Lun Mar 18, 2024
18 marzo, 2024

Presentación de “Comunistas contra Stalin. Masacre de una generación”: el legado de una generación heroica

Trágico. Brutal. Conmovedor. Inspirador. Todos esos adjetivos, y muchos más, se aplican al libro Comunistas contra Stalin. La masacre de una generación, que la Editora Sundermann publica por primera vez en lengua portuguesa.

Por: Bernardo Cerdeira

En sus páginas, el historiador francés Pierre Broué cuenta una historia ignorada o minimizada hasta ahora por los historiadores, incluso aquellos que se reivindican marxistas: la resistencia heroica de los comunistas, especialmente los de la Oposición de Izquierda trotskista, contra la dictadura estalinista.

Broué dice que es “una historia que fue celosamente ocultada durante más de medio siglo”. Hoy, 18 años después del lanzamiento de este libro en francés (2003), esa operación de ocultamiento de la masacre de centenas de millares de comunistas de oposición que se dio en la década de 1930, continúa y dura ya más de ocho décadas.

Pero, ¿quien se ocupó con tanto celo de esa operación de ocultamiento? Es claro que, sobre todo, el estalinismo, que siempre tuvo todo el interés en ocultar la resistencia y la masacre, no solo para encubrir sus crímenes sino principalmente para encubrir la fuerza de la Oposición de Izquierda, que solo despareció cuando Stalin mató a todos sus militantes.

Al callar las voces de la Oposición y ocultar la masacre, Stalin procuraba realizar un aspecto esencial de su tarea contrarrevolucionaria, que consistía en presentarse al proletariado de todo el mundo como el heredero de las tradiciones de la Revolución de Octubre y único representante del comunismo y, así, defender más fácilmente los privilegios de la casta burocrática.

Pero, el estalinismo no era el único interesado en esa operación de ocultamiento. El imperialismo y sus ideólogos también siempre tuvieron un interés especial en ocultar esa historia. Así, esperaban poder presentar la contrarrevolución burocrática estalinista como continuidad del régimen soviético dirigido por el Partido Bolchevique de Lenin y Trotsky y, al mismo tiempo, señalar la repugnante dictadura estalinista como si fuese el verdadero comunismo.

Esos enemigos de la revolución acusaron al Partido Bolchevique, a la Revolución Rusa y al socialismo de ser los responsables por los crímenes y los males de las dictaduras burocráticas del estalinismo, para así desprestigiar más fácilmente el socialismo frente a los trabajadores y pueblos del mundo entero.

El libro de Broué desmiente todo eso. Muestra con números, apoyándose en datos de los archivos soviéticos y en especialistas como el profesor Vadim Rogovin, que no hubo continuidad entre el Partido Bolchevique de Lenin y el Partido Comunista de Stalin, sino sí una ruptura brutal provocada por la burocracia estalinista que exterminó a la mayoría de la vanguardia revolucionaria que dirigió la Revolución de Octubre y luchó en la guerra civil.

De acuerdo con los archivos soviéticos, durante 1937 y 1938 la policía secreta (llamada NKVD) detuvo 1.548.366 personas, de las cuales 681.692 fueron ejecutadas. Pero historiadores estiman que más de 800.000 personas fueron oficialmente ejecutadas, la mayoría comunistas. Eso sin contar las centenas de millares que murieron de hambre, frío y enfermedades en los campos de concentración en Siberia, llamados gulags, o que desaparecieron sin registro.

Entre el partido dirigido por Lenin y el aparato burocrático de Stalin hay, en la expresión usada por Trotsky, “un río de sangre” derramado por esas centenas de millares de revolucionarios asesinados. El estalinismo es lo contrario del bolchevismo.

Pero, el libro de Broué va mucho más allá de la denuncia. Muestra que incluso derrotados y confinados en los campos de concentración de Siberia, más de 30.000 trotskistas, según admitió el propio Stalin, continuaron resistiendo y defendiendo su programa hasta el fin. ¿Cómo pudieron soportar esas terribles provocaciones y mantener sus principios?

Broué muestra que la Oposición de Izquierda tenía una estrategia y un programa alternativo global al estalinismo, basado en la experiencia de la Revolución de Octubre y que se apoyaba en el marxismo y en la confianza en el proletariado mundial. Era un programa opuesto por el vértice al programa de la burocracia.

Esa programa partía del análisis del proceso de burocratización del Partido Comunista y del Estado soviético, provocado por la derrota de las revoluciones europeas y por el retroceso de la ola revolucionaria mundial, con el consecuente aislamiento de la Unión Soviética. Además de eso, el país estaba devastado por la Guerra Civil y por las invasiones imperialistas, asolado por el hambre, y atrapado en su atraso histórico.

Esos elementos, combinados con el florecimiento de una clase propietaria, producto de las concesiones capitalistas de la Nueva Política Económica [NEP], permitieron el surgimiento de una casta burocrática de funcionarios que fue adquiriendo privilegios frente a la penuria del país. El estalinismo fue la expresión política de esa burocracia en el Partido Comunista y en el Estado.

Pero, a pesar de las difíciles condiciones objetivas de aislamiento y penuria del país, la degeneración burocrática del Estado soviético podría haber sido evitada. La comprensión del proceso de degeneración burocrática y la estrategia y el programa para combatirla fue lo que posibilitó al núcleo de la Oposición de Izquierda resistir, a pesar de las capitulaciones de los vacilantes. Pero, ¿en qué consistían los ejes de ese programa?

La Oposición de Izquierda defendía que el único futuro posible para la Unión Soviética era el desarrollo de la Revolución Mundial. Por eso, combatió duramente la falsa teoría del “socialismo en un solo país” que creó la mentira de que Rusia por sus peculiaridades (extensión territorial y riquezas nacionales) podía alcanzar el socialismo aisladamente.

La pretendida “teoría” del socialismo en un solo país también defendía que era posible la “neutralización” de la burguesía mundial y condujo, más tarde, a la política de “coexistencia pacífica” con el imperialismo, al Pacto Stalin-Hitler, y a los acuerdos contrarrevolucionarios de Yalta y Potsdam que cristalizaron áreas de influencia de los Estados Unidos y de la URSS.

Trotsky y la Oposición de Izquierda también se opusieron a la política de la revolución por etapas y el apoyo político a la burguesía nacional que la Internacional Comunista estalinizada aplicó en la Revolución china de 1927. Trotsky llamó esa política de apoyo al partido burgués Kuomintang, “caricatura del menchevismo”. Esa orientación llevó a la derrota de la revolución en China y a la masacre del proletariado chino, provocando un aislamiento aún mayor de la URSS.

La revolución por etapas después fue elevada por el estalinismo a la categoría de estrategia mundial de alianza con la burguesía, plasmada en la política de Frente Popular para todo el mundo, basada en la “teoría de los campos” y la colaboración de clases con el campo burgués “progresista”.

La teoría de la Revolución Permanente en todo el mundo, incluyendo la revolución política en la Unión Soviética, que expulsase a la burocracia, era y es la única teoría que se opone a la ideología del “socialismo en un solo país” y constituye, al mismo tiempo, una estrategia y un programa coherentes que podrían impedir la degeneración del Estado soviético.

Desde que fue lanzada la Plataforma de los 46, la primera manifestación de la Oposición de Izquierda en 1923, el programa de la Oposición defendió una política de industrialización de la URSS que abasteciese a los campesinos con bienes de consumo. Defendía también que el Estado soviético enfrentase y limitase el poder de los campesinos ricos, los llamados “kulaks’, con impuestos, para impedir que estos se fortalecieran como clase explotadora.

Pero, la Oposición de Izquierda no defendía la colectivización forzada del campo, adoptada por la burocracia soviética años después, en 1929. Cuando eso ocurrió, la Oposición denunció que la burocracia fue llevada a esa decisión porque los “kulaks”, fortalecidos por años de concesiones, comenzaron a boicotear el abastecimiento de las ciudades.

La opción por la colectivización forzada fue una reacción burocrática desesperada que provocó millones de muertos y hambre generalizado. La Oposición de Izquierda defendía, desde el principio, una política de colectivización gradual y cuidadosa con los campesinos, incluyendo los kulaks y los campesinos pequeños y medianos.

Pero, el punto más importante del programa de la Oposición era el retorno de la plena democracia en el partido, en la Internacional y en los Soviets, que llevase a un debate abierto de las alternativas para la URSS y provocase un regeneración del partido y de la Internacional, permitiendo encontrar una línea correcta para la revolución internacional.

La Oposición de Izquierda reunió la mayor parte de los mejores cuadros que habían dirigido la Revolución de Octubre y luchado en la guerra civil. Tenía gran peso en el partido, principalmente entre la clase obrera. Cuando se unió a otras facciones, como la fracción de Zinoviev y Kamenev, en la Oposición Unida, agrupó prácticamente todas las alas críticas a la burocracia.

No obstante, el retroceso de la revolución mundial, especialmente de Alemania, y el cansancio de las masas después de ocho años de guerras y luchas, permitieron que la fuerte represión del aparato burocrático triunfase, usando todo tipo de métodos: fraudes, calumnias, persecuciones, agresiones policiales, expulsiones del partido, prisión de los opositores, deportaciones a Siberia de todos sus dirigentes y principales cuadros, torturas y, finalmente, ejecuciones.

Trotsky decía en la década de 1930, que “la lucha contra la feroz represión sobre la oposición marxista en la URSS es inseparable de la lucha por la liberación de la vanguardia proletaria mundial de la influencia ejercida por los agentes estalinistas y los métodos estalinistas”.

Broué cita en un pasaje del libro, un texto de El gran juego de Leopold Trepper, un ex estalinista, jefe del extraordinario equipo de espionaje soviético que actuaba en la Alemania nazi, la llamada “Orquesta Roja”, para testimoniar la lucha de los trotskistas y para mostrar cómo su programa alternativo al estalinismo fue la base de su resistencia. En tono autocrítico, Trepper escribe lo siguiente:

“La revolución había degenerado en un sistema de terror y de horror; los ideales del socialismo estaban ridiculizados por un dogma fosilizado que los verdugos tenían la desfachatez de llamar marxismo. Todos los que no se sublevaron contra la máquina estalinista son responsables por eso, colectivamente responsables. No hago excepciones y no escapo a este veredicto.

“Pero, ¿quién protestó? ¿Quién elevó su voz contra el ultraje? Los trotskistas pueden reivindicar esa honra (…) En los tiempos de las grandes purgas, solo podían clamar su rebelión en los vastos desiertos helados para donde habían sido enviados para ser exterminados. En los campos, su conducta fue admirable, pero sus voces se perdieron en la tundra.

“Hoy, los trotskistas tienen el derecho de acusar a los que entonces aullaban con los lobos. Que no olviden, sin embargo, que poseían sobre nosotros la inmensa ventaja de disponer de un sistema político coherente, susceptible de derrocar el estalinismo, y al cual podían agarrarse en medio de la profunda miseria de la revolución traicionada”.

Ese bello homenaje es verdadero. Pero, la coherencia de una alternativa política, teórica, programática y de acción, aunque haya sido, sin duda, fundamental, no explica todo. ¿Por qué los militantes trotskistas resistieron hasta el fin sin capitular, incluso sufriendo terribles privaciones y torturas en los “desiertos helados” de Siberia y sabiendo que su destino casi cierto era el exterminio?

Tenían también una moral revolucionaria, una disposición militante y una convicción en la revolución socialista mundial y en el futuro del comunismo que tenía su base en la experiencia de la Revolución de Octubre.

Broué muestra, con ejemplos vivos, cómo la Oposición no dejó nunca de luchar. Sus integrantes se organizaron en la clandestinidad: primero en las fábricas y en los lugares de trabajo y, después, en los lugares de deportación, en las prisiones y en los campos de concentración.

Podemos acompañar en Comunistas contra Stalin las diferentes formas con que los militantes de la Oposición divulgaban sus ideas. Con panfletos y publicaciones clandestinas, pero que llegaban a los obreros por millares y, después, cuando la represión se intensificó, con publicaciones que circulaban de mano en mano.

El Boletín de la Oposición, editado por Leon Sedov y Trotsky, fue publicado de 1929 a 1941 en Berlín, París y otras ciudades e introducido en la URSS por marineros, funcionarios del servicio diplomático, viajantes soviéticos en misiones comerciales y científicas, etc. Fueron publicados un total de 65 números.

En las prisiones y en los campos, los trotskistas lucharon organizadamente contra los malos tratos con el único medio del que disponían: las huelgas de hambre de centenas de prisioneros. Fueron muchas, desde la huelga del centro de aislamiento de Tomsk, en 1927, pasando por las huelgas en la prisión de Verkh-Neuralsk, en 1931 y en 1933, y terminando con las últimas huelgas de hambre en los campos de prisioneros de Vorkuta y Magadan en 1937-1939, donde fueron fusilados millares de militantes trotskistas. Comités de huelga electos y reconocidos por todos, organizaban reivindicaciones, escribían los manifiestos políticos y las cartas de los huelguistas al gobierno, y conducían esas luchas.

Broué también describe en colores vivos cómo los militantes trotskistas discutían en las prisiones y en los campos, con diferentes posiciones, escribían sobre los más variados temas e incluso producían publicaciones clandestinas dentro de las prisiones y de los campos. Un pequeño ejemplo, cita Broué, es una modesta revista llamada “Recopilaciones sobre el período actual”.

En 2018, un descubrimiento extraordinario amplió las informaciones del libro de Broué. Durante la reforma en la prisión de Verkh-Neuralsk se descubrieron bajo un piso de madera de la Celda 312, 30 cuadernos con documentos y publicaciones de la Oposición de Izquierda de 1932-1933. La voz de los trotskistas soviéticos volvió a hacerse oír 85 años después.

Esos verdaderos bolcheviques-leninistas, como ellos mismos se llamaban, no escribían solo para mantener la moral de sus filas. Esperaban que las futuras generaciones rescatasen su historia y su ejemplo. Lucharon para preservar el marxismo revolucionario frente a la monstruosa degeneración burocrática y para que su lucha inspirase a futuras generaciones de revolucionarios.

Trotsky impidió que el estalinismo cortase el hilo de continuidad del marxismo revolucionario al fundar la IV Internacional, incluso pagando con su vida. Hoy podemos decir que los sacrificios de Trotsky y de la Oposición de Izquierda soviética no fueron en vano.

Buscamos transmitir a las nuevas generaciones sus enseñanzas y honramos esos ejemplos de vidas dedicadas a la revolución socialista mundial. Y proclamamos que nosotros, los trotskistas de hoy, somos los herederos orgullosos de esa tradición.

Artículo publicado en www.pstu.org.br, 17/9/2021.
Traducción: Natalia Estrada.

 

 

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