Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

¿Qué significa ser morenista hoy?

El 21 de abril de este año se cumplieron 100 años del nacimiento de Nahuel Moreno, Hugo Bressano o simplemente «el viejo», como solíamos llamarlo. Moreno fue el fundador y dirigente más importante de nuestra corriente y de la LIT.

En cualquier valoración histórica seria, fue uno de los grandes dirigentes del trotskismo mundial. No pretendo en este artículo contar la historia de Moreno, lo que se hará en otros textos.

He querido dar mi opinión sobre lo que significa ser morenista hoy, 37 años después de la muerte del “viejo”. Nada más que mi opinión sobre el tema. Habrá otras, pero me pareció importante abordar este tema en este momento.

La grandeza de Moreno se expresa en que imprimió características definidas a la corriente conocida como «morenista», que aún hoy está presentes en la LIT. Estas características son muy diferentes a las de otras corrientes del movimiento trotskista mundial. 

Algunos grupos ajenos a la LIT y que se reivindican «morenistas» reducen estas características a «aprovechar las oportunidades», «buscar tácticas para movilizar a las masas». De hecho, esta es una caricatura errónea y ofensiva de Moreno.

Trotskismo obrero

La primera característica de Moreno fue su estrategia de construirse en el proletariado. Esto era notable porque implicaba una ruptura con los pequeños grupos trotskistas de la década de 1940 en Buenos Aires. Grupos de activistas de clase media que se reunían en bares y comentaban la situación nacional e internacional.

Moreno militaba en Villa Pobladora, un barrio obrero del Gran Buenos Aires. En el caso concreto de los grandes frigoríficos, que concentraban a una parte importante del proletariado argentino, intervino y aprendió de las huelgas, como la del frigorífico Anglo-Ciabasa en 1945.

No fue algo episódico, ocasional, sino una decisión estratégica. La revolución socialista tiene un sujeto social determinado, el proletariado. O el trotskismo lograba fusionar su programa revolucionario con el movimiento obrero o no habría revolución victoriosa.

A partir de entonces, este desafío caracterizó la actividad de Moreno y las características de toda la corriente. Y eso era todo un universo. Cómo acompañar y saber dirigir las luchas mínimas de los trabajadores. Cómo escuchar y saber formular consignas que, a partir de nuestro programa, pudieran ser comprendidas y asumidas por los trabajadores. Cómo utilizar las reivindicaciones y denuncias de las direcciones mayoritarias. Sólo así se puede desafiar la conciencia burguesa o reformista presente en el proletariado. Sólo así se puede combatir a las direcciones reformistas, a las burocracias sindicales.

Desde sus inicios hasta hoy, nuestra corriente se distingue de los grupos que comentan la lucha de clases sin buscar un camino para las masas.

Formular el programa revolucionario en consignas presupone ir y venir con la agitación política para sentir la respuesta de las masas. Ir y venir con la propaganda revolucionaria hacia la vanguardia obrera, para ayudar a precisar la mejor manera de convencerla de nuestro programa.

Moreno, como Trotsky, despreciaba las sectas dirigidas por unos pocos iluminados que crean realidades paralelas que sólo existen en sus cabezas, ignorando la vida cotidiana de los trabajadores.

No es casualidad que el PST argentino y luego el viejo MAS tuvieran bases obreras y sectores del movimiento obrero muy importantes. No es casualidad que el PSTU brasileño tenga una base obrera distinta y superior a todas las demás corrientes trotskistas del Brasil. No es casualidad que el partido colombiano tenga una base obrera en Cartagena, que el partido italiano lidere No Austerity, una corriente sindical con base obrera, que el partido español forme parte de la dirección de Co.bas Madrid, que el partido en EE.UU. esté empezando a desarrollar una base obrera, como otros.

El papel de la teoría y el programa

La segunda característica de Moreno fue su seria relación con la teoría y el programa revolucionarios.

Muy al contrario de la caricatura de «partidos para la acción» o «aprovechar las oportunidades», Moreno buscaba ante todo la elaboración teórica y programática para comprender y explicar el mundo y, a partir de ahí, poder intervenir en la lucha de clases.

No hay forma de entender el mundo sin elaboración teórica y programática. No hay forma de luchar contra las direcciones mayoritarias reformistas sin elaboración teórica y programática.

No sólo recuperando la teoría ya acumulada por los maestros del marxismo, como Marx, Lenin y Trotsky, sino también elaborando sobre los nuevos hechos. Por eso el marxismo es vivo, se enriquece con la realidad.

Algunos ejemplos de Moreno ilustran esta característica. Después de la Segunda Guerra Mundial, el mundo cambió profundamente por la aparición de nuevos Estados obreros dirigidos por burocracias con características similares al estalinismo. Mirando hacia atrás, esta caracterización parece fácil. Pero no fue nada fácil llegar a esta caracterización en el movimiento trotskista, lo que dio lugar a numerosas polémicas.

Estos nuevos Estados no fueron construidos por revoluciones obreras dirigidas por partidos revolucionarios similares al bolchevique. En general, se apoyaron en otros grupos sociales, como los campesinos u otros. Y estaban dirigidos por ejércitos guerrilleros u otras formaciones pequeñoburguesas o burocráticas.

Moreno se dedicó a explicar el mundo y, para ello, corrigió abiertamente las Tesis sobre la Revolución Permanente de Trotsky, que sólo apuntaban a las revoluciones socialistas que tenían al proletariado como sujeto social y un partido revolucionario como sujeto político. Hacer esta corrección sin capitular ante estas direcciones burocráticas fue un desafío de gran magnitud. Moreno estuvo al frente de la lucha contra la dirección de la IV Internacional en aquel momento (Michel Pablo y Ernest Mandel), que capituló ante estas direcciones burocráticas. En el III Congreso de la IV Internacional, en 1951, se discutió el documento de Pablo «¿Hacia dónde vamos?», que predecía una nueva guerra mundial del imperialismo contra la URSS, y que, como resultado de la guerra, los Estados obreros dirigidos por burocracias estalinistas se convertirían en aliados de la movilización revolucionaria de las masas. Esto tuvo graves consecuencias, como la dispersión de la IV Internacional. 

Otro ejemplo muy importante fue la contribución teórica de Moreno cuando polemizó con la desviación guerrillera del SU, dirigida por Mandel, al escribir El Partido y la Revolución. En este libro aporta una de las mejores sistematizaciones sobre cómo elaborar las consignas del programa revolucionario y su relación con el nivel de conciencia de las masas. No hay forma de ganar a la vanguardia para la lucha contra las direcciones reformistas sin entender cómo elaborar nuestras consignas.

Ante la presión del gobierno frentepopulista de François Mitterrand en los años ’80 sobre la OCI francesa, Moreno escribió dos textos «El gobierno Mitterrand, sus perspectivas y nuestra política» y «La traición de la OCI». Estos documentos tienen una enorme importancia hasta el día de hoy, como marco básico en la confrontación con gobiernos de colaboración de clases como los de Lula, Petro o Boric. 

El trotskismo dedicado a la construcción de partidos revolucionarios y de la IV Internacional

La tercera característica de Moreno fue su dedicación de por vida a la construcción de partidos revolucionarios y de la Cuarta Internacional.

A los 24 años, asistió al segundo congreso de la Cuarta Internacional en 1948. Desde entonces, participó en la construcción de la Cuarta Internacional en diversas formas organizativas.

Entre otras cosas, participó en el Secretariado Internacional en 1953, en el momento de la dispersión de la IV, junto con el SWP (EE.UU.), los trotskistas franceses dirigidos por Lambert, los británicos (dirigidos por Healy), y otros grupos.

En 1957, junto con dirigentes peruanos y chilenos, Moreno formó el SLATO (Secretariado Latinoamericano del Trotskismo Ortodoxo), en oposición a la dirección pablista y para ayudar a intervenir en el proceso revolucionario peruano, junto con Hugo Blanco.

En 1963, tras la revolución cubana, Moreno participó en la reunificación que dio lugar al Secretariado Unificado de la IV Internacional. Pero poco después formó parte de la asamblea de la Tendencia Bolchevique y luego de la Fracción Bolchevique para combatir a la dirección de Mandel, que capitulaba ante las direcciones burocráticas y guerrilleras de la época.

En 1982 nació la LIT, luego del apoyo de la dirección del Secretariado Unificado al Frente Sandinista en su represión a la Brigada Simón Bolívar, impulsada por la Fracción Bolchevique.

La LIT, fundada por Moreno, es un embrión de la Internacional, una base para la reconstrucción de la IV Internacional. En la concepción de Lenin y de Trotsky, la construcción de partidos revolucionarios siempre estuvo directamente ligada a la construcción de una Internacional. Una tarea no existe sin la otra.

El socialismo es necesariamente una construcción internacional. Por muy fuerte que sea un partido revolucionario, si no forma parte de una internacional sucumbirá inevitablemente a las presiones nacionales.

Moreno concibió la LIT con una estructura y un funcionamiento democráticamente centralizados. El modelo es la III Internacional, aunque con algunas diferencias importantes en su funcionamiento porque no tiene una dirección probada en revoluciones, como la III Internacional. 

Moreno siempre ha polemizado con otro tipo de estructura, presente en el Secretariado Unificado de la IV, de fracciones públicas permanentes. Las fracciones permanentes son la negación del centralismo democrático.

La SU ya no existe como corriente trotskista real. Sólo conserva el nombre de la antigua organización. Tras los acontecimientos del Este, la SU retrocedió de una corriente centrista al reformismo. Sus organizaciones se disolvieron en partidos reformistas anticapitalistas, como la antigua Liga Comunista Revolucionaria en el Nuevo Partido Anticapitalista, en Francia. No fue, por supuesto, sólo su forma organizativa la que condujo a este retroceso, aunque eso ayudó. Hoy, el SU es una federación de partidos reformistas que celebra reuniones internacionales.

La LIT celebra congresos regulares, con debates internos, eventualmente con tendencias con todos los derechos democráticos. Al fin y al cabo, en los congresos se votan las posiciones internacionales de la corriente, que son aceptadas por todos los partidos. No existe un «partido madre» que imponga su política a toda la organización internacional. El partido brasileño, el mayor de la corriente, no puede estatutariamente tener mayoría de delegados en el congreso ni en la dirección de la LIT. 

Hasta hoy, esta es una experiencia única en el trotskismo. Las otras corrientes trotskistas se apoyan en «partidos madre» que realizan reuniones internacionales que no son congresos democráticos para votar una política unificada, sino la imposición de la política del partido principal. Así es con el PTS y la Fracción Trotskista. Así es con Izquierda Socialista y la UIT. Así es con el SWP inglés y su corriente internacional.

¿Qué pasa con el morenismo hoy?

Una vez resumidas estas características básicas del morenismo, podemos volver, en mi opinión, a la pregunta planteada al principio: ¿qué significa ser morenista hoy?

Sin duda, la primera respuesta es continuar la batalla por construir la LIT. Nuestra Internacional no es la Cuarta Internacional reconstruida. Es un embrión, que busca unir a los revolucionarios que están de acuerdo con un programa y un concepto de Internacional democráticamente centralizada en la línea de la III Internacional.

La segunda respuesta es que es necesario avanzar en la construcción de este programa revolucionario, que no está listo ni acabado.

El programa es la comprensión común de los acontecimientos y las tareas. Y no es fácil comprender el complejo mundo actual.

Nos apoyamos en los documentos básicos del marxismo, como el Manifiesto Comunista, las enseñanzas de la III Internacional en sus cuatro primeros congresos, el “Programa de Transición”, así como la acumulación programática de Moreno y de la LIT.

Esta elaboración debe basarse también en el innegable legado de Moreno, así como en tener el coraje de criticarlo. Una de las características sobresalientes del “viejo” fue su capacidad de autocrítica, un instrumento heredado de Lenin y que tanta falta hace en otras corrientes de la izquierda. Por lo tanto, ser morenista significa también ser crítico para con Moreno.

Tenemos la obligación de entender el mundo de hoy, como lo hizo Moreno después de la Segunda Guerra Mundial. Un mundo complejo tras la restauración del capitalismo en Europa del Este y sus reflejos en la regresión de la conciencia de las masas y con décadas de aplicación de planes neoliberales. Un mundo en el que los dos mayores Estados obreros dirigidos por burocracias se han convertido en la China y la Rusia imperialistas. Un mundo en el que los gobiernos de conciliación de clases siguen aplicando planes neoliberales y en el que la ultraderecha se fortalece. Un mundo en el que el capitalismo está destruyendo la naturaleza y ya ha pasado el punto de no retorno en términos de desastres ecológicos. 

El mismo mundo en el que esta brutal explotación capitalista está provocando explosiones populares como las de Chile, Colombia y Ecuador, y en el que comienzan a gestarse nuevamente grandes movilizaciones obreras, como la huelga general argentina de febrero y las huelgas en Inglaterra, Francia y EE.UU.

Estas movilizaciones desafían el escepticismo de quienes han abandonado las banderas de la revolución socialista y la construcción de partidos revolucionarios. Como dijo Trotsky en el Programa de Transición: «Todas estas objeciones sólo demuestran que los escépticos no sirven para crear una nueva Internacional. En general, no sirven para nada».

Comprender el mundo para avanzar en el desarrollo de nuestro programa es puro morenismo. Centrarse en la clase obrera, disputar su conciencia y la dirección de sus luchas, es morenismo de raíz.

Explicar nuestro programa a la vanguardia y seguir construyendo la LIT y nuestros partidos es morenismo hoy.

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