Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Nada excepcional: es la crisis climática

El pronóstico de fenómenos meteorológicos extremos en los últimos años se parece cada vez más a la ruleta rusa. Movemos el dedo de un punto a otro del mapa, saltando sin distinción entre áreas geográficas.
Sin duda, los desastres provocados por las tragedias climáticas tienen un impacto decididamente mayor en los países dependientes, pero la situación se está precipitando incluso en los países menos vulnerables que, aunque teóricamente mejor preparados para afrontarlos gracias a mucho más dinero y estructuras a disposición, están poniendo de manifiesto todos los límites del sistema capitalista para evitar el sufrimiento de los territorios y de las poblaciones que los habitan.
Ya sea que ocurran en África, América o Europa, el precio es muy alto y se mide principalmente en pérdida de vida humanas. Millones. Hombres, mujeres, niños, ancianos del proletariado mundial.

Por: Giacomo Biancofiore

Europa entre calor abrasador e inundaciones

El verano pasado, Alemania Occidental, en particular el Estado federado de Renania del Norte-Westfalia y Renania Palatinado, fue azotada por la tormenta Bernd, que provocó cientos de muertes. El mal tiempo provocó inundaciones que engulleron pueblos enteros, que quedaron varios días sin electricidad. En el mismo período, Bélgica y el norte de Francia también se vieron afectados por las inundaciones.
En Italia, en cambio, según los análisis estadísticos del CNR-ISAC, julio de 2021 fue el tercero más cálido desde el siglo XIX en el sur, con 1,65 °C por encima de la media. En varias ocasiones, sobre todo cuando las condiciones favónicas locales (vientos de los cerros) calentaron el aire ya muy caliente presente en la atmósfera libre, las temperaturas diurnas alcanzaron valores de +40 °C + 42 °C, con picos de +44 °C + 45 °C en zonas del interior de Sicilia.
El verano que acaba de pasar registró un calor récord ya en las primeras semanas de junio, una auténtica ola de calor que azotó a toda Europa. Durante el verano, el anticiclón de calor africano registró temperaturas completamente fuera de la media para el período. En Italia, en la llanura Padana (valle del Po), el río Po ha alcanzado un mínimo histórico. Además, 40% de la tierra agrícola estaba en sequía extrema.
También, según datos climáticos del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y del Clima (Isac) del CNR de Bolonia, el mes de mayo de 2022 registró temperaturas por encima de la media estacional, de +1,83 °C. Nunca antes se había registrado tal calor en los últimos treinta años, excepto en 2003 (+1,87 °C).

De Marmolada a Marche, la Italia de los «fenómenos extremos»

El 3 de julio, en los Alpes italianos, precisamente sobre el glaciar Marmolada, se produjo un derrumbe que provocó el desprendimiento, empuje y posterior deslizamiento de gran parte del hielo valle abajo, casi la tercera parte de una placa con una superficie de 26.000 m2.
Nunca había ocurrido que una gran parte del glaciar se desplomara como sucedió aquel caluroso domingo de julio en el que once personas perdieron la vida.
Con el aumento de los «fenómenos extremos» ligados al cambio climático, en los Alpes hay glaciares que son monitoreados constantemente porque se sabe que algunas de sus piezas podrían desprenderse y colapsar, pero el de la Marmolada no era uno de ellos.
En los dos meses previos al desastre, la temperatura media fue 2 grados superior a la media del período comprendido entre 2008 y 2021, y en cuanto a las nevadas invernales, el trimestre comprendido entre diciembre pasado y febrero de este año fue uno de los diez más secos y cálidos desde 1921. Según Fabrizio De Blasi, investigador del ISP y uno de los autores de la reconstrucción del colapso: «La suma de estos dos eventos negativos, las temperaturas particularmente altas a principios del verano, acompañadas de un alto grado de «descubrimiento» del hielo, el mismo que suele verse en agosto, sometió el glaciar a un enorme estrés y por ello el ritmo de derretimiento del hielo fue muy elevado”. Las conclusiones a que llega el investigador son que, a estas alturas, los desastres de esta magnitud “no podemos prevenirlos”.
Después de poco más de dos meses, todavía hay once vidas humanas confirmadas víctimas de otro desastre, esta vez en la región de Marche entre las provincias de Ancona y Pesaro. En la tarde del 15 de setiembre, el paso de la crecida del río Misa y el afluente Nevola, crecidos por horas de lluvia, arrollaron todo, sembrando muerte, daños y terror. Sesenta minutos de apocalipsis y una noche de aprensión para Senigallia, la ciudad golpeada por la crecida del río Misa, que se desbordó, inundando gran parte del centro y doblegando a los 9.560 residentes desplazados. Al momento de escribir este artículo todavía estamos buscando a una mujer de 56 años y al pequeño Mattia de 8 años.

La correlación entre los desastres y el cambio climático

Durante años, meteorólogos y científicos han considerado el calentamiento del clima planetario como un fenómeno natural, debido a la actividad solar, las variaciones en la inclinación del eje terrestre y a factores en parte desconocidos; las olas de calor, las lluvias torrenciales o las granizadas se consideraban condiciones meteorológicas extremas, pero también fenómenos que siempre habían ocurrido.
Hoy, la ciencia, con el apoyo de instrumentos e investigaciones cada vez más meticulosas, no puede ya negar la ligazón entre el cambio climático y los fenómenos meteorológicos extremos. Pero, sobre todo, lo que es ya innegable es el peso decisivo de la mano del hombre en la pérdida del equilibrio climático del planeta. Ciertamente, no todos los habitantes del planeta, indistintamente, son culpables, sino que la explotación secular por parte de las multinacionales es, datos en mano, la causa principal de la tragedia ambiental que estamos viviendo.
La cantidad de dióxido de carbono total liberado a la atmósfera por las actividades humanas es igual a 27.000 millones de toneladas por año: 50.000 toneladas por minuto. En marzo de 2013, la concentración medida de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre era de alrededor de 399 ppm. Se supone que la concentración atmosférica de dióxido de carbono antes de la revolución industrial era de 280 ppm, y que, por lo tanto, ha aumentado 35% desde la revolución industrial y 20% desde 1958. La combustión de combustibles fósiles (carbón, petróleo) sería la primera causa de este aumento, con 64%, mientras la deforestación sería la segunda, con 34%.

Las responsabilidades del capitalismo

Una vez establecido que el crecimiento cuantitativo y cualitativo de los «fenómenos extremos» no tiene nada de excepcional, sino que está estrechamente relacionado con la crisis climática, muchos aún se preguntan por qué quienes manejan el destino de este planeta no hacen nada para evitar o limitar los daños, en pocas palabras, para resolver la propia crisis que ellos mismos crearon.
El sistema de producción capitalista, por su naturaleza y por su propia supervivencia, necesita producir cada vez más mercaderías, al menor costo posible, con la máxima ganancia posible, y en el menor tiempo posible. Para satisfacer estas necesidades, no puede ser demasiado sutil en la explotación de las personas y el medio ambiente. Lo que puede parecer un comportamiento irresponsable y aparentemente insensato no solo es un camino obligado, sino que incluso se vuelve indispensable para ganar la competencia entre capitalistas y por lo tanto contrarrestar la caída tendencial de la tasa de ganancia. Como esos animales que matan a sus propios hijos para sobrevivir, el capitalismo no puede evitar introducir a ritmos cada vez más intensos CO2 en exceso en la atmósfera, aumentando así el efecto invernadero. Con el mismo propósito y las mismas consecuencias se lleva a cabo la actividad criminal ulterior: la deforestación de los pulmones verdes del planeta, sacrificados en el altar de la producción capitalista.

Prevención incompatible con el capitalismo

A los desastres en los glaciares como el de la Marmolada, a las inundaciones como la de Marche en los últimos días, pero también de Sicilia el año pasado o de Liguria y el Piamonte hace dos años, hay que añadir una fuerte crisis hídrica que está poniendo a prueba la agricultura en las zonas más importantes del país. En Italia como en cualquier otro país del África.
El Po, la arteria fluvial más importante del norte de Italia, por ejemplo, está seco como no se veía desde hace setenta años, las aguas del mayor río italiano han bajado a tal nivel que el agua salada del mar Adriático penetra por 30 kilómetros desde el delta hacia el interior, como nunca había ocurrido en la historia, arrasando cultivos y poniendo en peligro la vida de numerosas especies y, por lo tanto, afectando inexorablemente la biodiversidad de este hábitat.
Pero, como decíamos antes, aunque la exposición a estos desastres está creciendo rápidamente en Italia y Europa, habría condiciones para prevenir y afrontar los desastres naturales de la mejor manera posible en comparación con los países dependientes. Sin embargo, la voracidad del sistema capitalista, con sus multinacionales y sus gobiernos, no solo provoca desastres en países que, por su mayor vulnerabilidad, sufren un impacto aún más dramático, sino que ni siquiera se preocupa por limitar los daños allí donde existen recursos para poder hacerlo.
Los problemas estructurales de la red hídrica nacional, según un reciente informe del Istat sobre el agua, crecen año tras año, provocando un despilfarro de agua debido a la deficiencia de los sistemas de agua, por decir lo menos alarmante; los riesgos de inundación no se tienen en cuenta en absoluto, no hay mapeo, y las infraestructuras no son en absoluto adecuadas para los niveles de lluvia de esta magnitud.
En la región de Marche, precisamente en el valle bajo del Misà, justo donde se produjo la última dramática inundación, en un documento de 2016 se afirmaba claramente la necesidad de realizar obras de seguridad que, por otra parte, no se han realizado y ni siquiera comenzaron. 

Parar el capitalismo

El planeta no puede dejarse en manos de un puñado de multimillonarios irresponsables que están depredando el futuro de la humanidad. Si los capitalistas, por la propia naturaleza de su modelo económico, no tienen otro camino que el de la explotación indiscriminada, el proletariado tampoco tiene otra opción: ¡parar el capitalismo!
Y, la única manera de detener el capitalismo es derrocarlo, para que finalmente se puedan implementar medidas que, a través de la planificación de la economía, por medio de la sociedad socialista, pongan en el centro la sostenibilidad ambiental y la justicia social en lugar de la ganancia privada.

Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 20/9/2022.-

Traducción: Natalia Estrada.

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