Dom May 19, 2024
19 mayo, 2024

Los llamados «retornos espontáneos» de las mujeres ucranianas

Desde el comienzo de la invasión rusa a Ucrania, millones de refugiados se han ido desplazando a otros países en busca de seguridad (sin considerar todos los desplazamientos internos desde las zonas de interés de los combatientes hacia otras más seguras). En su mayoría son mujeres, niños y ancianos en condiciones de moverse. Sin embargo, desde aproximadamente mediados de abril, asistimos a un nuevo fenómeno para un escenario de guerra: muchas de estas mujeres y de estos niños están regresando a sus hogares, a pesar de que el final del conflicto aún parece lejano.

Por: Laura Sguazzabia

¿Por qué vuelven?

Según un informe del Servicio de Guardia de Fronteras de Ucrania, cada día regresan a Ucrania unas 30.000 personas, en su mayoría mujeres y niños, a diferencia de lo que sucedió en los primeros días del conflicto cuando la mayoría era de hombres regresaron a su tierra natal para tomar las armas y unirse a las filas del ejército. Los voluntarios en la aldea polaca de Medyka, en la frontera con Ucrania, también confirmaron a The Guardian  que han visto intensificarse el flujo de personas que regresan. Una situación también confirmada por las asociaciones italianas: según estimaciones, se ha alcanzado el 25% de retornos sobre las llegadas semanales.
Los motivos que empujan a estas personas a regresar a Ucrania, un país aún en guerra, son diversas. Hay quienes regresan porque el conflicto se ha desplazado a zonas distintas de su residencia. Hay quienes regresan para reencontrarse con los familiares. No obstante, están los que vuelven simplemente porque quieren volver, a pesar de todo. Pero, sobre todo, son muchas las mujeres que regresan, aun siendo muy conscientes de los riesgos a que se enfrentan, porque no saben cómo hacer para permanecer en el exterior durante tanto tiempo sin fuentes económicas de subsistencia.
El principal motivo de estos retornos está precisamente ligado a la cuestión económica. Porque los países extranjeros que las acogieron no pueden garantizar una colocación estable: la fase de acogida es corta y solo garantiza condiciones esenciales; si el tiempo es más largo, la atención disminuye. La esperanza de muchas era que esta guerra fuera de corta duración pero ahora que se han dado cuenta de que va a durar mucho tiempo, muchas mujeres han decidido retornar porque no tienen la posibilidad económica –ni se la han ofrecido– para permanecer en el extranjero durante tanto tiempo. Prefieren volver bajo las bombas que quedarse a vivir en paz entre penurias y limosnas.
Y sobre estos llamados «retornos espontáneos» se levantó el coro de elogios por el coraje y la dignidad demostrados. Los clichés habituales de la “intelectualidad” burguesa que aplauden el coraje y la dignidad de esas mujeres como si eso realmente pudiera protegerlas de las violaciones, las bombas o la muerte, y que no miran –o fingen no ver– las responsabilidades de un sistema que asiste en silencio la agresión a Ucrania y lava su conciencia con una bienvenida de fachada.

¡La burocracia es el verdadero problema!

La justificación para los problemas relacionados con la permanencia en territorios extranjeros está en la lentitud de la burocracia, que impide que muchos refugiados accedan rápidamente a la protección temporaria y, por lo tanto, a las ayudas estatales. Pero, realmente, ya había mucha lentitud antes de la guerra en Ucrania. En Italia, por ejemplo, hay muchos trabajadores ucranianos que siguen esperando un permiso de residencia de la justicia desde el verano de 2020. Italia es el primer país europeo en presencia de ciudadanos ucranianos: 236.000 personas, de las cuales 77,6% son mujeres y 65% están empleadas en servicios de cuidado de personas. El decreto de relanzamiento de 2020, en plena emergencia por la pandemia, había abierto las puertas de la regularización a más de 200.000 trabajadores, de los cuales 85% solo en el sector doméstico. Pero la ley disponía que quienes estaban a la espera de un permiso de residencia no podían dejar el territorio nacional. El problema es que, mientras en las alcaldías las prácticas se tramitan con lentitud, los que las han solicitado hace casi dos años están de hecho bloqueados en Italia. Y con el estallido de la guerra, la situación se agravó. Sobre todo teniendo en cuenta que la ucraniana, con 18.639 solicitudes hechas, es la primera nacionalidad entre las trabajadoras que han adherido a la regularización en el sector doméstico para salir del trabajo ilegal o informal.
Muchas de estas mujeres, contratadas por familias italianas para la limpieza y el cuidado del hogar, quisieran salir de Italia para reunirse con sus hijos y familiares que huyen de las bombas rusas y llevarlos a un lugar seguro. Pero, como dijimos, la ley establece que no pueden salir de Italia hasta la resolución completa del proceso para el derecho de residencia, so pena del rechazo de la solicitud de regularización.

Desde el comienzo de la agresión rusa el 24 de febrero, muchas trabajadoras ucranianas en Italia no lo han pensado dos veces y se han unido a los familiares en las fronteras entre Polonia y Ucrania, incluso sabiendo el riesgo al que se enfrentaban. Sobre todo las que esperan a sus hijos pequeños, acompañados de sus padres, a quienes la ley marcial les impide salir del país. Y a su regreso a Italia, con el sello en su pasaporte, se encontraron nuevamente en el punto de partida. Otras trabajadoras ucranianas, en cambio, permanecieron bloqueadas en Italia, angustiadas por los familiares en peligro porque no se les permite salir del país sin renunciar al permiso de residencia, depués de casi dos años de espera.
E incluso en los casos en que los hijos menores han conseguido reunirse con las madres en nuestro país –explica la Asociación de Estudios Jurídicos sobre Inmigración (ASGI)–, para el Estado italiano, en realidad, estas inmigrantes irregulares son como si no existiesen, lo que hace más difícil aún la reunificación familiar.
El problema también concierne a las trabajadoras que han solicitado la renovación de su permiso de residencia y están en posesión del llamado «boleto» que les permite salir de Italia, pero ir y volver directamente de su propio país, sin escalas intermedias. Cosa que no es posible para los ucranianos que hoy se reúnen con familiares que huyen de la guerra por las fronteras de Polonia, Rumania o Moldavia.

Así es el capitalismo

Los comentaristas más cultos podrían definir esta situación kafkiana: por un lado, se intenta huir de un escenario bélico en el que nadie interviene y, por otro, con un reprimido suspiro de alivio y con evidente compasión, se aprueba su «retorno espontáneo», justificándolo. como un acto de valentía y no como una elección entre un peor y otro pésimo… por un lado, aprueban su permanencia en Italia para cuidar a los niños y ancianos de otros, y, por otro lado, se les pide que soporten la separación no una sino dos veces para adecuarse a leyes que protegen no sus propios intereses sino los de los otros.
Excepto que todo este sistema se basa en este principio kafkiano. Porque las mujeres saben bien cuánto juega el capitalismo sobre la cuerda de un chantaje constante entre un peor y otro pésimo: lo saben las mujeres que se ven obligadas a sufrir violencia y abusos para no perder su trabajo ni sus recursos económicos para sobrevivir; lo saben las mujeres que renuncian a ser madres porque no pueden permitirse tener un hijo, pero luego son culpadas por no ser madres o, peor aún, por abortar; lo saben las mujeres que trabajan en trabajos mal pagos, precarios, y de los que son fácilmente apartadas, pero que tienen que agradecer las políticas paritarias que las han puesto en esta situación, ilusionándolas de que es por su bien…
No es en las reformas o en las decisiones de los gobiernos que podemos encontrar nuestra liberación de la opresión de género. A nadie en este sistema les importan las mujeres proletarias, y lamentablemente las mujeres ucranianas lo están aprendiendo bien, pero con sus acciones nos estean mostrando el camino a seguir: luchar por un cambio, junto a nuestros compañeros, en una lucha común que nos lleve un día al derrocamiento del capitalismo y a la instauración de un nuevo sistema, el socialismo, que acabe con todas las formas de desigualdad, de discriminación, de injusticia, por un mundo donde, en definitiva, podamos ser «socialmente iguales, humanamente diferentes y totalmente libres».

Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista, 14/5/2022.-
Traducción: Natalia Estrada

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