Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Las revoluciones del Este y su lugar en la historia

El fin de los años ’80 y el comienzo de los ’90 estuvieron signados en nivel mundial por enormes procesos revolucionarios en el Este de Europa. En el curso de pocos años cambió el mundo configurado en la segunda posguerra. Las fronteras y áreas de influencia pactadas por las potencias vencedoras en Yalta y Potsdam, que por décadas parecieron inmutables, fueron subvertidas por la acción revolucionaria de las masas de la ex URSS y de Europa Oriental. La URSS fue disuelta, Alemania fue unificada, desaparecieron países y surgieron otros nuevos o cambiaron su nombre, y volvió a haber guerras en Europa. La expresión icónica de esto fueron los miles de alemanes demoliendo literalmente a mazazos el ignominioso Muro de Berlín. Pero el cambio trascendental que produjo la intervención revolucionaria de las masas fue el derrumbe de los regímenes estalinistas, especialmente el de la ex URSS.

Por: Jorge Rangel

Estos procesos generaron enormes debates que aún continúan. El carácter aluvional de los acontecimientos, la cantidad de países que estos abarcaron, la profundidad y la complejidad de los cambios producidos provocaron en su momento innumerables interpretaciones, y también confusiones. El elemento que más alimentó estas confusiones fue sin duda la desaparición de la totalidad de los antiguos Estados obreros y la restauración del capitalismo en todos ellos.

La visión que venimos sosteniendo desde la LIT es que el movimiento obrero y de masas de la ex URSS y de los países del Este europeo protagonizaron colosales revoluciones. Pero estas revoluciones no se hicieron contra “regímenes socialistas” ni dictaduras burocráticas de Estados obreros sino contra dictaduras capitalistas, ya que era la propia burocracia estalinista la que había restaurado el capitalismo. Las masas se levantaron contra las terribles consecuencias que trajo el avance de la restauración, pero por falta de una dirección revolucionaria no pudieron impedir ese avance ni revertirlo.  Creemos también que estas lograron un enorme triunfo con la derrota de los siniestros regímenes de los Partidos Comunistas, pese a la gran derrota que previamente significó, para las masas del Este y del mundo, la desaparición de esos Estados obreros y sus conquistas.

¿Fueron revoluciones?

Al analizar los sucesos que llevaron a la caída de los regímenes totalitarios resalta el hecho de que en muchos casos lo que prevaleció fueron solo grandes movilizaciones de masas desarmadas, sin enfrentamientos violentos de magnitud con las fuerzas represivas o grandes crisis y división por abajo de las fuerzas armadas (salvo Rumanía). Tampoco hubo desarrollo de organismos de doble poder centralizados (aunque sí procesos embrionarios de autoorganización). Estos elementos pueden llevar a cuestionar la definición que hacemos de que fueron revoluciones. Creemos, por el contrario, que la movilización independiente de las masas y su irrupción violenta generando cambios abruptos en la superestructura política fueron rasgos comunes a la mayoría de estos procesos. En este sentido, sostenemos que fueron revoluciones y que tanto Lenin como Trotsky han dejado definiciones del concepto de revolución que son aplicables en este caso.(1)

La restauración capitalista en la URSS

Como explicamos en otro artículo, a partir de la asunción de Gorbachov como Secretario General del PCUS en marzo de 1985, el poder es controlado por el sector de la burocracia que tiene un programa abiertamente restauracionista. El XXVII Congreso del PCUS, de febrero de 1986, votó la renovación del CC y del Politburó y el comienzo de la aplicación de reformas económicas que puso proa hacia el capitalismo. Fue lo que se conoció como Perestroika (reconstrucción). Para ganar el apoyo del movimiento de masas, estas medidas fueron acompañadas de cierta apertura democrática controlada.

Se autorizaron clubes de debate, se liberaron presos políticos, pudo regresar al país el científico disidente Sajarov, se permitió la presentación de varios candidatos del partido para los soviets locales, fueron rehabilitados casi todos los dirigentes bolcheviques asesinados por Stalin (excepto Trotsky), se aflojó la censura, etc. Estas medidas fueron conocidas como Glasnost (concertación) (2).

Gorbachov y Reagan, en 1987

Esta fue la respuesta de la burocracia frente al estancamiento y la crisis creciente de la URSS, que se agudizaban con la ocupación de las tropas soviéticas en Afganistán desde 1979, lo que insumía un enorme presupuesto para una guerra en la que solo cosechaban derrotas y desmoralización en las tropas (3).

Estallan las contradicciones

La aplicación de la Perestroika, lejos de resolver la crisis, tanto económica como política y social, la agudizó. La introducción de los mecanismos del mercado en la economía produjo una situación cada vez más caótica. La habilitación de empresas privadas en el sector de servicios, la posibilidad de conformar “cooperativas” con empleados de las empresas estatales (en general controladas por los antiguos gerentes burocráticos), la posibilidad de comerciar libremente con las empresas imperialistas, hicieron crecer de forma desenfrenada la corrupción, el acaparamiento, las mafias, el desabastecimiento y la inflación. Aumentaba abruptamente la desigualdad social, muchas fábricas quedaban paralizadas por falta de insumos y dejaban de pagar los sueldos, sin contar que estos ya no alcanzaban para comprar ni los productos de primera necesidad.

Este ataque brutal a las condiciones de vida se combinaba, en el caso de las repúblicas no rusas de la URSS, con el histórico problema de la opresión nacional por parte de los gran rusos hacia el resto de las nacionalidades. Por ello, no es raro que el proceso de movilización revolucionaria se haya iniciado en diciembre de 1986 en Alma Ata, capital de Kazajistán, con un levantamiento popular a raíz del nombramiento de un ruso para el cargo de Primer Secretario del PC.

A partir de allí, el proceso revolucionario combinará las luchas contra la opresión nacional –y en algunos casos por la independencia– y el reclamo de libertades democráticas con huelgas obreras que rápidamente adquieren un carácter político.

Se levantan las nacionalidades oprimidas

La Revolución Rusa heredó del zarismo una “cárcel de nacionalidades” que habían sido incorporadas por la fuerza al Imperio y que eran dominadas por los rusos. La defensa incondicional del derecho a la autodeterminación nacional para todas las nacionalidades oprimidas, por parte de Lenin y del gobierno bolchevique, permitió la incorporación voluntaria a la naciente URSS de casi todas ellas, con excepción de Finlandia, Polonia, Estonia, Letonia y Lituania que decidieron no integrarse. La “Declaración de los Derechos de los Pueblos de Rusia”, aprobada por el Congreso de los Soviets en 1917, incluía expresamente el derecho a la separación si así lo decidían sus pueblos. Pero este enorme avance, que permitía empezar a unir fraternalmente a la clase obrera y los campesinos de las distintas naciones, superando siglos de resentimientos, prejuicios y opresión, se revirtió con el triunfo del estalinismo. Stalin, como parte de su régimen contrarrevolucionario, también reforzó nuevamente la opresión de las naciones más débiles. E incluso agravó la situación, anexando Estonia, Letonia y Lituania y parte de Polonia como consecuencia del pacto Molotov-Ribbentrop (1939).

Solo para dimensionar la importancia del problema, recordemos que en 1986 la URSS estaba conformada por 15 repúblicas, 8 regiones y 10 comarcas autónomas, se hablaban 130 idiomas y se escribía en 5 alfabetos diferentes.

Por eso, cuando se resquebrajó la losa burocrática que comprimía conflictos de décadas y se abrieron algunos canales democráticos, la movilización de las nacionalidades oprimidas fue imparable. Luego del levantamiento kazajo, el proceso continuó en 1987 con el reclamo de la población de la región de Nagorno Karavaj (de mayoría armenia pero enclavada en Azerbaiyán) para ser incorporada a Armenia y que fue acompañado meses después por una huelga general en ambos territorios. Lituania declara su independencia en 1990 y, luego de varias negociaciones, finalmente Gorbachov envía tropas a Vilna, su capital, provocando 19 muertos; más tarde hace lo mismo con Riga, capital de Letonia. Intenta, además, un bloqueo económico contra Lituania, el que es derrotado por la solidaridad de los mineros y otros sectores del movimiento obrero de Rusia, que juntan toneladas de mercadería en apoyo del reclamo de los lituanos. También reprime, con decenas de muertos, las movilizaciones en Georgia y Azerbaiyán, pero el reclamo independentista crece (alentado también por sectores de la propia burocracia de las repúblicas, que buscaban salvar su poder). En 1988, Estonia había hecho una declaración de soberanía de la república sobre todos los recursos y propiedades de su territorio, poniendo sus leyes por encima de las de la Unión. Esta declaración fue replicada en cascada por la mayoría de las repúblicas, incluida Rusia. Ya en agosto de 1991, Estonia, Letonia, Lituania, Ucrania y Georgia habían declarado su independencia, y la mayoría de las repúblicas habían firmado acuerdos entre ellas, por fuera de la Unión.

Un gigante despertó

No es posible entender cómo fue posible el derrumbe de ese formidable y temible régimen contrarrevolucionario que fue el estalinismo sin ubicar en la escena a un protagonista central: el proletariado soviético. Dentro de este, les corresponde un lugar de honor a los mineros que con sus históricas huelgas pusieron contra las cuerdas a Gorbachov.

1989 arrancó con una gigantesca movilización obrera en Minsk (Bielorrusia), en febrero, con reivindicaciones directamente políticas, sintetizadas en un cartel que decía: “Las fábricas para los obreros, la tierra para los campesinos y el poder para el pueblo”. En julio será el turno de los mineros del Kuzbass (Siberia) que paran contra el aumento de los ritmos de producción, que producía accidentes laborales, y reclaman provisión de artículos de primera necesidad (alimentos, jabón, etc.) y aumento salarial por nocturnidad, horas extras, etc. Forman un comité de huelga, se organizan sobre la base de masivas asambleas e imponen su control sobre la ciudad, prohibiendo la venta de bebidas alcohólicas, garantizando los suministros y requisando las casas de los burócratas, donde aparecen muchas de las mercaderías que faltaban. La huelga y su metodología revolucionaria se extienden como un reguero de pólvora por todas las cuencas mineras. Se suman rápidamente los yacimientos de Donbass y Dniepropetrovsk (Ucrania), Vorkuta (extremo norte de Rusia) y Karaganda (Kazajistán). En Vorkuta y el Kuzbass, a las reivindicaciones económicas se incorporan las políticas: derecho de huelga, entrega del poder a los soviets locales, anulación del artículo 6° de la Constitución (que establecía el monopolio del poder por parte del PC), elección directa y secreta para el Soviet Supremo de la URSS y los soviets locales. La huelga se levanta luego de lograr el envío urgente de cargamentos de jabón y alimentos, y promesas de mejoras en el abastecimiento, el servicio médico, las jubilaciones, y participación en la administración de las minas.

Huelga de los mineros del Kuzbass, 1989

El incumplimiento de varias de estas promesas detonará nuevas huelgas mineras en julio de 1990, y a finales de octubre de ese año los mineros van a dar otro paso trascendental. En un congreso minero con representantes de 678 minas fundan el primer sindicato independiente y votan el rechazo al “plan de los 500 días” de aceleración de las privatizaciones. La nueva huelga minera, convocada por este sindicato en marzo de 1991, ya exige junto con el aumento salarial la renuncia de Gorbachov, la disolución del Soviet Supremo de la URSS, y la convocatoria a elecciones. Piden solidaridad en Moscú y ganan el apoyo de la población, que colabora con toneladas de alimentos. El comité coordinador de la huelga convoca a una huelga general por la destitución de Gorbachov y envía delegaciones a los principales centros industriales. Se suman a la huelga los obreros del complejo siderúrgico Ulramash, en los Urales. A finales de marzo, 165 minas de la URSS siguen paralizadas. El 3 de abril sale a la huelga la fábrica Electromecánica Kozlov, en Minsk. En días, entran en huelga y se movilizan fábricas en toda Bielorrusia, y en una asamblea masiva votan un Comité de huelga de la república, que llama a la huelga general tomando el programa de los mineros. En abril, las huelgas se extienden como un vendaval por Leningrado, Sverdlosk, Bakú (Azerbaiyán), Ucrania, y hacia finales de ese mes 50 millones paran en Rusia ante la convocatoria de la Federación Rusa de Sindicatos independientes (ruptura de los sindicatos oficiales).

A finales de abril las huelgas terminan con la concesión de reivindicaciones salariales. Los mineros levantan la suya el 5 de mayo, con la promesa de que sus reclamos económicos serán resueltos con el traspaso de la mina a la recientemente formada Federación Rusa.

Golpe y triunfo de la revolución

A mediados de agosto de 1991, Gorbachov había perdido toda base social y su poder como el otrora poderoso Secretario General del PCUS se había licuado por completo. En cinco años, su plan de autorreforma gradual y controlada del régimen, para controlar la reacción del movimiento de masas frente al avance de las reformas capitalistas, había saltado por el aire.  La lucha combinada de los pueblos de las nacionalidades oprimidas, el movimiento obrero y la juventud contra las consecuencias de la restauración capitalista y por libertades democráticas, fueron resquebrajando el aparato del PCUS y abriendo grietas cada vez más profundas en el conjunto de la burocracia, lo que produjo el debilitamiento del aparato central, toda vez que las direcciones del partido de cada república asumieron el control de las propiedades y las decisiones políticas en sus territorios. Paralelamente se daba la ruptura de sectores de la burocracia con el PC, conformando organizaciones nacionalistas u opositoras como Rusia Democrática. (4)

Gorbachov había impulsado en 1988 la conformación de un parlamento (Congreso de Diputados del Pueblo) cuyos miembros, por primera vez, fueron electos por sufragio universal y secreto. Podían presentarse también candidatos por fuera del PC. Pero en el Congreso empieza a surgir una fracción opositora encabezada por el ascendente jefe del PC moscovita, Borís Yeltsin (5). Este se hace popular atacando a Gorbachov y los privilegios de los altos funcionarios del partido, reclamando la reducción del aparato y la eliminación del artículo 6. Luego de varias movilizaciones de centenares de miles, el Congreso vota en marzo de 1990 la derogación del artículo, pero en compensación Gorbachov logra hacerse votar presidente por el Congreso, con amplios poderes. Buscaba así fortalecerse como árbitro bonapartista, apoyándose en su control de las FFAA y la KGB para controlar el proceso. Pero ya era tarde, la crisis se profundiza en julio, en el XXVIII y último congreso del PCUS. Abarca también el Komsomol (6) y los sindicatos. Yeltsin y Rusia Democrática rompen con el PC, y en diciembre comienza también la ruptura del “equipo de la Perestroika” (7) con Gorbachov.

Paralelamente se va fortaleciendo Yeltsin como líder opositor, convocando movilizaciones por la destitución de Gorbachov, apoyando la huelga de los mineros, sumando sectores del PC ruso que rompen, y, finalmente, es elegido presidente de la Federación Rusa en junio de 1991, con 57% de los votos.

A mediados de agosto de 1991, la crisis económica y política era total y la URSS estaba al borde de la desintegración. La única institución que mantenía la unidad del país era el PCUS, ya en crisis completa. Luego de un plebiscito popular(8) se había fijado el 20 de agosto como fecha para la firma de un nuevo Acuerdo de la Unión. Pero un sector del aparato central del gobierno, las FFAA y la KGB, decide jugar su última carta e impulsa un golpe bonapartista al estilo de la burocracia china en Tiananmen, aprovechando las vacaciones de Gorbachov. Es importante aclarar, contra lo que afirman sectores de la izquierda (incluso trotskista), que el sector golpista no tenía diferencias con el programa restauracionista de Gorbachov y Yeltsin. De hecho, eran parte del gobierno que lo venía aplicando. Su objetivo no era restablecer el viejo Estado Obrero burocrático sino aplastar la movilización revolucionaria que impedía la transición ordenada al capitalismo, como en China.(9)

Un moscovita lucha contra un tanquista durante el intento de golpe de agosto de 1991

Los golpistas primero le exigen a Gorbachov que decrete el estado de sitio y, como este se niega, conforman la Comisión Estatal del Estado de Sitio (GKTChP)(10). El 18 de agosto se decreta la censura en los medios de comunicación, la prohibición de movilizaciones, la destitución de Gorbachov, y la ocupación de Moscú por las tropas. El 19, dichas tropas son desplegadas en la ciudad y se decreta el toque de queda. Pero la población se moviliza para resistir. Yeltsin llama a enfrentar el golpe y se forman barricadas frente a la “Casa Blanca”(11). Los mineros de Vorkuta llaman a la huelga general contra el golpe e inmediatamente se suman los obreros de la Kirov y la Putilov de Leningrado, y la huelga se empieza a extender hasta Vladivostok(12). Yelstsin asume por decreto el mando de todas las instituciones centrales en territorio ruso, incluidas las FFAA, la KGB y los ministerios. Los soldados y los oficiales enviados se niegan a ejecutar las órdenes de los golpistas. El golpe es derrotado y los miembros del GKTChP son detenidos. Gorbachov vuelve a Moscú y días después renuncia como Secretario General del PCUS y disuelve el partido. La dictadura, ya capitalista, del PCUS ha caído definitivamente y había triunfado la revolución política democrática protagonizada por las masas soviéticas. El 25 de diciembre, Gorbachov renuncia como presidente de la URSS y la disuelve formalmente, pero en los hechos ya había dejado de existir y once de las antiguas repúblicas habían conformado la Comunidad de Estados Independientes.

Los procesos del Glacis: de la expropiación a la restauración

Luego del heroico triunfo de las masas soviéticas en Stalingrado (1943), que define el comienzo de la derrota de los ejércitos nazis, el Ejército Rojo ocupa los pequeños países de Europa Oriental lindantes con la URSS en acuerdo con el imperialismo. La ocupación del Glacis(13) tuvo una doble finalidad para Stalin. Por un lado, impedir el estallido de procesos revolucionarios allí y, por otro, garantizar el saqueo de esos países al servicio de la reconstrucción económica de la URSS. En ese sentido, se puede decir que se dio un proceso de semicolonización “sui generis” de esos países, como explica Jan Talpe en su libro “Los Estados Obreros del Glacis” (14). En su primera etapa, esto se realizó a través de gobiernos de coalición entre los PC locales y políticos burgueses y reformistas pero controlados por los emisarios de Stalin(15), y a partir de 1950 aproximadamente, por dictaduras burocráticas estalinistas asentadas en la expropiación de la burguesía y la estatización de los medios de producción.

La burocracia estalinista se negó a integrar los nuevos Estados obreros a la URSS y mantuvo las fronteras nacionales de estos y su existencia como Estados separados. Pero a partir de 1949 creó el COMECON(16) como una zona económica de intercambio comercial y articulación de los planes económicos de cada país del Glacis con los planes quinquenales de la URSS.

En el marco de la relación semicolonial que ya señalamos, y del carácter burocrático y totalitario de los regímenes de los nuevos Estados obreros, la expropiación de la burguesía y la planificación centralizada permitieron en ellos un importante desarrollo industrial. El crecimiento de la producción, la elevación del nivel de vida y cultural y del peso de la clase obrera, empezaron a chocar con las desigualdades crecientes, los privilegios burocráticos, la opresión totalitaria y nacional por parte de la URSS. Esto llevó al estallido de la revolución política antiburocrática, que tuvo distintos episodios. Este proceso abarcó el levantamiento de los obreros metalúrgicos en Berlín Oriental (1953), la revolución de los Consejos húngaros (1956), la Primavera de Praga (1968) y la revolución en Polonia (1956 y 1980). Con excepción de Polonia (derrotada en 1981 por el golpe militar de Jaruzelski), todas las demás revoluciones fueron aplastadas con la intervención de las tropas del Pacto de Varsovia.(17).

Tanques rusos en Budapest, 1956

En los años 1970, las economías del COMECON, empezando por la de la URSS, entran en un proceso de estancamiento que refleja en parte la curva descendente de la economía mundial iniciada en 1968, aproximadamente. Cumpliendo el pronóstico de Trotsky(18) y aterrada ante la posibilidad de nuevas revoluciones políticas que puedan triunfar, la burocracia de los Estados del Glacis avanza por el camino de los acuerdos con el imperialismo y la restauración capitalista. Con desigualdades y ritmos distintos, desde comienzos de los años 1970 va inclinándose a fortalecer los lazos económicos con los distintos países imperialistas en busca de inversiones y préstamos, y pidiendo luego su ingreso al FMI.(19. Este proceso da un salto en 1986 cuando la propia burocracia soviética se convierte en impulsora de las reformas capitalistas también en el Glacis.

El caso más emblemático fue Rumanía que en ese sentido fue pionera en el COMECON (aunque no en relación con otros Estados obreros, ya que Yugoslavia en 1965 y China en 1978 habían restaurado el capitalismo).(20) Rumanía, que había ingresado al FMI en 1972, en 1981 le pide a este un préstamo para saldar sus crecientes deudas con la banca internacional y se somete a sus planes de ajuste. A partir de 1982, parte del salario de los trabajadores se convierte en “acciones” de las empresas.

Revolución en el Glacis

A partir de 1986, Gorbachov viaja a Alemania Oriental y luego a Checoslovaquia para impulsar la Perestroika y la Glasnost en los países del COMECON. Trata de convencer sobre todo a Honecker y Husak que gobernaban los Estados obreros con las economías más desarrolladas y sólidas y que se resistían a aplicar el nuevo rumbo. En 1989 les va a hacer saber tanto a ellos como a las demás direcciones de los PCs del Este que ya no cuentan con las tropas soviéticas en caso de levantamientos revolucionarios.

Alentadas por el proceso revolucionario abierto en la URSS, las masas de los distintos países protagonizan desde 1988 un torrente de huelgas y movilizaciones que se potencian mutuamente, y derrotan los distintos intentos represivos de los regímenes dictatoriales. En el curso de tres años ya no quedaba ninguno de estos en pie.

En algunos casos, como Hungría y Bulgaria (1989), la burocracia se da rápidamente por derrotada ante el comienzo de las movilizaciones y luego de desplazar a los dictadores (Kádár y Zhivkov, respectivamente). Sectores del propio PC impulsan la reforma del régimen y su transformación en democracias burguesas. Hay que tener en cuenta que por el particular proceso de conformación de los Estados obreros del glacis, todos conservaban formalmente un “parlamento” controlado por el PC y donde era tolerada la participación de partidos satélites, generalmente de base campesina y pequeñoburguesa o apoyados por la Iglesia. En general, esos parlamentos se van a reciclar eliminando el artículo que establece “el papel dirigente del PC en las constituciones” y convocando a elecciones multipartidarias. Al final del proceso, todos los partidos comunistas de la región se habían autodisuelto y reciclado en general como partidos socialdemócratas.

En Polonia, el ascenso comienza en 1987 con una movilización que es reprimida, pero durante 1988 se produce un potente proceso de huelgas contra el aumento de precios y por la legalidad de “Solidaridad”(21) que pone contra las cuerdas al dictador Jaruzelski, que ya venía avanzando con el plan restauracionista. En febrero de 1989, por mediación de la Iglesia católica, se convoca una Mesa Redonda donde participan Wałęsa y el POUP (PC), además de otras organizaciones y dirigentes católicos, y allí se acuerda la legalización de Solidaridad y una transición con elecciones acotadas, hasta que finalmente se autodisuelve el POUP y se instala un nuevo régimen democrático burgués.

En Checoslovaquia estalla un proceso de grandes movilizaciones por libertades democráticas desde 1988, el que va a ser denominado la “Revolución de Terciopelo”. Estas movilizaciones van a tener un pico en noviembre de 1989 con la manifestación en la Plaza Wenzel de Praga, con 800.000 personas. Pese a la sistemática represión del régimen, las renuncias de dirigentes y las concesiones, las movilizaciones continúan hasta obligar a la renuncia de Husak y la asunción de un gobierno encabezado por Václav Havel como presidente (intelectual disidente, perseguido y encarcelado) y Alexander Dubček (ex dirigente del PC “reformista”, desplazado luego de la Primavera de Praga) como presidente del Parlamento, a finales de 1989. La recién creada Federación Checa y Eslovaca (ya capitalista) se va a transformar en 1993 en dos países: la República Checa y la República Eslovaca.

«Revolución de Terciopelo», Praga, 1989

En Rumanía es donde más se desarrolló el carácter violento e insurreccional del proceso revolucionario del Este. El dictador Ceaușescu se había preparado para resistir a sangre y fuego el levantamiento revolucionario. Contaba para ello con la siniestra Securitate, su policía política, de 50.000 hombres, con sueldos privilegiados y muy bien armados.

En noviembre de 1987, el duro plan de ajuste del FMI detonó una huelga en una fábrica de tractores de 20.000 trabajadores, y estos asaltaron la sede del PCR al grito de “Abajo la dictadura”. El 16 de diciembre de 1989 se producen manifestaciones en apoyo a un cura opositor en la ciudad de Timisoara, que son reprimidas, con decenas de muertos. Siguen las movilizaciones y el régimen arma una concentración de apoyo a Ceaușescu en la plaza de Bucarest el día 21, pero esta se transforma en una manifestación opositora y deben cortar la transmisión de TV. Ceaușescu y su mujer Elena, huyen. La movilización se intensifica, las masas asaltan la Casa de Gobierno y otros edificios públicos, hay enfrentamientos con la Securitate en las calles y los soldados se suman a la insurrección.

Revolución en Rumanía, 1989

Un sector opositor del PCR, encabezado por Ion Iliescu, cambia de bando y luego de que es tomada la sede de la radio y la televisión, el día 22 se anuncia la formación de un Frente de Salvación Nacional. La pareja Ceaușescu es capturada. Son juzgados y condenados por un tribunal militar que finalmente los fusila el 25 de diciembre. La multitud en la plaza celebra. La revolución había triunfado aun al costo de más de 1.000 muertos. Al día siguiente se forma un gobierno de transición, y en enero de 1990 se disuelve el PCR.

Alemania: revolución, reunificación y restauración

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Alemania fue ocupada por las potencias aliadas vencedoras: EEUU, Inglaterra, Francia y la URSS. El Ejército Rojo ocupó un tercio en la parte oriental donde estaba la capital, Berlín, ciudad que a su vez fue dividida en dos partes, una de las cuales quedó bajo el dominio imperialista. En 1949, en el sector occidental se proclamó la República Federal de Alemania (RFA), con capital en Bonn, y en el sector oriental la República Democrática Alemana (RDA), que a partir de 1950 se transformó en un Estado obrero burocrático.  Se consumó así la división del país y de la clase obrera más fuerte de Europa.

En 1953, como ya dijimos, fue aplastado en Berlín, por las tropas del Kremlim, el primer levantamiento antiburocrático en el Este. Siguió un período de desarrollo industrial y estabilidad del régimen burocrático, hasta que a partir de los años 1970 el dictador Erich Honecker  empezó un proceso de acercamiento y creciente endeudamiento con el imperialismo.

Al comenzar el proceso revolucionario en la URSS y en el resto del Glacis, la RDA era la economía más fuerte y de más alto nivel de vida de Europa Oriental. Pero la asfixia burocrática del régimen totalitario, el estancamiento, y la comparación con la parte imperialista dieron las condiciones para el desarrollo, también allí, de la movilización revolucionaria.

En 1987, Honecker había hecho algunos gestos de liberalización del régimen, como parte de su política de acercamiento a la RFA.(22) Pero en 1988 responde al incipiente proceso de protestas con represión y nuevos encarcelamientos. A mediados de 1989, la situación pega un salto en el marco del proceso de ascenso, debilitamiento y caída de las dictaduras en los países vecinos. Por un lado, decenas de miles empiezan a escapar hacia la RFA a través de la apertura de las fronteras de Hungría y Austria, y otros asaltan las embajadas de la RFA en Berlín Este, Praga y Budapest, logrando que los dejen viajar. A finales de setiembre comienzan en Leipzig las Montagsdemos (movilizaciones de los lunes), que, pese a la represión, de semana en semana crecen por decenas de miles y provocan crisis en la base de las fuerzas represivas. Wir sind das volkNosotros somos el pueblo!) es la consigna más coreada.

Manifestaciones del lunes, Leipzig, 1989

La movilización logra un primer triunfo a finales de octubre. Honecker es obligado a renunciar y asume Egor Krenz que anuncia la Wende (cambio de política). Pero las movilizaciones no paran. El 4 de noviembre, un festival de música autorizado en Berlín Este junta un millón de personas que exigen libertades democráticas y el fin del monopolio de la SED (PC). El 9 de noviembre, un vocero del CC de la SED anuncia que a partir de ese día se modifica el reglamento para solicitar permiso de viaje a la RFA y esa misma noche una multitud se agolpa en la Puerta de Brandenburgo y obliga a los guardias a abrir las puertas de la frontera. Había caído el Muro de Berlín, y en los días siguientes más de dos millones de alemanes cruzaban la frontera.

Caída del Muro de Berlín, noviembre de 1989

A esa altura, la crisis del régimen era total. Durante noviembre se habían sucedido las renuncias y cambios en el CC y el gobierno, hasta que el 1 de diciembre se elimina el monopolio del poder de la SED. En los días siguientes son expulsados Honecker y sus amigos de la SED, renuncia Krenz, y finalmente Hans Modrow (SED) termina cogobernando con las organizaciones de oposición.

Ha caído el régimen totalitario pero la movilización de masas no se detiene. Queda pendiente la segunda tarea democrática que impulsa el levantamiento y se sintetiza en el cambio de consigna: Wir sind ein volk (Nosotros somos un solo pueblo) que ahora pasa a ser la principal (ya había empezado a aparecer en setiembre). Se convoca a elecciones para el 18 de marzo de 1990, en las que triunfa una coalición de cristianos y liberales que promete la inmediata reunificación.

Finalmente, las masas imponen la reunificación de Alemania en 1990 contra la voluntad expresa de los principales dirigentes del imperialismo europeo, Gorbachov, y el propio Helmut Kohl, que trata de resistir y postergar la unidad hasta que se ve obligado a aceptarla.(23) El Estado obrero de la RDA (ya en desintegración) es absorbido en la RFA sobre la base de la Constitución de esta, pero las masas movilizándose logran algunas concesiones, como el cambio 1 x 1 de los marcos de la ex RDA(24).

En el marco del enorme triunfo que significó para el pueblo alemán la unificación, es justo señalar que las masas de Alemania Oriental perdieron muchas conquistas del antiguo Estado obrero y que  no enfrentaron la restauración. Pero, como dice Jan Talpe:

“Entretanto, el régimen burocrático de Honecker tampoco era una garantía contra la restauración, muy por el contrario. (…) Con el derrumbe de ese Estado, Honecker apelaba al apoyo del imperialismo para conservar, no un “Estado obrero”, sino “su” Estado, al que le convenía clasificar en el “tercio de la humanidad socialista”. En vano. Para organizarse en defensa de sus conquistas –y en una perspectiva histórica, para reconstruir un Estado obrero sobre bases proletarias–, la primera tarea para el proletariado alemán era la de derribar el régimen dictatorial de Honecker, única manera de enfrentar al imperialismo. Es lo que hizo. Y en una relación dialéctica con las luchas en el país del primer Estado obrero, ayudó también a derribar el aparato estalinista. (…) La reunificación era inseparable de la victoria sobre el régimen burocrático de Honecker. En Corea, el pueblo no logró tal victoria y no por eso el capitalismo dejó de restaurarse, pero en condiciones mucho más dramáticas, con el proletariado coreano dividido.” (op. cit.)

Una victoria estratégica

La burocracia estalinista, desde su consolidación como expresión de la contrarrevolución al interior del Estado obrero surgido de la Revolución de Octubre, impuso un régimen totalitario que Trotsky consideró “gemelo del fascismo”. Para consolidar su poder, asesinó a más de 800.000 revolucionarios, entre ellos a gran parte de la dirección del Partido Bolchevique que dirigió la Revolución. El mismo régimen se trasladó a la Tercera Internacional y a todos los partidos comunistas. Todo esto se hizo en nombre de la reaccionaria teoría del “socialismo en un solo país”, que requería la coexistencia pacífica con el imperialismo. Esta fue la ideología con la que la casta parasitaria encabezada por Stalin defendía sus privilegios a sangre y fuego, y a costa de la traición a los procesos revolucionarios por parte de los partidos comunistas. Su política de colaboración de clases llevó a la derrota la segunda revolución china (1925/1927) y luego a la de la Revolución Española, enormes procesos que podrían haber cambiado el curso de la historia. Su contracara, la negativa ultraizquierdista a impulsar la política de frente único obrero abrió el paso al triunfo del nazismo en Alemania. Esto se complementó con el pacto Hitler-Stalin, que dio luz verde a Hitler para la invasión de Polonia y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial, y posteriormente con la disolución de la Komintern como parte del acuerdo con los imperialismos aliados.

Durante la segunda posguerra, el estalinismo capitalizó el prestigio ganado por el Ejército Rojo y las guerrillas comunistas en la derrota del nazismo y sus aliados. Esto le permitió, en algunos casos, impedir el triunfo de procesos revolucionarios (Italia, Francia, Grecia), y, en otros, frenarlos en algún punto e impedir su avance. Como explica Martín Hernández en su libro El veredicto de la historia, ese fue un período de grandes triunfos tácticos pero de derrotas estratégicas:

A partir de 1943 se dan grandes triunfos revolucionarios, pero se mantiene y se profundiza la crisis de dirección revolucionaria, y esto llevó, en reiteradas oportunidades, a las derrotas catastróficas de las que hablaba Moreno (25) (que ahora estamos denominando “derrotas estratégicas”), y son justamente esas derrotas las que fueron creando las condiciones para la restauración del capitalismo.

La expropiación del capitalismo en un tercio de la humanidad fortaleció a los Estados obreros pero solo en un sentido coyuntural, ya que esos Estados no fueron puestos al servicio de la revolución socialista mundial. Por otra parte, el acuerdo contrarrevolucionario de Stalin con el imperialismo mundial y, especialmente, la entrega del poder en los países centrales dejó aislados a esos mismos Estados obreros que ya en la década del ’60 comenzaron un declive económico permanente. Los Estados del Este, frente a su crisis tenían dos alternativas: retomaban el camino de la Revolución Rusa, es decir el camino de la revolución mundial, o se orientaban en dirección a la restauración. El primer camino solo se podía dar pasando por encima del cadáver de la burocracia. Esta posibilidad estuvo planteada en las revoluciones de Alemania Oriental, de Hungría, de Polonia y de Checoslovaquia. Pero estas revoluciones fueron aplastadas por la burocracia y, de esa forma, el camino a la restauración quedó allanado.

La derrota del estalinismo, por el contrario, fue una victoria estratégica del movimiento de masas mundial, que liquidó el más formidable aparato contrarrevolucionario que se haya conocido. Un triunfo solo comparable con la derrota del nazismo y que requirió la acción conjunta de los proletariados y pueblos de varios países. A partir de su derrumbe, en la ex URSS y en el Este europeo los partidos comunistas quedaron cualitativamente incapacitados para jugar el rol contrarrevolucionario que tuvieron en gran parte del siglo XX. Perdieron el control que ejercían sobre el movimiento obrero y de masas mundial y casi desaparecieron en muchos países, con contadas excepciones como Portugal o Chile, por ejemplo, donde aún conservan cierta fuerza. Otras direcciones y aparatos (nacionalistas burguesas, neoreformistas y burocráticas) han tomado el relevo y vienen interviniendo en los procesos revolucionarios para controlarlos y derrotarlos, pero ninguno puede igualar la fuerza y la eficacia contrarrevolucionaria del estalinismo. En ese sentido, su derrota ha abierto condiciones cualitativamente más favorables para la superación de la crisis de dirección revolucionaria y para el avance de la revolución mundial. Ese es el enorme aporte que han hecho con sus revoluciones las masas de la ex URSS y de Europa Oriental a la clase obrera mundial, y con ellas se han ganado un importante lugar en la historia.

NOTAS

1- (…) Revolución, en la acepción estricta, directa del vocablo, es justamente un período de la vida del pueblo en que la cólera provocada por las brutalidades de los Avrámov y acumulada durante siglos se exterioriza en acciones y no en palabras, en acciones de masas populares multitudinarias y no de individuos aislados (…) el pueblo se apropia de la libertad política, es decir, de la libertad cuya realización impedían los Avrámov; el pueblo crea un nuevo poder, el poder revolucionario, un poder sobre los Avrámov, un poder sobre los energúmenos del viejo régimen policial (…) (Lenin, V.I. La victoria de los demócratas constitucionalistas y las tareas del partido obrero. 28/3/06, Obras Completas).

El rasgo característico más indiscutible de las revoluciones es la intervención directa de las masas en los acontecimientos históricos. En tiempos normales, el Estado, sea monárquico o democrático, está por encima de la nación; la historia corre a cargo de los especialistas de este oficio: los monarcas, los ministros, los burócratas, los parlamentarios, los periodistas. Pero en los momentos decisivos, cuando el orden establecido se hace insoportable para las masas, estas rompen las barreras que las separan de la palestra política, derriban a sus representantes tradicionales y, con su intervención, crean un punto de partida para el nuevo régimen. (…) La historia de las revoluciones es para nosotros, por encima de todo, la historia de la irrupción violenta de las masas en el gobierno de sus propios destinos (Trotsky, León. Historia de la Revolución Rusa, 1931).

2- Como explica Jan Talpe (Los Estados Obreros del Glacis) el término fue incorrectamente traducido por “transparencia”, probablemente por su similitud con la palabra inglesa “glass” (vidrio). En realidad, significa “diálogo o concertación”.

3- La retirada de tropas soviéticas de Afganistán comenzó el 15 de mayo de 1988 y terminó el 15 de febrero de 1989.

4- Entre las nacionalistas estaban el movimiento Saiudis en Lituania y el Frente Popular Azerí en Azerbaiyán. Rusia Democrática es una agrupación opositora a Gorbachov, que surge a comienzos de 1990 en Rusia para presentarse a elecciones de soviets locales. En julio de 1990 rompe formalmente con el PCUS luego del XXVII Congreso.

5- Yeltsin encabezaba en el Congreso del Pueblo el Grupo Interregional de Diputados, opositor a Gorbachov, y luego encabezará Rusia Democrática.

6- La Juventud Comunista.

7- El 21/12/90 renuncian el economista Shatalin y varios miembros del Politburó. Otras figuras del elenco, como Yakovlev y Petrakov, romperán en los meses posteriores.

8- El 17 de marzo de 1991 se realiza la votación de un plebiscito donde se propone mantener a la URSS como una “federación renovada de repúblicas soberanas e igualitarias”. Gana el SI por 76% pero no participan Armenia, Georgia, Estonia, Letonia, Lituania y Moldavia.

9- https://litci.org/es/1991-un-golpe-de-derecha-disfrazado-con-la-bandera-roja/

10- Lo formaban Yazov (ministro de Defensa), Baklanov (vice-ministro de Defensa), Pavlov (primer ministro), Kriuchkov (jefe de la KGB), Pugo (ministro del Interior) y Yanaev (vicepresidente de la URSS).

11- Edificio donde funcionaba el Soviet Supremo y el gobierno de la Federación Rusa.

12- Ciudad ubicada en la costa del Pacífico, en el extremo oriente de Rusia.

13- El término glacis se refiere a una planicie alrededor de un castillo medieval, al alcance de sus cañones y desprovista de protecciones naturales para un eventual agresor.

14- El marxismo define como semicolonias a aquellos países sometidos a las potencias imperialistas a través de pactos económicos, políticos y militares. Para Jan Talpe, en este caso se trató de una “semicolonización sui géneris” dado que “Su propósito era el pillaje mediante una semicolonización. Pero esto, a lo largo no dejó de plantear el tema de las relaciones de producción, por falta de burguesía en el país colonizador.(…)  La burocracia de la URSS tuvo que instrumentar desde el Kremlin una casta burocrática local a sus órdenes. Y esa “burocracia nacional” tuvo que desplazar a la “burguesía nacional” del poder, para poder llevar a cabo el pillaje (…) (Los Estados obreros del glacis, 2019)

15- “En cada uno de esos países, Stalin mandó, junto con el Ejército Rojo, su plenipotenciario que había pasado la guerra en Moscú.” ( Boleslaw Bierut en Polonia, Walter Ulbricht en Alemania, Klement Gottwald en Checoslovaquia, Mátyás Rákosi en Hungría, Ana Pauker en Rumanía, Georgi Dimitrov en Bulgaria)(Idem)

16- Consejo de Asistencia Mutua Económica (CAME). Creado el 4 de enero de 1949. Se disolvió el 28 de junio de 1991.

17- Pacto militar firmado en Praga el 14 de mayo de 1955 entre la URSS y los gobiernos de la RDA, Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría, Polonia, Rumania y Albania (se retiró en 1968). Se disolvió oficialmente en Praga el 1 de julio de 1991.

18- “El pronóstico político tiene un carácter alternativo: o la burocracia se transforma cada vez más en órgano de la burguesía mundial dentro del Estado obrero, derriba las nuevas formas de propiedad y vuelve el país al capitalismo; o la clase obrera aplasta a la burocracia y abre el camino hacia el socialismo” (Trotsky, León. Programa de Transición, 1938).

19- Rumanía en 1972, Hungría en 1982, y Polonia en 1986 se incorporaron al FMI. Bulgaria y Checoslovaquia lo harían en setiembre de 1990.

20- En 1945, Yugoslavia queda en manos de las guerrillas comunistas dirigidas por el Mariscal Tito, que logran derrotar a los nazis, luego expropian a la burguesía y establecen un Estado obrero. Luego de la ruptura de Tito con Stalin en 1948, Yugoslavia sigue un curso independiente del Glacis y en 1965 empieza la aplicación de un programa restauracionista bajo el nombre de  “autogestión obrera”. En los años 1980 ingresa al FMI y a partir de allí se profundizará la crisis y estallarán huelgas y tensiones nacionales. Yugoslavia era una federación de repúblicas de distintas nacionalidades oprimidas históricamente por Serbia. Al calor de los procesos en la URSS y en el Glacis estallan huelgas, movilizaciones y levantamientos de las nacionalidades oprimidas que van a llevar a varias guerras sangrientas, la intervención imperialista y, finalmente, la disolución de Yugoslavia. Dada la complejidad de esos procesos no los abordamos en este artículo, ya que exceden las posibilidades de este trabajo.

21- “Solidaridad”, el gran sindicato independiente surgido de las históricas huelgas de los astilleros polacos en 1980 y que llegó a tener diez millones de afiliados, siguió funcionando en la clandestinidad luego del golpe de Jaruzelski en 1981.

22- Se autoriza una marcha pacifista en setiembre y el 12 de diciembre de 1987, en ocasión del 38° aniversario de la fundación de la RDA, unos 25.000 presos son amnistiados.

23- Ya en setiembre de 1989, cuando empieza aparecer en la Montagsdemo de Lipzig el Wir sind ein volk!, Willy Brandt (ex canciller socialdemócrata de la RFA) declara “La reunificación es un concepto que me gusta cada vez menos”. Margaret Thatcher comentaba con su embajador en Bonn: “Está claro que Gran Bretaña, Francia y la Unión Soviética están fundamentalmente contra la reunificación alemana”. Y Helmut Kohl, el 28 de noviembre, cuando ya las masas habían empezado a imponer en los hechos la reunificación, todavía proponía un plan de “estructura federativa entre los dos Estados alemanes”, de 10 puntos: se podrá eventualmente llegar a la reunificación después de un largo proceso, si los de la RDA “se democratizan” (citado en Los Estados Obreros del Glacis)

24- Al momento de producirse la reunificación, los marcos de la RDA se cambiaban a la mitad del valor de los de la RFA.

25- Se refiere a Nahuel Moreno, dirigente y fundador de nuestra corriente, que planteaba este concepto en las Tesis de Actualización del Programa de Transición (1980): (…) Podemos formular esta ley de la siguiente manera: mientras el proletariado no supere su crisis de dirección revolucionaria, no conseguirá derrotar al imperialismo mundial y, como consecuencia, todas sus luchas estarán plagadas de triunfos que nos llevarán inevitablemente a derrotas catastróficas (…) Mientras los aparatos contrarrevolucionarios sigan controlando el movimiento de masas, toda victoria revolucionaria se transformará inevitablemente en derrota.

 

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