Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Perú: balance y lección preliminares de una lucha que está en curso

Pese a que por arriba pretenden haber vencido y fingen normalidad en sus funciones, la lucha por la caída de Boluarte y el cierre del odiado Congreso continúa, y los ánimos se encuentran más caldeados que cuando empezó este proceso.

Por PST – Perú

La lucha, no obstante, se ha tomado una tregua luego de más de 40 días de movilización permanente desde que fuera retomada a inicios de enero. Los activistas y luchadores hacen balances y discuten sobre lo sucedido con miras a retomar las acciones con más luces; y para aportar a este debate aquí intentamos ofrecer algunas ideas.

La tregua de estos días es producto del cansancio de los luchadores de las poblaciones más pobres de Puno, Cusco y del sur peruanos que la sostuvieron desde el 7 de diciembre, entregando en ella todas sus energías, recursos y sacrificios, solo pensando en lograr la caída del gobierno Boluarte y de sus socios del Congreso; para muchos una aspiración legítima y justa luego de la matanza que produjeron. Pero al identificar un contexto más complicado y difícil de lo que se imaginaron y bajo la presión de las penurias materiales, resolvieron retroceder.

¿Por qué no ganó la lucha?

¿70 días de heroica lucha, movilización constante, paralización total de varias regiones y localidades del interior, desplazamiento a Lima de miles donde realizaron gigantescas movilizaciones, de dura resistencia a la represión que trajo la muerte de 48 luchadores y dejó cientos de heridos graves, y la seria afectación a la economía no solo de la población pobre sino de la economía nacional, por qué no fueron suficientes para ganar?

Porque para ganar la lucha debió saltar a convertirse de regional a nacional con la participación de las principales fuerzas populares, y sobre todo de la clase obrera concentrada en Lima.

En algunos momentos la lucha tuvo este alcance, como cuando se realizaron las grandes jornadas del 19 de enero con la llamada “Toma de Lima” y los días que siguieron a la ocupación policial de la Universidad de San Marcos, hasta la huelga nacional que la CGTP convocó para iniciarse el 7 de febrero. Pero éste no fue un proceso acumulativo que terminara desembocando en una acción decisiva que produjera la caída de Boluarte, sino fue un proceso que se abortó con la “huelga indefinida” del 7 de febrero convocada por la CGTP.

La lucha del sur dio todo lo que pudo dar. Logró ganar el apoyo de parte de la juventud, de parte la población pobre de Lima que realizó masivas marchas desde los conos; logró ganar a un sector de la clase trabajadora y la simpatía de la mayoría de ella que mostró disposición de sumarse con más decisión, y ganó a las mismas clases medias democráticas que horrorizados por la cruenta represión y la deriva reaccionaria del gobierno apoyaban la demanda de renuncia inmediata de Boluarte y la convocatoria a elecciones adelantadas.

La lucha llegó también a ganar a la opinión pública internacional donde gobiernos y organismos de DDHH se pronunciaban cuestionando al Gobierno y Congreso. Así se generó un consenso por la caída del gobierno, y el mismo Congreso, más renuente por la confabulación de derechistas e “izquierdistas” a renunciar a su curules, fue obligado a debatir el adelanto de elecciones para este año.

Para avanzar en la caída del gobierno y del Congreso, se requería un impulso final, un impulso fuerte como un paro nacional efectivo en todo el país involucrando a la clase obrera y a los sectores populares.

El papel de la CGTP fue clave para frustrar la lucha

El paro nacional, como materialización de la unidad en la lucha, solo podía ser preparado y convocado por la CGTP, pues ahí está organizada la mayoría de la clase trabajadora y ella no actúa por fuera de la central. Pero no se lo hizo. La dirección de la CGTP convocó la “huelga indefinida” del 9 de febrero, pero no movió ni un dedo para garantizar siquiera un paro: no realizó una sola asamblea nacional, no bajó a bases… Se limitó a convocarlo, sacar un afiche virtual y lo dejó a su suerte con el explícito propósito de llevarlo al fracaso.

La dirigencia de la central mostró así que no estaba con la lucha popular por la caída de Boluarte y el cierre del Congreso, se ubicaba, en los hechos, del lado de los que sostenían la continuidad del régimen.

Como es una dirección montada sobre el movimiento obrero su política no fue traidora sino se presentó matizada. Por eso, en lugar de colocarse a la cabeza de la lucha para darle una dirección nacional, la CGTP se colocó a remolque de ella sumándose con algunas convocatorias aisladas y marchando por fuera de la movilización de los que luchaban y haciéndolo en forma “disciplinada”, incluso con la custodia de las fuerzas policiales, lo que en algún momento el propio gobierno saludó como movilización “responsable”.

Esta política de marchar a remolque pasó a convertirse en un salto al vacío con la “huelga indefinida” del 7 de febrero hecha con el único propósito de producir un acto fallido que desmoralizara a la clase obrera y a los mismos luchadores movilizados. Por ello ese día no paralizó nadie, y si algunos lo hicieron ni siquiera ellos lo reivindicaron como un ejemplo a seguir. La jornada que debía ser combativa se inició y terminó como una marcha deslucida que llegó al Congreso con la policía abriéndole el paso, y tuvo un final tan burocrático como su convocatoria porque ni siquiera fue levantada de manera oficial, no hizo balances, ni nadie reclamó ni se dijo nada.

De este modo, la dirigencia de la CGTP, en lugar de trabajar por el ingreso ordenado y organizado de la clase obrera a la pelea para definir el éxito de la lucha, lo que hizo fue sacarla del todo de ella conduciendo una fantasiosa “huelga indefinida, para frustrar la lucha de conjunto.

Enseñanzas

De esta experiencia los luchadores del sur sacan algunas conclusiones que creemos equivocadas. Ven que su lucha es regional y contra Lima; y dentro de Lima ubican a organismos como la CGTP. Esta visión regionalista los puede llevar a retroceder más. El problema es social y políticamente transversal, entre la clase trabajadora y pobre y las clases gobernantes, y la lucha está atravesada por un problema de dirección: la CGTP y de las “izquierdas” apoltronadas en ella.

Para ganar la lucha debe ser nacional y para ello debe lograrse la unidad de la mayoría de oprimidos y explotados en torno a un plan de lucha y de un paro nacional. Esto no se pudo concretar no por culpa de la clase trabajadora que simpatiza con la lucha del sur sino por la traición de la cúpula de la CGTP que la frena y que concilia con las clases dominantes y con el gobierno de Boluarte.

Las conclusiones que sacan los luchadores y luchadoras del sur puede ser un peligro para retomar la pelea. Las conclusiones que nosotros sacamos plantean una tarea clara: construir una nueva dirección independiente.

Esta nueva dirección debe forjarse trabajando por construir la unidad de la lucha obrera y popular. Esto puede significar exigir a la CGTP que asuma su responsabilidad colocándose a la cabeza de la pelea, para en su defecto producir su desplazamiento por esa nueva dirección.

Esta es la dimensión de la tarea que plantea el reinicio de la nueva etapa de la lucha. Con esta orientación puede abrirse una mejor perspectiva para ella, con pasos que significan avanzar en la resolución de la tarea más estratégica que tenemos como es poner en pie una nueva dirección para la lucha.

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