Jue Oct 10, 2024
10 octubre, 2024

No más promesas vacías de los líderes mundiales en la lucha contra el cambio climático ¿Esperanza real o fantasía?

El 19 de marzo era convocada una jornada de protestas por Fridays for Future, por la crisis climática. Jóvenes y activistas de todo el mundo volvían a la lucha con el lema ‘No más promesas vacías’, con el objetivo de exigir “acción inmediata, concreta y ambiciosa por parte de los líderes mundiales, como respuesta a la actual crisis climática”[1].

Por: Javier Martínez

Y es que tras 30 años de políticas climáticas la realidad es cristalina, la catástrofe cada vez es más cercana. Y todos los acuerdos internacionales, cumbres, leyes, publicidad y otras tantas parafernalias climáticas oficiales se mostraban como lo que son, simples cortinas de humo, puras promesas vacías. Frente a ello, sin duda es completamente necesario exigir acción inmediata concreta y ambiciosa. Sin embargo, tras la experiencia vivida, aparece la cuestión central de hasta qué punto podemos confiar en que los “líderes mundiales” realmente harán esas acciones. Y la respuesta a ello, la encontramos en el análisis del motivo por el que todas sus promesas son promesas vacías.

De esta forma el objetivo de este artículo, será establecer algunos puntos de análisis que nos permitan entender por qué ocurre este fenómeno. Para ello debemos partir de que los líderes mundiales son líderes de Estados capitalistas, representantes de la burguesía, cuyo interés central es la reproducción de la sociedad capitalista. Por tanto, será necesario partir de entender cómo se reproduce el capitalismo y qué papel cumplen los combustibles fósiles como causantes principales del cambio climático.

Algunas características centrales de la producción y reproducción capitalista

Antes de entrar en la cuestión climática en sí misma, debemos partir de entender el capitalismo en un doble nivel de análisis: por una parte, un análisis económico político, y, por otro, un análisis socioecológico.

El capitalismo en una forma social y como todo sistema social precisa reproducir productos con utilidad concreta, producir riqueza material, ya sea casa, alimentos, herramientas… pero, a la par, precisa que se reproduzcan de forma natural ciertos valores de uso, que constituyen las condiciones de producción y reproducción de la vida social, como son las condiciones climáticas, el agua dulce, los suelos…

En el caso del capitalismo, la producción social de riqueza material se da en forma de producción de mercancías, base para poder extraerla y a su vez obtener ganancias. Esto tiene consecuencias drásticas sobre la producción de productos útiles; así, pues, en la producción de mercancías, estos no tendrán otra función que la de ser sustrato material del valor de cambio, del trabajo humano, única fuente de creación de valor en el capitalismo.

Por eso, hoy en día, el valor de los alimentos no se basa en sus nutrientes, calorías, o en el número de bocas que pueda alimentar, sino aparece en la forma de precio por el cual se puede intercambiar. Y serán producidos y vendidos para conseguir el máximo lucro posible, aunque con ello se produzcan movimientos especulativos que lleven a millares a la hambruna, como sucedió en 2007.

Así como la producción tiene forma capitalista, la reproducción, es decir, su repetición en el tiempo, también tendrá forma capitalista. En primer lugar, en este sentido, decía Marx[2] que el capitalismo necesita reproducir la “disociación entre el producto del trabajado y el trabajo mismo (…) el tener por un lado los poseedores de medios de producción y subsistencia (capitalistas) y por otro los poseedores de nada más que su fuerza de trabajo (trabajadores asalariados). En este sentido “la propiedad se presenta, del lado del capitalista, como el derecho a apropiarse del trabajo ajeno no retribuido, y del lado del obrero, como la imposibilidad de apropiarse en absoluto de su propio producto”.

En segundo lugar, tenemos que tener en cuenta que la competencia entre capitalistas impone al capitalista individual las leyes inmanentes del modo capitalista. “Lo obliga a ampliar constantemente su capital para conservarlo y solo puede ampliarlo mediante la acumulación progresiva[3]”, es decir, la reproducción en escala ampliada.

Y en qué consiste esta acumulación: «Primero, la producción anual tiene que suministrar todos los objetos con los que reponer las partes materiales de capital consumidas a lo largo del año. (…) Para acumular hay que transformar una parte del producto excedente en capital, pero solo pueden convertirse en capital cosas susceptibles de ser empleadas en el proceso de trabajo, es decir, medios de producción y cosas con las que puede sustentarse el obrero, esto es, medios de vida. Por consiguiente, una parte del trabajo excedente anual tiene que invertirse en la creación de medios adicionales de producción y subsistencia»[4].

Y, como consecuencia, «al incorporarse los dos creadores primitivos de la riqueza, la fuerza de trabajo y la tierra, el capital adquiere una fuerza de expansión que le permite ampliar los elementos de su acumulación más allá de los límites trazados aparentemente por su propia magnitud, trazados por el valor y la masa de los medios de producción ya producidos en que toma cuerpo el capital»[5].

Sin embargo, «una vez dadas las bases generales del sistema capitalista, en el curso de la acumulación se alcanza siempre un punto donde el desarrollo de la productividad del trabajo social se convierte en la palanca más poderosa de la acumulación (…) El grado social de productividad del trabajo se expresa en el volumen relativo de los medios de producción que el obrero convierte en producto durante un tiempo dado y con la misma fuerza de trabajo. Así, por ejemplo, con la división manufacturera del trabajo y el empleo de maquinaria se elabora más materia prima en el mismo tiempo, esto es, entra en el proceso de trabajo una masa mayor de materias primas y auxiliares»[6].

Estos son algunos elementos centrales de las bases económicas, que explican por qué el capitalismo necesita reproducirse en escala ampliada. Pero más allá esta forma de reproducción tendrá graves consecuencias en su relación con la naturaleza. Así, pues, la producción social parte y transcurre a partir de la apropiación de productos y servicios naturales por parte del trabajo. Es decir, a parte del intercambio continuo de flujos de materia y energía con la naturaleza de la que forma parte, depende y transforma. A este proceso de intercambio se le denomina metabolismo[7], y se caracteriza por unas formas y dimensiones de apropiación, transformación, consumo y excreción de los productos que parten de las condiciones naturales existentes, pero se definen socialmente.

En el caso del capitalismo, hemos visto que requiere de un aumento constante de volumen y de velocidad en la apropiación de la naturaleza y, por tanto, de su metabolismo. Además con las relaciones de propiedad existentes, el derecho del capitalista de apropiarse de los medios de producción y subsistencia será a su vez la base del derecho de apropiarse de forma gratuita de los productos y servicios naturales que entran en la producción, así como de establecer el modo concreto de apropiación y su rol en la producción, subyugándolos a interés y beneficio del capital.

El papel del capitalismo en el desarrollo del uso de los combustibles fósiles 

Hoy en día, desde numerosas corrientes ecologistas se argumenta que el cambio climático es culpa de la revolución industrial y del uso de los combustibles fósiles, por sus características naturales. Y no solamente los ecologistas sino los datos científicos apuntan eso; el límite, tanto de los científicos como de los ecologistas se encuentra en no hacer una crítica al modo de producción capitalista que depende de este recurso. Por eso, es una posición que simplifica el problema y conduce a conclusiones políticas erróneas, pues oculta que el uso de los combustibles fósiles que ha conllevado el cambio climático es un uso específicamente capitalista.

Así, pues, «En China, el carbón ya era usado en cantidades ingentes para la producción de hierro desde el s. XI y, además, se inventaron máquinas de vapor rudimentarias en el siglo XIV»[8]. Y, pese a ello, la introducción del carbón como fuente de energía central de la industria no se produjo en China sino en Inglaterra a partir de finales del s XVII.

La explicación de ello responde a una combinación de factores, pero centralmente responde a que era allí donde el capitalismo estaba más desarrollado. Allí existían los recursos naturales necesarios, carbón y hierro, a la vez que existía una escasez importante de una de las fuentes energéticas del metabolismo agrario, la madera, escasez que funcionaba como limitador de la posibilidad de reproducción ampliada de capital. El grado de desarrollo del capitalismo empujaba a una competencia creciente, que había conllevado en aumento de la productividad a partir de la innovación tecno-científica, por eso existían las condiciones técnicas necesarias para la utilización del carbón como vector energético de la industria. Existía la infraestructura (canales y barcos) necesaria para su transporte. Existía ya suficiente capital acumulado disponible como para realizar las inversiones necesarias. Y, por último, existían las relaciones de propiedad, que permitían la sustitución de trabajo humano por maquinaria[9].

No pretendemos hacer un análisis unilateral de este proceso. No solo fueron las condiciones ambientales y geográficas que posibilitaron el surgimiento de la Revolución Industrial en Inglaterra. Sin duda, el desarrollo de la revolución industrial en el país ocurrió gracias a condiciones históricas, que no podemos analizar aquí. Este es un proceso que se encuentra muy bien descrito por Marx en el capítulo sobre la acumulación primitiva en el Libro I de El Capital. 

Consecuencias del uso de los combustibles fósiles en la reproducción del capitalismo 

La posibilidad de usar los combustibles fósiles como base de la producción significó un cambio cualitativo en el metabolismo capitalista y, por tanto, en las posibilidades de reproducción del capital. La combinación entre la forma social existente y las cualidades concretas del carbón permitieron que, por primera vez en la historia, se cumplieran todos los requisitos para la utilización máxima e ininterrumpida de energía y potencia: abundancia y accesibilidad por precio de las fuentes energéticas. Alta densidad energética, entre tres y seis veces mayor que la madera. Existencia de la tecnología necesaria para permitir una amplia gama de uso. Posibilidad de usarlos en cualquier lugar que se requiera, debido al desarrollo de medios de transporte y, sobre todo, al uso de vectores energéticos fácilmente transportables. Y disponibilidad en el momento que se necesite, gracias a la facilidad de almacenamiento de los combustibles fósiles.

Esta fue unas las bases materiales que hizo posible la revolución industrial, dándose, con su uso, el paso definitivo de la manufactura a la industria; un salto cualitativo en la concentración de la producción en las ciudades, y en centros de trabajo cada vez mayores que empleaban cada vez más potencia (fue un salto cualitativo de un proceso de urbanización que ya ocurría y exigía una mayor productividad, así como una ampliación de la división entre el campo y la ciudad. La forma urbana es la forma por excelencia de la reproducción capitalista). A la par, produjo la posibilidad de aumentar exponencialmente la cantidad de materias y energías apropiables de la naturaleza y, por ende, la expansión de la producción de mercancías.

Sin embargo, esta dinámica de aumento de la tecnificación y cantidad de materias primas de la producción, que con el carbón tomó unas dimensiones hasta entonces desconocidas pero que tiene su origen en la competencia entre capitalistas individuales, conlleva un problema central para el capitalismo global. Así, pues, en el capitalismo, la ganancia proviene de la explotación de los trabajadores, es decir, de la apropiación de los capitalistas del valor excedente que estos producen. De esta forma, la tendencia que existe de aumentar la cantidad de capital constante empleado (edificios, maquinaria, materias primas…) por encima del aumento del capital variable conlleva, a su vez, en nivel global, a que exista la tendencia a la baja de la tasa media de ganancia (la relación entre el capital global invertido y la ganancia obtenida)[10].

Esta dinámica tiene profundas implicaciones a nivel metabólico, pues la reproducción capitalista, para aumentar el volumen de producción así como la productividad del trabajo, precisa aumentar constantemente la cantidad de energía que es capaz de apropiarse del entorno. Energía no en abstracto sino de productos naturales concretos, específicos, los combustibles fósiles (relación entre la energía que se necesita invertir para extraer la materia y la que se puede obtener después, en el proceso de producción) que las sociedades humanas hayan conocido. Es decir, si analizamos el trabajo humano en su rol metabólico, con los combustibles fósiles, la misma cantidad de trabajo que en la época agrícola obtiene de tres a diez veces más materia convertible en energía.

De esta forma, la apropiación capitalista en general se podía dar a una velocidad mucho mayor que la producción ecológica; desequilibrio aún mayor en el caso de los combustibles fósiles, ya que estos son limitados (es decir, no se reproducen en escala de tiempo humana sino geológica). A la par, la otra cara de la moneda es que la emisión de gases contaminantes, que se empezó a dar a un ritmo superior a lo que los sumideros ecológicos podían absorber, dio lugar a fenómenos como el cambio climático.

Desarrollo histórico de la reproducción 

A pesar de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia y la fractura metabólica, el capitalismo en su fase imperialista ha sido capaz de reproducirse hasta hoy en día. Para explicarlo hay que partir de que la tendencia a largo plazo de la tasa de ganancia no se desarrolla en forma lineal sino que depende del desarrollo de la economía capitalista. Y esta evoluciona a través de ciclos que dependen de condiciones externas a la economía, como explicaba Trotsky:

“Por lo que se refiere a las fases largas (…), debemos destacar que el carácter y duración están determinados, no por la dinámica interna de la economía capitalista, sino por las condiciones externas que constituyen la estructura de la evolución capitalista. La adquisición para el capitalismo de nuevos países y continentes, el descubrimiento de nuevos recursos naturales y, en el despertar de estos (resaltado mío), hechos mayores de orden «superestructural» tales como guerras y revoluciones, determinan el carácter y el reemplazo de las épocas ascendentes estancadas o declinantes del desarrollo capitalista”[11].

Es decir, el capitalismo, en su desarrollo histórico a través de las crisis, en diversas ocasiones ha tomado la salida de la ampliación cuantitativa y cualitativa del metabolismo para revertir ciclos descendentes de la economía.

Y, para el tema que nos ocupa, la cuestión central es que este desarrollo en los últimos dos siglos ha sido mediado y realizado sobre la base del uso de los combustibles fósiles. A la par, las mejoras productivas, aunque a nivel relativo significará un uso más eficiente de la energía, a nivel absoluto se expresa en un aumento del consumo energético. Llegando al punto en que hoy no hay esfera de la producción material en que estos no intervengan de una forma u otra y sean imprescindibles para la obtención de ganancias. En el transporte, como combustibles; en la agricultura, como fertilizantes y pesticidas; en la producción de electricidad, como materia prima por excelencia; en la industria, como plásticos…. hasta en la reproducción más directa de la vida humana, pues la mayoría del nitrógeno que contiene nuestro cuerpo tiene un origen directamente fósil. De igual manera ocurre con la producción de tecnología para el aprovechamiento de las energías renovables que, en la medida en que son producidas de forma industrial, son hoy dependientes de los combustibles fósiles.

De esta forma se demuestra que la reproducción capitalista a su vez lleva implícita la depredación de la naturaleza, la apropiación destructiva de esta. Y en caso específico del desarrollo sobre la base de los combustibles fósiles, y la tecnología a ellos asociados, generó que la fractura metabólica que se venía desarrollando (el desequilibrio entre la reproducción ecológica y la social), diera un salto cualitativo y se cristalizara como elemento central de la reproducción capitalista. Reproducción de un gigante con pies de barro, que va devorando el suelo que precisa para seguir andando.

Las posibilidades hoy de que los líderes mundiales luchen contra el cambio climático

Hoy en día, desde la crisis que se inició en 2008, nos encontramos en una fase descendente de la economía capitalista[12], y, por ende, los capitalistas están llevando a cabo una lucha encarnizada por intentar revertir la tendencia a la baja de la tasa de ganancia y poder revertir el ciclo. Ello se da coincidentemente con diversos problemas socio-ecológicos de gran magnitud. Se calcula que el pico de extracción de petróleo convencional fue en 2007, y la producción tiende a extraer combustibles fósiles de peor calidad y de más difícil extracción (aguas profundas, fracking, petróleos pesados…),  es decir, con tasas de retorno energético más bajas[13] y, por tanto, menos productivos. A la par, los efectos del cambio climático y la destrucción ecológica son cada vez más palpables, expresándose de diferente forma pero teniendo la consecuencia global de degradar y destruir progresivamente las fuerzas productivas, aumentando los gastos de conservación y reparación del capital, llegando al punto de generar crisis mundiales como la que estamos viendo con el coronavirus.

Es decir, si una de las posibilidades que la burguesía tenía para revertir los ciclos descendentes de la economía era apropiarse de nuevos territorios, recursos naturales o evoluciones tecnológicas, de tal forma que aumentase cualitativamente o cuantitativamente su metabolismo, hoy ella se encuentra en una situación donde ya ha ocupado todos los territorios del planeta y los recursos naturales dan claros signos de ser insuficientes para las necesidades de reproducción ampliada del capital, y toda evolución tecnológica se implanta en un sistema que depende de los combustibles fósiles, los cuales son cada vez de menor calidad y perjudican la productividad del conjunto del sistema.

Por ello, los líderes mundiales no pueden hacer otra cosa que promesas vacías. La lucha contra el cambio climático, en la medida en que pasa por la reducción de las emisiones de CO2 y, por tanto, de la reducción del uso de combustibles fósiles, significaría ir en contra de sus ganancias, en un contexto donde la tasa de ganancia no se recupera.

Notas

[1] Comunicado Fridays for Future internacional sobre la huelga del 19 de marzo. https://fridaysforfuture.org/march19/

[2] MARX, Karl. “El proceso de reproducción del capital”. Libro I, Tomo III de El Capital. Barcelona: ediciones Akal 47, 1979, p. 37.

[3] Ídem, p. 41.

[4] Ídem, p. 27.

[5]  Ídem, p. 57.

[6] Ídem, p. 81.

[7] Hay que remarcar que todo este concepto se emplea para describir la relación con la naturaleza de cualquier formación histórica. John Bellamy Foster. Marx’s Ecology: Materialism and Nature, 2000.

[8] Ramón Fernández Durán, Luis González Reyes. En la espiral de la energía. Vol. I. Ecologistas en Acción, 2018, p. 274.

[9] Ídem, p. 272.

[10] MARX, Karl. “La ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia”. Libro III, Tomo I de El Capital. Barcelona: ediciones Akal 47, 1979.

[11] TROTSKY, León. “La curva del desarrollo capitalista”, 1923. Disponible en: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1923/junio/21.htm

[12] ALMEIDA, Eduardo. “La gravedad de una posible nueva recesión mundial”. Marxismo Vivo XV, 2020.

[13]  Ramón Fernández Durán, Luis González Reyes. “En la espiral de la energía”. Vol. II. Ecologistas en Acción, 2018.

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