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28 marzo, 2024

En defensa de la moral de Nahuel Moreno

Hace unos días escribí y publiqué en Facebook una carta a Valerio Arcary, cuestionando que haya reproducido un pretendido homenaje a Nahuel Moreno, escrito por Ana Cristina Machado, que en realidad era un ataque calumnioso basado en la falsificación de la historia.

Por Alicia Sagra

Hice ese cuestionamiento, a partir de considerar que cuando un dirigente reconocido, como es el caso de Valerio, reproduce un texto de esa naturaleza calumniosa, eso no queda ahí, sino que tiene consecuencias.

Ya estamos en presencia de una de esas consecuencias. Jéssica Milaré, columnista de Esquerda Online, el periódico del MAIS, en una publicación en Facebook del 10 de febrero, en muy pocas líneas realiza uno de los ataques más brutales que se hayan realizado contra Nahuel Moreno. Manifiesta que siente aversión hacia él, a quien califica de lgbtfóbico, y de bruto con una moral stalinista. Todo a partir del trabajo que Moreno escribió en 1969 desde la cárcel en Perú «La moral y la actividad revolucionaria», donde hay una frase (también citada en el texto de Ana Cristina) que ubica al lesbianismo junto a los pederastas, como ejemplo de las perversiones sociales y de la moral en crisis de la sociedad capitalista.

En cualquier caso sería un poco liviano definir  tan categóricamente a un dirigente sólo a partir de una frase, por más horrible que esta sea. Mucho más en el caso de Moreno,  que se ha caracterizado por enfrentar todo tipo de opresiones. Siempre se ha manifestado en defensa de las naciones y las culturas oprimidas, en contra del racismo, de la opresión a las mujeres. Y, en relación a los homosexuales, en los años 70, en Argentina, fue el PST, bajo su dirección, el único partido que públicamente apoyó las reivindicaciones del Movimiento de Liberación Homosexual,  ofreciendo sus locales para que se reúnan.  Y eso, independientemente de la mayor o menor claridad teórica que, en ese momento, pudiese tener sobre el tema.

Pero Moreno, hasta el último día de su vida, se preocupó por avanzar en el conocimiento del marxismo, en la comprensión de la realidad y, a partir de ahí, en analizar críticamente sus propias posiciones. Así avanzó en la comprensión teórica programática sobre el tema de la homosexualidad y consecuente con eso, y sin ningún dramatismo, modificó las posiciones de 1969, como siempre hacía cuando comprendía que había cometido un error.

Jéssica Milaré dice que Moreno nunca se retractó de lo expresado en esa frase de 1969.  Ella es una  joven militante y puede ser que conozca poco la obra de Moreno. No es el caso de Ana Cristina Machado, que en su texto menciona la larga entrevista realizada en 1986, poco antes de su muerte, que es considerada  su testamente político, Conversaciones con Nahuel Moreno.  Recientemente, con motivo de cumplirse el 30 aniversario de su muerte, la LIT- CI ha realizado una edición especial de esa obra en donde da su visión sobre el tema. Ante la pregunta de qué opina sobre la homosexualidad, Moreno responde:

“Como problema social es muy complejo. Los sexólogos que he leído opinan que la opresión al homosexual masculino, que siempre fue muy intensa, empieza a aflojar en los últimos años. Así como hace treinta o cuarenta años la sociedad rechazaba a una mujer que tenía varias relaciones de pareja y ahora empieza a aceptarla, parece que sucede lo mismo con los homosexuales. Quedan muchos prejuicios, pero van desapareciendo. Algunos sexólogos italianos reivindican la homosexualidad femenina: dicen que en la relación heterosexual la mujer es sometida, mientras que en la homosexual pasa a ser sujeto de la relación. Hay gran amistad y franqueza, las integrantes de la pareja se comentan libremente qué es lo que les gusta, etcétera. Yo considero a la homosexualidad algo tan normal que me opongo a hacer propaganda. En este sentido coincido plenamente con Daniel Guerin, el gran historiador marxista francés —y conocido homosexual-, autor de un libro donde reivindica la homosexualidad. Para mí es lo mejor que se ha escrito al respecto. En el prólogo a la edición japonesa de su libro Guerin alerta a los homosexuales contra su tendencia a hacer de su liberación un fin en sí mismo, y que el gran problema que debe plantearse todo militante es la transformación de la sociedad.

(…) Dentro de la sociedad luchamos a muerte contra la opresión de los homosexuales y todo tipo de opresión: nacional, racial, etcétera”.

Se puede coincidir o no con esa visión de Moreno, pero no se puede decir que  la misma es  lgbtfóbica,  ni que es un bruto que defiende la moral stalinista frente a la homosexualidad,  como afirma Jéssica Milaré y como induce a pensar el texto de Ana Cristina Machado.

¿Cómo se explica esa frase de 1969?

Si bien nunca apareció una expresión similar en ninguno de sus escritos anteriores o posteriores, la frase existió. La única explicación que se puede dar es que es producto de  la cultura y el desarrollo de la ciencia de su época, es decir con esa frase Moreno capituló a la cultura homofóbica imperante. Una cultura homofóbica tan fuerte que en  Inglaterra, uno de los países más avanzados del mundo, la homosexualidad era considerada un crimen hasta la década del 70 y  en los países más “progresivos” recién en 1973 fue sacada como perversión de los manuales de psiquiatría.

Es lo mismo que explica la actitud prejuiciosa de Marx y Engels frente a los homosexuales a los que denominaban “pederastas”, como se ve en las cartas intercambiadas entre ellos (1); las referencias de Lenin a “las aberraciones de la vida sexual anormal o hipertrofiada”(2);  la mención de Clara Zetkin a las “consecuencias morales de la concentración de muchas mujeres en una fábrica”(3).

Pero, independientemente de las más o menos atrasadas definiciones, que tenían que ver con la época, en la política lo que siempre se impuso fue el enfrentamiento a toda opresión. Así los marxistas alemanes se opusieron al procesamiento de Oscar Wilde en Inglaterra en 1895; en 1922 el primer código penal bolchevique deja de mencionar a la homosexualidad como un crimen y la Constitución soviética  «declara una total ausencia de interferencia del Estado y de la sociedad en los asuntos sexuales, siempre y cuando no se afecten los intereses de ninguna otra persona» ; Clara Zetkin defiende a homosexuales perseguidos por Stalin en la década del 30; Moreno ofrece los locales de su partido para que se  reúna el MLH en la década del 70 en Argentina.

Tiene poco que ver con el marxismo analizar a una personalidad independientemente de su época. Y tiene muy poco que ver con la honestidad intelectual el atacar a dirigentes por posiciones del pasado, cuando estas fueron  corregidas y cambiadas.  A nadie se le ocurre (salvo al stalinismo) decir, hoy que Lenin defendía la revolución por etapas y que Trotsky estaba en contra del partido bolchevique, porque ellos abandonaron esas posiciones en 1917.  Entonces, por qué se ataca a Moreno por una frase de un documento de 1969, cuando en la práctica actuó de otra manera y cuando hizo explícito su cambió de posición en un trabajo de 1986, ampliamente difundido.

Como ya dije, puede ser que Jéssica Milaré no conozca las últimas posiciones de Moreno, ni su posicionamiento político frente al MLH en la década del 70. Pero, como es que los dirigentes del MAIS, que se reivindican morenistas,  no se preocuparon en aclarar esto a esa joven compañera.

Cuál era la moral defendida por Nahuel Moreno

Es inexplicable que los dirigentes del MAIS no digan nada, cuando una columnista de su periódico declara públicamente que el texto de moral de Moreno de 1969, es  «una visión  stalinista de las personas  LGBTs, para justificar un juzgamiento moral sobre los LGBTs dentro de la organización revolucionaria».

Ese texto, como lo sabe toda nuestra corriente, no fue escrito para responder a Stonewall, como manifiesta Jéssica Milaré. No sé si fue escrito antes o después del 28 de junio de 1969. De lo que estoy convencida es que muy difícilmente los ecos de esos acontecimientos hayan  penetrado las paredes de la cárcel peruana donde estaba preso Moreno, en una época en que no se contaba con los medios de comunicación de hoy en día.

Ese texto fue escrito para responder a problemas del partido argentino que no tenían nada que ver con la homosexualidad, sino con el desarrollo de una moral que partía de la reivindicación del goce y la libertad individual, una moral de “hacer lo que tengamos ganas”, de la satisfacción de las propias necesidades de cada uno, sin pensar en los presos, en los nuevos compañeros, sin ningún tipo de reglas y normas. Es decir una moral que tenía mucho que ver con la moral espontaneista, de la que se hacía campaña y era llevada a la práctica por cuadros y dirigentes del partido y cuyas víctimas eran principalmente las mujeres.

A eso Moreno contrapone la moral bolche que tiene la referencia central en la revolución socialista mundial y que a nivel partidario se basa en que no hay nada más importante que el otro compañero/a, tanto en la acción militante como en las relaciones personales, basadas en la franqueza, la honestidad y el respeto por el otro/a.

Jéssica Milaré tiene, por supuesto, el derecho de estar en contra de esos criterios morales defendidos por Moreno. Pero es necesario aclararle que esos criterios no tienen nada que ver con la moral stalinista, la moral de los privilegios a los dirigentes (a todos los niveles), la moral de la mentira, de las amlagamas,  de la falsificación de la historia, de la calumnia.

Por el contrario, su cuestionamiento a la moral espontaneista, a la moral del «goce y la libertad individual»,  tiene mucho más que ver con lo expresado por Lenin en su conversación con Clara Zetkin:

«A mí me repugna por igual ese respeto hipócrita a la moral burguesa y ese constante hociquear en la cuestión sexual. Por mucho que se las dé de rebelde y de revolucionaria, esta actitud, es, en el fondo, perfectamente burguesa. Es, en realidad, una tendencia favorita de los intelectuales y de los sectores afines a ellos. En nuestro Partido, en el seno del proletariado militante, con conciencia de clase, no tienen nada que hacer estas cuestiones.

«El cambio de actitud de los jóvenes ante los problemas de la vida sexual es, por supuesto, una cuestión «de principio», y pretende apoyarse en una teoría. Muchos llaman a su actitud «revolucionaria» y «comunista». Y creen honradamente que lo es. A mí, que soy viejo, eso no me impone. Y aunque no tengo nada de asceta sombrío, me parece que lo que llaman «nueva vida sexual» de los jóvenes —y a veces también de hombres maduros– no es, con harta frecuencia, más que una vida sexual puramente burguesa, una prolongación del prostíbulo burgués. Todo eso no tiene nada que ver con la libertad amorosa, tal como la concebimos los comunistas.

Seguramente conoce usted la famosa teoría de que, en la sociedad comunista, la satisfacción del impulso sexual, de la necesidad amorosa, es algo tan sencillo y tan sin importancia como «el beberse un vaso de agua». Esta teoría del vaso de agua ha vuelto loca, completamente loca a una parte de nuestra juventud, y ha sido fatal para muchos chicos y muchas muchachas. Sus defensores afirman que es una teoría marxista (…)  “La famosa teoría del vaso de agua es, a mi juicio, completamente antimarxista y, además, antisocial. En la vida sexual, no sólo se refleja la obra de la naturaleza, sino también la obra de la cultura, sea de nivel elevado o inferior  (…) Pero, todavía más importante que todo esto es el aspecto social. Pues el acto de beber agua es, en realidad, un acto individual, y en el amor intervienen dos seres y puede nacer un tercero, una nueva vida. En este acto reside un interés social, un deber hacia la colectividad. (…) Como comunista, yo no tengo la menor simpatía por la teoría del vaso de agua, aunque se presente con la vistosa etiqueta de “emancipación del amor”. Por lo demás, esta pretendida emancipación del amor no es ni comunista ni nueva. Como usted recordará, es una teoría que se predicó, principalmente, a mediados del siglo pasado en la literatura con el nombre de “libertad del corazón”. Luego, la realidad burguesa demostró que de lo que se trataba era de libertar no al corazón, sino a la carne (…) (4)

Dejé pasar un tiempo antes de responder a este ataque de Jéssica Milaré, esperando alguna aclaración de los dirigentes del MAIS. Lamentablemente esa aclaración no existió. Esa ausencia hace más importante que demos esta respuesta, ya que ese texto no ataca tal o cual error de Moreno, sino que cuestiona su moral y no se puede permitir que en forma tan irresponsable se intente manchar la moral de un revolucionario, mucho más cuando se trata de nuestro principal dirigente y maestro.

Notas

(1) Marx y Engels, Obras Completas, cartas del 22 de junio y del 17 de diciembre de 1869, donde hacen referencia a Jean Baptiste von Schweitzer, quien dirigía  a los lasallistas desde la muerte de Lasalle y era conocido por su homosexualidad.

(2) Recuerdos sobre Lenin, Clara Zetkin, Biblioteca Virtual, www.omegalfa.es

(3) La emancipación femenina y la revolución alemana de 1848, Clara Zetkin

(4) Recuerdos sobre Lenin, Clara Zetkin, Biblioteca Virtual, www.omegalfa.es

 

 

 

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