Lun Jun 17, 2024
17 junio, 2024

Italia hacia las elecciones, guía marxista para votantes

Las elecciones políticas están cada vez más cerca. Sin embargo, el final de la crisis institucional italiana no está cerca, lo que, además, amenaza con convertirse en una incipiente crisis de régimen (1).

Por: Matteo Bavassano

Desde hace varios años, la burguesía italiana no logra encontrar un proyecto político unificador (o al menos mayoritario) que realmente se fije como objetivo superar los males que limitan su acumulación de ganancias, al menos desde el fracaso del proyecto presidencial de Renzi. Decimos “realmente” porque, a la fecha, no vemos ningún proyecto creíble por parte de los partidos burgueses, ni siquiera la posibilidad de construir una hegemonía en la sociedad para poder actuar. Si hoy una crisis de régimen aún no está en marcha es solo porque en los últimos años las luchas de los trabajadores, si bien las ha habido, no se han generalizado, sino que se han mantenido separadas de la acción de las burocracias sindicales. Sin embargo, no solo se dan todas las condiciones para que las acciones independientes de los trabajadores rompan el freno de las burocracias sindicales, sino que ni siquiera se puede pensar que una situación de crisis institucional se prolongue indefinidamente sin repercutir sobre el régimen político, sobre todo en una situación de grandes tensiones políticas y económicas internacionales.

Las coaliciones burguesas

Es en este marco que los italianos tendrán que «elegir» las fuerzas políticas que darán vida al próximo gobierno. La situación, sin embargo, puede no ser tan obvia como parece. Según las últimas encuestas publicadas antes del periodo de «silencio electoral», la centro-derecha se encaminaba hacia una clara victoria electoral, con Fratelli d’Italia [Hermanos de Italia, FDI] como primer partido en torno de 27% (y por tanto Giorgia Meloni probable presidente del Consejo), la Liga con 12% y Forza Italia con 7%. Agregando Noi Moderati de Maurizio Lupi, la coalición debería alcanzar alrededor de 50%, pero debería poder obtener una mayoría parlamentaria en virtud de los escaños asignados por mayoría. El motor de la coalición es sin duda el partido de la Meloni, que capitaliza en términos de votos su permanencia en la oposición en los últimos cuatro años, en particular la oposición al gobierno Draghi; sin embargo, no pueden proponer nada decisivo para la burguesía, para la cual no sería el gobierno deseado, pero que ciertamente está dispuesta a aceptar.

Desde el final de la llamada «Primera República», la centro-izquierda ha sido la opción política preferida de la gran burguesía, tanto por su relación privilegiada con el aparato de la CGIL (y por lo tanto para contener las luchas de los trabajadores), como por su fiabilidad institucional: no es casualidad que el Partido Demócrata (PD) nunca haya derribado un gobierno, incluso cuando podría haberse beneficiado políticamente de ello en las elecciones siguientes. Sin embargo, hoy paga exactamente el precio de su servicio a la burguesía, lo que le valió muchos de sus apoyos en el electorado que tradicionalmente se refiere a este como un partido aún considerado de «izquierda» por muchos. El Partido Demócrata, liderado por Enrico Letta, alcanza cerca de 20% de los votos, en un mano a mano con FDI, pero de hecho es el único partido con peso electoral en la coalición de centro-izquierda: salvo sorpresas, la alianza Verdes-Izquierda Italiana estaría en 4%, mientras que el nuevo partido de Di Maio, Impegno Cívico [Compromiso Cívico] y +Europa se detendrían en 1%. Todo, para un total aproximado de 27%.

Fuera de los dos polos principales queda, por un lado, el Movimiento 5 estrellas [M5s] de Giuseppe Conte ­–que parecería haber frenado la hemorragia de consensos causada por sus tres experiencias de gobierno consecutivas, pero que con cerca de 12% ya no sería la principal fuerza parlamentaria y ​​por lo tanto el eje de las alianzas como en la pasada legislatura (ni siquiera sería el referente de las clases populares como en la pasada vuelta electoral, cuando la propuesta de la renta ciudadana [ingreso básico] había capitalizado muchas esperanzas y, al menos en un primer momento, congelado una parte importante del descontento social en el país)-; por otro lado, el «tercer polo» de Calenda-Renzi alcanzaría 7,5% de los votos.

La izquierda «radical» en las elecciones

Si las elecciones no tienen la capacidad de resolver mágicamente los problemas de la burguesía italiana, un poder sobrenatural, sin embargo, tienen: la de resucitar (temporalmente) la llamada «izquierda radical» (léase: reformista), que no existe para todo el resto del año, pero reaparece mágicamente cuando hay que intentar hacerse con una plaza en el parlamento o, al menos, algún reembolso electoral para financiar las maltrechas arcas de las organizaciones reformistas. Hay dos coaliciones en la izquierda: Unión Popular e Italia Soberana y Popular.

Unión Popular, dirigida por De Magistris, reagrupa la formación del exmagistrado y alcalde de Nápoles, DeMa, junto con ManifestA [grupo parlamentario y otros actores sociales y culturales], Rifondazione Comunista [Refundación Comunista, PRC] y Potere al Popolo [Poder al Pueblo, PAP]. Francamente, no hay mucho que decir sobre esta coalición: se trata de la reactivación del esquema electoral llevado adelante por el PRC a partir de 2008, es decir, desde que el Partido Demócrata ya no quiso otorgarle el beneficio de participar en una coalición burguesa. Desde ese momento, Refundación siempre se ha presentado escondiendo su identidad reformista (haciéndose pasar por comunista) detrás de las más diversas siglas y diluyendo progresivamente su programa ya poco radical, justo cuando la clase trabajadora necesitaría medidas más radicales para contrarrestar la crisis y los ataques de los patrones.

Lo máximo de la radicalidad de este programa es el proyecto de ley sobre desplazamientos [traslados] presentado en el parlamento el año pasado por parlamentarios vinculados a Poder al Pueblo. Unión Popular se presenta como un instrumento para dar voz y representar las demandas de los trabajadores en el parlamento; sin embargo, no solo su programa no responde en lo más mínimo a estas necesidades, sino que las acciones de los grupos que componen Unión Popular nunca se han enfocado concretamente en la principal necesidad de los trabajadores italianos: la de unirse para luchar contra los ataques de los patrones. Dicho de otro modo, un programa con muchas palabras bonitas, pero ninguna concreción: si no se da una perspectiva de lucha, cualquier objetivo no es más que una abstracción. Unión Popular no solo no quiere dar esta perspectiva, sino que cada vez que sus fuerzas han estado en el parlamento han maniobrado activamente para normalizar las luchas, quitándoles su embrión anticapitalista –que tienen todas las luchas en la fase de decadencia de imperialismo y que solo puede desarrollarse con el programa revolucionario–, en función de los acuerdos de gobierno con la centro-izquierda.

Italia Soberana y Popular [que es una nueva coalicion electoral] es, definición científica, un revoltijo creado para intentar entrar en el parlamento. Está dirigida sustancialmente por Marco Rizzo y Antonio Ingroia [tambien exmagistrado], y está formada no solo por el Partido «Comunista» estalinista de Rizzo y por la Acción Civil de Ingroia, de grupos con nombres muy sugerentes como Rinascita Repubblicana [Renacimiento Republicano], Ancora Italia [Ahora Italia] (fundado en la época por Diego Fusaro), Riconquistare l’Italia [Reconquistar Italia], Italia Unita [Italia Unida]. El primer punto del programa de la coalición es el de la defensa de la Constitución republicana, seguido de puntos que también son justos en sí mismos, como la oposición a la Unión Europea y a la OTAN. El verdadero problema son las fuerzas que componen esta coalición y el contenido que le dan a su programa. Dejando de lado (pero solo para no disparar contra la Croce rossa [Cruz roja]…) la cuestión de la defensa de la Constitución, es decir, del orden burgués del Estado italiano, la cuestión de la oposición y de la salida de la Unión Europea ha decaído en el sentido nacionalista, mientras que la oposición al imperialismo de la OTAN es funcional… para aliarse con el “campo antiimperialista” representado por Rusia y China, como se ha visto bien con la reciente invasión rusa a Ucrania. En definitiva, ningún tipo de propuesta de clase dirigida a los trabajadores. Pero, por otro lado, solo podía ser así: por poner un ejemplo más evocador, Renacimiento Republicano, una de las agrupaciones de la coalición, fue fundada por la eurodiputada Francesca Donato, que se fue el pasado noviembre… ¡de la Liga de Salvini!

Lo más ridículo de esta coalición es que fue creada por el Partido comunista de Rizzo, que hasta hace unos meses rechazaba cualquier alianza electoral con grupos objetivamente cercanos a él, como PRC y PAP, y que con un giro de 180° crea un frente político y electoral con fuerzas abiertamente «patrióticas», «socialdemocráticas», un frente que tiene como objetivo «volver a la Constitución», «defender la Constitución republicana». La decisión del Comité Central del Pc de Rizzo que sancionó este giro, ha suscitado, por lo que se sabe, un descontento generalizado en el Partido, ¡culminando con la expulsión, publicada en su Facebook, del secretario Marco Rizzo por la sección de Milán! Expulsión desmentida de inmediato por la Comisión de Garantía del Partido, que descartó el asunto como una broma de un solo militante descontento que se habría apoderado ilegalmente de la cuenta social de la sección local del Pc. Sin embargo, inmediatamente después de la federación milanesa fue comisariada…

La clase obrera en estas elecciones

Después de recordar brevemente las contradicciones que enfrentan las clases dominantes y de haber analizado sumariamente qué coaliciones están en juego en esta competencia electoral, no podemos dejar de intentar indicar cuáles son las perspectivas de la clase trabajadora. Desafortunadamente, el período surrealista de la campaña no detuvo los ataques a los trabajadores: por último, el intento de abolir el techo a los (ya altos) salarios de los funcionarios públicos de parte del gobierno Draghi, que aún debería estar en funciones para los «asuntos ordinarios». Una prueba más de hasta qué punto las leyes y la democracia existen solo en cuanto funcionales a las clases dominantes… y desaparecen cuando es necesario. El hecho de que los partidos de la coalición de gobierno hayan dado luego marcha atrás sobre esta medida responde únicamente a necesidades electorales, dadas las fuertes denuncias en las redes sociales por parte del electorado.

Si ya sabemos que nada de lo que ha hecho Draghi ha sido a favor de los trabajadores, pensemos que ni de las urnas pueden esperar nada bueno: ciertamente ninguna de las coaliciones burguesas representa una alternativa que pueda dar algo a los trabajadores, sin embargo una buena porción de la clase trabajadora, especialmente la más atrasada, podría ser atraída por la retórica populista de Meloni. El M5s, habiendo demostrado su esencia en estos años de gobierno, ha reducido mucho su apoyo popular, pero sigue siendo un obstáculo para la formación de un frente de clase. Y ya hemos mencionado cómo la centro-izquierda, además de haber apoyado a Draghi, ha sacrificado siempre sistemáticamente los intereses de los trabajadores a los de la burguesía, aunque, afortunadamente, cada vez menos trabajadores confían en él.

El tono y los temas de la campaña electoral reflejan el hecho de que los partidos burgueses, los únicos que tienen espacio en los medios, no tienen ningún tipo de propuesta creíble para los trabajadores: se habla de todo menos de hechos, se transmiten las declaraciones de los políticos sin recordar que siempre han hecho lo contrario de lo que han dicho.

Llevamos semanas escuchando que no se encuentran trabajadores por culpa del ingreso básico, mientras la precariedad, que es el verdadero problema junto con la cuestión salarial, parece no existir más. Hoy todos dicen que es necesario subir los salarios, pero el poder adquisitivo de los salarios lleva años cayendo sin que ningún gobierno haya hecho nada. A pesar de la fuerza de los medios en este sistema, no debemos dejar de denunciar frente a los trabajadores, incluso a los políticamente más atrasados ​​y apáticos, que la estabilidad de este sistema se basa también en su ilusión de que los responsables de los problemas de los trabajadores puedan algún día resolverlos.

En cuanto a la izquierda «radical», no existe ninguna coalición que represente una alternativa de clase para los trabajadores. Lo que se necesitaría no es una coalición que haga tímidas propuestas de leyes aceptables para la burguesía, pero que no darían ninguna ventaja real a los trabajadores. De nada sirve hablar de ley contra los traslados si no se prevé la expropiación y la nacionalización de las empresas que despiden y trasladan. Pero, más allá de los programas insuficientes, si existiera una fuerza que se refiriera explícitamente a la necesidad de unir a la clase obrera y, en torno a ella, a todos los sectores oprimidos y explotados de la población, probablemente contribuiría a hacer avanzar la conciencia de los trabajadores. Sin embargo, ninguna fuerza política presente en las elecciones se sitúa en esta mínima óptica de clase y por ello no podemos dejar de invitar a los trabajadores a no depositar su confianza en ninguna de estas ilusorias alternativas políticas y, por tanto, a no votar por ninguna de las coaliciones en campo.

Empezar de nuevo desde las luchas

Lo más importante, sin embargo, más allá del voto, es comenzar de inmediato a organizar las luchas, a unirlas más allá de las divisiones de los sindicatos, de la voluntad de las burocracias sindicales, y prepararse para luchar contra el nuevo gobierno burgués. Un gobierno que, como ya hemos dicho, no podrá resolver mágicamente los problemas estructurales del Estado italiano, sea cual sea la mayoría numérica que salga de las urnas. La acción política independiente de la clase trabajadora será indispensable para construir, a partir de las luchas, la alternativa socialista necesaria para una radical revolución y reconstrucción de Italia que parta de la expropiación de los explotadores burgueses.

Lo que se necesita es un programa que prevea la nacionalización de todas las empresas de energía, comenzando por la Eni: esta es la verdadera forma de combatir el alto precio del gas y de la energía; la nacionalización de todas las empresas que despidan o trasladan para que sean administradas por los propios trabajadores: esta es la forma de salvaguardar los puestos de trabajo; necesitamos reducir la jornada laboral aumentando los salarios: esta es la forma de luchar contra el desempleo; la lista es larga, pero en definitiva se reduce a quitarle a los especuladores lo que han robado a los trabajadores para ponerlo al servicio de las masas populares y de la reconstrucción de la sociedad sobre nuevas bases. Nosotros del Partido de Alternativa proponemos este programa –y las perspectivas concretas para construirlo— a quienes podrán aplicarlo: los trabajadores, que a partir de sus luchas son los únicos capaces de construir una sociedad diferente sin más opresión ni explotación.

(1) Los marxistas distinguen entre Estado (burgués u obrero), régimen (la forma de gobierno – democrático, autoritario, etc.) y gobierno (es decir, el gobierno individual  – Conte, Draghi, etc.). Por crisis del régimen entendemos una crisis de la forma de gobierno tal como se estructura concretamente en un país, que no permite que los gobiernos individuales administren normalmente el país. En algunos casos, una crisis del régimen puede ir acompañada de una crisis revolucionaria.

Artículo publicado en www.partitodialternativacomunista.org, 15/9/2022.-

Traducción: Natalia Estrada.

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