo el discurso del golpe cae por tierra. Esta “estabilidad democrática” a la cual se refiere el senador no es otra cosa que las reglas por las cuales los partidos mantuvieron intactos los intereses de la burguesía como clase gobernante y, “especialmente, el PT y el PSDB”. Esta “estabilidad democrática” se mantuvo porque el PT no atacó ninguno de los intereses de la gran burguesía. Como dice Tarso, jugó con las reglas de la democracia burguesa, con la corrupción.

El famoso “golpe” contra Dilma no se dio por el hecho de que cuando vino la crisis de la economía capitalista el PT hubiera estatizado o expropiado algún sector de la burguesía para preservar los intereses de los trabajadores. Al contrario, las “bicicletas fiscales” escondían lo más profundo de este gobierno: los créditos para el financiamiento del agronegocio.

Pero existe una diferencia cuando analizamos la lucha política que se esconde atrás de términos como democracia, interés nacional, etcétera: que no existen solamente intereses de clase sino también lucha política entre las diferentes fracciones de clase para conducir los negocios vía el control de gobierno.

El PT y las fracciones burguesas en lucha

Las razones más profundas para que el “pacto de la Constitución de 1988… esté siendo roto aceleradamente” pueden encontrarse en la profunda crisis de la economía capitalista brasileña. Después de años de crecimiento económico en los cuales las grandes familias burguesas batían todos los récords de ganancia, como en el caso del banco Itaú que registra en 2015 la mayor ganancia de la historia bancaria del país, lo que la burguesía discute ahora es en qué condiciones deben seguir sus negocios.

Lejos de construir un automatismo entre el fin de un ciclo político y la profunda crisis de la economía capitalista en el Brasil, en este momento solo podemos aproximarnos a los factores que nos permiten luchar por la independencia de clase.

Históricamente dependientes del aparato del Estado para la acumulación de capital, y del imperialismo, y después del boom del alza de las materias primas, con una industria de transformación atrasada tecnológicamente y descapitalizada, las distintas fracciones burguesas discuten quién debe llevar al timón del barco en aguas turbulentas.

El PT se vinculó profundamente al ciclo anterior, en que el alza de los minerales, combustibles y agricultura permitió y estimuló la farra de las ganancias en los sectores en que el capitalismo asentó la intervención de los monopolios brasileños. El BNDES transfirió durante los gobiernos del PT casi 1,5 billones de reales [casi 500.000 millones de dólares, ndt] para los sectores de minería, siderurgia, etanol, papel y celulosa, petróleo, hidroeléctrico, agropecuario y construcción civil.

Eso explica que antiguas constructoras como la Odebrecht se hayan convertido en grandes monopolios. En 2006, del “ingreso bruto del grupo Odebrecht, 30,89% provenía del sector de ingeniería y construcción, en tanto 68,85% era proveniente del sector de química y petroquímica”. Fue a partir de la financiación del BNDES durante los gobiernos del PT (evaluados en más de 14.000 millones) que las carnicerías de los hermanos Batista (J&F) se transformaron en una multinacional y uno de los mayores grupos económicos nacionales, diversificando su capital en otras áreas.

El hecho de que hoy estén en la cárcel solamente refleja la ferocidad y las armas con las cuales [se lleva a cabo] la disputa entre las distintas fracciones burguesas, y el entrelazamiento entre el control del gobierno y los sectores que reciben sus créditos subsidiados. Cuándo viene el próximo ciclo de acumulación de capital de esta economía dependiente del imperialismo y cuáles son los sectores que serán privilegiados es la raíz más profunda que interrumpe el ciclo de alternancia entre el PT y el PSDB en el último período.

Los trabajadores no tienen nada que ganar aliándose a uno de los bandos de esta disputa.

El Frente Amplio termina el asunto

El día 20 de febrero, la Cámara de Diputados será el palco del lanzamiento de un “Manifiesto programático alrededor de alternativas para el Brasil”, firmado por los siguientes partidos: PT, PDT, PSB, PCdoB y PSOL. El texto que divulga la iniciativa del frente ya es en sí mismo un programa: “un movimiento de Frente Amplio del campo de la Nación y de la clase trabajadora, de los partidarios de la democracia, del Estado de Derecho contra el Estado de excepción”.

Que el “campo de la Nación” venga al frente de la clase trabajadora es sintomático. Una forma disfrazada de decir que son bienvenidas todas las fracciones burguesas que quieran discutir el “nuevo proyecto nacional de desarrollo” capitalista. Ahora aparece la verdadera cara de la lucha contra el “Estado de excepción”: reeditar el mismo proyecto político aplicado por el PT en los años que gobernó. Amarrar los intereses de los trabajadores a una nueva alianza con los sectores burgueses que estén dispuestos a considerar, según Lindbergh, que el “protagonismo de la izquierda… [no sea]… reducido a un papel meramente decorativo”. En fin, de lo que se trata es de reeditar la alianza de clases que gobernó el país con el PT al frente.

A esta altura, tal vez no sea necesario afirmar que no existe un campo “jurídico” de la defensa de la candidatura de Lula por fuera del proyecto político del frente que compone su defensa. Las distintas alas burguesas y sus partidos, como el PSDB, también molido por la maniobra del impeachment (y el futuro dirá si esta comedia no libró al PT de un divorcio aún más profundo con los trabajadores), intentan una maniobra recurriendo al partido burgués más sólido del país, la Rede Globo, para tener a un presentador de TV como “salvador de la patria”.

La relación entre creador y criatura sería propicia para establecer la relación entre Huck y su creador, pero el samba nota 10 de la Beija Flor [Picaflor, escuela de samba de Rio de Janeiro, ndt.] ya anticipó que esta cosa no es más que el “Espejo de la legendaria criatura, Un monstruo, Carente de amor y de ternura… El punto en la mira del desprecio y de la segregación…”.

Sea cual fuere la decisión de los tribunales en relación con la candidatura de Lula, como dijo el ex ministro de Justicia del gobierno de Dilma, Eugenio Aragão, que al preguntársele si todavía habría espacio para una conciliación y para la construcción de un nuevo “pacto nacional”, respondió: “Ese es el mayor desafío. Si Lula no supiera hacer eso, ¿quién será capaz?”.

Articulo publicado en: www.pstu.org.br

Traducción: Natalia Estrada.

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