Sáb May 18, 2024
18 mayo, 2024

El capitalismo y la Inteligencia Artificial

En la última semana mucho se ha hablado de los peligros de la Inteligencia Artificial (IA), especialmente por el impacto del lanzamiento del ChatGPT, un chatbot de inteligencia artificial desarrollado por la empresa OpenAI y lanzado en noviembre del año pasado.

Por: Jeferson Choma

La aplicación pertenece a la nueva generación de IA, pudiendo crear textos a partir de sistemas de aprendizaje de máquinas y grandes modelos de lenguaje (LLM, en la sigla en inglés). En pocas palabras, la aplicación «aprende» a partir de las búsquedas en bases de datos abiertas y también mediante el análisis de estímulos generados por los usuarios. En el caso del ChatGPT, la aplicación responde al usuario como si fuese una persona real, desarrollando una conversación sobre cualquier tipo de tema, incluido él mismo.

Hace unos días la OpenAI anunció el ChatGPT-4, una nueva versión de su chatbot que ahora puede generar respuestas más completas, más semejanzas con el texto escrito por humanos y también puede analizar imágenes. Pero esta versión es paga.

También existen otras plataformas de imágenes, como Dall-e, Midjourney y Stable Difusion, que producen escenas realistas a partir de las definiciones propuestas por los usuarios. En la internet, las imágenes del Papa Francisco con una chaqueta puffer [acolchada] se volvieron virales. Algunos dijeron que había contratado a un estilista, pero la imagen no era más que una reproducción hecha por la IA del Midjourney. También se publicaron selfies tomadas por personalidades históricas como Jesucristo, Napoleón Bonaparte y Cleopatra. Todo hecho por Inteligencia Artificial.

Aparte del deslumbramiento por la nueva tecnología, hay una serie de preocupaciones. La Agencia de Protección de Datos de Italia ha bloqueado provisoriamente el uso de la plataforma ChatGPT en todo el país alegando “ausencia de cualquier base legal que justifique el almacenamiento masivo de datos personales para ‘entrenar’ los algoritmos que garantizan el funcionamiento de la plataforma”.

Otro episodio polémico fue el lanzamiento de una carta abierta que pedía una moratoria en la investigación sobre la IA. El documento, firmado por un grupo de empresarios, académicos e investigadores, entre otros, alerta que el desarrollo de IAs “puede traer profundos riesgos para la sociedad y la humanidad” y que la tecnología “debería ser planificada y administrada con los cuidados y los recursos correspondientes”.

Uno de los firmantes de la carta es Elon Musk, dueño de Tesla y el hombre más rico del mundo. Colecciona un rico menú de polémicas, como la defensa de un golpe en Bolivia para acceder al litio, metal importante para la fabricación de baterías para los coches eléctricos de Tesla. También minimizó el Covid-19 en el auge de la pandemia.

Es ingenuo creer que Musk esté realmente preocupado por la «ética y la responsabilidad» en el desarrollo de la investigación de la IA. En realidad, hay otras razones para eso. En 2018, Musk fracasó en tomar el control de la empresa. Y hoy, la mayor parte de la investigación de la OpenAI está financiada por Microsoft, empresa que compite con Musk en la producción de vehículos eléctricos y en el desarrollo de tecnologías innovadoras. Microsoft proporcionó a OpenAI una inversión de $ 10.000 millones para el acceso exclusivo al GPT-4, que impulsaría su propio modelo Prometheus para Bing, su site de búsqueda.

¿La IA representa algún peligro para la humanidad?

Pero, después de todo, ¿cuáles son los posibles impactos de la IA para la sociedad? ¿Representa algún peligro para la humanidad? Al igual que las películas de Hollywood, ¿pueden las máquinas rebelarse contra la humanidad y tomar el control?

Dentro de los límites de este artículo, no es posible analizar todas las dimensiones del impacto de la creación de esta nueva herramienta tecnológica. Sin embargo, más allá de la ciencia ficción, este no es el mayor peligro del desarrollo de la investigación en IA. Al fin y al cabo, como recuerda Margaret Mitchell, una de las más importantes investigadoras en IA, “las máquinas son como loros que repiten tonterías que les enseñan sus dueños”.

Pero el problema es qué y quién enseña a las máquinas a repetir sus tonterías. Hoy toda la investigación sobre Inteligencia Artificial está en manos de unas pocas empresas privadas, como Microsoft, Google, IBM, Amazon, Apple, Facebook, las chinas Baidu y Alibaba y la india Infosys. El alcance de aplicación de los productos de IA es infinito. Abarca desde tecnologías para juegos, pasando por comercio electrónico, hasta análisis de datos y reconocimiento facial y de voz. Y, por supuesto, chatbots que pueden ayudar a difundir desinformación e incluso fake news, además de facilitar la propagación de ciberataques. El propio ChatGPT comete numerosos errores, “inventando” informaciones.

¿Cómo garantizar que en el futuro los chatbots no manipulen la versión de los hechos sociales y la propia historia, como describe George Orwell en su novela distópica “1984”? Por cierto, esto ya ocurre con sites de búsqueda en regímenes dictatoriales. En China se censuran las búsquedas en Google y se bloquea el acceso a sites considerados políticamente sensibles o que contienen informaciones contrarias a los intereses del Estado. En 2018 se reveló que el propio Google está desarrollando una versión de su buscador adaptada a la censura de China. Una pequeña prueba de que la empresa está dispuesta a todo para obtener beneficios.

Incluso en los llamados países “democráticos”, las respuestas para ciertos tipos de búsquedas dependen de quién gasta más dinero en patrocinios y publicidad, lo que influye en la clasificación de los resultados de búsqueda en la internet. Esto significa que las empresas con mayor poder financiero pueden tener más visibilidad en determinados resultados de búsqueda.

¿Cómo regular este sector? ¿Quién va a hacer cumplir las leyes, frente a los poderosos intereses de estas corporaciones? El hecho es que, a pesar de las tímidas medidas regulatorias, la influencia del dinero en la internet ya es una realidad.

Avance tecnológico y capitalismo

Estamos frente a una nueva ola de innovaciones que está reemplazando la fuerza de trabajo por máquinas, a un ritmo inusitado. Esta automatización toma la forma de la robotización en las más diversas actividades. Además de la Inteligencia Artificial, el desarrollo de la Industria 4.0, la Internet de las Cosas, la Computación en Nubes, la Impresión 3D y el desarrollo de los vehículos autónomos serán una realidad inevitable en los próximos años, aplicándose desde el montaje de un simple sándwich hasta la fabricación de la más delicada lámina de prensa.

Se estima que más de 50 millones de empleos directos están amenazados en Estados Unidos por la creciente robotización. En el resto del mundo, la estimación es que se reemplazarán entre 400 y 750 millones de puestos de trabajo en los próximos diez años.

El desarrollo de la ciencia y de la tecnología es producto de las relaciones sociales. Esto significa que tiene un propósito claro: servir a la acumulación capitalista. El capitalismo exige permanentemente revolucionar las condiciones técnicas y sociales del proceso de trabajo para garantizar una mayor apropiación de la plusvalía. Pero bajo este sistema, la tecnología sirve para crear desempleo, reduciendo puestos de trabajo y costos de producción de los capitalistas, vide el uso generalizado de aplicaciones que resultan en precarización.

Lo más insólito, sin embargo, es que el desarrollo tecnológico actual ya permitiría una reducción drástica de la jornada de trabajo, una liberación casi total del trabajo penoso y la inclusión en el proceso de producción de todas las personas desempleadas. No obstante, para eso es necesaria una transformación radical de toda la sociedad y de su estructura productiva, construyendo una sociedad socialista que invierta por completo esa lógica.

En una sociedad socialista, el desarrollo tecnológico y científico se convertiría en una herramienta de suma importancia a aplicar en la reducción de la jornada de trabajo y en la plena difusión de las informaciones. Permitiría cada vez más la plena participación de la población en las decisiones políticas y económicas, facilitando la planificación y el seguimiento de la ejecución de las metas fijadas. Imagine, por ejemplo, el uso de la internet como herramienta de flujo de informaciones respecto de la producción. El trabajo se desarrollaría en un ambiente verdaderamente colaborativo y comunitario, que ahora solo ocurre en espacios reducidos y en beneficio de empresas privadas. No es difícil imaginar los beneficios de la Industria 4.0 o de los sistemas de IA aplicados para el bienestar de la humanidad.

En palabras de Marx, permitiría acabar con “la anexión vitalicia de un hombre entero a una única operación de detalle”, liberando a los humanos de la brutalidad del trabajo alienado y del atraso cultural, ya que “la universalidad de su desarrollo, de su diversión y de su actividad depende de la economía de tiempo. Economía del tiempo: a esto se reduce finalmente toda economía”.

Artículo publicado en www.pstu.org.br, 12/4/2023.-

Traducción: Natalia Estrada.

Más contenido relacionado:

Artículos más leídos: