Julio de 1936: el 18 los generales se rebelan, el 19 los obreros se insurreccionan
Juan Carrique
La rebelión militar de Franco provocó la espontánea insurrección de los trabajadores en todo el país La huelga general de octubre de 1934, que en Asturias adquirió la forma de insurrección obrera, expresó de forma anticipada lo que inevitablemente se iba a producir dos años después: el enfrentamiento entre la burguesía industrial y los terratenientes, amparadas por el ejército y por los grupos fascistas, de un lado y la clase obrera y el campesinado pobre del otro. El choque de trenes que representaba la contrarrevolución fascista (que quería conservar sus privilegios económicos y políticos, y que era consciente del fortalecimiento de la clase obrera y de su acción revolucionaria que provocaría el cuestionamiento de esos privilegios) y la revolución proletaria (con una clase obrera que era cada vez más consciente que la IIª República no podía satisfacer las necesidades de los trabajadores y la sed de tierras del campesinado) tenía que colisionar, y el que se produjera era sólo una cuestión de tiempo.
Desde la entrada de la CEDA al Gobierno de la República y la revolución proletaria que se desencadenó frente a este hecho, impulsó desde ese momento a la burguesía a preparar un recambio del régimen, que aplastase por muchos años al movimiento obrero, y eso sólo lo podía garantizar un régimen fascista. Pero Falange y los otros grupos fascista en España tenía escasa fuerza y no podían movilizar a sectores significativos de la pequeña burguesía que dieran base social, como en Alemania o Italia, a un movimiento de esas características. La única garantía de éxito de una operación de esa amplitud era que fuera asumida por el ejército, y por ello comenzó la conspiración, ya desde antes de la victoria del Frente Popular el 14 de febrero del 1936.
El Gobierno que surgió de esas elecciones era consciente de la situación, pero la propia naturaleza del Frente Popular impedía que pudiera desarticular la conspiración. Al Tratarse de una alianza entre la burguesía (que se expresaba por los partidos republicanos que la integraban) y el proletariado (representado por el PSOE, PCE, ?), donde las organizaciones obreras se supeditaban políticamente a la autoridad de los Ministros republicanos, cualquier medida dirigida a contra los militares golpistas o por el armamento de los trabajadores era condenada por desestabilizadora del propio Gobierno. Los ministros burgueses del Frente Popular creían que la política de mano dura en los conflictos laborales de la época convencerían a los sectores burgueses de que eran lo suficientemente fuertes como para impedir la revolución, de forma que éstos se aplacarían con alguna concesiones.
Pero la burguesía sabía que la situación no admitía paños calientes, y siguió conspirando, hasta el 18 de julio en que se rebelaron las guarniciones de África y empezaron a hacerlo las de la península.
En la zona en que no triunfa la rebelión militar, el Estado se desmorona
Los militares prepararon el golpe como en anteriores rebeliones, bajo el esquema de sacar la tropa de los cuarteles, ocupar los edificios públicos y transportes y comunicaciones, y proclamar abolida la república e instaurar un estado de sitio para hacer frente a las movilizaciones populares de rechazo que estos hechos pudieran provocar. Pero no tuvieron en cuenta que los trabajadores habían asimilado la experiencia de la represión que se desplegó tras el fracaso de la Huelga de octubre, así como las experiencias del ascenso del fascismo en Italia, Alemania y Austria, y no se quedarían con los brazos cruzados ante la posibilidad de que en España pudiera darse una situación similar. Desde que se tiene conocimiento de la rebelión desatada en Marruecos, cunde la inquietud en los barrios obreros, las organizaciones del Frente Popular llaman a confiar en el Gobierno, pero los trabajadores reclaman armas para defenderse de los militares fascistas, y el Gobierno niega las armas.
Esta negativa del primer ministro Casares Quiroga se basaba, no en la confianza de que dicha intentona estaba condenada al fracaso por el aplastante número de fuerzas militares que permanecían leales, sino porque creía que haciendo concesiones políticas a los generales rebeldes, podría conseguir que éstos desistieran de sus planes. Mientras el Gobierno del Frente Popular negociaba con los militares fascistas, la paciencia de los trabajadores llega a su fin y comienzan los asaltos a los cuarteles y la toma de las armas por sus propias manos, así como la entrega de las mismas por oficiales medios que desobedecen al Gobierno.
Los trabajadores solos, espontáneamente, al principio en contra de las instrucciones de sus propias organizaciones consiguen parar al fascismo en Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Bilbao, así como en otras ciudades y pueblos. Las vacilaciones en la entrega de las armas a los trabajadores del Frente Popular provocaron que una gran parte del territorio cayese en poder de Franco. Esta acción heroica y espontánea de la clase obrera no sólo logró parar el plan del golpe militar fascista, sino que hizo desmoronarse al Estado en la zona en que no triunfó el golpe. De la noche a la mañana, gracias a las armas el proletariado se había convertido provisionalmente en detentadores del poder político y económico: los patronos habían huido o estaban escondidos, lo mismo que los terratenientes. Las fábricas, talleres y tierras había pasado de súbito a manos de los trabajadores y campesinos. El ejército se había desmoronado, sus oficiales se pasaron al bando fascista, y los suboficiales pasaron el grueso a engrosar las milicias populares, que se habían creado tras los primeros combates
Las lecciones de la revolución española en la lucha por la III República
El golpe fascista desencadenó una revolución proletaria. La España industrial y urbana quedaba en manos de la revolución, mientras la España rural e improductiva quedaba en manos de Franco. La situación parecía inclinarse a favor de la revolución, sino fuera porque no se extrajeron las lecciones de la noche misma de la rebelión militar: las concesiones a los fascistas no pueden pararlos, el ofrecerles una república democrática, donde se «mantuviese a raya» a los trabajadores no podía convencerles, y además tenía un efecto desmoralizador y enervante en las masas trabajadoras, como la negativa a entregar armas al pueblo.
El no profundizar la revolución que se dio el 19 de julio creó las condiciones políticas y sociales para la victoria de Franco. De estos acontecimientos históricos hay que extraer lecciones, para no volver a repetir los mismos errores. La lucha por la III República, y las reivindicaciones democráticas que ella representa, no pueden eludir la necesaria independencia que los trabajadores deben mantener respecto a la burguesía y su Estado, así como la profundización de revolución es la única garantía de conservar las posiciones que se alcancen en la lucha revolucionaria.
Publicado en www.marxismo.info página del PRT – IR (sección de la LITci en el estado español)