Jue Mar 28, 2024
28 marzo, 2024

Un análisis de clase del movimiento de los “forconi”

¡Ahora tomemos nosotros las plazas! ¡Construyamos una oposición de clase y de masas contra el gobierno!

 
“Cuando las masas proletarias son contagiadas de esperanza revolucionaria, es inevitable que arrastren por la calle de la revolución a amplios y siempre crecientes sectores de la pequeña burguesía”. Así escribió Trotsky en 1930, pero agregaba, comentando los resultados de las elecciones en Alemania que habían visto un fuerte ascenso electoral del partido nazista (de 800.000 votos en 1928 a 6.400.000 votos en 1930), que ocurre también lo opuesto: “la desesperanza contrarrevolucionaria contaminó a las masas pequeñoburguesas con tal fuerza que arrastró consigo a muchos sectores del proletariado”.

Son palabras que se refieren a un contexto muy diferente de este, caracterizado por la fuerza organizativa y también electoral de los comunistas (stalinistas) y de la socialdemocracia. Hoy las cosas, aquí entre nosotros, son bien distintas: los partidos que, con o sin razón, se definen comunistas, no tienen representación en el parlamento, la socialdemocracia parece más un simulacro de partido que una real fuerza política (nos referimos al SEL –Izquierda Ecología y Libertad– de Vendola que, no obstante una relación estrecha con la dirección de la FIOM [Federación de obreros metalúrgicos], es un partido muy mediático pero privado de real enraizamiento en las regiones).

La crisis económica y política, al no encontrar partidos obreros con influencia de masas con fuerza para atraer a las masas proletarias, resultó en una versión electoral, en la afirmación de una fuerza populista como el M5S –Movimiento 5 Estrellas, de Beppe Grillo—, con la disposición necesaria para agradar a los peores impulsos racistas y xenófobos, por una ventaja en términos de votos. Una autoafirmación de los grillini [por Grillo], favorecida también por la desilusión con los partidos de la izquierda que traicionaron la confianza depositada en ellos por sectores importantes del movimiento obrero (piensen por ejemplo en la Refundación Comunista, que conoció un drástico colapso de militancia y de consenso después del apoyo a las políticas antiobreras, racistas y belicistas del gobierno Prodi, hasta casi la parálisis total de hoy, consagrada por un congreso que ni bien terminado no fue capaz ni siquiera de elegir el grupo dirigente).

Es del análisis de la condición de los partidos de la clase obrera que queremos partir para buscar explicar el movimiento de los “forconi”[1] y la capacidad –aún limitada, pero no insignificante– que eso tuvo para atraer también algunos sectores del proletariado y estudiantes en el desarrollo de una oposición basada en consignas reaccionarias (“fuera del euro para defender la ‘italianidad’”, “trabajo para los italianos”, etc.), con la dirección de las organizaciones políticas neofascistas en las plazas (de Casapound a Fuerza Nueva). Los líderes del M5S, como consecuencia de su interclasismo, se precipitaron en elogiar la protesta de los “forconi”. Los aparatos de la policía se mostraron complacientes y se quitaron los cascos para dar una señal: hay protestas que no son buenas (aquellas de los trabajadores, de los No Tav [Trenes de Alta Velocidad, movimiento contrario a la gestión que utiliza los bienes comunes, recursos públicos, etc., NdeE], de los movimientos por vivienda) y protestas que, por el contrario, podemos tolerar, como aquellas de los “forconi”, sobre todo si presentan banderas patrióticas. Hasta el mismo presidente de la Confindustria, Squinzi, temiendo otros escenarios de lucha obrera, aseguró que la protesta de los “forconi” “está ampliamente justificada”.
 
Pequeña burguesía y movimiento obrero: la situación actual

No obstante el fracaso de la manifestación del 18 de diciembre en Roma, es un hecho que la manifestación de la oposición a la famosa Ley de la Estabilidad fue dejada a los “forconi” y a los grupos fascistas. Las movilizaciones iniciadas el 9 de diciembre dieron visibilidad –también por la no casual complacencia de los medios de masas berlusconianos– a las reivindicaciones de la pequeña y media burguesía, fuertemente empobrecida por causa de la crisis. Comerciantes, artesanos, pequeños empresarios, profesionales liberales, pequeños productores rurales, campesinos, etc., son sujetos que, en la fase de crisis económica aguda como la que estamos viviendo, sufren el fenómeno de proletarización. Sus condiciones, objetivamente, tienen a aproximarse a aquella de la clase obrera. Es por eso que donde existe un fuerte movimiento obrero, este consigue, si adopta un programa transitorio lo suficientemente fuerte para atraer también a la pequeña burguesía, arrastrar consigo a amplios sectores de esta. Esto ocurre porque la pequeña burguesía, por su naturaleza, es, parafraseando a Trotsky, “pobre de humanidad”, no tiene un programa propio y oscila entre extremos opuestos. Así, si no existe una propuesta revolucionaria del movimiento obrero organizado, la pequeña burguesía vuelve su mirada para otro lado, se junta con la reacción.

Veamos la situación social de la Italia de hoy. Vamos a buscar en la situación del movimiento obrero las razones para este “éxito” (por ahora predominantemente mediático) de las movilizaciones de los “forconi”. Hoy, la clase trabajadora está privada de una dirección política lo suficientemente fuerte para unir y desarrollar sus luchas. Es verdad, el proletariado también, en los últimos meses, dio vida a luchas importantes y llenas de coraje. Basta citar la última: las luchas de los ferroviarios de Génova y Firenze, de los trabajadores (en gran parte inmigrantes) de la Logística, de las trabajadoras de la limpieza, de los movimientos por el derecho a la vivienda. Muchos otros sectores de la clase organizaron, en los años anteriores, durísimas batallas. De los obreros de la Fiat a los precarizados de las escuelas, de los obreros de la Fincantieri[2] a las trabajadoras de la industria textil, de los metalúrgicos a los químicos, hasta los empleados públicos: la clase trabajadora en Italia demostró gran capacidad de movilización. Lo mismo se aplica para el movimiento estudiantil, con centenas de ocupaciones, manifestaciones, protestas.

Todavía, se trata de luchas que fueron, la mayoría de las veces, hegemonizadas por las direcciones burocráticas de los sindicatos conciliadores (Cgil en primer lugar) y que fueron traicionadas por estas burocracias: acuerdos rebajados, despidos y después flexibilización para centenas de miles de trabajadores, cortes salariales. Todo eso camina lado a lado con el desmantelamiento de los servicios públicos, de la salud, de la educación: así, podemos decir que la conducción de la burocracia sindical que llevó a los trabajadores a un hueco sin salida fue la condición para que fuese posible el desmantelamiento.

La falta de un partido comunista y los movimientos reaccionarios
 
Fue eso que faltó, y aún falta: un partido comunista revolucionario con influencia de masas con fuerza para contraponer a la influencia nefasta de las burocracias sindicales conciliadoras sobre el movimiento obrero. Últimamente, la experiencia de repetidas traiciones trajo el desarrollo de nuevas experiencias de lucha independientes de los aparatos burocráticos: basta pensar en las luchas del sector de Logística, que permitieron dar nueva vida al sindicalismo combativo y clasista, gracias, sobre todo, a la presencia de obreros inmigrantes, en gran parte provenientes del Norte de África (es decir, de los territorios que en este año vimos respirar el viento de las revoluciones árabes). Pero las experiencias de auto-organización no bastan. Sin un partido comunista radical, que organice políticamente a la clase obrera, que ofrezca una dirección política firme y segura para las luchas, corremos el riesgo de ver esa energía dispersarse. La enorme potencialidad de lucha que expresa la clase trabajadora en estos años tiene necesidad de una dirección política para traducirse en una real movilización de masas contra la política de austeridad. Ese es un punto imprescindible.

Hoy, esa dirección política no existe. El Partido de Alternativa Comunista [PdAC] no tiene la miopía ni la pretensión de ser esa dirección. Pero pensamos que debe ser construida y queremos ofrecer una contribución a este proyecto indispensable para el destino de la lucha de clases en Italia: construir un partido clasista y comunista capaz de dar una dirección política a esa enorme potencialidad revolucionaria presentada por las masas obreras. Parafraseando a Trotsky nuevamente, mil obreros en lucha valen más que mil pequeñoburgueses; valen más, diremos hoy, que mil “forconi”. Por eso, nos dirigimos antes que todo a los militantes “decepcionados” con los partidos de la izquierda política, comenzando por la Refundación Comunista; los convidamos a dialogar con nosotros, a discutir cómo podemos construir juntos una dirección comunista y revolucionaria para la clase obrera, para tomar las plazas y combatir a los fascistas, para demostrar a la pequeña burguesía en proceso de proletarización –importante y posible aliada– que uniéndose a la clase obrera tendrá un programa real de combate a esa situación, bajo una dirección segura y más fuerte que los cuatro cadáveres fascistas (apoyados por Grillo y Casaleggio) que hoy se lanzan a la disputa, aprovechando el vacío de dirección del movimiento obrero.

Un primer paso para cumplir inmediatamente: unificar las luchas
 
La primera tarea a cumplir es la de la unificación de las luchas. La burocracia Cgil apoya a la dirección del Partido Democrático (que sigue siendo el principal partido de referencia de la gran burguesía italiana) y por eso no tiene la intención de perturbar el orden: no es por casualidad que Camuso, en vísperas de la aprobación de un nuevo paquete financiero, no sólo no llamó a la huelga general sino que además garantizó estar dispuesta a poner en discusión cuál sería el instrumento de lucha (“es equivocado considerar la huelga general como salvación”, 14/12/2013).

Tanto más urgente es crear organismos de frente único que favorezcan la superación de la fragmentación, para construir un amplio frente de resistencia y de lucha, para crear la solidaridad y la unidad entre las diferentes luchas de los trabajadores. Es como se dice: no dejemos las plazas a los “forconi”. Por eso, el PdAC –por no estar dispuesto, como sabe quien nos lee, a renunciar a la propia autonomía organizativa y política como los otros partidos de izquierda– adhirió con convicción a la coordinación No Austerity y hace una apelación a las otras organizaciones políticas, sindicales, del movimiento de la izquierda clasista, a participar y a contribuir con su fortalecimiento. La clase trabajadora precisa inmediata y urgentemente de unidad de acción contra los ataques del capital. ¡Unifiquemos las luchas, tomemos las plazas!

Traducción: Nívia Leão y Natalia Estrada.



[1] La palabra “forconi” significa horquillas [en español], instrumento de trabajo del campo que era utilizado por los campesinos en sus manifestaciones, y que se tornó un símbolo de lucha. Como el “gorro rojo” fue utilizado como símbolo en manifestaciones recientes contra la “ecotasa” [impuesto para financiar la recolección y el transporte de residuos] en la Bretaña francesa.

[2] Industria italiana de construcción de navíos.

Más contenido relacionado:

Artículos más leídos: