Dom May 26, 2024
26 mayo, 2024

¿Por qué no es posible borrar los 60 años de dictadura, como quiere Lula?

Por: Luiz Carlos Prates (Mancha), de São José dos Campos (SP)

Una política de común acuerdo entre el imperialismo norteamericano, militares, empresas multinacionales y nacionales y sectores conservadores de la sociedad civil, fueron los pilares del golpe de 1964 en el Brasil.

Persecución, despidos, prisiones, torturas y muertes

La Comisión Nacional de la Verdad (CNV) divulgó, en 2014, que 434 personas fueron asesinadas durante la dictadura o permanecen desaparecidas. Human Rights Watch (HRW) apuntó que más de 20.000 hombres y mujeres fueron torturados. Miles de trabajadores fueron perseguidos y despedidos, entrando en “listas sucias” que les impedían conseguir nuevos empleos; los trabajadores rurales fueron duramente reprimidos; así como los estudiantes.

Según el informe del Grupo de Trabajo sobre Dictadura y Represión a los Trabajadores, las Trabajadoras y el Movimiento Sindical, de la CNV, sólo en 1964, 409 sindicatos y 43 federaciones sufrieron intervención del Ministerio de Trabajo. Entre 1964 y 1970 se realizaron 536 intervenciones sindicales.

Los pueblos indígenas sufrieron genocidio. Un caso emblemático fue el de los Waimiri Atroari, en la región de Amazonas y Roraima, prácticamente diezmados entre las décadas de 1960 y 1980, principalmente durante el Plan de Integración Nacional (PIN) decretado por el general Emílio Garrastazu Médici, con el objetivo de ocupar dos millones de km2 de la Amazonía.

En 1968, los años de terror de la dictadura brasileña se profundizaron, a partir del Acto Institucional Número 5 (AI-5), que duraría diez años actuando mediante una represión violenta. Fue una respuesta truculenta de los militares a las masivas manifestaciones estudiantiles fortalecidas por la muerte del estudiante de secundaria Edson Luis de Lima Souto, baleado a quemarropa en Río de Janeiro. En junio de ese año, el movimiento estudiantil organizó la histórica marcha de 100.000 que también reunió a trabajadores, artistas e intelectuales exigiendo el fin de la dictadura.

Con el AI-5 se cerraron el Congreso Nacional y las asambleas legislativas de los Estados, se revocaron otros 170 mandatos legislativos, se instituyó la censura previa a la prensa y a la cultura y se dio aval al presidente para intervenir en los Estados y municipios.
Entre los artículos, estaban la suspensión de los derechos políticos, la prohibición de actividades o manifestaciones sobre asuntos de carácter político y la aplicación de medidas de seguridad que implicaban libertad vigilada, prohibición de asistencia a determinados lugares y residencia obligatoria.

Resistencia y reorganización de la clase trabajadora

La industrialización y el crecimiento económico se produjeron a través de recortes salariales, pésimas condiciones laborales, fin de la estabilidad en el empleo y fuerte represión de las luchas y huelgas, con persecuciones, despidos y prisión de trabajadores.

La crisis mundial del petróleo fue un hito en el declive del milagro brasileño. La reacción popular no tardó en manifestarse en protestas como saqueos de comercios, averías de trenes y autobuses y ocupaciones de terrenos urbanos.

El movimiento obrero comenzó a reorganizarse dentro de los gremios por medio de las organizaciones de izquierda, comisiones eclesiásticas de base, o incluso de forma espontánea.

Entre las organizaciones de izquierda que jugaron un papel relevante en este proceso de reorganización se encontraba la Convergência Socialista (CS), originaria de la corriente trotskista Liga Operaria. Tanto la Liga como la CS no optaron por la lucha armada, como muchas otras organizaciones, sino por el movimiento de masas. Así se dio la inserción en la lucha de los metalúrgicos, docentes, bancarios, obreros de la construcción, gráficos, portuarios y otros gremios, dedicando también especial atención al movimiento estudiantil.

Los militantes de la Liga, José Maria de Almeida, Celso Brambilla y Márcia Basseto Paes fueron arrestados y torturados en mayo de 1977. Esta represión sólo se hizo visible con el apoyo del movimiento estudiantil, que salió a las calles de São Paulo en defensa de la liberación de estos trabajadores.

La Convergência jugó un papel fundamental en la fundación del PT, al defender la creación de un Partido Socialista que representase a la clase trabajadora, avanzando activamente hacia la construcción del Partido de los Trabajadores.

Esta organización también tuvo decenas de militantes y activistas presos hacia finales de los años 1970 y a lo largo de los años 1980, en las huelgas de muchos gremios de trabajadores que tuvieron lugar durante ese período.

Estas huelgas tuvieron proporciones históricas, principalmente a partir de 1978, con la huelga que se extendió en el ABC paulista en las montadoras y plantas metalúrgicas. Este fue un marco para las grandes huelgas de la década de 1980. Estas luchas se mezclaron con una amplia campaña en defensa de la amnistía para los presos y los exiliados políticos. Personajes del caricaturista Henfil se convirtieron en expresión de este movimiento, como Graúna diciendo “Estoy viendo una esperanza”, así como la música de João Bosco y Aldir Blanc “El borracho y el equilibrista” cantada en todo el país.

Fue Henfil, en 1979, quien creó el histórico personaje del Sindicato de Trabajadores Metalúrgicos de São José dos Campos, el Dito Bronca, que siempre expresa su indignación por la explotación, el asedio y la falta de condiciones en el lugar de trabajo. Por causa de Dito Bronca, el sindicato sufrió varios procesos interpuestos por la empresa.

En 1983, una huelga general contra la rebaja salarial paralizó a aproximadamente tres millones de trabajadores de gremios importantes. Entre ellos, metalúrgicos, trabajadores del metro, bancarios, de comercio, portuarios y empleados públicos. Hubo una fuerte represión, intervención en sindicatos, casación y arresto de dirigentes y trabajadores.

Pero la semilla de una nueva organización sindical en el Brasil ya estaba plantada. Así como las luchas del movimiento estudiantil, que también fueron punta de lanza para el derrocamiento de la dictadura, aún con la UNE (Unión Nacional de Estudiantes) operando en la clandestinidad. A mediados de la década de 1980, fuertes huelgas de petroleros, metalúrgicos y bancarios impondrían el debilitamiento de la dictadura militar, terminada oficialmente en 1985.

En 2013, la Comisión de Amnistía reconoció el papel de la Convergência Socialista en la lucha por la democratización del Brasil. La 77° Caravana amnistió y reparó a 25 militantes de la organización, cuando el presidente de la Comisión, Paulo Abrão, rescató la importancia de la CS: “Uno de los grupos políticos que mantuvo la altivez y la cabeza erguida y pagó un alto precio por ello; la Comisión de Amnistía dedica esta sesión pública a la Convergência Socialista, reconociendo su papel en la lucha contra la dictadura y también contra las injusticias sociales de este país”.

No olvidar para que no vuelva a suceder

La democracia burguesa brasileña es manca. Aquí no hubo castigo para los militares, uno de los únicos países de América del Sur que no castigó a sus verdugos. A diferencia de Argentina, Perú, Uruguay y Chile, por ejemplo.

En el Brasil, la amnistía para los presos y exiliados políticos, en 1979, vino acompañada de la amnistía para los militares que cometieron graves crímenes.

La Comisión Nacional de la Verdad realizó mapeos relevantes, investigó muertes y desapariciones, genocidio de indígenas, persecución a campesinos, la relación entre empresas y la dictadura militar, pero no hubo castigos.

Además de dejar en libertad a los criminales, la falta de castigo en el Brasil dejó escombros en la vida cotidiana, como la continuidad de la acción violenta institucionalizada de la Policía Militar en las periferias brasileñas, cobrando principalmente vidas de la población joven y negra.

Los constantes ataques a la libertad y la autonomía sindical también son parte de los resquicios de la dictadura.

La impunidad por los crímenes cometidos durante la dictadura dio respiro a los militares y permitió los actos golpistas del 8 de enero de 2023, orquestados por Jair Bolsonaro, miembros de las Fuerzas Armadas y sectores conservadores.

Los procesos de amnistía para los perseguidos políticos entre 1964 y 1985 están paralizados.

Por eso, el presidente Lula no puede determinar la suspensión de eventos oficiales que recuerden los 60 años del golpe militar. No es posible borrar los crímenes cometidos por los militares durante la dictadura.

Esta acción de Lula fue recibida con indignación por víctimas, familiares y todos los que luchan contra la dictadura. No es para menos. Conciliar con militares y torturadores de la dictadura es inadmisible y sólo sirve para fortalecer a la extrema derecha.

En contrapisición, organizaremos y participaremos en actividades que recuerden las atrocidades cometidas por el régimen militar que afectó profundamente al pueblo brasileño, con el objetivo de asumir y fortalecer la lucha por Memoria, Verdad y Justicia de forma independiente.

Exigimos el arresto inmediato de Bolsonaro y de todos los golpistas. Ninguna amnistía ni conciliación con estos golpistas.

Exigimos reparación para las víctimas de la dictadura, con amnistía para quienes aún no han sido indemnizados.

Para que no se olvide, para que no vuelva a suceder. ¡Dictadura Nunca Más!

Artículo publicado en www.opiniaosocialista.com.br, 22/3/2024.- Traducción: Natalia Estrada.

Más contenido relacionado:

Artículos más leídos: