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19 abril, 2024

Trotski ante las guerras

La invasión rusa a Ucrania, siendo una guerra de agresión nacional de una potencia militar contra una nación agredida, involucra otras fuerzas y otros intereses más allá de este conflicto directo. Como lo plantea León Trotsky en La Guerra y la IV Internacional no se puede defender hasta las últimas consecuencias el derecho de soberanía de la nación oprimida en la guerra sin ubicar «las fuerzas fundamentales que actúan en ella… su desarrollo, y por las consecuencias a las que conduce finalmente.

Por Florence Open, publicado originalmente en Marxismo Vivo Nº 18, mayo de 2022.

El telón de fondo que alimenta el conflicto es la rivalidad entre dos bloques, el de la OTAN y el de Rusia (con apoyo de China), por el dominio económico, político y militar de la región. Esto explica en parte los grandes debates que se están dando en la izquierda mundial, tanto sobre el carácter de la guerra como sobre la política que los revolucionarios deben de tener en ella.

En el sistema imperialista decadente son recurrentes este tipo de guerras, y la guerra en Ucrania es un escenario distinto a la guerra llevada a cabo por EE.UU. en Irak, aunque ambas sean una agresión del mismo carácter. Y en un escenario muy similar a la agresión rusa a Ucrania, tuvo lugar en la segunda parte de los años 1930, cuando se libraron dos guerras: la Segunda Guerra Ítalo-Etíope (1935-1936) que solo duró seis meses, y la Segunda Guerra Sino-Japonesa (1937-1945). Esta última empezó, como la guerra de Etiopía, siendo una guerra de liberación nacional, empalma luego con la Segunda Guerra Mundial y con la entrada de EE.UU. en el conflicto con Japón en 1941, combinando la guerra nacional china con el enfrentamiento interimperialista entre EE.UU. y Japón, y en 1944, con la intervención militar directa de EE.UU., el conflicto interimperialista se tornó el eje principal.

En 1934, el citado texto de León Trotsky explica que la actual crisis económica y social del imperialismo y el rápido rearme de las principales potencias anuncian un nuevo conflicto imperialista. En dicho texto, también explica cómo los revolucionarios deben combinar en las guerras de ese período la lucha por las tareas de liberación nacional y de defensa de la URSS, con la lucha contra todos los imperialismos, y explica también cómo las tareas pueden variar según que uno esté en un país colonial o semicolonial, en un país imperialista agresor, o en un país imperialista que actúa en una guerra a favor de una lucha de liberación nacional o por la defensa de la URSS, es decir, un imperialismo alineado militarmente con el campo progresivo de una guerra “justa” pero para defender sus propios intereses. Este último caso se dio tanto en la guerra ítalo-etíope de 1935, cuando Inglaterra buscó intervenir contra la Italia de Mussolini que invadía Etiopía, o cuando EE.UU. intervino militarmente para apoyar a China en su lucha de liberación nacional contra el imperialismo japonés.

Los textos de este dossier son apenas una selección muy inicial del gran acúmulo político que tiene el trotskismo mundial en el análisis e intervención directa de ambas guerras de carácter combinado, o con múltiples contradicciones, y que es de gran utilidad hoy.

Trotsky entendió la segunda Guerra Ítalo-Etíope como el lugar de articulación de una doble contradicción o enfrentamiento. Se trataba, por supuesto, de encarar la lucha prioritaria por asegurar la soberanía nacional de un país frente a la agresión imperialista de Italia, y esa era definitivamente la contradicción principal del conflicto. Pero esta guerra se daba también en un trasfondo de rápido rearme y guerra económica creciente entre las distintas potencias imperialistas, desencadenados ambos por la brutal crisis económica de los años ’30, por las rivalidades imperialistas no resueltas después del Tratado de Versalles (1919), y, obviamente, por la necesidad estructural del capitalismo imperialista de aumentar constantemente sus beneficios, lo que requiere conquistas de nuevos territorios que proporcionen tanto recursos como mano de obra y mercados para realizar la plusvalía. Se trataba, pues, de una guerra de liberación nacional librada en un contexto de prólogo de una nueva guerra imperialista.

Trotsky entabla una discusión directa con el grupo de trotskistas que actuaba en el ILP (Independent Labor Party), agrupados en el Grupo Marxista, donde militaba C.L.R. James, del que presentamos dos textos. Los trotskistas del ILP tomaron una postura clara de apoyo a la resistencia etíope contra la invasión italiana, aunque Etiopía estuviera dirigida por Haile Selassie, un tremendo dictador. Por ellos organizaron una gran campaña de solidaridad, promoviendo boicots a la industria armamentística italiana y al imperialismo italiano en general, en lo que llamaron “sanciones obreras”, para contraponerlas a las sanciones imperialistas del gobierno conservador de Baldwin y de las Naciones Unidas, que el ILP rechazó de lleno. Trotsky apoyó plenamente la política del Grupo Marxista, tanto el rechazo firme a cualquier tipo de apoyo a las sanciones imperialistas, ya que había que combatir la presión social patriotera y separar al proletariado británico de su propia burguesía, como el apoyo activo a todas las actividades de solidaridad con Etiopía y las sanciones obreras. En este segundo frente, los trotskistas del GM tuvieron que enfrentar las presiones social-pacifistas de sectores de la socialdemocracia británica que preferían la neutralidad en la guerra. Los textos de C.L.R. James muestran cómo los trotskistas británicos movilizaron una campaña de solidaridad con Etiopía al mismo tiempo que, o mejor dicho, a partir de, una denuncia clara de su propio gobierno imperialista y su política oportunista de sanciones.

En relación con el segundo conflicto, en la carta a Diego Rivera (también en el dossier), Trotsky explica el carácter de la guerra sino-japonesa y cuál debe de ser la política de los revolucionarios chinos y del resto del mundo: lucha contra Japón por la liberación nacional y a la vez enfrentar políticamente el régimen de Chiang Kai-shek. Cualquier postura de neutralidad en esa guerra sería un desastre. En ese mismo momento, Trotsky también estaba en discusión con el SWP norteamericano, que hizo incluso una gran campaña de solidaridad activa tanto con el partido trotskista chino como con el movimiento de resistencia, recogiendo fondos de ayuda directa y promoviendo acciones de boicot obrero contra la industria armamentística japonesa, a la vez que criticaban la dirección burguesa de Chiang Kai-shek y, claro está, los interesas reales y la hipocresía del gobierno de Roosevelt que intervenía en esa guerra contra Japón. El texto «La Guerra en el Extremo Oriente» demuestra que la política del trotskismo es siempre la de buscar una salida independiente de la clase trabajadora, que no confíe en ninguna dirección burguesa y menos aun imperialista.

En ambos casos, pues, el desafío de los revolucionarios era doble: primero analizar el carácter de los conflictos concretos por sus tendencias objetivas en la lucha de clases y las consecuencias, y no simplemente por sus direcciones, tomando en cuenta la totalidad de las contradicciones, y, segundo, desarrollar una intervención política consecuente en cada país. Tanto en Etiopía como en China, las direcciones de la lucha antiimperialista no eran ni obreras ni socialistas, sino más bien burguesas y reaccionarias, pero Trotsky y los revolucionarios explicaron el carácter progresivo de un frente militar ante el otro, la importancia de las consignas democráticas de liberación nacional y que la victoria del pueblo etíope como la victoria del pueblo chino contra los imperialismos agresores desataría una nueva ola de luchas masivas y revoluciones de los oprimidos. Pero, en esta coyuntura, los trotskistas no dejaron por un segundo de delimitarse políticamente de los supuestos imperialismos “amigos” que buscaban intervenir en dichos conflictos para derrotar a sus competidores imperialistas y aumentar su proprio dominio colonial. El texto de Klement de 1937, que es un comentario de una parte clave del texto de Trotsky de 1934, analiza las tareas de los revolucionarios en los países imperialistas cuando sus propios gobiernos intervienen en guerras progresivas para ayudarlas, y es de gran importancia hoy, pues explica cómo se concreta la tarea del derrotismo revolucionario según el carácter concreto de cada guerra y según el papel de cada imperialismo en esta.

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