Perú: Su estrategia y la nuestra
Anunciada la “tercera toma de Lima”, lo que constituiría el reinicio de la movilización contra el gobierno asesino que Dina Boluarte encabeza ‘en pared’ con el Congreso, es preciso preguntarnos ¿Cuál es el papel que ha jugado la llamada “izquierda” en este tiempo? ¿Cuál ha sido su estrategia frente al levantamiento valiente y combativo de los pueblos del interior, particularmente del sur? ¿Hasta qué punto su posicionamiento ha sido clave para que el gobierno y el Congreso se mantengan?
Por Víctor Montes
La «izquierda» que el régimen necesita
Lo cierto es que desde el inicio de las protestas, las organizaciones que se dicen “de izquierda” se dedicaron a dividir la movilización liderada por los pueblos del interior, con la pretensión de terminar dirigiendo la lucha hacia sus propios cálculos, que siempre son electorales.
Nuevo Perú, Juntos por el Perú, quienes incluso tienen representación parlamentaria, brillaron por desaparecer de la escena, y por su poca combatividad. Lo mismo hizo el llamado “Bloque magisterial” y Perú Libre.
En realidad, esa izquierda ha estado calculando sus posibilidades electorales y conviviendo vergonzosamente con el mismo gobierno al que supuestamente denuncian como golpista. Carentes de candidatos, esas organizaciones han especulado con el adelanto de elecciones, desoyendo las banderas de lucha de la población pobre que moría en las calles.
No debe sorprender que, yendo hasta el final con esta actitud, “Chabelita”, la congresista nacida de las luchas de las obreras de limpieza pública, haya aceptado, con una gran sonrisa, la “Orden del trabajo”, de manos de Boluarte.
La responsabilidad del Partido Comunista y la dirigencia de la CGTP
Otro tanto ha hecho la dirigencia de la CGTP, controlada por el PC, Ante la llegada de miles de compañeros y compañeras del sur a Lima.
Iniciada la “toma de Lima”, este sector convocó marchas con destinos distintos a los que certeramente definieron las delegaciones.
Con el paso del tiempo, las convocatorias sin trabajo de bases de la dirigencia de la CGTP, primero a un supuesto paro nacional, y luego a una menos creíble huelga general indefinida, que debieron en movilizaciones caracterizadas por su poca combatividad, terminaron por sembrar la desconfianza en las bases del interior respecto de la actitud de la clase trabajadora, y de “Lima”, ante la lucha emprendida. Tras la desconfianza, cundió la desmoralización.
No es de extrañar que hoy, esa misma dirigencia de la CGTP, anuncie con bombos y platillos la suscripción de un convenio colectivo entre las centrales estatales y el gobierno, como si el de Boluarte fuera “un gobierno más”. Por el contrario, pone en evidencia que mientras acusan a Boluarte de dictadora, todo este tiempo han estado negociando y renunciando a la lucha directa para enfrentarla.
Nuestra estrategia
La política de todas esas organizaciones es la principal responsable de que el movimiento obrero, concentrado en las ciudades y en las minas del país, y los pueblos del interior, no hayan constituido una sola fuerza que eche abajo tanto al gobierno de Boluarte como al Congreso.
Por eso la única estrategia que puede abrir el camino a esta reivindicación, imponer el adelanto de elecciones inmediatamente, y la convocatoria a una Asamblea Constituyente, es justamente organizar el impulsar la movilización unitaria y combativa de las organizaciones del interior y de la clase obrera. Esa fue la enseñanza del poderoso paro nacional del 19 de julio de 1977, al que tanto hacen mención, pero que ignoran deliberadamente todas esas organizaciones que se dicen “de izquierda”.
Esta es la estrategia que planteamos a las organizaciones obreras, estudiantiles y populares: construir un nuevo 19 de julio de 1977 organizando desde las bases la paralización real de las fábricas, minas, puertos y comercios, la autodefensa de los piquetes de huelga y de las columnas en las marchas, el llamado a la tropa de la policía y las ff.aa. a desobedecer a sus mandos que les envían a matar a sus hermanos y hermanas, etc.
Esto significa hacer asambleas en las bases. Discutir y aprobar un plan de acción para retomar la movilización en forma permanente. Levantar como bandera principal de toda lucha, grande o pequeña, la caída del gobierno y del congreso, el adelanto inmediato de elecciones y la convocatoria a la Asamblea Constituyente. Y organizar comités de lucha donde nos encontremos unidas las diversas organizaciones del pueblo pobre y trabajador.
Construir una dirección para esta estrategia
Sin embargo, garantizar está tarea significa poner en pie una dirección que la lleve a cabo.
Una dirección revolucionaria, clasista, que levantando el programa de la lucha que iniciaron los pueblos del interior contra este gobierno. Y fusionándolo con el de las reivindicaciones más sentidas de la clase obrera, se disponga a pelear en forma inclaudicable hasta el logro de las demandas planteadas.
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La traición de Perú Libre y el Bloque magisterial
Si la llamada izquierda en general es responsable, gracias a su claudicación, de que la lucha no haya continuado su curso hasta la caída de Boluarte y el Congreso, el papel que juega hoy Perú Libre y el Bloque Magisterial desde el congreso es sencillamente rastrero y traidor, votando según su conveniencia con la derecha más rancia, a veces, con el “centro” en otras, y negociando cupos y puestos como cualquier otro partido patronal.
Esa es la cara real de la experiencia perulibrista y de los dirigentes magisteriales que, junto a Castillo, salieron a las calles en 2017 solo para terminar en el mismo lodazal de los demás grupos políticos de esta democracia corrupta y asesina.
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Los sectores medios y «democráticos»
Esta misma política de las direcciones, que ha llevado a que se rompa la posibilidad de concretar la unidad entre la clase obrera y el pueblo movilizado para echar al gobierno y al Congreso, es la que ha entregado a los sectores medios de las ciudades a la propaganda oficial, facilitando su desmovilización.
Tanto la izquierda reformista, cómo las direcciones de las organizaciones, hicieron eco del discurso que tildó de “violentistas” la lucha en curso para “justificar” sus convocatorias divisionistas y carentes de combatividad.
Con esa actitud, debilitando la lucha y haciendo confusa la estrategia, entregaron la conciencia de los sectores medios de la ciudad, muchos de los cuales habían adoptado una actitud anticastillista desde antes de diciembre, tanto por los paupérrimos resultados del gobierno, cómo por la propia propaganda de la derecha política.