Sáb Jul 27, 2024
27 julio, 2024

Activistas ecuatorianos hablan de su experiencia con el levantamiento popular que azotó el país

Durante 18 días un levantamiento popular barrió el Ecuador. Las calles y caminos del país fueron bloqueados, y en las ciudades la población salió a las calles contra el gobierno de Guillermo Lasso. Las manifestaciones son el resultado de la inmensa crisis social que asola el país, duramente golpeado por la pandemia y que ahora enfrenta una inflación galopante y un enorme desempleo. 

Por: César Neto

Para explicar cómo fue el proceso, Opinião conversó con Romel Sacta, abogado laboralista que actúa en la ciudad de Cuenca, y Xavier Solís, abogado de derechos humanos que actúa en la Amazonía ecuatoriana. Ambos son militantes de la Articulación Revolucionaria de Trabajadores (ART), grupo simpatizante de la Liga Internacional de los Trabajadores (LIT), y relatan sus diferentes experiencias con las intensas protestas que ocurren en el país.

Explica cómo fue el proceso en Cuenca. Háblanos también de la Asamblea Popular creada en la ciudad.

Romel Sacta – La huelga comenzó el 13 de junio de 2022 y fue convocada y liderada por las organizaciones indígenas Conaie, Feine y Fenocin. En Cuenca, algunas organizaciones y personas que participaron en la protesta decidieron convocar la Asamblea Coordinadora de Organizaciones de Azuay, como un espacio amplio y democrático. Esta Asamblea estuvo formada por estudiantes universitarios, sindicatos y comités de empresas, grupos y activistas identificados con el anarquismo, con el feminismo y con el marxismo.

Este espacio se asemeja a una Asamblea de Coordinación que se formó en octubre de 2019, como resultado de la explosión social en aquella época. Participamos como Escuela Popular Agustín Cueva Dávila, nombre que recuerda a un sociólogo marxista ecuatoriano, formada por estudiantes, profesionales, campesinos y trabajadores autónomos o precarios, que se reconocen como clase trabajadora y explotada y no tienen vínculos con el sector sindical ni con el movimiento antiextractivista.

La Asamblea Coordinadora funcionó con reuniones de los delegados de las organizaciones, cada dos o tres días, y su objetivo era sostener la huelga en Azuay. Y creamos un grupo en Telegram. El desafío era entrar en contacto con los diferentes sectores sociales que, algunos espontáneamente, cerraron las rutas y organizaron protestas.

¿Las centrales sindicales los apoyaron o se quedaron al margen de la Asamblea?

Romel – Las grandes centrales sindicales solo apoyaron con palabras. Prefirieron dar impulso a una marcha convocada para el 22 de junio, nueve días después del inicio de la huelga. Cabe aclarar que el paro fue inicialmente convocado por los indígenas, pero tras la detención del presidente de la Conaie [Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador], Leónidas Iza, se desataron varias protestas, convirtiéndose en una huelga popular indígena. Sin embargo, quienes apoyaron la huelga desde el primer día fueron los sindicatos de base que, de forma autónoma, a pesar de lo que decía la cúpula de las centrales, adhirieron a las protestas.

¿Consiguieron bloquear los accesos a la ciudad?

Romel – Las rutas a la ciudad fueron cerradas desde el primer día en las áreas donde el movimiento indígena era fuerte. Posteriormente, varios sectores sociales se sumaron con más bloqueos y la ciudad quedó aislada. Lo que hicimos nosotros como Asamblea Coordinadora, cuando ya la ciudad estaba incomunicada, fue reunir a los sectores que adhirieron a la huelga y ayudar a los activistas. El gobierno de Lasso intentó abrir las carreteras por la fuerza, pero no tuvo éxito. La Coordinación no organizó la huelga, pero fue un espacio que buscó organizar a los diferentes sectores que ya estaban en huelga.

El servicio de recolección de basura fue suspendido debido a las manifestaciones. Pero los activistas que paralizaron las carreteras, por decisión propia, establecieron corredores comunitarios para productos como gasolina, gas, oxígeno para hospitales y alimentos. Al principio, no se permitía el paso de nada excepto de los servicios de emergencia. Pero ante el desabastecimiento, se crearon corredores comunitarios para paliar la situación de escasez, permitiendo que la huelga continuase por más días.

El alcalde de la ciudad de Cuenca acudió a uno de los puntos de interdicción para solicitar la liberación del tránsito, pero sin éxito.

Xavier, tú vives en una zona de la Amazonía ecuatoriana, ¿cómo la minería y la industria petrolera afectan la región?

Xavier – Hace 11 años que vivo en la Amazonía ecuatoriana, en Orellana, la principal provincia petrolera del Ecuador, cerca de uno de los lugares con mayor biodiversidad de la Amazonía, que se llama Yasuní, que es un parque nacional habitado por los últimos pueblos aislados del Ecuador, llamados Tagaeri-Taromenane.

Además, en la misma selva, hay pueblos en contacto inicial o reciente. En el caso de los Waorani, quienes tomaron contacto hace casi 50 años, tuvieron una adaptación que aún no es completa, es una mezcla de vida dependiente del bosque y de la sociedad en general. No tienen un sentido estricto de propiedad, ni del dinero, pero cada vez que la sociedad en general los absorbe, aprenden a la fuerza la dureza de la sociedad capitalista.

Otros pueblos, como los Shuar y los Kichwa, se han adaptado más o menos a la sociedad en general, sin dejar de tener sus cultivos autosostenibles que siembran en la selva. Todos ellos tienen una relación conflictiva con las empresas petroleras que se asientan en sus territorios, contaminando sus ríos, bosques, alimentos y provocando enfermedades como el cáncer. En 50 años de producción de petróleo, ellos siguen estando entre las pueblos más pobres del Ecuador, sin servicios básicos como agua potable o electricidad.

Generalmente, a los pueblos indígenas les gusta vivir en armonía con la naturaleza y con las otras personas. Pero los niveles de discriminación y explotación a que son sometidos ha llevado a una mayor organización y utilización de métodos de lucha como huelgas, cortes de rutas, toma de pozos de petróleo. Lo han ido aprendiendo en la práctica, en la necesidad de ser escuchados.

¿Te refieres a los indígenas que enfrentaron la represión de la policía o del ejército? ¿Se dejó de producir petróleo por la interrupción de la circulación en las carreteras?

Xavier – Durante los 18 días que duró el paro nacional, alrededor de mil pozos petroleros interrumpieron la producción, en algunos casos porque las comunidades asumieron el control de los pozos petroleros y presionaron para que cerraran. En otros casos, por los cortes de rutas se interrumpió la logística que abastece a los pozos petroleros, algunos pozos quedaron paralizados por falta de productos químicos, de personal y de combustible. Los efectos de los cortes de carreteras comenzaron a sentirse después de diez días, cuando las reservas empezaron a agotarse y la logística para mantener la producción de petróleo faltó.

Hubo varios enfrentamientos entre las comunidades y la policía y el ejército. En casi todos los casos, las comunidades no cedieron a la represión, que no logró despejar las rutas. Las comunidades conocen sus territorios y están organizadas. Por eso consiguieron paralizar la logística del ejército. Además, las comunidades desarrollaron diversas formas de resistencia, desde el enfrentamiento directo con piedras, palos, cócteles molotov, escudos artesanales, y en otros momentos se replegaron para reagruparse y volver horas después a tomar los lugares donde se encontraba el ejército y la policía.

¿Cuál es la percepción de las comunidades con las negociaciones?

Xavier – Las comunidades indicaron que se cumplió su lista de diez peticiones, pero también noté que las comunidades indígenas querían demostrarle al Estado que no están dispuestas a seguir siendo discriminadas ni humilladas. Si bien no se logró todo lo propuesto, las comunidades vieron cumplidos sus anhelos de alguna manera.

Romel, ¿cuáles serán los próximos pasos de la Asamblea en Cuenca tras el fin de la huelga?

Romel – La Asamblea es un gran espacio que surgió la ebullición de la protesta. El desafío ahora es mantener el contacto y la unión de las organizaciones y personas que participan de la movilización. Creemos que ese espacio se va a mantener por algunos meses, sin tanta fuerza, hasta que recomiencen las movilizaciones. Tenemos muy claro que el gobierno de Lasso no detendrá sus planes ni su represión. El “acuerdo de paz” firmado [el 30 de junio para tratar de poner fin a la huelga] es solo una pausa para que el gobierno y los movimientos sociales, encabezados por el movimiento indígena, recuperen fuerzas y se organicen mejor.

Artículo publicado en www.pstu.org.br, 6/7/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.

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