Vie Jul 26, 2024
26 julio, 2024

Comenzó la invasión terrestre a Gaza: ¡estamos por la derrota militar de Israel!

Tras dos semanas anunciando un “ataque integrado y coordinado desde tierra, mar y aire”, el pasado viernes 27 de octubre, tropas, blindados y topadoras del Estado de Israel penetraron en la Franja de Gaza.

Por Daniel Sugasti

Días antes, el alto mando sionista había difundido imágenes de “incursiones puntuales”, aparentemente de tropas especiales. La operación actual es diferente. Fue presentada como una “nueva fase larga y difícil” que, según Netanyahu, implica “la segunda guerra de independencia de Israel”. Una falacia basada en la vieja retórica colonialista de “civilización contra barbarie”, que los más influyentes medios de prensa occidentales reproducen incondicionalmente.

La propaganda de guerra sionista es una máquina de desinformación. La realidad es que el mundo está delante de un genocidio en curso, cometido en plena luz del día, televisado en directo y que uno puede acompañar sin más esfuerzo que el de entrar en las redes sociales.

El hecho es que el Estado de Israel, una potencia militar y nuclear, financiada por EEUU y cubierta políticamente por las economías y diplomacias más fuertes del mundo, ocupa el territorio histórico de Palestina hace 75 años y, para sostenerse, promueve una limpieza étnica e impone al pueblo ocupado un régimen de Apartheid, es decir, un ordenamiento social y jurídico basado en la segregación racial y religiosa. Esta guerra, que no es contra Hamás sino contra el pueblo palestino, es un capítulo más de la expansión de ese proyecto sionista-imperialista en la región.

Por parte de los sionistas, es la continuación de una guerra de conquista y exterminio de una nación oprimida. Por parte de los palestinos, independientemente de su dirección político-militar, es una guerra de liberación nacional y sobrevivencia física como pueblo.

Israel, en este momento, bombardea sin cesar a 2,2 millones de personas en Gaza; gente que no tiene escapatoria, puesto que ese lugar es la mayor prisión a cielo abierto del planeta. Cuando publicamos este artículo, las autoridades palestinas cuentan 9.000 muertos, entre ellos más de 3.800 menores de edad, además de 21.500 heridos.

La población gazatí no se rinde, a pesar de estar sometido a un cerco total, de tipo medieval, sin agua potable, comida, medicinas, sin electricidad ni combustible. Si los palestinos no son exterminados por las bombas o la infantería, el plan del Estado de Israel es matarlos de hambre y sed. Estamos delante de un genocidio, una limpieza étnica en toda la regla.

Los bombardeos israelíes impactan en escuelas, mercados y hospitales. El martes y miércoles, los sionistas atacaron el campo de refugiados de Yabalia, dejando un inmenso cráter y matando a casi 200 civiles. Israel admitió el bombardeo y lo justificó alegando que los civiles muertos habían cumplido el papel de “escudos humanos” de Hamás, dado que no obedecieron la orden de Tel Aviv de desplazarse hacia el sur. Ese mismo día, Netanyahu arengó a los colonizadores citando a la Biblia: “hay un momento para la paz y un momento para la guerra…y este es un momento para la guerra”, sentenció. Discurso típico de cualquier régimen teocrático.

El hospital Al Ahli fue atacado por Israel hace dos semanas, matando cerca 500 personas. Ahora, el Estado ocupante exige la “evacuación” del hospital Al Quds, en el que hay 400 pacientes en cuidados intensivos y 14.000 refugiados. La OMS alertó de una “catástrofe de salud pública” ante el colapso de la asistencia sanitaria –16 de los 35 hospitales en Gaza están fuera de servicio y buena parte del personal sanitario murió en los bombardeos– y el desabastecimiento de agua potable. Los gazatíes, desesperados, están bebiendo agua salada. También hubo casos de saqueos en locales de distribución de la poquísima ayuda humanitaria disponible. Israel la acusó a la OMS de dar “carta blanca a los terroristas para que usen infraestructura sanitaria para sus actos”.

Se suma a ese escenario dantesco, el desplazamiento forzoso de 1,4 millones de personas hacia el sur de Gaza. Los palestinos son obligados a esta auténtica “marcha de la muerte” sin ninguna asistencia y bajo incesante bombardeo.

No. Definitivamente no estamos presenciando una “guerra de independencia” israelí. Lo que estamos presenciando, en pleno siglo XXI, es una segunda Nakba. Una vez más, debemos decir: está en curso un genocidio, una limpieza étnica en toda la regla.

Las tropas sionistas, ahora, se mueven cubiertas por un bombardeo de intensidad inédita. A su paso, las topadoras nivelan el suelo destruyendo casas y cualquier vestigio de la población local. El avance es más lento del que se esperaba, pero el ejército israelí asegura haber rodeado la capital, Ciudad de Gaza.

La opción por un avance lento, cargado de secretismo, en lugar de una “gran invasión” definitiva y anunciada a bombo y platillo, tiene que ver, en primer término, con la capacidad presente y potencial de resistencia por parte del pueblo palestino.

Es evidente que Israel infravaloró la capacidad ofensiva de Hamás y los palestinos. Puestos ante la inminencia de una guerra urbana, casa por casa, en ciudades reducidas a escombros, similares a Stalingrado o Alepo, el alto mando sionista se muestra más cauteloso. En esas condiciones, enfrentar tácticas de guerrilla urbana puede provocar un alto número de bajas que, a su vez, intensificarán la crisis política en Israel. De hecho, se reportan emboscadas palestinas, que surgen de túneles o de los escombros, que ya mataron 19 soldados sionistas.

No se debe perder de vista que el 7 de octubre pasado, como en otros momentos de la historia, quedó demostrado que el ejército y la inteligencia israelíes no son invencibles. La última derrota retumbante fue en el Líbano, en 2006, frente a las milicias de Hezbolá.

Por otra parte, a pesar del apoyo sin fisuras del imperialismo yanqui y europeo, el genocidio israelí en Gaza está cada vez más cuestionado.

En las principales capitales del mundo ocurren grandes movilizaciones que condenan los ataques a Gaza. El grito de “alto el fuego” y “Palestina libre” vuelve a resonar en todas partes. Esto, en distinta medida, presiona a los gobiernos imperialistas que, casi en voz baja, de vez en cuando se refieren a la importancia de “ayuda humanitaria” para Gaza–algo que, hasta ahora, entra con cuentagotas desde Egipto–, aunque sin cuestionar jamás el supuesto “derecho a defenderse” de los israelíes.

En el contexto del rechazo al genocidio en Gaza, que crece conforme la crisis humanitaria se hace más dramática, la región se agita. Hezbolá ha lanzado ataques a Israel, que responde con bombardeos e incluso con el uso de fósforo blanco, sustancia prohibida que también fue utilizada en Gaza, según denuncia Amnistía Internacional.

Los hutíes de Yemen, facción aliada de Irán, hizo lo propio lanzando misiles y drones. Erdogan acusó a Israel cometer “crímenes de guerra”. Baréin ha llamado de vuelta a su embajador en ese país y suspendió sus relaciones económicas. Bolivia rompió relaciones diplomáticas con Israel dada “la desproporcionada ofensiva militar” en Gaza y Chile y Colombia llamaron a consulta a sus respectivos embajadores.

EEUU, el principal pilar del enclave sionista en Medio Oriente, es palco de una serie de manifestaciones a favor del pueblo palestino. Hay que destacar las protestas de organizaciones de judíos no sionistas, que, entre otras iniciativas, tomaron el Capitolio al grito de “no en nuestro nombre”. Un hecho más que muestra que antisionismo no es igual a antisemitismo.

A su turno, un vistoso grupo de manifestantes irrumpió en una audiencia en el Senado de los EEUU gritando “paren esta masacre”, “los palestinos no son animales: dejen de financiar la masacre de Israel”. En la sala estaban presentes el secretario de Estado, Antony Blinken, y el secretario de Defensa, Lloyd Austin. Este tipo de acciones son muy importantes, aunque será necesario un movimiento mucho más amplio y masivo para hacer tambalear la política de apoyo incondicional de Washington a Tel Aviv. 

La política de exterminio del pueblo palestino se agudiza. Es imperioso que el mundo despierte y reaccione ante el genocidio de toda una nación oprimida. Es inaceptable naturalizar esta masacre sistemática. El Estado de Israel, violando incluso la legislación burguesa internacional, está promoviendo una limpieza étnica contra un pueblo que el ministro de Defensa sionista denominó “animales humanos”. Es imposible no comparar esta política con la “solución final” que los nazis ejecutaron para aniquilar a los judíos europeos, entonces tachados de “ratas” por el discurso oficial.

La invasión a Gaza está en curso. Es un salto en la escalada de agresión al pueblo palestino. Ningún militante de izquierda, activista social o defensor de los derechos humanos debe tener dudas: estamos en la misma trinchera que el pueblo palestino y por la derrota militar y política de Israel.

Celebraremos cada soldado sionista abatido, cada blindado inutilizado. Una derrota militar de Israel debilitaría ese Estado-enclave y sería un paso más hacia su destrucción. El fin del Apartheid sionista, por medio de una lucha unificada en escala mundial, sería una victoria del pueblo palestino, de los pueblos árabes y del mundo.

Es hora de redoblar esfuerzos en la campaña por el fin del genocidio del pueblo palestino, por la derrota del aparato de guerra sionista, por la ruptura de relaciones diplomáticas y comerciales con Israel, un Estado colonial, racista y genocida, que debe ser destruido. En su lugar, debe ser instaurado un Estado palestino único, laico, democrático y no racista, del río al mar.

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