Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Una guerra que Ucrania puede vencer

La decisión del presidente Biden de proveer rockets de medio alcance a Ucrania enreda el rumbo de la guerra e incomoda aliados dentro y fuera de los Estados Unidos.

Por: Cristina Portella

Al contrario de lo que suponían Putin e incluso una buena parte de sus adversarios, la invasión a Ucrania no fue un paseo. La blitzkrieg [guerra relámpago, en alemán] en dirección a Kiev resultó un completo fracaso, debido a la fuerte respuesta militar ucraniana y a la desorientación de las tropas rusas. El pueblo ucraniano tomó las armas para defender su país y se sumó a la resistencia, obteniendo victorias importantes, como en la capital y Kharkiv, la segunda mayor ciudad del país. Todo eso, a pesar de que sus fuerzas armadas poseen armas menos eficaces y modernas, y en mucha menor cantidad, que el ejército ruso. Solo el hecho de que no puedan contar con medios aéreos o, hasta ahora, modernos sistemas de lanzamiento múltiple de rockets, transforma la resistencia ucraniana en una hazaña heroica.

La ofensiva del Donbass

La derrota en Kiev y la inesperada firmeza de la resistencia ucraniana obligaron a Putin a alterar sus planes. Retrocedió del propósito original de conquistar el país y derrocar el gobierno, concentró sus fuerzas en la región del Donbass y pasó a bombardear sus ciudades. Mariupol fue el símbolo de la barbarie rusa, con sus habitantes resistiendo durante más de 80 días el sistemático ataque de misiles y rockets en abrigos o sótanos y, por último, en la fábrica de Azovstal.

Restaurar las fronteras

A casi cuatro meses de guerra, la situación es asustadora: 10 millones de ucranianos fueron forzados a huir de sus casas; de ellos 6,5 millones están refugiados en otros países; mueren hasta 100 soldados ucranianos por día en el Este; y Ucrania está impedida de usar sus puertos, por donde salían entre 50 y 70% de sus exportaciones de cereales y otros productos, debido al bloqueo naval ruso.

Incluso así, de acuerdo con la encuesta realizada en Kiev, 82% de los ucranianos no concuerda con ceder territorios a cambio de un acuerdo de paz. El gobierno de Volodymyr Zelensky dice lo mismo y ha apelado insistentemente para que sus aliados occidentales envíen armas más modernas y de mayor alcance para derrotar al invasor y restaurar la integridad territorial del país.

La paz del imperialismo

Es aún muy temprano para sacar todas las conclusiones sobre la iniciativa de Biden, pero hay por lo menos dos que son claras: fortalece a Ucrania, tanto en el terreno bélico como en una eventual mesa de negociaciones con Rusia. En Europa, presionada por la dependencia de gas y petróleo rusos, Emmanuel Macron, Olaf Scholz y Mario Draghi, sin hablar de Viktor Orbán, se posicionaron por un acuerdo de paz en que Ucrania ceda territorios a Rusia, particularmente en el Donbass. Hasta el influyente New York Times es categórico en su editorial de finales de mayo: el sueño de victoria contra Rusia sería “un objetivo irreal”.

¿Es posible ganar la guerra?

Sí, es posible. Y los ucranianos demostraron eso en los primeros meses del conflicto. Incluso con el relativo éxito de Putin en el Donbass, en mayo, es innegable que el ejército ruso está siendo duramente castigado. Hay más bajas desde el 24 de febrero que en los diez años de la ocupación soviética en Afganistán. Junto con las pérdidas humanas, el nivel de destrucción del equipamiento militar ruso hasta ahora impediría, según algunas evaluaciones, que las fuerzas rusas tengan condiciones de ejecutar una nueva acción ofensiva en aquella región en los próximos tiempos.

Terminar la guerra es, ciertamente, el deseo de todos los ucranianos y son ellos los que deben tener la última palabra. Apoyarlos en su resistencia al ejército ruso es una obligación de todos los que defienden la autodeterminación de los pueblos y no la paz convenientemente impuesta por el invasor o sugerida por los países imperialistas, ansiosos de retomar la “normalidad” capitalista y sacar dividendos del conflicto.

Artículo publicado en https://emluta.net, 9/6/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.

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