“Las escenas en Jenin fueron aterradoras. Hay fuego real en todas direcciones y las casas están siendo demolidas. Es difícil olvidar el sonido de los gritos. Siguen resonando en mi cabeza”. Así describe el periodista Ameed Shahada, de la TV Al Araby, lo que presenció en el campo de refugiados de Jenin la mañana del pasado lunes 3 de julio.
Por Soraya Misleh
La ofensiva sionista continuaría hasta el día siguiente, dejando una estela de destrucción, muertes, 120 presos políticos palestinos y 3.000 expulsados violentamente de sus tierras y hogares. Lo que queda intacto es el ánimo de resistencia, que no se rinde.
Al final de esta masacre en Jenin, por tierra y aire, 12 palestinos fueron asesinados y 100 heridos. Se impidió el ingreso de ambulancias y médicos para rescatarlos. Israel incluso disparó gases lacrimógenos dentro del hospital local.
Entre las escenas aterradoras descritas por Ameed Shahada, quien se encontró bajo cerco y con su cámara destruida a propósito, la imagen emblemática de la continua Nakba (catástrofe con la formación del Estado racista de Israel el 15 de mayo de 1948 mediante limpieza étnica planificada): miles de palestinos, niños, jóvenes, mujeres y hombres, viéndose obligados a dejar todo atrás, con la ropa que llevaban puesta y lo poco que lograron cargar, en busca de un nuevo refugio.
Junto a toda la barbarie ampliamente documentada, esta escena apareció junto a la imagen de los refugiados de 1948 que abandonaban su tierra en la Nakba, en posteos palestinos. Hace más de 75 años no había internet ni teléfonos celulares. La información no llegaba en tiempo real, pero había corresponsales en el lugar. Sin embargo, bajo la complicidad internacional, el mundo cerró los ojos ante la limpieza étnica que culminó con la expulsión violenta de 800.000 palestinos y la destrucción de más de 500 aldeas, además de 15.000 muertos.
Ya es hora de rodear a los palestinos de una solidaridad internacional efectiva y activa, exigiendo a todos los países el reconocimiento del apartheid israelí y la ruptura de las relaciones económicas y diplomáticas con Israel.
El campo
Parte de los refugiados de la Nakba se convertirían en desplazados internos, refugiándose en el campamento de Jenin, uno de los 19 establecidos en Cisjordania, territorio palestino ocupado en 1967 por la UNRWA (agencia de asistencia a los refugiados palestinos). El campo de Jenin fue creado en 1953. Entre el 1 y el 11 de abril de 2002, meses antes de la Segunda Intifada (levantamiento popular iniciado el 28 de setiembre de aquel año y que se extendería hasta 2005), las fuerzas de ocupación sionistas promovieron una masacre por tierra y aire que se resultó en 52 palestinos asesinados, 400 casas demolidas, y muchos expulsados, una vez más. El campamento fue destruido y luego reconstruido por la UNRWA.
La estimación es que allí vivían hasta el lunes entre 13.000 y 15.000 personas; después de ese terrible día, permanecen 12.000. Los demás, hijos y nietos de los sobrevivientes de la Nakba, se enfrentaron a lo que sufrieron sus antepasados en 1948: el anuncio sionista fue que serían masacrados si no dejaban el campo en dos horas, y para su expulsión se dispararon bombas de gas tóxico contra las casas.
La vulnerabilidad en el campo es grande. Refugiados palestinos se agolpan en sus 0,42 km2, en condiciones insalubres y precarias, conviviendo con cloacas a cielo abierto, falta de agua y electricidad, desempleo y miseria, además de las frecuentes y criminales incursiones sionistas.
El 11 de mayo de 2022, durante una de las redadas israelíes, un francotirador mató a la periodista de Al Jazeera Shireen Abu Akleh. El 26 de enero pasado, Jenin fue atacada una vez más: diez palestinos murieron, otros 20 resultaron heridos. Y el 21 de junio, ocho fueron martirizados y 50 heridos, cuando, por primera vez desde la Segunda Intifada, Israel recurrió también a ataques aéreos en Cisjordania. Solo este año, alrededor de 200 palestinos han sido asesinados, incluidos 33 en los cinco días de bombardeos a Gaza en mayo último, además de los pogromos perpetrados por colonos en Huwara y Turmus Aya.
Pero también hubo mucha resistencia, que presentó escenas inusitadas de drones derribados, helicópteros israelíes alcanzados y tanques cercados. Tras esta nueva masacre en Jenin, los palestinos convocaron una huelga general, estallaron protestas en toda Cisjordania, con enfrentamientos con las fuerzas de ocupación en las calles, y una respuesta llegó a Tel Aviv, dejando siete israelíes heridos.
La resistencia no está derrotada
El primer ministro Benjamin Netanyahu declaró que la ofensiva en el campo tenía como objetivo acabar con el foco del “terrorismo”, con el apoyo del imperialismo estadounidense. Los dirigentes sionistas declararon después que pondrían fin al ataque bárbaro porque los objetivos se habrían cumplido.
Ni una cosa ni la otra. No se trata de “terrorismo”, sino de resistencia, popular y ahora armada, absolutamente legítima frente a la colonización, la limpieza étnica, el apartheid, la ocupación. El terrorismo es del Estado de Israel, todos los días, desde hace más de 75 años, en la continua Nakba a que se enfrentan los palestinos.
Y no, la heroica e histórica resistencia no está derrotada. Prueba de ello es el hecho de que la juventud palestina diera a conocer que en el muro del campamento, poco después de esta ola de destrucción que redujo a escombros las calles de Jenin, estaba escrito: “De Jenin a Gaza, retornaremos.”
Jenin es reconocido por los palestinos como símbolo de la resistencia. Debido a sus propias condiciones degradantes, ha sembrado en la juventud, que siente que no tienen nada que perder, una nueva resistencia que se extiende a otras partes de Palestina. Una resistencia armada, que forma brigadas armadas y se autodenomina Guarida de los Leones, que no cree en las direcciones tradicionales.
Netanyahu enfrenta la crisis interna en la que se ve asolado, tratando de nadar en la sangre palestina para revertir la caída de su popularidad, luego de la recuperación lograda después de que Gaza fuera bombardeada nuevamente en mayo. Es una praxis en un Estado colonial, para el cual los cuerpos palestinos no son más que piezas en su hediondo tablero político, en el que avanza con cada movimiento de limpieza étnica.
Intifada al acecho
Sin embargo, lo que no puede detener es que, con cada masacre, con cada mártir palestino, se levanten otros diez. Según una encuesta del Centro Palestino de Investigación Política y de Opinión divulgada el 26 de junio último, más de dos tercios de los palestinos entrevistados en Cisjordania y en Gaza creen que Israel no celebrará su centenario y que, en el futuro, el pueblo palestino podrá recuperar Palestina, y los refugiados podrán retornar a sus tierras. La llamada solución de los dos Estados está cada vez más en decadencia.
La misma encuesta muestra una caída en la popularidad de Fatah y del presidente de la Autoridad Palestina, Mahmoud Abbas, con 80% exigiendo su renuncia. El número de quienes creen que la existencia de la Autoridad Palestina favorece a Israel también crece, y la mitad dice que su colapso o disolución sirve a los intereses palestinos.
Investigaciones anteriores, de marzo pasado, indican que 78% de los palestinos entrevistados apoya la resistencia armada y 61% espera el estallido de una tercera Intifada. Esta sigue al acecho y llegará, tarde o temprano. Rumbo a la Palestina libre, del río al mar.
Traducción: Natalia Estrada.