Vie Abr 19, 2024
19 abril, 2024

Tesis de Abril | «¡Es un delirio, es el delirio de un loco!”

Un texto escandaloso para los reformistas de ayer y de hoy. “¡Es un delirio, es el delirio de un loco!” (A. Bogdanov, menchevique, hablando de Lenin y la Tesis de Abril).

Por: Francesco Ricci

Es el 3 de abril de 1917 (16 de abril en nuestro calendario), cuando el llamado ‘tren blindado’ que transporta a Lenin, Zinoviev, Krupskaia, Inessa Armand, Radek, y otros, llega a la estación Finlandia. Para recibirlo, hay una delegación del sóviet de Petrogrado, liderada por el menchevique Cheidze, que pronuncia un discurso de bienvenida. Lenin le da la espalda y se dirige a la multitud. Trotsky escribe: “El discurso que Lenin pronunció en la estación Finlandia sobre el carácter socialista de la revolución rusa fue una bomba para muchos dirigentes del partido [bolchevique, ndr].[1]

Lenin, una vez más, expone su posición frente a 200 militantes que, en la noche del 3 de abril, lo escuchan en Petrogrado. Entre ellos, está también Nicolai Soukhanov (menchevique internacionalista) que, en sus Memorias, relata el efecto que provocó aquel discurso: “(…) parecía que todos los elementos habían salido de sus refugios y que el espíritu de destrucción universal, que no conocía ni límites ni dudas (…) gravitaba en la sala (…)”. Cuando Lenin termina de hablar hay aplausos, pero los dirigentes bolcheviques presentes tienen la mirada perpleja.

Lenin apuntó al mismo tiempo un cambio de estrategia y la necesidad, para implementar la nueva línea, de destruir la influencia abrumadora de los mencheviques y de los socialistas-revolucionarios en los sóviets (los bolcheviques en la época eran una pequeña minoría). Casualmente, y justamente al día siguiente, se organizaba una reunión para avanzar en dirección a la reunificación de los bolcheviques y los mencheviques…

Soukhanov, que asiste, escribe: “En esa reunión, (…) Lenin parecía la encarnación viva de la división y todo el significado de su discurso consistía, principalmente, en enterrar la idea de unificación”. [2]

Aprendiendo a partir de la Comuna de París

Pero vamos a dar un paso atrás. Enseguida después de saber el estallido de la revolución de febrero, Lenin comienza, desde su exilio en Suiza, una batalla para cambiar radicalmente la estrategia de partido. En primer lugar, el 6 de marzo envía al partido este telegrama: “Nuestra táctica: total desconfianza, ningún apoyo al nuevo gobierno: sospechar particularmente de Kerensky; armamento del proletariado, única garantía (…) ninguna aproximación con otros partidos”. [3]

En marzo, él escribe las Cartas de lejos (el Pravda publicará apenas una, con cortes). En el centro de estas cartas y textos fundamentales posteriores, entre los cuales se destacan las Tesis de Abril, de las cuales trataremos aquí, está el ejemplo de la Comuna de París, que Lenin volverá a estudiar en aquellos meses, mientras escribe el llamado Cuaderno azul (El marxismo y el Estado), una compilación de citas comentadas de todos los conceptos expresados por Marx y Engels en relación con el tema del Estado, el trabajo que le servirá para escribir El Estado y la Revolución.[4]

La revolución que se está desarrollando en Rusia, afirma Lenin, es una revolución socialista. Es por eso que el objetivo de la revolución es “quebrar el Estado burgués”, así como hicieron los obreros de París, y sustituirlo por la dictadura del proletariado. O sea, no es una cuestión de cambiar el conductor de la vieja máquina estatal sino de destruirla y sustituirla por una enteramente nueva. Pero, para alcanzar este objetivo, es necesario afirmar la más completa independencia del proletariado en relación con la burguesía y el gobierno provisorio, que es un gobierno burgués, a pesar de ser apoyado por los sóviets (donde los socialistas-revolucionarios y los mencheviques tienen la mayoría).

Cuando Lenin se hizo… trotskista

No es posible apreciar la profundidad del cambio propuesto por Lenin si no recordamos cuál era su posición anterior, sostenida durante años por los bolcheviques. Desde el inicio del siglo, había tres concepciones diferentes sobre la futura revolución rusa.[5]

Los mencheviques, en nombre de una supuesta “ortodoxia marxista” (en realidad, desvirtuando a Marx y atribuyéndole una concepción evolucionista no dialéctica de la historia), opinaban que Rusia debería pasar por un estadio de desarrollo capitalista, de industrialización, antes de poder llegar –luego de un considerable espacio de tiempo– a la revolución socialista. Por lo tanto, debería haber antes una revolución burguesa, que libraría el país de las corrientes del zarismo, liderada por la burguesía, con el apoyo del proletariado como un aliado subordinado y con la socialdemocracia en el papel de ala izquierda y de incitación del “frente democrático” dirigido por los liberales; después de siglos de desarrollo capitalista, llegaría la hora de la revolución socialista.

La posición de Trotsky estaba en el polo opuesto: juzgaba a la burguesía nacional incapaz de alcanzar los objetivos democráticos y por eso preveía una revolución socialista, dirigida por el proletariado que hegemonizaría a los campesinos pobres, a fin de instaurar la dictadura del proletariado y asumir, sin solución de continuidad, las tareas democráticas y (en el marco internacional, de ampliación de la revolución) las tareas socialistas (la expropiación de la gran industria, etc.). Eso sería posible porque el “desarrollo desigual y combinado” de la sociedad y de la revolución internacional permitiría a Rusia (como a otros países subdesarrollados) “saltar” algunas etapas, rompiendo un esquema “evolucionista” en etapas, sustituido por la “revolución permanente”.

En el medio se encontraba la posición de Lenin y la de los bolcheviques: revolución burguesa “conducida hasta el fin”, pero (dada la incapacidad de la burguesía nacional, amarrada por mil lazos al capital extranjero) con una dirección en las manos del proletariado y del campesinado (en una alianza “algebraica”, para retomar la crítica de Trotsky), para instaurar una “dictadura democrática de los obreros y de los campesinos”, es decir, no es una dictadura del proletariado sino una república dentro de los límites de la democracia burguesa, preludio de un sucesivo desarrollo rápido rumbo a la revolución socialista (los tiempos serían dictados por la revolución en Europa). Lenin creía, por lo tanto, como los mencheviques, en una revolución burguesa: pero, a diferencia de los mencheviques, pensaba en otra dirección, una dirección de los obreros y de los campesinos, independiente de la burguesía; pensaba en un programa, enfocado en la confiscación de las tierras de los nobles; y pensaba en tiempos diferentes de aquellos previstos por los mencheviques –no habría siglos para separar esta primera revolución de la sucesiva revolución socialista–.

Pero la revolución de febrero fue la confirmación (por lo menos para aquellos que querían razonar) de que la única concepción correcta y viable era la de Trotsky. Para garantizar el cumplimiento de los objetivos democráticos (revolución agraria, reducción de la jornada de trabajo, paz, Asamblea Constituyente) era necesario primero instaurar la dictadura del proletariado (apoyada por los campesinos pobres), basada en los sóviets; y por lo tanto, precisaba destruir el gobierno burgués, que representaba un obstáculo en el camino del pleno poder de los sóviets.

Lenin no hesitó en abandonar la antigua teoría y, para gran escándalo de muchos, comenzó a defender, en los hechos, la teoría que hacía más de diez años Trotsky había elaborado. Por eso, Trotsky comenta: “No es extraño que las Tesis de Abril de Lenin hayan sido condenadas como trotskistas”.[6]

El redescubrimiento de la dialéctica del marxismo

Fue justamente observado por varios estudiosos [7] que el cambio aprobado por Lenin en la estación Finlandia fue preparado, desde el punto de vista teórico, con la inmersión en el estudio de la Ciencia lógica de Hegel, que Lenin comenzó en 1914. Un estudio en que él sentía la necesidad de explicar la traición de la Segunda Internacional en la Primera Guerra Mundial y para comprender la capitulación completa de sus maestros del pasado: Plejánov y Kautsky (este último, en paralelo con el desvío burocrático del SPD, estaba abandonando progresivamente aquel marxismo del cual había sido el “Papa rojo” en la Internacional).

En aquellos meses, encerrado en la biblioteca de Berna, Lenin descubre otro Marx, descontaminado de las incrustaciones feuerbachianas, un marxismo dialéctico (el de las Tesis sobre Feuerbach, escrito por Marx en 1845), que nació en ruptura con el “antiguo materialismo”. Un marxismo basado en la comprensión de la dialéctica sujeto-objeto, desprovisto de cualquier concepción causalista, que contrasta con aquel determinismo mecánico, que también lo había en parte influenciado durante un período (pensemos en su Materialismo e empiriocriticismo de 1909). Y el descubrimiento del verdadero Marx, distorsionado por sus discípulos y deformado por el oportunismo de la Segunda Internacional: el Marx que afirma: “el educador debe ser educado” (la tercera de las Tesis sobre Feuerbach), esto es, las circunstancias pueden ser alteradas por la acción humana, por la lucha de clase, por la praxis revolucionaria. Lenin reencuentra el Marx que afirma que es el hombre quien hace la historia, incluso en circunstancias que no determinó. No hay en este Marx ninguna “ley del desarrollo histórico”, que prescriba a cada pueblo una evolución lineal, ningún fatalismo.

Es la ruptura con el marxismo osificado de Plejánov que, no por casualidad, frente a la Revolución de Octubre, exclamará: “Es la violación de todas las leyes de la historia”.

Es en este pasaje crucial, condensado en los Cuadernos Filosóficos[8], que Lenin, levantando la mirada de los libros de Hegel, se apodera de la dialéctica que Marx había absorbido de Hegel y a la cual había conferido un carácter revolucionario. Lenin no debe comenzar a partir de cero: él es siempre el único que, desde 1902, con su teoría del partido de vanguardia que trae el socialismo “para afuera” del choque cotidiano entre las clases, había implícitamente rechazado el socialismo entendido como un mero producto del impulso de “leyes económicas”. En Berna, por así decirlo, él comienza a resolver una contradicción que permanecía en su pensamiento: la contradicción entre la concepción del partido y el programa.

La batalla de Lenin para “rearmar” el partido

Una parte mayoritaria del grupo dirigente bolchevique no entiende inmediatamente la necesidad del cambio indicado por Lenin.

Kamenev y Stalin, principales dirigentes antes de la llegada de Lenin a Rusia, permaneciendo anclados en la antigua posición (que, además, deformaban ulteriormente a la derecha), creían que los bolcheviques debían otorgar apoyo externo al gobierno provisorio “en la medida en que” este implementa determinadas políticas; o sea, se trata de hacer “presión” sobre el gobierno. Para ellos, estamos en la primera fase: la “revolución democrático-burguesa”, mientras que la socialista podrá desarrollarse apenas en una segunda fase. Así, los bolcheviques, antes de la llegada de Lenin, se alinean, de hecho, a posiciones semejantes a las de los mencheviques: hasta incluso sobre la cuestión de la guerra, con el Pravda dirigido por Stalin y Kamenev, que repudia el derrotismo revolucionario que había caracterizado al bolchevismo y, con los sóviets de la región de Moscú, aprueba, con el apoyo de los bolcheviques, la resolución de los socialpatriotas sobre la guerra.

En la Conferencia nacional del partido, que comienza en Petrogrado el 27 de marzo, Stalin presenta el informe sobre el gobierno. En el informe argumenta que el gobierno provisorio está consolidando las conquistas revolucionarias y, por lo tanto, la tarea de los sóviets es la de “controlarlo” y presionarlo. Como consecuencia lógica, Stalin presenta una moción para iniciar un proceso de unificación con los mencheviques, que es aprobada con 14 votos a favor y 13 en contra. Se comprende por qué, una vez consolidado el poder de la burocracia, Stalin censurará el acta de esta Conferencia (solamente a partir de los años 1960 será publicada).

Las Tesis de Abril

Las Tesis de Abril son, indiscutiblemente, el texto más importante escrito en los frenéticos meses de la Revolución Rusa. Es un texto corto: 10 tesis para un total de 5 o 6 páginas, publicado en el Pravda el 7 de abril (20, de acuerdo con nuestro calendario). Vamos a releer ese texto juntos.

Tesis 1: rechazo del “defensismo revolucionario” de los mencheviques y de lo socialistas-revolucionarios, que apoya la continuidad de la guerra. Tesis 2: la burguesía robó el poder al proletariado, una vez que este último no era suficientemente consciente y organizado; es preciso revertir la situación, devolviendo el poder al proletariado apoyado por los campesinos pobres. No es una tarea para un futuro indeterminado: es “deber del momento presente”. Tesis 3: ningún apoyo (incluso crítico) al gobierno provisorio y, al contrario, denuncia implacable de su naturaleza de gobierno burgués. Revirtiendo la política seguida hasta entonces por la dirección de Kamenev y Stalin, se debe evidenciar que no deben ser puestas condiciones al gobierno, no debe ser “críticamente estimulado”, porque eso significaría solo “sembrar ilusiones” sobre el hecho (imposible) de que un gobierno burgués pueda conciliar los intereses de dos clases enemigas mortales, burguesía y proletariado. Esta tesis fundamental merece una observación: para Lenin no se trata de obedecer criterios abstractos, un dogma; el hecho es apoyar de cualquier forma un gobierno burgués significa crear obstáculos a la conquista del proletariado para su comprensión de la necesidad de “quebrar” la máquina estatal burguesa, paso inevitable para formar un “gobierno de los obreros y para los obreros”. Tesis 4: siendo los bolcheviques “una pequeña minoría” en los sóviets, en relación “con los elementos oportunistas”, es necesario “explicar pacientemente a las masas” por qué están siguiendo una política equivocada y por qué es necesario el pasaje “de todo el poder estatal a los sóviets”. Tesis 5: el objetivo no es una república parlamentaria burguesa sino una república de los sóviets, esto es, que implique la disolución de las fuerzas represivas, la sustitución del ejército permanente con el armamento del proletariado, la elegibilidad y la revocabilidad de todas las funciones. Tesis 6: confiscación de todas las grandes propiedades agrarias y nacionalización de todas las tierras, bajo el control de los sóviets. Tesis 7: fusión de todos los bancos en un único banco nacional, bajo control de los sóviets. Tesis 8: control de la producción y de la distribución por los sóviets. Tesis 9: coherentemente con todo esto, es necesario que un congreso cambie el programa y también el nombre del partido por Partido Comunista. Tesis 10: creación inmediata de una nueva Internacional revolucionaria que rompa con los reformistas y con el centro de Kautsky, Cheidze, etc. [9].

El antiguo programa, resumido en la “dictadura democrática de los obreros y de los campesinos”, es eliminado por Lenin como “una fórmula que ya no sirve para nada” (será Stalin que la resucitará en el correr de la degeneración burocrática de las décadas siguientes, pero esa es otra historia), y es él quien sostiene aquella fórmula “merece ser relegado en el archivo de las curiosidades bolcheviques prerrevolucionarias”[10].

La llegada de Trotsky: “el mejor de los bolcheviques”

El 12 de abril, el Pravda publica un artículo de Kamenev que critica las Tesis y resalta que se trata de una posición personal de Lenin, no del partido. Kamenev agrega que la línea de Lenin es inaceptable, pues propone la transformación inmediata de la revolución en revolución socialista, algo que para Kamenev (y no solo para él) recuerda mucho la posición siempre defendida por Trotsky, que los bolcheviques había combatido.

En los días siguientes, Lenin inicia una dura batalla de fracción y consigue ganar el apoyo de una parte importante de los cuadros obreros, los cuales, por otro lado (pensemos en los trabajadores de Vyborg, columna dorsal del partido), ya habían expresado fuertes críticas a la línea del Pravda. Pero eso lleva tiempo; él no gana de inmediato. En la primera votación, en el Comité de Petrogrado, el día 12 de abril, las Tesis son rechazadas con 13 votos en contra, 2 a favor y 1 abstención. Una semana después, en una conferencia de la región de Petrogrado, Lenin derrota a Kamenev por 20 votos a favor, 6 en contra y 9 abstenciones. Por fin, en la VII Conferencia Pan-rusa del partido (Petrogrado, 24 a 29 de abril), las Tesis de Lenin ganan la mayoría. Sin embargo, incluso así, una resolución específica sobre el tema del “carácter” socialista de la revolución consigue solamente 71 votos de un total de 118 [11]: una parte del partido aún está presa al antiguo “completar la revolución democrática”; consecuentemente, esta ala del partido (más notablemente Kamenev, Rykov, Nogin, mientras Stalin en ese medio tiempo se realinea con la mayoría) opina que el papel de los sóviets sea simplemente “control” del poder que debe permanecer en el gobierno provisorio.

Sobre la cuestión del cambio de nombre del partido, que propuso para demarcarse aún más claramente de los mencheviques, Lenin consigue solamente su voto. No es, por lo tanto, una victoria simple y ciertamente ayudada por el hecho de que el gobierno provisorio se aproximaba de una primera crisis profunda, con manifestaciones en las calles. Pero, sobre todo, como fue observado por Trotsky[12], la victoria de Lenin sobre la derecha del partido es favorecida por el hecho de que, más allá de la fórmula programática equivocada de la “dictadura democrática”, el partido bolchevique se preparaba hacía quince años para estar al frente del proletariado en la lucha por el poder y para eso, en la práctica, superando a su propia dirección, los militantes ya actuaban, inconscientemente, en otra perspectiva, que Lenin iluminará con las Tesis de Abril”.

Mientras tanto, el 4 de mayo (17 en el nuevo calendario), también Trotsky llega a Petrogrado, después de pasar los primeros meses del año en Nueva York, luego de la expulsión de España y de Francia, y después de pasar un mes preso en el campo militar de Amhrest, habiendo sido liberado luego de una campaña de los sóviets de Petrogrado. Ya en las primeras semanas posteriores al estallido de la revolución, él había escrito una gran cantidad de artículos (en su mayoría publicados en el periódico en lengua rusa Novy Mir) donde retomaba su teoría de la “revolución permanente” y la desarrollaba en el ámbito concreto: oposición irreconciliable al gobierno provisorio como premisa indispensable para entregar todo el poder a los sóviets y, así, desarrollar la revolución socialista.

Cuando llega a Rusia, Trotsky inicia la colaboración con Lenin, que resultará en la fusión de las Interdistritales [13] con los bolcheviques. Mientras Lenin sobrepasó su programa “centrista” de la “dictadura democrática”, Trotsky sobrepasó sus críticas “centristas” al partido de tipo bolchevique y abandonó el unitarismo: de hecho, desde 1914 está gradualmente modificando su posición para llegar “a la conclusión de que era preciso no solo una lucha ideológica contra el menchevismo (…), sino también una ruptura organizativa, sin compromiso con él”[14].

Así, mientras la “revolución permanente” no es más considerada (por lo menos hasta el inicio de la estalinización en 1924) como una idea específica de Trotsky, sino que se torna práctica y patrimonio del bolchevismo y de la siguiente (1919) Internacional Comunista, Trotsky se torna (en la definición de Lenin, “el mejor de los bolcheviques”.

Una lección esencial para hoy

Para concluir, es interesante preguntar: ¿qué posición habría asumido, si hubiese presenciado los hechos, toda aquella izquierda, italiana y mundial, que está conmemorando el centésimo aniversario de la Revolución de Octubre? Para nosotros, la respuesta parece no dejar duda: una parte mayoritaria habría apoyado el gobierno provisorio, participando con sus ministros; otra parte (que nosotros definimos “centrista”, o sea, semirreformista) habría dado un apoyo “crítico” al gobierno, prometiendo a las masas la posibilidad de condicionar el gobierno con acciones en las calles. Mientras apenas una pequeña parte de la izquierda mundial (ciertamente la LIT-Cuarta Internacional, y ¿quién más?) actuaría de acuerdo con las indicaciones de aquel telegrama de Lenin: ningún apoyo al gobierno, ninguna aproximación con la izquierda que apoya al gobierno.

¿Estamos equivocados? No, y la confirmación de eso viene de la simple observación de lo que ha hecho en las últimas décadas toda la izquierda, con excepción de nosotros. Es suficiente observar la política de la Refundación Comunista en este cuarto de siglo: el apoyo a los dos gobiernos Prodi y la participación directa en el gobierno imperialista, con su propio ministro. O incluso, se puede ver cómo toda la izquierda reformista y semirreformista se encuentra unida en estos últimos años, indicando el gobierno burgués griego “de izquierda” de Tsipras como un modelo a ser imitado. Lo mismo hicieron con los gobiernos del PT en el Brasil, apuntados como el ejemplo de la capacidad de gobernar diversamente el capitalismo, conciliando los intereses de las clases.

¿No es esta las prueba cierta de que toda la izquierda, si hubiese estado presente en la revolución de 1917, se habría ubicado en el lado opuesto de Lenin?

Al hacer esta constatación, es necesario agregar que, cuando hablamos de los gobiernos de Prodi, de Lula-Dilma, de Tsipras, ¡no estamos hablando de gobiernos nacidos de una revolución y apoyados por los sóviets, como aquellos a los cuales –de todas formas– los bolcheviques hicieron oposición en 1917! En este sentido, debemos concluir que el reformismo actual se coloca un escalón aún más abajo que aquel reformismo menchevique que, según la famosa definición de Trotsky, había conquistado el derecho de terminar en el basurero de la historia.

Así, las Tesis de Abril continúan, un siglo más tarde, siendo un texto escandaloso para los reformistas. Mientras, Octubre es conmemorado como un evento glorioso del pasado, vacío de sus enseñanzas. Esas enseñanzas que, por el contrario, debemos recuperar, a fin de que la clase obrera pueda encaminarse, con las luchas y la revolución, en dirección a un nuevo Octubre.

Notas

[1] TROTSKY, León. Lecciones de Octubre (edição italiana Prospettiva, 1998, p. 220).

[2] SOUKHANOV, Nicolai. «Le Discours de Lénine du 3 Avril 1917», publicado en Cahiers du Mouvment Ouvrier, n. 27, 2005, dirección de J.J. Marie. Traducción nuestra, del francés al italiano. Varios pasajes del testimonio de Soukhanov son retomados también por Trotsky en Stalin (1940) y, especialmente, en la Historia de la Revolución Rusa (aquí y después, citamos la edición italiana Mondadori, 1969).

[3] Citado por Trotsky en Historia de la Revolución Rusa, vol. I, p. 320. El telegrama, escrito en francés, fue enviado a Estocolmo a los bolcheviques que partían para Rusia y fue leído en Petrogrado, el 26 de marzo, en una reunión de los miembros del CC bolchevique presentes en Rusia.

[4] Para un análisis de las Cartas de lejos, y de la referencia a la Comuna de París, nos permitimos remitir a nuestro reciente artículo publicado en el “Especial Revolución Rusa”, en el site de la LIT-CI: “1871-1917: ¿Por qué los bolcheviques estudiaron la Comuna de París para hacer el Octubre”: http://litci.org/es/teoria/1871-1917-por-que-los-bolcheviques-estudiaron-la-comuna-de-paris-para-hacer-el-octubre/

[5] Reconstruimos este debate, de forma mucho más detallada de la que es posible en el espacio de este artículo, en «Che cosa è la teoria della rivoluzione permanente» [«Qué es la teoría de la revolución permanente»], publicado en Trotskismo oggi, n. 1, setiembre de 2011.

[6] TROTSKY, León. Historia de la Revolución Rusa, vol. I, p. 347.

[7] Pensamos en varios estudios de Michael Löwy, incluyendo «De la grande logique de Hegel à la gare finlandaise de Petrograd» em Dialectique et révolution (Anthropos, 1973), o el más reciente e interesante (aun cuando no compartamos algunas de sus conclusiones) de Kevin Anderson, Lenin, Hegel and Western Marxism (University of Illinois Press, 1995).

[8] LENIN, V. I. Cuadernos Filosóficos, en Obras Completas, V. 38 (Editori Riuniti, 1966).

[9] LENIN, V. I. Tesis de Abril, en Obras Completas, V. 24, pp. 10 y ss. (Editori Riuniti, 1966).

[10] Las expresiones que fueron puestas entre comillas en esta frase son utilizadas por Lenin en las Cartas sobre Táctica (Obras Completas, V. 24, p. 33 y ss.).

[11] Para un análisis detallado de las varias votaciones realizadas en la Conferencia de Abril, véase: Marcel Liebman, La révolution russe (Marabout Université, 1967); o Jean Jacques Marie, Lénine (Balland, 2004).

[12] Sobre toda la cuestión relativa a las Tesis de Abril y a la lucha en el partido, remitimos a la mejor historia de 1917 que existe, la de Trotsky, Historia de la Revolución Rusa y, en particular, para las cuestiones que aquí tratamos, los dos capítulos del Volumen I: «Los bolcheviques y Lenin» y «El rearme del partido».

[13] Las Interdistritales o Mezhraionka, una organización de cerca de 4.000-5.000 militantes, en realidad era más una coordinación de ex mencheviques y de ex bolcheviques que un partido. Participaban de ella también Ioffe, Lunacharsky, Antonov-Ovseenko, Urickij. Para leer más, consulte: Ian D. Thatcher, «The St. Petersburg/Petrograd Mezhraionka, 1913-1917: The Rise and Fall of a Movement for Social-Democratic Unity» in Slavonic & East European Review, 87, 2009.

[14] Sobre esto, ver León Trotsky, «El rearme del partido», en Historia de la Revolución Rusa (pp. 342-360).

Traducción del italiano: Alberto Albiero.

Traducción del portugués: Natalia Estrada.

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