Mar Mar 19, 2024
19 marzo, 2024

13 de mayo: una abolición sin reparaciones y el racismo en el Brasil

El 13 de mayo de este año se cumple el 134° aniversario de la abolición de la esclavitud en el Brasil. Pero no hay nada que celebrar en esa fecha. En primer lugar porque, desde un principio, esta fecha está envuelta en una fábula que atribuye el fin de la esclavitud a un acto benevolente de la princesa Isabel, una monarca blanca que llegó a ser retratada como una especie de santa redentora.

Por: Wagner Miquéias F. Damasceno y Cláudio Donizete, de la Secretaría Nacional del Negros del PSTU Brasil

En segundo lugar, porque la abolición no estuvo acompañada de ninguna política de reparación a los hombres y mujeres negros por los siglos de esclavitud en el Brasil.

Tratados como cosas, generaciones de negros y negras sufrieron todo tipo de violencia, trabajando de sol a sol como propiedad de amos blancos, sin derecho a la libertad, sin derecho al fruto de su trabajo y sin derecho a criar a sus propios hijos, ya que la esclavitud también se extendía a ellos.

Pero a pesar de todo esto, la ley áurea firmada por la princesa Isabel no establecía ninguna medida para garantizar condiciones dignas de existencia a los negros y negras y sus descendientes. Con solo dos artículos, la ley no establecía medidas reparatorias e indemnizatorias a los negros: “Art. 1º A partir de la fecha de esta Ley, se declara extinta la esclavitud en el Brasil ; Art. 2.º Quedan derogadas las disposiciones en contrario.”

Y como parte del deseo del gobierno, ahora republicano, de negar las políticas de reparación por la esclavitud, Rui Barbosa ordenó quemar todos los documentos de compra y venta de esclavos que se encontraban en el Archivo Nacional.

En las orillas, sin acceso a la tierra, la vivienda y el empleo

Esclavitud en el Brasil, de Jean-Baptiste Debret (1768-1848).

Como si la abolición sin reparación no fuera suficiente, el gobierno y la clase dominante crearon una serie de medidas que dificultaron e incluso impidieron el acceso de hombres y mujeres negros a la tierra, ya sea para sembrar o simplemente para vivir.

Y valiéndose de discursos racistas sobre que la población brasileña debería blanquearse para “progresar”, la clase dominante justificó una especie de “segundo tráfico”, pero ahora de trabajadores inmigrantes europeos, en su mayoría expulsados ​​del campo y empobrecidos, para reemplazar a hombres y mujeres negros en el mercado de trabajo asalariado en el país. El racismo calzaba como anillo al dedo en el lucrativo entramado de negocios de inmigración de trabajadores europeos, que involucraba barcos, hospedajes, agencias, bancos, etc., creado por la clase dominante brasileña y europea.

Sin acceso a la tierra, olvidados en relación con los trabajadores europeos y estigmatizados por el racismo, negros y negras ocuparon las márgenes del naciente mercado de trabajo brasileño, viviendo también en las márgenes de las ciudades. Los efectos de cuatro siglos de esclavitud y una abolición sin reparaciones se sienten todavía hoy.

Racismo: cifras de una tragedia racial y social

La expresión más trágica del racismo es el asesinato. Según el Atlas de la Violencia 2021 , los negros representaron 77% de las víctimas de homicidio en el país, con una tasa de 29,2 por cada 100.000 habitantes, mientras que los no negros representaron una tasa de 11,2 por cada 100.000 habitantes. Es decir, una persona negra tiene 2,6 veces más probabilidades de ser asesinada que una persona no negra. Y considerando género y raza, 66% de las mujeres asesinadas son negras.

Otro aspecto de la violencia racista reside en el encarcelamiento: según datos de Infopen –Encuesta Nacional de Información Penitenciaria–, 67% de los presos del país son negros. Del total de presos, más de ¼ están incriminados por narcotráfico, en virtud de la ley 6.368/1976 –creada durante la dictadura militar– y de la ley antidrogas 11.343/2006 –firmada por Lula (PT)–. Una ley que, entre otras cosas, otorga plenos poderes al juez para definir si una persona flagrada con drogas es usuaria o consumidora.

El segundo párrafo del art. 28 de la ley antidrogas establece que “para determinar si la droga estaba destinada al consumo personal, el juez tendrá en cuenta la naturaleza y cantidad de la sustancia incautada, el lugar y condiciones en que se produjo la acción, las circunstancias sociales y personales, así como la conducta y los antecedentes del agente”. Traduciendo esta “jerga legal” a la práctica: si un joven blanco es atrapado con seis gramos de marihuana, frente a su condominio en Leblon, un barrio de lujo de Río de Janeiro, se le define como usuario. Pero si se trata de un joven negro atrapado con los mismos seis gramos de marihuana al pie de una favela o en los suburbios de Río de Janeiro, se le define como traficante. Más racista y burgués, imposible.

Por otro lado, cabe destacar un aumento de la conciencia contra el racismo en el país. Eso es lo que muestra el Anuario del Foro Brasileño de Seguridad Pública: en 2020, hubo un crecimiento de 29,8% en las denuncias de casos de racismo, en comparación con 2019. Signos de este cambio se pueden ver en la reacción popular que se produjo, por ejemplo, en el metro de São Paulo la semana pasada después que una pasajera blanca insinuara que el cabello de una pasajera negra podía transmitir enfermedades. Espontáneamente, trabajadores y jóvenes reaccionaron y expulsaron a la pasajera racista del vagón y de la estación del tren, en una impresionante demostración de solidaridad y conciencia de raza y de clase.

Cortar el mal de raíz: ¡Basta de racismo y capitalismo!

El capitalismo se enriqueció a costa de la esclavitud negra y, para justificarla, creó el racismo en sus más variadas formas. Se abolió la esclavitud negra, pero el racismo sigue a todo vapor, porque, a través de él, la burguesía logra pagar salarios más bajos a los negros en virtud de nuestro color y de nuestra raza; y destilando el racismo dentro de la clase trabajadora y el pueblo pobre, nos divide en campos hostiles, impidiéndonos luchar de manera unificada contra ella.

Y hoy estamos bajo el gobierno de un genocida de extrema derecha que utiliza las opresiones para dividir a los trabajadores y crear chivos expiatorios para la crisis económica del país. Además, Bolsonaro no intenta ocultar su odio hacia los trabajadores, los negros, las mujeres, los pueblos indígenas, las personas LGBTI y los pobres. No en vano aprovechó la pandemia para promover un verdadero genocidio en el país, con más de 650.000 muertos, la mayoría negros y pobres.

Organizar a los negros y pobres de clase trabajadora para sacar a Bolsonaro del poder es la tarea más importante hoy. Pero, para “cortar el mal de raíz” y evitar que surjan nuevos Bolsonaros, es necesario construir una alternativa socialista que lleve a los negros de nuestra clase y a los pobres a la toma del poder y a la construcción de una sociedad socialista, único camino para abolir el racismo y toda forma de opresión en el Brasil y en el mundo.

Artículo publicado en www.pstu.org.br, 11/5/2022.-
Traducción: Natalia Estrada.

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