Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Rusia en guerra, una visión desde adentro

Por Masha Chaykina, obrera fabril, corresponsal

Evaluar la conciencia de las masas bajo una dictadura es una tarea difícil. En Rusia, las masas están en silencio.

El pueblo trabajador y los sectores explotados y oprimidos no tienen sus propias organizaciones, no tienen sus propios líderes.

No hay nada que pueda servir para expresar colectivamente no sólo su descontento, sino incluso su opinión. Impera el temor a la máquina de poder del estado, que mostró su crueldad en Chechenia, en Georgia, en Siria y… ahora en Ucrania. Numerosísimos procesos penales “fabricados” y excesivas condenas con falsos cargos son demostrativos de esa perversidad del régimen dentro del país.

Y, por supuesto, dos décadas de rabiosa y demencial propaganda chovinista también han hecho su trabajo sucio: aún hay una porción significativa de trabajadores y gentes comunes que aprueban la guerra con Ucrania. Sin embargo, según estimaciones muy aproximadas, derivadas de datos indirectos e incluso de sensaciones –pues son muy escasos los que aceptan responder a las encuestas de opinión– alrededor del 20% de los rusos se opone firmemente a la guerra y condena la agresión del régimen. Además, según los mismos datos indirectos, la mayoría de los jóvenes y de los trabajadores con bajos ingresos, están en contra de la guerra. Por el contrario, la proporción de apoyo al régimen es mayor entre los ancianos y, curiosamente, la clase media, aproximadamente el mismo 20%. Y digo que puede resultar curioso porque muchas “figuras públicas” o intelectuales, que se exilaron gustan criticar y despreciar al pueblo “inerte, oscuro y amargado”. Esto no quiere decir que todos los trabajadores estén en contra de la guerra y todos los habitantes de los distritos privilegiados de las grandes ciudades estén a favor. La gran mayoría de los rusos comunes guarda silencio y continúa viviendo su vida rutinaria, generalmente pobre, prefiriendo no pensar o no hablar sobre la guerra.

La guerra polarizó la sociedad

Sin embargo, el tema de la guerra caldeó y agudizó la polarización extrema de la sociedad. Los opositores a la guerra nunca perdonarán a Putin y al régimen por sus crímenes, para ellos (para nosotros) la vida ha cambiado y viven con una expectativa y un deseo: el colapso del régimen y el castigo de los responsables de la guerra. Por el contrario, los partidarios de la guerra también consideran a sus oponentes no solo oposición política, sino verdaderos traidores y criminales. Estos son los polos extremos de la sociedad, pero esta división existe y es profunda e irreconciliable. Esto da razones para hablar de la posible amenaza de una guerra civil en Rusia. Esta división atraviesa literalmente a las familias, y esto es una verdadera tragedia. Teniendo en cuenta que alrededor de un tercio de los rusos tienen familiares –y a menudo los más cercanos, hermanos/hermanas– en Ucrania. Esta división adquiere las dimensiones de una catástrofe para la sociedad rusa.

La clase obrera

Es importante entender que los propios obreros rusos están extremadamente oprimidos. Los años de “estabilidad” del régimen de Putin, fueron y son años de trabajo duro para los trabajadores, con pérdidas de prestaciones sociales. Los rusos están abandonando en masa los pueblos y ciudades pequeñas donde no hay trabajo, donde las escuelas y los hospitales están cerrados. Para obtener ingresos más o menos decentes, debemos deslomarnos los siete días de la semana, comer y dormir poco, vivir en apartamentos alquilados, viajar en transporte repleto de gente. Para las masas trabajadoras, simplemente no hay condiciones físicas para pensar, analizar, planear…

El régimen ha destruido todos los medios de comunicación más o menos independientes. Los servicios secretos impregnan toda la sociedad, suprimiendo, controlando o infiltrando la más mínima autoorganización, que sólo se da cuando logra a encontrar fuerza y voluntad necesaria. Todo lo que queda es la televisión con el alienado y rampante chovinismo o los estúpidos videos de YouTube o TikTok.

Por lo tanto, es falso lo que se difunde ampliamente en todo el mundo: “los rusos apoyan masivamente al régimen y la guerra”. No hay apoyo masivo. Lo que hay son obreros y gente trabajadora oprimida hasta el límite. Como también pueblos originarios oprimidos en la plurinacional Federación Rusa. Evidente es que, en términos porcentuales, la mayoría de los reclutados de la movilización compulsiva para la guerra son pobladores de repúblicas nacionales, como, Buriatia, Yakutia, Daguestan… Y no es casual que en estas repúblicas se dieron las protestas más significativas contra la movilización en octubre del año pasado. Y además de la gente común, hay intelectuales elitistas, que viven acomodados en las grandes ciudades, que durante años montaron actuaciones de moda o publicaron exquisitas revistas por migajas de las corporaciones de Putin. Algunos de ellos salieron del país a mentir sobre el “apoyo masivo al régimen por parte del pueblo”. Por supuesto, una gran cantidad de los intelectuales que se fueron de Rusia son verdaderos fugitivos de las permanentes represiones del régimen.

La rebelión, motín o “marcha” de Prigozhin

Y justamente, respecto al “apoyo masivo al régimen”, qué se ha visto el 24 de junio. Marcha «Wagner» a Moscú. No hubo una sola manifestación en apoyo de Putin en ninguna ciudad rusa cuando denunció la rebelión en su mensaje a la nación.

Muchos rusos ni siquiera sabían qué era la “Wagner”. ¡Las personas mayores que seguían las noticias por la televisión pensaban que Rostov había sido capturada por el ejército ucraniano! Y no lograban entender qué significa una «Compañía Militar Privada». ¿Cómo que es «privada»?

Algunos veteranos se enredaron con la analogía hecha por Putin: “que Prigozhin es como Lenin, que golpeó desde la retaguardia de un país en guerra”. “Él (Prigozhin) es como Lenin, va en un carro blindado, la historia se repite”, dijo uno, conmocionado al ver y no entender también la lógica de la rebelión.

“¡Si Putin quisiera restablecer el orden, golpearía a Wagner!”. – dijo una obrera, que quizás habló por primera vez desde que empezó la guerra. Otra compañera la mira callada, pero dice en voz baja y casi en secreto, pero con regocijo en el rostro: «qué se revienten uno con otro». Un programador de oficina, que está contra la guerra: “Será una teatralización para mostrar a Putin débil».

En general, ese día fue un feriado de verano. Pero en el metro, la gente miraba todo el tiempo sus teléfonos, siguiendo las noticias. Sin embargo, no hubo miedo ni pánico. Esto contrastaba marcadamente con lo que estaban sintiendo y reflejando las “autoridades”: Putin se dirige a la nación en un discurso de emergencia, a las 10 de la mañana de un sábado y habla de “un motín militar y que Rusia está en peligro”. Hay rumores sobre la partida de vuelos con conocidos oligarcas y la fuga de altos funcionarios. Puestos de control y retenes en las afueras de la capital. Cancelación de la fiesta de estudiantes egresados (un evento importante para todo adolescente, casi tanto como una boda) y también suspensión todos los eventos públicos.

Pero el pueblo siguió los acontecimientos sin pánico, pero con interés y excitación. Un albañil constructor, inmigrante kirguís, con una irónica sonrisa comenta que sus padres lo llamaron: «Tal vez tengas que volverte, es peligroso allá en Rusia ahora»…. Aunque cuando no era “peligroso” para él y los obreros inmigrantes de Kirguistán, Uzbekistán y Tadzhikistán, que son la mitad de la clase obrera de las grandes ciudades de Rusia, en forma permanente sufrieron la permanente opresión y humillaciones del estado a través de la policía y el servicio de migración.

Un trabajador, que ha apoyado la guerra desde los primeros días de la ofensiva, está enviando memes y videos burlándose de la «rebelión rusa». Ancianos jubilados del pueblo, opositores a la guerra, se enteran con asombro y desconfianza que el presidente de Bielarús intervino en la rebelión para mediar “¿Lukashenko? ¡Uy! ¡No puede ser!… ¿Qué está haciendo él aquí?»

Un gerente de Moscú, padre de tres hijos, que simpatiza con la guerra de Putin, es llamado por sus padres desde otra ciudad porque están preocupados por cómo están allí. Él responde: ¡“¡No se preocupen, nos cerraremos en casa y veremos películas!”.

Así estamos bajo la dictadura de Putin. Los partidarios de la guerra de Putin, encerrándose sus casas ante el primer motín. Opositores que deseaban que “tanto Putin como Prigozhin se revienten uno al otro”. Los ancianos que no entendían lo que es una “compañía militar privada”. Y otros que insisten en preguntar: “¿Rostov es una ciudad rusa o ucraniana? Los jóvenes a quienes su fiesta de graduación les fue robada, pero sí recibieron esa noche el tardío “saludo” del presidente Putin que esa mañana había entrado en pánico. Y todo eso en medio de las quejas y el descontento de la mayoría de la población, agotada hasta el límite por una vida pobre y rutinaria.

Esta dictadura es “fuerte” solo en su aparato represivo. Y este aparato está a punto de estallar desde adentro debido al estancamiento de la guerra (y esto a pesar de que la ofensiva ucraniana aún no ha alcanzado toda su fuerza). No hay un masivo apoyo a la guerra. Es ilusorio y alimentado frenéticamente por la propaganda oficial.

Muchos partidarios activos de la guerra simpatizaron con Prigozhin y ahora están extremadamente amargados, pero no tienen miedo. Vieron que después de todo, la rebelión no fue reprimida. Los aún partidarios de Putin sólo quieren “estabilidad” aunque sea aparente. En sus palabras pueden ser “feroces” chovinistas, pero en realidad se esconden en su casa ante el menor peligro. Sin embargo, lo más importante es que hay un amplio estrato silencioso del pueblo, pero que todo lo ve, que odia al régimen, que quiere la victoria de Ucrania y que anhela prepararse para la posibilidad de intervenir activamente. Así vemos la situación en Rusia desde adentro.

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