Durante el verano, las temperaturas en el sur de Irán pueden alcanzar 50°C fácilmente. Este año, además de la alta temperatura, ocurrió la mayor ola de luchas obreras desde que la revolución democrática de 1979 derrocó la dictadura del Sha Reza Pahlevi. Estas huelgas se dan en el contexto del deterioro de las condiciones económicas en el país, al cual contribuyen varios factores.
Por: Fabio Bosco
Treinta años de neoliberalismo llevó a las privatizaciones y a la flexibilización de los derechos laborales. La vuelta de las criminales sanciones americanas en 2018 derrumbó la moneda local, que perdió 70% de su valor alcanzando la cotización de 236.000 rials por un dólar americano, impactando el nivel de vida de la clase trabajadora. A las sanciones se juntaron la recesión económica mundial, la pandemia de coronavirus, de la cual Irán fue uno de los países más afectados del mundo, y la corrupción crónica del régimen, que privilegia a la burguesía bazaari y a las burocracias estatal y paraestatal (fundaciones y la guardia revolucionaria).
En este escenario, entre el 1 y el 8 de agosto de 2020, más de diez mil obreros de 29 empresas de la industria petroquímica entraron en huelga por el pago de salarios atrasados y del seguro de desempleo, y contra la tercerización, los contratos temporarios y los contratos en blanco (sin definición formal de los derechos laborales). Entre las empresas paralizadas están la Usina Termoeléctrica de Tabriz, Usina de Mashhad, Refinería de Isfahán, Refinería de Qeshm, Refinería de Abadán, Refinería de Jafir, Refinería de Kangan, Refinerías 4, 24 y fase 24 de South Pars, Refinería de Parsin, Petroquímica de Lamerd, Refinería de Mahshahr, Usina Bidkhon de South Pars, Compañía de Asfalto de Toos Dasht Azadegan, Petroquímica de Assaluyeh, Usina de Mashhad, Usina de Tabriz y la Hepco, la mayor industria pesada del oeste de Asia.
Además de estas, hay otras huelgas importantes como la de la Urmia Single Line Bus, varios sectores de empleados públicos, y la principal huelga del país en el Juzestán, donde 800 obreros del complejo agroindustrial de Haft Tappeh están en huelga desde el 14 de junio. Ellos luchan por el pago de los salarios atrasados, por el derecho de organización sindical independiente del Estado, contra la privatización realizada, contra gerentes corruptos, y por la libertad de sus compañeros presos. Esos mismos trabajadores realizaron tres huelgas en 2018 por las mismas reivindicaciones y se tornaron un punto de referencia de las luchas obreras en el país[1].
Otros sectores entraron en huelga a finales de agosto: las enfermeras de Isfahán por salarios no pagos; profesores en Teherán y Karaj contra contratos de trabajo precarios; trabajadores municipales de Lali por el pago de salarios atrasados hace doce meses y plan de salud no pago desde hace seis meses; obreros del departamento de medidores de gas y energía eléctrica de Qazvín que hicieron bloqueos de vías por el pago de salarios atrasados; jubilados de Teherán; trabajadores en Varamin y las empresas petroquímicas South Pars.
Esta ola de huelgas fue antecedida por varias luchas este año
Las primeras protestas de 2020 ocurrieron contra la caída de un avión con 176 pasajeros a bordo, el 7 de enero de 2020. Además de manifiestos de artistas y periodistas, estudiantes de dos universidades protestaron durante cuatro días.
El 1 de mayo, trabajadores realizaron acciones en Sanandaj, Saqqez, Dezli y Teherán. Entre sus banderas constaban “Trabajo, pan y libertad”, “Consejos obreros”, “Huelga general”, “Libertad para todos los trabajadores presos”, “Trabajadores de todos los países, uníos”, “Abajo la opresión y la explotación”.
Algunas reivindicaciones específicas también fueron levantadas, como mejores condiciones de trabajo para los trabajadores de la salud en contratos temporarios y el pago del salario para trabajo doméstico.
Desde el final de abril, los 3.000 trabajadores de la compañía de carbón Kermán paralizaron sus actividades intermitentemente en las minas de Rava, Cunanan y Zarand contra la privatización de la empresa, por mejora salarial, seguridad en el trabajo, y por el fin de contratos temporarios.
A mediados de mayo hubo una serie de protestas de los trabajadores de la salud en las provincias de Guilán, Lorestán, Qazvín y Hamadán frente a los edificios de Ciencias Médicas y del Ministerio de Salud contra condiciones de trabajo insalubres, salarios atrasados y contratos temporarios. Varios enfermeros y enfermeras perdieron sus vidas en el combate a la pandemia de Covid-19.
Es importante notar que fuera de los hospitales se formaron grupos de ayuda mutua en varias ciudades, particularmente en el Kurdistán, para orientar y distribuir máscaras, guantes y alcohol en gel gratis.
El 30 de junio, los trabajadores municipales de Bushehr entraron en huelga por el pago de salarios y contra la tercerización.
El futuro de estas luchas no está resuelto aún. Mientras la crisis económica y sanitaria empuja a los trabajadores a la lucha para garantizar su sobrevivencia, la represión del régimen y el desempleo sirven de contrapeso. De cualquier forma, es este accionar de la clase trabajadora que puede abrir el camino para una huelga general y una nueva revolución democrática.
La devastadora pandemia de coronavirus
Irán fue y continúa siendo uno de los países más devastados pro la pandemia. La pandemia llevó el sistema hospitalario al colapso, a millares de muertos e infectados, además de generar protestas dentro de los presidios y también de los trabajadores de la salud.
Así como gobiernos en todo el mundo, el régimen iraní también intentó ocultar los datos terribles de la pandemia. No obstante, los datos reales de informes de salud fueron filtrados para la BBC. En lugar de los 14.405 muertos hasta el 20 de junio, el número real es el triple, casi 42.000 muertos. Ya el número de contaminados es casi el doble de los números oficiales (278.827 es el número oficial, pero el real es 451.024). La primera muerte ocurrió el 22 de enero y no un mes después como afirma el régimen. En las últimas semanas hubo un aumento del número de contaminados, lo que puede significar que está en curso una segunda ola de la pandemia[2].
Debido a la pandemia, la superpoblación de los presidios iraníes se tornó insostenible y el gobierno anunció la liberación de un número de entre 50.000 y 85.000 presos. Incluso así hubo una ola de protestas dentro de los presidios.
El 16 de marzo, 128 presos políticos entraron en huelga de hambre en la prisión de Evin. Al día siguiente, más de 45 presos políticos entraron en huelga en la prisión de Fashafuyeh, en Teherán. El 26 de marzo, los presos de la prisión de Tabriz se rebelaron contra la policía quemando sus cobertores, y fueron reprimidos con balas. Varios fueron heridos. El 27 de marzo, 70 presos en la prisión de Saqqez, en el Kurdistán, consiguieron huir.
El 28 de marzo, hubo protestas dentro de las prisiones de Hamadán, Mahabad, Khoramahad y Aligodarz. Al día siguiente, algunos presos consiguieron huir de la prisión de Adelabad en el municipio de Shiraz.
El 31 de marzo hubo otra rebelión en la prisión de Sepidar, en el municipio de Ahwaz. La prisión tiene capacidad para 2.000 presos pero había en ella 4.500. Durante el enfrentamiento con la policía, siete presos fueron muertos y varios heridos.
Las luchas contra la pena de muerte y por libertad
Irán es el segundo país con mayor número de ejecuciones en el mundo, atrás de China. El año pasado, fueron 251 presos ejecutados por el Estado, de acuerdo con Amnistía Internacional. En abril de este año, 25 presos fueron ejecutados en menos de 10 días. Las autoridades iraníes aprovecharon la pandemia para realizar las ejecuciones sin protestas callejeras.
Entre los ejecutados está el activista kurdo Mostafa Salimi; él fue uno de los 70 prisioneros que consiguieron huir de la prisión de Saqqez el 27 de marzo. Fue preso por las autoridades kurdas iraquíes y deportado a Irán. Fue condenado a muerte por integrar un partido político kurdo.
El 14 de julio, Diaku Rasoulzadeh y Saber Sheikh Abdollah fueron ejecutados en la prisión de Urumieh en la provincia de Azerbaiyán Occidental. Ellos fueron condenados a muerte en 2015, por supuestamente poner una bomba en una parada militar en la ciudad de Mahabad, en 2010.
El mes anterior, el periodista disidente y fundador de la cuenta de Telegram Amad News, Rouhollah Zam, fue condenado a muerte por “extender la corrupción sobre la Tierra”. Entre otras, fue acusado de envalentonar a las personas a participar de las protestas contra el régimen en 2017 y 2018. Zam trabajaba en París, de donde fue secuestrado por la Guardia Revolucionaria Iraní, y llevado a Iraq y después a Irán.
El 14 de julio, la Suprema Corte mantuvo la condena a muerte de tres jóvenes activistas, Amishossein Moradi, Mohammad Rajabi y Saeed Tamjidi, presos en las protestas de noviembre de 2019 contra el alza del precio de la gasolina.
Pero un twitazo de 7,5 millones de tweets en el mismo día, incluyendo a personalidades del mundo artístico y deportivo, obligó a la Suprema Corte a suspender la ejecución de los activistas y anunciar un nuevo juicio. Los dos días siguientes hubo manifestaciones de vanguardia en Teherán, Shiraz, Behbahan, Isfahán, Orumiyeh y Mashhahr.
El régimen iraní contó con el apoyo de la policía turca para arrestar a dos de estos tres jóvenes activistas. Rajabi y Tamjidi huyeron a Turquía el 20 de noviembre, donde solicitaron asilo político. No obstante, la policía turca, sin ninguna explicación, los deportó a Irán el 28 de diciembre, días después de la visita del presidente iraní a Ankara.
Vale recordar que la colaboración entre los regímenes iraní y turco no se limita a eso. Desde el 18 de marzo, las fuerzas militares turcas e iraníes realizan operaciones simultáneas contra bases del PKK en el Kurdistán iraquí. Vale recordar también que el servicio de inteligencia turco (MIT) detuvo al activista balochi/iraní Abdollah Bozorgzadeh en Ankara, el 11 de junio de 2020. Si se lo extradita a Irán, él puede ser ejecutado.
Además de la pena de muerte, el régimen iraní también realiza puniciones ejemplares contra huelguistas. Es el caso de 42 trabajadores de las Industrias AzarAb, condenados a un año de prisión, 74 latigazos y un año de trabajo comunitario forzado. Su “crimen” fue protestar contra el atraso de salarios y la falta de estabilidad en el empleo, luego de la privatización de ese gran conglomerado industrial. Tras las protestas internacionales, esos trabajadores tendrán derecho a un nuevo juicio.
Otro caso es el del sindicalista Jafar Azimzadeh, dirigente del consejo de sindicatos libres de Irán. Condenado a cinco años de prisión por organizar actividades sindicales, él sufre de problemas cardíacos y pulmonares. Hace pocos días se contaminó con coronavirus y las autoridades iraníes, en lugar de internarlo en un hospital, lo transfirieron para la prisión Rajai Shahr, en una clara tentativa de matarlo. Ahora, está en huelga de hambre desde el 17 de agosto. También en huelga de hambre en la prisión está la conocida abogada Nasrin Sotudeh.
La activista feminista y ecologista Atena Daemi fue condenada a dos años de prisión y 75 latigazos. Otras activistas feministas como Golrokh Iraee, la kurda Zeynab Jalalian, y la activista de derechos humanos Narges Mohmammadi continúan presas. Varias activistas jóvenes conocidas como “Las Jóvenes de la Avenida Revolución” que se quitaron sus hijabs (pañuelos usados para cubrir los cabellos) para protestar contra la obligación de su uso, recibieron largas penas de prisión.
La joven periodista y activista sindical Sepideh Gholian fue presa nuevamente por negarse a firmar un pedido de disculpas al Líder Supremo Ayatolá Khamenei.
Algunas activistas hombres como Arash Sadeghi y Soheil Arabi también están presos por defender los derechos de las mujeres[3].
Sabotaje israelí afecta actividades industriales y nucleares iraníes
Más allá de las criminales sanciones americanas contra Irán, hay varias acciones de sabotaje en curso. Desde el 26 de junio, ocurre una serie de explosiones y/o incendios en instalaciones iraníes.
El 26 de junio, la base militar de Parchin, donde se producen misiles balísticos, tuvo una explosión. El 30 de junio hubo una explosión en una clínica médica de Teherán. El 2 de julio, una explosión seguida de fuego en la usina nuclear de Natanz, donde se localizan centrífugas para enriquecimiento de uranio. Según el diario New York Times, el Estado de Israel es el responsable por la poderosa bomba plantada dentro de la usina próximo a una tubería de gas[4].
El 3 de julio fue la usina de energía en Shiraz la que se prendió fuego. El día 4 hubo una pérdida de gas en la industria petroquímica en Karoun y una explosión en la usina de energía de Ahwaz. El días 12, ocurrió un incendio en un complejo petroquímico en Juzestán.
El día 13, por lo menos seis tanques de almacenamiento explotaron y se prendieron fuego en la fábrica de gas líquido en la zona industrial de Kavian Fariman. Ese mismo día, una fábrica de aluminio en la ciudad fabril de Lamard, en la provincia de Fars, se incendió. El día 15, por lo menos siete navíos se incendiaron en el puerto de Bushehr. El día 19 hubo una explosión en el transformador de la usina termoeléctrica de Islamabad, en la provincia de Isfahán.
Además, hubo 1.100 incendios en los últimos tres meses, que destruyeron 150 millas cuadradas de selvas. Las autoridades iraníes creen que por lo menos un quinto de esos incendios fueron intencionales.
A pesar de que el gobierno israelí no reivindica la autoría de esos actos de sabotaje, varios analistas coinciden en afirmar que los israelíes están por detrás del sabotaje, con señal verde de los Estados Unidos (y tal vez incluso hasta la colaboración directa). Cuestionado, el ministro de Defensa israelí declaró el 5 de julio que “realizamos acciones sobre las cuales es mejor no comentar”.
Hace cuatro años, las fuerzas israelíes consiguieron robar archivos iraníes que estaban en una instalación fabril y hace dos años usaron un virus virtual llamado Stuxnet, probablemente en conjunto con los Estados Unidos, para sabotear las centrífugas nucleares iraníes.
Estos actos de sabotaje atrasan el programa nuclear iraní y afectan la estructura productiva del país. Los agresores, el Estado de Israel y Estados Unidos, salen fortalecidos. Pero el propio régimen iraní no sale mal, ya que utiliza esas agresiones para legitimar la represión contra la población trabajadora iraní.
El imperialismo, el régimen y la clase trabajadora en disputa por el futuro de Irán
Irán es un país semicolonial que se constituyó en un bastión de los intereses imperialistas estadounidenses y europeo bajo el antiguo régimen del Sha Reza Pahlevi.
La revolución democrática de 1979, en la cual la clase obrera cumplió un papel decisivo a través de la huelga general, de las manifestaciones callejeras y de los consejos obreros (denominados shoras en lengua farsi) fue secuestrada por su principal dirigente, el Ayatolá Khomeini, apoyado por la fuerte burguesía comercial denominada bazaari, que impuso el cierre del régimen y la persecución a los disidentes liberales y los partidos de izquierda.
La salida de la órbita americana no impidió al nuevo régimen autoritario iraní realizar acuerdos por debajo con el régimen americano, como fue el caso de la compra de armas en los años de 1980 (conocido en los Estados Unidos como el escándalo Irán-Contras), el sostenimiento del régimen títere de Karzai en Afganistán, y la propia invasión americana y la imposición de un régimen de ocupación en Iraq, a partir de 2003.
A pesar de esos acuerdos, los Estados Unidos impusieron sanciones económicas contra Irán desde 1979, con algunos intervalos como el del período entre 2015 y 2018, cuando estuvo vigente el acuerdo nuclear con los imperialismos norteamericano y europeo.
El asesinato del general iraní Kassem Suleimani por los Estados Unidos[5] y los actos de sabotaje israelí en julio, con el apoyo de EEUU, hacen parte de este esfuerzo de “presión máxima” a través del cual el gobierno Trump busca un nuevo acuerdo nuclear más restricto que le rinda votos en las elecciones americanas.
Eso no impidió que los regímenes americano e iraní realizasen un acuerdo que dio posesión al nuevo primer ministro iraquí Mustafá Al-Kadhimi, el entonces jefe de la inteligencia iraquí más próximo de los intereses americanos, posiblemente a cambio de la repatriación de fondos iraníes en el exterior[6].
Por su parte, el imperialismo europeo también busca profundizar la recolonización económica y política del país, pero con una táctica diferente del imperialismo norteamericano. Los europeos apoyan el acuerdo nuclear firmado en 2015 y por eso las votaciones en el Consejo de Seguridad en agosto de 2020 no renovaron el embargo de armas ni aprobaron sanciones sobre Irán en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Estos hechos muestran la existencia de fuerte opresión imperialista americana contra la nación iraní. Pero también muestran la disposición del régimen burgués iraní de acomodarse a este orden internacional imperialista, y no derrocarlo.
En la imposibilidad de acuerdo con el imperialismo americano, el régimen iraní busca ampliar su influencia regional sosteniendo regímenes burgueses autoritarios en Siria, en el Líbano y en Iraq, y apoyando a los Houthis en Yemen y a Hamas en Gaza. En escala internacional, se aproxima de los regímenes ruso, chino y venezolano. De esta forma, busca la negociación con el imperialismo en mejores condiciones de fuerza, con más cartas en la manga. Pero no tiene el objetivo de expulsarlo de la región, y mucho menos de liquidarlo.
Las fuerzas políticas iraníes que apoyan la política del imperialismo norteamericano (los monarcas y el MEK) quieren un régimen capitalista autoritario que someta el país al orden imperialista.
Por su parte, las diferentes alas del régimen iraní, sea el sector línea dura o el sector moderado, también quieren el mantenimiento del régimen capitalista autoritario y aceptan una sumisión negociada del país al orden imperialista.
La tercera vía nace de las luchas obreras y sociales
La única fuerza social con interés histórico e inmediato para llevar adelante la completa liberación nacional e implantar un régimen socialista con amplias libertades democráticas es la clase obrera iraní y sus aliados naturales entre las masas urbanas desposeídas, la juventud, las mujeres y las nacionalidades oprimidas.
Una nueva revolución iraní que lleve a la clase obrera al poder podrá dar los pasos necesarios para alimentar las revoluciones en toda la región, para liquidar la dominación imperialista, y para llevar al poder gobiernos de los trabajadores, que se unan en una Federación de Repúblicas Socialistas del Medio Oriente.
Las fuerzas sociales de esta nueva revolución iraní pulsan en la ola de movilizaciones de noviembre pasado[7], en las huelgas obreras y en las luchas democráticas de estudiantes, trabajadores, trabajadoras, mujeres y nacionalidades oprimidas.
Recientemente, la clase trabajadora iraní realizó dos importantes acciones: el twitazo en julio contra la pena de muerte de tres activistas, y el verano caliente de luchas obreras en agosto, en medio de un escenario devastador de crisis económica, debido a las durísimas sanciones americanas; al flagelo de la pandemia de Covid-19; a la recesión económica internacional; y al sabotaje israelí contra instalaciones nucleares industriales, militares y portuarias en el país.
A esas fuerzas obreras y populares debemos dirigir toda nuestra solidaridad para poner fin a la opresión imperialista, el régimen autoritario, y la explotación capitalista.
[1] https://www.facebook.com/iranianprotestslive
[2] https://www.bbc.com/news/world-middle-east-53598965
[3] https://allianceofmesocialists.org/iran-explosions-and-growing-internal-repression/?fbclid=IwAR3kDe-uV7OAPivHqSZZokS9lQR42_Cjq5WxdhcaK0y_wRlm3LsliBWypsQ
[4] https://www.nytimes.com/2020/07/10/world/middleeast/iran-nuclear-trump.html?action=click&module=RelatedLinks&pgtype=Article
[5] https://litci.org/pt/mundo/oriente-medio-mundo/ira/revolucao-e-contrarrevolucao-no-oriente-medio-apos-assassinato-de-lider-iraniano-e-derrubada-de-aviao-de-carreira/
[6] https://www.middleeasteye.net/news/revealed-secret-us-iran-deal-installed-kadhimi-baghdad
[7] https://litci.org/pt/mundo/oriente-medio-mundo/ira/mais-uma-vez-morte-ao-ditador/
Traducción: Natalia Estrada.