Jue Mar 28, 2024
28 marzo, 2024

El coronavirus y el socialismo

En estas semanas mucho se ha dicho y escrito sobre coronavirus. Queremos contribuir también nosotros al debate con estas Faq[1], es decir, con preguntas y respuestas. No nos detendremos en los aspectos relacionados con el campo médico y de la salud. Más bien, tenemos dos propósitos: 1. resaltar las responsabilidades específicas del sistema capitalista (y sus gobiernos) en la génesis y la mala gestión de la emergencia; 2. explicar a los trabajadores, los desempleados, los estudiantes cuál sería el enfoque, en casos similares, de un sistema económico y social diferente, por el cual estamos luchando: el socialismo.

Por: Departamento Sindical del Partido de Alternativa Comunista (PdAC), Italia

¿El hecho de que el coronavirus se haya desarrollado inicialmente en ambientes pobres tiene que ver con el sistema capitalista?

Sí, el sistema capitalista desde siempre ha obligado a una condición de pobreza absoluta a la mayor parte de la población mundial. Recordemos que hoy poco más de 2.000 capitalistas tienen en sus manos más de lo que poseen en su conjunto 4.600 millones de personas. Un 50% de la población mundial posee menos de 1% de la riqueza mundial. Los países capitalistas más ricos, aquellos que nosotros llamamos imperialistas, literalmente han saqueado –y continúan saqueando– continentes enteros: África, América Latina, gran parte del continente asiático. En amplias regiones del mundo las grandes multinacionales europeas y norteamericanas se han apropiado de materias primas y han explotado mano de obra barata en los países pobres. También China, si bien es una potencia emergente que a su vez intenta subyugar a las regiones más pobres, ha sido y sigue siendo en parte un territorio explotado por las multinacionales y las empresas capitalistas de los países imperialistas. No debería sorprendernos si entre estas poblaciones pobres, sobreexplotadas y hambrientas, que viven en condiciones higiénicas inhumanas, se crean situaciones que facilitan la propagación de virus como este. También debemos agregar que, incluso en los países occidentales, los gobiernos capitalistas, con las políticas de austeridad, cortaron decenas de miles de camas en hospitales, cerraron y privatizaron miles de clínicas, recortaron los fondos para investigación, especialmente lo que no era considerado útil para los intereses de las multinacionales farmacéuticas (lo que también explica por qué en 2020 tenemos dificultades para encontrar tratamientos y vacunas para el coronavirus). Todo esto sucedió porque prefirieron sacrificar la salud pública para dar miles de millones a bancos y accionistas ricos.

¿En el socialismo, entonces, la epidemia de coronavirus no se habría iniciado?

De algo estamos seguros: la pobreza extrema siempre en la historia ha favorecido la propagación de epidemias. El sistema social por el cual nosotros luchamos, el socialismo, abre la posibilidad de erradicar la pobreza en el mundo. Es un sistema en el cual la propiedad privada de los medios de producción (es decir, la de las fábricas y los bancos) se sustituirá por la propiedad colectiva, en una primera fase estatal. Y posteriormente –como decía Marx– será posible alcanzar la condición de “libres productores asociados”. Todo esto, sin embargo, a condición de que sea instaurado en nivel mundial.

Como ha demostrado la trágica historia de la Unión Soviética estalinizada, si una economía de transición al socialismo (como era la soviética) queda aislada y no se extiende en nivel internacional, se generan fealdades históricas como el estalinismo: por esto, como decía Trotsky, necesitamos una revolución permanente, que se extienda en nivel internacional. Hoy, la pobreza de las masas deriva esencialmente del hecho de que pocos ricos multimillonarios concentran en sus manos la inmensa mayoría de la riqueza. Si el proletariado logra, con el partido revolucionario internacional a la cabeza, establecer una economía socialista en todo el mundo, la pobreza desaparecerá. Esto también significaría mayores posibilidades de reducir la propagación de epidemias en el origen.

El virus tuvo su origen en China. Pero, ¿China no es un país “comunista”?

No, China no es un país comunista, ni nunca lo fue. Al final de la Segunda Guerra Mundial se dio una revolución que expropió los capitales privados, se creó un Estado obrero y campesino deformado, con las características típicas de los Estados obreros degenerados de la era estalinista. Todos los poderes han estado concentrados en manos de una casta burocrática (maoísta, en este caso) que progresivamente ha desmantelado las conquistas de la revolución. Ya en la década de 1970 se había llegado a la restauración del capitalismo en China: la vieja burocracia maoísta se convertía en una nueva clase burguesa, que detenta el control de capitales privados chinos (incluidas las multinacionales). Es también un régimen dictatorial: podríamos definirla una dictadura capitalista. El hecho de que la burocracia china se reclame comunista es a nuestro entender una usurpación. Es una herencia del estalinismo, que se reclamaba del comunismo en el momento en que estaba construyendo un régimen que nada tenía que ver con el comunismo. No es casualidad que en Rusia y en los otros Estados obreros degenerados se haya restaurado el capitalismo, en sus formas más brutales.

Es verdad que la recesión en Italia como en otros países capitalistas será causada precisamente por el coronavirus?

No, en realidad el coronavirus podrá ser solo la causa detonante, el fusible, de una recesión que estaba incubándose desde hacía tiempo en la economía mundial. Incluso, IlSole24Ore, periódico de la Confindustria, informó el 6 de marzo que ya antes del brote de la epidemia Covid-19 había señales que llevaban a creer muy probable una recesión global en los próximos doce meses. Las causas desencadenantes podrían haber sido diversas: un recrudecimiento de la guerra arancelaria entre China y los Estados Unidos; la explosión de la burbuja relacionada con las deudas contraídas por los estudiantes para pagar la universidad en los Estados Unidos; la quiebra de una gran institución financiera (como sucedió en 2009 con Lehman Brother); tensiones entre países productores de petróleo. Pero la causa principal, estructural, de una recesión general, como ha sido el caso durante más de un siglo, es la caída de la tasa de ganancia de las empresas capitalistas. Cuando su caída en términos absolutos se agrega a la caída porcentual en las ganancias, la historia nos enseña que la recesión es inevitable. La economía ha estado en esta situación durante algún tiempo. Era solo cuestión de tiempo y, obviamente, el coronavirus ahora acelera todo este proceso.

Las medidas económicas tomadas por el gobierno italiano, en particular el aumento de la deuda pública, ¿tendrán repercusiones en las vidas de los trabajadores y las masas populares? ¿Cuáles?

Sin sombra de duda. Ya hoy el gobierno está tomando decisiones que traerán como consecuencia el aumento de la deuda. Es muy probable que otras les sigan la semana próxima, con aumentos de gastos mucho más consistentes. La mayor parte de ellas serán a beneficio del gran capital, pero no podemos excluir que, mientras dure la emergencia sanitaria, para evitar explosiones sociales difícilmente manejables, puedan también tomar medidas a favor de los trabajadores, aunque serán parciales e insuficientes. Tan pronto como haya pasado la fase más aguda de esta situación, en uno o dos años, un gobierno burgués, de cualquier color, pasará la cuenta a los trabajadores, pidiendo la restitución de lo que se les ha dado y cobrando también lo que se les dé a los patrones. Las políticas de austeridad volverán con prepotencia a lo común de cada día. En una época histórica como la que estamos viviendo, donde no se ve el fin de la precariedad económica, ni la más mínima mejora puede mantenerse mientras domine la lógica de la ganancia.

¿En el socialismo no habría riesgo de recesión o crisis de la deuda?

La crisis económica y las recesiones, la crisis de la deuda soberana (es decir, del Estado) no son conceptos ahistóricos absolutos sino situaciones que ocurren en una sociedad dividida en clases y, en particular, en la dominada por el capitalismo. Por otro lado, la naturaleza y las formas de las crisis han sido diferentes en la historia. En la época precapitalista se caracterizaron por la subproducción, causada por factores externos al ciclo económico, como las guerras y las hambrunas. Diferentes son las crisis en el capitalismo, que toman la forma de sobreproducción en cuanto el capital produce más de lo que necesita. No es un exceso absoluto, pero más de lo necesario para aumentar su valor. En el socialismo esto no sería posible: el objetivo del sistema económico y social no sería la producción como un fin en sí mismo, con el objetivo de aumentar el capital, sino la satisfacción de las necesidades humanas. No habría límites para la producción y, al mismo tiempo, no se debería necesariamente producir sin límites. La sociedad en su conjunto decidiría qué, cuánto y si producir. Como Marx escribió en los Grundrisse: «entonces la unidad de medida de la riqueza no será el tiempo de trabajo (funcional para aumentar el capital, ed) sino el tiempo libre». Lo mismo ocurre con la deuda pública. El dinero en perspectiva desaparecería o se limitaría solo a realizar una mera función contable. No sería la forma principal en que se materializa el capital, lo que se suprimiría, ni la forma en que se transfiere el valor. La deuda pública, indispensable para el funcionamiento de una sociedad capitalista y un instrumento adicional de enriquecimiento de la burguesía contra el proletariado, desaparecería. Como consecuencia, las crisis relacionadas con ello serían imposibles.

En Italia, como en otros países, el gobierno ha impuesto el cierre de escuelas pero no de otros lugares de trabajo, por ejemplo, las fábricas. ¿Por qué?

Porque en una sociedad dividida en clases, el gobierno es expresión de la clase dominante, es decir, de la burguesía, cuyo interés es mantener abiertas las fábricas para obtener ganancias, incluso a riesgo de la vida de los trabajadores. El sistema capitalista se basa en la propiedad privada de los medios de producción y, por lo tanto, en el beneficio de los capitalistas, que es lo primero, incluso antes que la vida humana. No es casualidad que lo bloqueado haya sido lo que no está directamente relacionado con el beneficio de los grandes capitalistas e industriales: escuelas, pequeñas actividades artesanales, comerciales y de servicios. Si, por un lado, el gobierno puede tener intereses materiales en erradicar la epidemia de Covid 19, por otro lado, no puede oponerse a la gran burguesía porque, para decirlo con Marx, actúa como su comité de negocios. Y es por eso, para no impedir las ganancias de los capitalistas, que ponen en peligro la vida de cientos de miles de obreros y obreras.

Los capitalistas aprovechan el coronavirus para defender sus intereses, con el apoyo de los gobiernos y de las burocracias sindicales. ¿Cuáles son los ejemplos más llamativos?

En general, los capitalistas aprovechan cualquier situación de emergencia para obtener ganancias y beneficios. Permaneció en la memoria colectiva la llamada telefónica de los dos empresarios satisfechos por los futuros negocios relacionados con la reconstrucción, después del terremoto que azotó a l’Aquila en 2009. Específicamente, en estos días de epidemia viral de Covid-19, ha habido diferentes formas de explotación en beneficio propio de una situación trágica, entre las más llamativas podemos contar: despidos, como en el caso de Air Italy que aprovechó esta crisis para mandar a casa a 1.500 trabajadores; el abuso desmesurado de las llamadas redes de seguridad social, con el que los grandes capitalistas que quieren imponer la continuidad de la producción en los sectores que son rentables para ellos, no dudan en socializar las pérdidas despidiendo a miles de trabajadores (golpeando con fuerza su poder de adquisición en esta fase de emergencia, entre otras cosas); el negocio del miedo y de la emergencia, donde el costo de las compras on-line de máscaras y jabones desinfectantes se ha disparado vertiginosamente y donde la industria farmacéutica obtendrá ganancias multimillonarias con el lanzamiento de curas y vacunas. En cada una de estas situaciones, el gobierno es protagonista y ejecutor, y las burocracias sindicales son cómplices. No olvidemos que las direcciones de CGIL, CISL y UIL han firmado un «Protocolo de Entendimiento» con el gobierno y la Confindustria que, además de prever la utilización de vacaciones y permisos de trabajo en caso de cierre temporal de las plantas, ¡no impone a los patrones el cierre de fábricas ni siquiera en caso de contagio dentro de la fábrica!

¿Podrían las fábricas cerrarse en el socialismo ante una emergencia como esta?

En el socialismo, es decir, en una economía colectiva bajo el control de los trabajadores, sin propiedad privada, los mecanismos de funcionamiento de la economía serían totalmente diferentes, porque, como explica Marx en El Capital, el capitalismo necesita explotar mano de obra para obtener ganancias (extracción de plusvalía o plusvalor). En el socialismo, dado que el beneficio privado no existe, la producción sería funcional solo para la satisfacción de las necesidades sociales, es decir, las necesidades de la comunidad. Por lo tanto, luego de una fase de transición inicial, se podría llegar a niveles de automatización de la producción muy elevados, con el uso casi exclusivo de máquinas y un uso muy limitado del trabajo humano. En una situación de emergencia como esta, la producción de bienes sufriría mucho menos si está en gran medida automatizada. En condiciones normales, en el socialismo cada obrero podría trabajar unas pocas horas a la semana y producir riqueza suficiente para satisfacer las necesidades de todos. En condiciones de emergencia como esta, ningún trabajador correría el riesgo de contagiarse en el lugar de trabajo. Las fábricas que producen bienes innecesarios cerrarían sin dudarlo. En las pocas fábricas que sería necesario dejar abiertas (producción de instrumentos sanitarios y bienes de primera necesidad) habría una reducción drástica de las horas de trabajo de cada operario (sin penalizaciones económicas), con la contratación de personal nuevo y, sobre todo, con la provisión de protección real, las mismas protecciones que necesitan los médicos que trabajan en salas infecciosas. Los sistemas de protección que los capitalistas hoy no tienen la intención de poner a disposición de los trabajadores, porque son demasiado caros y, por lo tanto, afectan sus ganancias.

El sector del transporte es uno de los más afectados, como demuestra lo anunciado en el transporte aéreo. ¿De quién son las responsabilidades?

A partir del sector de la salud, son muchas las contradicciones y las consecuencias que emergen de años de privatizaciones desenfrenadas y políticas de austeridad: el sector del transporte es uno de los más afectados. El transporte público local está experimentando años de severos recortes y una falta total de inversiones que ha llevado al borde de la bancarrota a importantes empresas de transportes municipales (en Roma, Nápoles, Génova, etc.) con el único propósito de justificar su eventual privatización. La situación es peor en el sector de la aviación, donde las liberalizaciones del mercado han permitido que el Estado pierda el control del sector, con la compañía de bandera maltratada por las privatizaciones y los aeropuertos en manos de grandes grupos privados que se llevan las ganancias. La condición del sector ferroviario es ligeramente mejor; sin embargo, hay muchas actividades subcontratadas [tercerizadas], como mantenimiento, y donde la propiedad pública de FS está lejos de ser una nacionalización al servicio del país, sino que expresa ese capitalismo de Estado con el que solo se enriquecen los patrones. Todo esto es el resultado de décadas de desmantelamiento perpetrado por gobiernos de todos los colores con la plena complacencia de las grandes burocracias sindicales, a través del intercambio de leyes (por ejemplo, la ley 146/90) que han reducido fuertemente el derecho de huelga.

 

El gobierno, por medio de la Comisión de Garantía de Huelgas y con la colaboración de las grandes burocracias sindicales, está prohibiendo las huelgas. ¿Es realmente una decisión necesaria para enfrentar la emergencia sanitaria?

La «invitación firme» de la comisión de garantía está fechada el 24 de febrero, y a través de ella se intimó a todas las organizaciones sindicales que no convocaran huelgas en los considerados servicios esenciales. Estábamos en vísperas de la huelga general del sector aeronáutico-aeroportuario que, entre los diversos reclamos, incluía en la agenda precisamente el problema de la propagación y el contagio de Covid-19 y la falta de la debida protección y las evaluaciones para reducir los operativos. Si bien los aviones y los trenes continúan cortando sus operaciones diariamente, los trabajadores aún tienen prohibido realizar huelgas. Está claro que esta disposición gubernamental, aceptada inmediatamente por la mayoría de las organizaciones sindicales, incluso algunas «de base», no tiene nada que ver con contener la propagación del virus, sino que continúa siendo solo un acto represivo contra aquellos trabajadores que, en un intento de proteger su propia salud, habrían utilizado la huelga en su defensa. No será el bloqueo de huelgas lo que detendrá el virus, sino el protagonismo de los trabajadores al imponer, incluso en servicios esenciales, los cuidados mínimos de emergencia y apoyo a la comunidad.

¿Cómo sería el transporte en el socialismo?

Como muchos otros sectores vitales de apoyo y a disposición de la comunidad, también el transporte en el socialismo sería totalmente público y controlado por los organismos democráticos de los trabajadores sin ningún objetivo de lucro. Una economía planificada permitiría, en el transporte, el equilibrio adecuado entre las condiciones de trabajo, el derecho a la movilidad, y el respeto al medio ambiente, así como a la salud y la seguridad, tanto de los trabajadores como de la población. Esto, entre otras cosas, reduciría significativamente la contaminación y el impacto en el medio ambiente. Ningún habitante, ni siquiera en las aldeas más lejanas, estaría separado del resto del país, del mismo modo que ningún isleño se vería obligado a recurrir a alguna empresa privada lista solo para obtener ganancias. La aparición del coronavirus está haciendo que la necesidad de nacionalizar las principales compañías de transporte sea aún más evidente: si se las pone bajo el control de los trabajadores, en esta situación de emergencia podrían llevar a cabo el servicio de movilidad necesario con el único propósito de limitar los desplazamientos solo por cuestiones de emergencia y para la reunificación familiar, con total seguridad y sin actuar como vehículo de transmisión del virus.

El sistema de salud italiano ha sufrido en los últimos años recortes multimillonarios y privatizaciones. ¿Contribuye esto a transformar el riesgo de contagio en un peligro para la vida de muchas personas?

En epidemias, el riesgo de contagio está vinculado a dos órdenes de factores: el biológico, representado por la compleja interacción huésped / parásito y la capacidad de propagarse dentro de las poblaciones; y el social, que hace que las clases sociales menos abastecidas sean más vulnerables. Este aspecto determina una primera ruptura de clase entre la burguesía y el proletariado. Esto nos hace comprender cómo el peligro de vida, vinculado a las complicaciones pulmonares de la infección por Covid-19, es una consecuencia no solo de factores biológicos sino también de factores sociales, como la presencia y la eficacia de un sistema de salud pública adecuado a las necesidades concretas de las personas. El Sistema Nacional de Salud universal, público y gratuito nació en 1978; no fue una concesión graciosa de los capitalistas (que no tenían interés en ella), sino una victoria de las luchas obreras de esos años. A principios de los noventa, los capitalistas, con la complicidad de las burocracias sindicales y los partidos de la izquierda reformista de la época, comenzaron a realizar ataques contra las conquistas generales del movimiento obrero y obtuvieron el debilitamiento progresivo del SSN en beneficio de los privados. Esto ha dejado a las personas a merced de una oferta de atención médica no proporcional a las reales necesidades colectivas. Este despojo ha sido más feroz y cínico en el sur de Italia, casi desprovisto de un sistema público aceptable. Ahora estamos presenciando el caos, la desorganización y la escasez de camas para tales fines.

¿Los trabajadores de la salud están protegidos?

No. Lo demuestra el hecho de que la buena parte de los enfermos con Covid-19 son atendidos por trabajadores del SSN. Algunos de ellos han fallecido. Se han emitido reglas de implementación pomposas, pero que permanecen en el papel porque no son realistas. De hecho, sirven para proteger a quienes las emitieron. Algunas exposiciones accidentales se remiten al descuido individual. Estas reglas, meticulosamente detalladas, se utilizan para descargar cualquier responsabilidad sobre el empleado frente a un posible contagio. Hasta la fecha, los dpi (dispositivos de protección) son escasos en todas partes; incluso faltan máscaras quirúrgicas ordinarias, de baja eficacia. Ante la ola epidémica, los máximos dirigentes de la salud se han encontrado sin preparación. Los convenios colectivos y las direcciones sindicales activas entre los trabajadores del SSN ofrecen el panorama más desolador entre todos los trabajadores públicos. Los trabajadores del SSN son silenciados y amenazados. En toda Italia se han emitido reglamentos disciplinarios que contienen normas vejatorias e intimidantes contra los trabajadores que se atrevan a expresar en público opiniones disidentes. Estas reglamentaciones fueron emitidas como un acto unilateral por los direcciones de cada ASL (autoridad de salud local) presente en territorio italiano, sin escuchar a los trabajadores o, en la mejor de las hipótesis, sometiéndolos al examen informal de aparatos sindicales complacientes «firma-todo». Y los salarios por los operativos son irrisorios. Así, agradecer a los héroes parece una broma.

¿Cómo sería la salud pública en un sistema socialista? ¿Cómo se lidiaría con una emergencia de este tipo?

La asistencia sanitaria en un sistema socialista sería, por definición, pública. Si la distinción entre clases sociales desaparece, cualquier salud privada no tendría sentido. El sistema de salud socialista sería internacional, de carácter universal, gratuito y eficiente, porque no habría límites de gastos sino los que fueran determinados por las necesidades de las masas. Sería financiado, dirigido y organizado por los organismos centrales de control popular, elegidos por los consejos de trabajadores y trabajadoras y revocables en cualquier momento: aquellos que tienen funciones de dirección no tienen privilegios sobre otros trabajadores. Dichos organismos harían uso de la colaboración de los institutos públicos de investigación científica: en el socialismo estos serían verdaderamente independientes porque, habiendo derrotado al capitalismo, no estarían sujetos a presiones, condicionamientos y chantaje. Todo el sistema de salud se ocuparía de la investigación, la enseñanza y la asistencia médica individual y colectiva, desarrollada en las ramas de prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación. Al contrario de lo que está sucediendo ahora en el capitalismo, la prevención representaría la mayor parte del compromiso activo con la salud. Las epidemias repentinas son eventos impredecibles, independientemente de su probabilidad. Un sistema planificado podría tener en cuenta todos los escenarios posibles, incluso el poco probable, y desplegar cualquier medio necesario para no encontrarse sin preparación ante esa particular necesidad repentina. La información pública correcta no induciría pánico o histeria (hoy vista con complacencia por el capitalismo con el propósito de disuadir y de planificar la especulación), sino a una atenta colaboración con el propósito del bien colectivo. La incredulidad que alimenta la histeria está dictada hoy por la falta de confianza que el proletariado deposita en las clases dirigentes. Frente a una epidemia como la que está en curso, el sistema de salud socialista ya dispondría de las estructuras necesarias para hacerle frente rápidamente; si no lo tuviera, sería posible alistar con ordenada celeridad cualquier estructura necesaria, munida con los instrumentos apropiados.

¿La salud en los lugares de trabajo está protegida en el capitalismo?

Los números son suficientes para informarnos sobre el fracaso persistente y la incapacidad total del capitalismo para proteger la salud y la seguridad de los trabajadores en los lugares de trabajo: solo en Italia mueren alrededor de 1.300 trabajadores por año (un promedio de tres por día). En un sistema económico capitalista, cualquier gasto improductivo, como los relacionados con la seguridad de los trabajadores, cualquier desaceleración en la producción, es un obstáculo que se interpone entre el patrón y sus ganancias. Por esta razón, los patrones siempre tratarán de eludir las medidas necesarias para garantizar la salud y seguridad de los trabajadores, o canalizarlos hacia la legislación burguesa para hacerlos compatibles con sus intereses. La seguridad laboral es un tema central y solo puede resolverse desde una perspectiva de clase; en este sentido remitimos al dossier preparado por el Frente de Lucha contra la austeridad (disponible en el sitio web www.frontedilottanoausterity.org).

¿Un gobierno obrero socialista estaría más atento a la salud y la seguridad en los lugares de trabajo?

Sí, dado que la clase obrera misma estaría en el poder, un gobierno socialista de los trabajadores no debería garantizar ganancias ni debería beneficiarse de la fuerza de trabajo de los operarios. En el socialismo, la producción no necesariamente debe ser imparable, sino que se adaptará a las necesidades de los trabajadores y de la comunidad; los ritmos de trabajo y la duración de los turnos serían compatibles con la seguridad y la salud de los trabajadores, y cualquier medida necesaria para protegerlos de los peligros que encuentran en su trabajo podría tomarse libremente sin estar subordinados a razones presupuestarias [o de balance]. Además, como dijimos anteriormente, en el socialismo la producción se automatizaría en gran medida, es decir, se confiaría a la maquinaria: las horas de trabajo necesarias serían muy pocas. Los trabajadores tendrían prioritariamente tareas de gestión de la industria y de las empresas, ya que están bajo su control. En perspectiva, cada trabajador podrá, como decía Marx, dar de acuerdo con sus capacidades y recibir de acuerdo con sus propias necesidades.

¿El cierre de escuelas afecta la vida de las mujeres trabajadoras, su personal y los estudiantes?

Obviamente, sí. Vivimos en una sociedad machista, donde os gobiernos han hecho muy poco para contrarrestar la subordinación de las mujeres. Ahora, muchas mujeres, tanto en pareja como solas, tienen que ocuparse de sus hijos que no pueden ir a la escuela o la guardería. Es una condición muy grave, tanto para las madres que continúan trabajando, –que no saben cómo tratar a sus hijos–, como para las muchas que han perdido sus trabajos (precarias, trabajadoras por contrato de colaboración, trabajadoras no declaradas [en negro], etc.) y que ni siquiera tienen más ingresos para poder alimentar a sus hijos. Además, no olvidemos que las tasas de violencia doméstica contra las mujeres son muy altas. Para muchas mujeres, el lema «quedarse en casa» significa estar en una situación peligrosa, con un agravamiento de la violencia que sufren de los cónyuges o concubinos. Hoy el Estado no ofrece alternativas a las mujeres en esta condición. Una parte del personal escolar es hoy penalizada, especialmente los trabajadores precarios que viven con suplencias ocasionales y los educadores contratados por las cooperativas: muchos ya no tienen trabajo, otros pronto se encontrarán desempleados (aquí también estamos hablando de una fuerza laboral mayoritariamente femenina). Finalmente, los estudiantes son obviamente penalizados, porque ya no pueden disfrutar como antes de un derecho muy importante: el derecho a la educación. La educación a distancia no reemplaza la enseñanza presencial, especialmente teniendo en cuenta los recortes multimillonarios que las escuelas han sufrido a lo largo de los años: los edificios están en ruinas, el equipo tecnológico también, ¡mucho menos hay los medios para activar una enseñanza a distancia de calidad! Una gran cantidad de estudiantes ni siquiera tienen una computadora o una conexión a internet en el hogar: sus padres no pueden permitírselo.

¿Cómo sería la educación en el socialismo? ¿Cómo se organizarían en una situación de emergencia de este tipo?

En el socialismo, el gran potencial productivo de la industria contemporánea, en lugar de utilizarse para enriquecer a algunos Paperoni [2], se utilizaría para mejorar el sistema de servicios públicos, por lo tanto, también la escuela y, en general, el sistema educativo y de instrucción. Esto significa que la educación pública tendría enormes recursos, lo que permitiría la implementación de un aprendizaje a distancia de alta calidad. En primer lugar, la administración pública garantizaría a cada estudiante (y maestro) la posibilidad de tener gratuitamente una computadora, conexión rápida a internet, tablet, así como todo el equipo necesario para llevar a cabo lecciones a distancia de calidad. Habría alojamiento gratuito y espacioso para todos, por lo que cada estudiante podría tener una habitación propia donde poder estudiar. Además, una escuela con muchos recursos disponibles tendría una gran cantidad de material multimedia de alta calidad que podría usarse para el aprendizaje a distancia, que hoy en día solo algunas universidades exclusivas pueden permitirse. Digamos que, a pesar de tener que enfrentar una situación difícil, los estudiantes serían menos penalizados.

¿Las mujeres en el socialismo tendrían la posibilidad de ser relevadas del trabajo doméstico y del cuidado de los niños incluso en una situación de riesgo de contagio?

No queremos decir mentiras como lo hacen los representantes de la burguesía. Un problema como el coronavirus, si se hubiera desarrollado por alguna razón, habría determinado a una situación difícil incluso en una economía planificada bajo el control de los trabajadores. En relación con las mujeres, para liberarlas de la condición de opresión en la que se encuentran y liberarlas del trabajo doméstico, del cuidado de niños y ancianos, se crearían en el socialismo comedores públicos, lavanderías públicas, empresas públicas de limpieza e higiene de casas, jardines de infancia y escuelas públicas a tiempo completo. Un sistema basado en el uso de estructuras públicas obviamente deberá enfrentar problemas donde se desarrolle una enfermedad que hace que el uso de estructuras públicas sea peligroso. Pero no olvidemos que, con el actual nivel de desarrollo de las fuerzas productivas, si la producción fuera una propiedad pública, parte de la industria podría reconvertirse en industria que produce lo que se necesita en el momento de la emergencia, desde los hisopos hasta máscaras realmente protectoras. Esto significa, por ejemplo, que en caso de necesidad de utilizar una estructura pública, habría reales protecciones gratuitas a disposición de todos. Muchos más hisopos también estarían disponibles. Si hoy no hay suficientes hisopos, incluso para determinar el estado de salud de los pacientes sintomáticos, es porque los hisopos son producidos por industrias privadas, que quizá los venden a un alto precio. En el socialismo podríamos producir todos los hisopos que necesitamos. Sobre todo, en el socialismo, las mujeres tendrían posibilidades reales de huir de la violencia doméstica: todas las mujeres tendrían total autonomía económica y podrían disponer de alojamiento gratuito, dónde vivir solas o con quien lo prefieran.

Muchos dicen que el socialismo es una utopía y que su fracaso se demostraría históricamente por el fracaso de la Unión Soviética o los actuales regímenes liberticidas de China, Rusia y Cuba. ¿Cómo son las cosas realmente?

Como escribimos al principio, 2.000 capitalistas poseen la riqueza de 4.000 millones y medio de personas: la única utopía real es pensar que de este sistema injusto y criminal pueda surgir nunca algo bueno para los trabajadores y las masas populares. Si no existiera esta gigantesca desigualdad, esta enorme expropiación que una minoría dominante perpetra contra la humanidad que se ve privada de toda la riqueza producida por miles de millones de trabajadores en todo el mundo, podríamos crear una sociedad enteramente basada en las necesidades vitales y sociales de todos, donde el trabajo tendría horarios y condiciones compatibles con las necesidades de vida de los trabajadores, respetando el clima y el medio ambiente. Además, el trabajo sería una oportunidad de realización de las propias capacidades y predisposiciones, no una limitación. Los que se llaman indebidamente Estados «socialistas» o «comunistas» (Unión Soviética, China, Cuba, etc.) han sido por un período Estados obreros degenerados y burocratizados en los gradualmente se ha restaurado el capitalismo: representan la negación misma del comunismo. El socialismo no es una utopía: es la única oportunidad que tenemos para salvar a la humanidad antes del punto de no retorno.

[1] Faq (frequent ask questions) – preguntas frecuentes.
[2] Personas muy ricas, tipo McPato, el tío rico de los dibujos animados.

Artículo original publicado en: https://www.partitodialternativacomunista.org
Traducción: Natalia Estrada.

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