Elecciones en México: Los ricos invierten millones en su «democracia» para seguir «amarrando al tigre»
Por CST, México
Escribimos este editorial cuando faltan escasas dos semanas para las elecciones presidenciales del 2 de junio. En el régimen político semicolonial mexicano, vigente desde hace largas décadas –reformado y maquillado, pero conservando su esencia–, la elección presidencial implica el evento político de mayor trascendencia. Es el momento en que normalmente más incide lo que dictan las corporaciones transnacionales imperialistas y los oligarcas locales asociados a ellas, y menos cómo votan las mayorías populares y las clases medias. Y cuando decimos “normalmente” es porque la elección presidencial del 2018 no fue parte de lo “normal” para las clases y potencias dominantes en México. ¿Por qué?
Porque la masacre de Ayotzinapa en 2014, hace ya 10 años, provocó un enorme salto en la indignación y una ola de movilizaciones de amplios sectores de masas de las más diversas clases sociales. Estas movilizaciones a su vez provocaron el inicio de una profunda crisis e inestabilidad del viejo régimen “prianista”. Dos años después, en 2016 se inició una importante y combativa jornada magisterial encabezada por la CNTE contra la “mal llamada” Reforma Educativa, que fue acompañada por vastos sectores populares y pueblos originarios. El entonces presidente Enrique Peña Nieto intentó enfrentarla con la represión sangrienta en Nochixtlán, generando aún mayor rechazo popular a su gobierno. No obstante, EPN quiso apagar el incendio con gasolina y en enero de 2017 decretó un aumento de precios a los hidrocarburos, conocido como el “gasolinazo”. Esto provocó una nueva ola de movilizaciones masivas, algunas con rasgos insurreccionales como en Ixmiquilpan, Hidalgo. Y la generalización de asambleas populares y aún más inestabilidad y conmociones sociales, que después se agudizaron con las penurias y destrucción que acarreó el sismo de septiembre de 2017.
Fue en ese momento álgido que López Obrador mostró una vez más su profunda e incondicional adhesión al sistema capitalista y al régimen existente. Y por supuesto, mostró su “capacidad” para estabilizarlo. En sus actos y manifestaciones de campaña del 2017 ante las masas, que por cientos de miles exigían en las calles ¡Fuera Peña!, AMLO senegó rotundamente a pedir la renuncia inmediata de EPN. El centro de su política “la Esperanza de México” fue encarrilar toda la indignación hacia el callejón electoral, el callejón del INE y todas las viejas instituciones. Además, si bien su discurso electoral fue “para bien de todos primero los pobres”, sus interlocutores fundamentales fueron las grandes corporaciones y magnates a los que convenció con una pregunta lapidaria “¿Si no soy yo, quién amarrará al tigre?”. Los capitalistas entendieron que “La esperanza” era para salvar sus negocios y, aún con desconfianza, lo aceptaron. No se equivocaron.Con ese acuerdo previo, 33 millones votaron a AMLO y el INE, como estaba previsto, aceptó sin chistar.
Durante casi seis años transitamos la “Cuarta Transformación” y tal como les prometió a los banqueros, AMLO amarró al tigre. En este sexenio los oligarcas Slim, Salinas Pliego, Larrea y otros, redoblaron sus colosales fortunas. Al punto de llevar a México a una de las mayores desigualdades sociales del mundo, donde el 1% más rico del país posee el 48% de la riqueza total, donde las mineras canadienses son propietarias del 95% de los yacimientos de oro. Donde los grandes bancos tienen las mayores ganancias a escala mundial. Donde las transnacionales de la industria automotriz y maquiladora tienen record de utilidades por la fuerza de trabajo calificada y barata de los mexicanos.
Entretanto, el sexenio transcurrió sin solución para los Padres de los 43 de Ayotzinap, que ahora decepcionados llaman a boicotear las campañas electorales. Sin solución para la huelga del SutNotimex con la liquidación de la agencia del estado mexicano. Sin solución para las demandas de los maestros de la CNTE, que ahora vuelven a la huelga y al Plantón en el Zócalo, mientras los rancios charros del SNTE –herederos del PRI y Elba Esther Gordillo– salen en defensa de la 4T. Sin solución para el saqueo impuesto por la Reforma Energética neoliberal del 2013. Sin solución para el saqueo del agua, los bosques, el despojo territorial de los pueblos originarios, los feminicidios, las desapariciones forzadas y para el creciente dominio territorial del narco.
Por estas razones y por obra de AMLO, estas elecciones del 2024 volvieron a la “normalidad”. Las potencias que dominan a México como una colonia ya votaron por continuar con tal “Transformación”. Por eso han aumentado en los últimos meses las Inversiones Extranjeras Directas (IED). En este sexenio el régimen no cambió cualitativamente, salvo la mayor jerarquía de las Fuerzas Armadas dentro de mismo. Y la creación de la Guardia Nacional para que los militares cumplan funciones policiales y guarda fronteras con la cacería de inmigrantes de Norte a Sur. El Senado y la Cámara de Diputados siguen siendo una “cueva de bandidos” y el Poder Judicial sigue en manos de la añeja y mafiosa burocracia dorada.
En esta campaña, la disputa por la presidencia, algunas gobernaciones y alcaldías, produce nauseas la demagogia de los ahora opositores, hablando de la “defensa de las libertades”, para lograr movilizar a su “marcha rosa”. Sin embargo, esta campaña –aun siendo muy tediosa y decadente como los latosos debates entre Sheinbaum (Morena-PT-Verdes), Xóchilt (PRI-PAN-PRD) y Máynez (MC)– se convirtió en un festival de derroche publicitario. El frenesí de las campañas constituye un negocio multimillonario, una rama más de la industria y el comercio que terminará siendo pagado por los mismos votantes “después de la fiesta”.
Con todo el respeto y la franqueza que merecen miles de trabajadores a los que dedicamos nuestro esfuerzo cotidiano, apoyando sus luchas y reclamos, desde la Corriente Socialista de los Trabajadores – CST les decimos que no vemos en esta elección ninguna alternativa progresiva para los explotados y los oprimidos. No vamos depositar nuestro voto por ninguna candidatura. Continuaremos apoyando sus luchas y sus justas demandas. Y junto con eso, seguiremos explicando pacientemente cómo construir una alternativa de la clase obrera para todos los explotados y oprimidos. Pues ayudaremos de esa manera a “desamarrar al tigre”.
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