Argentina: recuperemos el 8M para la lucha
Hace algunos años, el 8 de Marzo dejó de ser un día de regalos, chocolates y flores para convertirse en una jornada de lucha. Hasta debatimos hacer huelga en ese día, sin embargo, hace muy poco ha vuelto pasar al calendario de los días de fiesta y en donde quizás hasta nos regalan rosas “verdes”.
En este artículo queremos debatir sobre la urgente necesidad de volver a la lucha y haremos entonces un recorrido histórico para entender cómo llegamos hasta aquí.
Por Lorena Cáceres
El origen del 8M
Depende quién cuente la historia, este día tiene distintos orígenes. Sin embargo, todos y cada uno de ellos está vinculado con la lucha de las trabajadoras y las organizaciones revolucionarias.
Es así que se menciona el incendio en la fábrica textil Cotton, en Nueva york en 1908, donde la patronal dejó encerradas y murieron 129 obreras. También es reivindicada la movilización de obreras textiles en EE.UU. en 1857, que reclamaba mejoras salariales y laborales, donde fueron brutalmente reprimidas. Y existe la versión que el origen es porque el 8 de marzo de 1917 (23 de febrero en el viejo calendario ruso) las obreras de San Petersburgo se alzaron en huelga y salieron a las calles lo que significó el detonante de las luchas que culminarían en la gran Revolución Rusa.
En la II Conferencia Nacional de mujeres socialistas, celebrada en Copenhague en 1910, la dirigenta revolucionaria Clara Zetkin presentó una resolución que fue aprobada para celebrar todos los años el Día internacional de la Mujer.
Si bien hubo varios años en que los distintos países celebraban este día en fechas distintas y hay debate sobre el hecho histórico que dio origen. Lo que no hay discusión alguna es que fue la clase obrera y los revolucionarios quienes dieron origen a este día y no la ONU, como sostienen todos los gobiernos y un sector importante del feminismo.
El primer robo de nuestro día
En 1975, la ONU celebró el Año Internacional de la Mujer y desde ese entonces, académicas feministas y los distintos sectores de los gobiernos patronales se apropiaron de la fecha. Le quitaron todo contenido de clase y ofrecieron “celebrar” a las mujeres en general, planteando que todas sufrimos la misma opresión y que debemos estar unidas.
La ONU y la intelectualidad feminista nos propuso, y consiguió, introducir el concepto de ese día de celebración femenina como un todo equitativo. Así que en los años venideros se saludaba el 8 de Marzo tanto a Margareth Tatcher como a las Madres de Plaza de Mayo, o a las obreras inglesas.
Durante años, se aprovechó el día para regalar cosas y “agasajar” al género femenino. Sólo un puñado de revolucionarias y algunas organizaciones feministas más consecuentes movilizábamos en soledad reclamando derechos para las mujeres trabajadoras.
La marea trajo el 8M
Ya entrado el Siglo XXI, las luchas de las mujeres comenzaron a ascender. Comenzó en India y aquí en Argentina en 2015 dijimos ¡Ni una menos! un 3 de junio y la cosa no paró de subir. Se hicieron paros de mujeres y movilizaciones contra los femicidios, se hablaba más masivamente del derecho al aborto y los 8M se empezaron a llenar. Ese fenómeno se dio en muchas partes del mundo y hasta se dio un debate muy fuerte, de cientos de mujeres reunidas en días previos a esa fecha, sobre el carácter de huelga que precisábamos para ese día.
La mayoría del feminismo planteó “si nuestras vidas valen, que produzcan sin nosotras”, algo progresivo en relación a cuestionar la producción, pero insuficiente y mezquino. Nosotres desde la LIT-CI y el PSTU reivindicamos la necesidad de hacer una huelga general que reclame nuestros derechos, en su momento dijimos “Nosotras seremos la cabeza de la lucha, les contaremos qué necesitamos, cuáles son nuestras demandas más urgentes y decidiremos cómo llenar las calles ese día, pero no queremos que las fábricas, escuelas, comercios y empresas ese día trabajen sin nosotras, sino queremos ¡que estén paralizadas!”. Debatimos la necesidad que la lucha por nuestros derechos sea tomada por todos los trabajadores, porque entendemos que la lucha no es de mujeres contra varones, sino de todes juntes contra el capitalismo que nos oprime, nos divide con el machismo y se aprovecha de eso para explotar con más fuerza a las obreras y a toda la clase en general.
Quienes planteábamos la necesidad deuna huelga general por las mujeres no pudimos imponernos a las direcciones feministas que levantaron la huelga de mujeres y expulsaban a los hombres de las movilizaciones. Sin embargo, el 8 de Marzo se llenaba de chicas jóvenes, de mujeres grandes que salían por primera vez, de algunos sindicatos organizados y también de compañeros varones que entendían que la lucha era común.
Se volvió un día de lucha, y así lo fue durante varios años. Estas movilizaciones hicieron parte de luchas docentes, de reivindicaciones por las obreras despedidas de Pepsico, como tribuna de denuncia del pago de la Deuda Externa y como expresión de bronca contra los gobiernos. Servían para denunciar a viva voz el papel nefasto de la Iglesia Católica y el resto de las iglesias que impiden el acceso a la educación sexual, están contra el aborto, protegen pedófilos y lucran con la más espantosa opresión sobre nosotras.
Un paso adelante, dos atrás
No sin contradicciones, el país debatía sobre los derechos de las mujeres, sobre todo contra la violencia machista. De ese modo, la lucha por la legalización del aborto, cobró mucha masividad y participación, así como radicalizó a los sectores vinculados a las iglesias y lo más rancio de la derecha política.
El triunfo tardó en llegar, porque las direcciones encorsetaron ese movimiento y dijeron a las millones de personas que salían a las calles que debían confiar en el Parlamento, los diputados y las diputadas. Que la pelea sólo era de las mujeres y se negaron a llamar a un plan de lucha de la clase obrera para conseguir el tan necesario derecho al aborto.
En esa dinámica de convertir la lucha en “paseos y ferias”, llamaron a confiar en las mismas mujeres parlamentarias que votaban la Reforma Laboral y el saqueo a los jubilados/as, las mismas que ordenaban los desalojos de las fábricas ocupadas y de los terrenos a las mujeres que no tenían viviendas. Apoyaron sus campañas electorales en la necesidad de más feministas en las bancas y así, luego de ganar el gobierno, el kirchnerismo y sus corrientes de mujeres negociaron una ley que no daba exactamente lo mismo que las calles reclamaban.
Sin embargo, se logró un triunfo inédito y muy necesario para las mujeres y las personas con capacidad de gestar. Un salto cualitativo en la preservación de la vida de las mujeres, sabiendo, claro, lo insuficiente del mismo ante la decadencia sanitaria de nuestro país. Una salud pública que es recortada y ahogada presupuestariamente por las mismas diputadas que votaron la ley.
Este triunfo, tuvo la contracara de la cooptación de la inmensa mayoría de las corrientes feministas al gobierno de Alberto Fernández, la consolidación de esas direcciones que llamaron a confiar en las instituciones y la pandemia nos sacó de las calles profundizando la institucionalización de la lucha femenina.
Es lamentable, que las corrientes que se denominan de izquierda o feministas socialistas, sus parlamentarios hicieron parte del mismo plan aunque con algún que otro discurso más incendiario. A pesar de hablar en nombre de la clase obrera, ni las organizaciones que pertenecen al FIT-U, ni el resto planteó un programa que rompa con la institucionalidad y coloque la lucha obrera a la cabeza con sus propios métodos.
Desde ese entonces, las calles empezaron a desaparecer y las propuestas altamente mayoritarias del movimiento de mujeres son por la vía de la lucha interna en el régimen y la confianza en los gobiernos e instituciones que sólo defienden a los patrones y las ganancias empresariales. Así, volvieron a arrebatarnos el 8M como un día de lucha a las obreras y sectores más oprimidos y explotados de la sociedad.
¡Retomemos la pelea!
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vanzamos mucho con el derecho al aborto, pero nosotras no estamos mejor. A pesar de la campaña permanente del colectivo Ni una Menos o las Mujeres sindicalistas de la CGT, sobre que con ellas tenemos aliadas que pelean por nosotras los datos son escalofriantes.
El gobierno de Alberto y Cristina se reivindica feminista, tiene mujeres en cargos públicos, usa el lenguaje inclusivo en las declaraciones oficiales, y hasta tiene un ministerio de género y diversidad. Sin embargo, no son más que posturas teatrales y poses para la tribuna. La realidad de su gestión muestra que nada le importa de las mujeres más pobres y trabajadoras.
Empezando por la brecha salarial y continuando por la terrible inflación que genera violencia económica, pasando por el reparto de las tareas domésticas que sigue con extrema desigualdad, la precariedad laboral, así como la crisis habitacional tienen cada vez más rostro de mujer. Sólo el año pasado en Argentina se cometieron 307 femicidios ¡una muerte cada 28hs! La violencia machista no ha cesado (Ver AS 10).
Esta situación hace más que necesario salir nuevamente a las calles, retomar la lucha y llamar a esas jóvenes y trabajadoras que lo están cuestionando todo a no confiar en sus verdugas.
El 8M lo impusieron las obreras y las organizaciones revolucionarias, volvamos a eso y recuperemos nuestro día aprovechando toda la experiencia de estos años. Rompamos la inmovilidad, cuestionemos a quienes dicen luchar por los derechos femeninos y pongamos la agenda de quienes menos tienen a la orden del día. Ni confianza en el parlamento y en las instituciones, ni tampoco como hacen desde la izquierda con radios abiertas y actividades formales para cumplir el calendario.
Luchemos confiando sólo en nuestras propias fuerzas, llamemos a que toda la clase obrera pelee con nosotras, a la autoorganización en los lugares de trabajo y barrios. Para conseguir nuestros derechos tenemos que enfrentar a los gobiernos y al sistema capitalista que nos oprime y explota. Con nosotras a la cabeza y los trabajadores y sectores populares tomando las demandas como propias, empezaremos el camino para volver a recuperar nuestro día y la lucha por nuestra emancipación.