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18 abril, 2024

Riazanov: Lasalle y Bismarck

David Riazanov

Originalmente publicado en Pravda, 14 de julio de 1928.

“De vuelta a Lassalle”. Tal fue el eslogan proferido por Struve [1] en 1900, cuando defendió el “idealismo eterno” y la “política realista” [realpolitik en el original] de Lassalle contra el materialismo dialéctico y tácticas “idealistas” de Marx.

“Marx era injusto con Lassalle, Marx subestimaba a Lassalle”, los seguidores rusos de Struve repetían en varios tonos.

Durante la vida de Lassalle, Marx no se expresó una única vez contra su agitación o su actividad literaria. En El Capital dedicó a Lassalle una única observación, en la cual él enfatizó que los puntos de vista económicos del autor de Capital y Trabajo no eran idénticos a los suyos. Solo en 1891, Engels publicó la famosa carta de Marx sobre el programa de Gotha en que las visiones teóricas y tácticas políticas de Lassalle fueron sometidas a fuertes críticas.

Los puntos de vista de Marx y Engels sobre la actividad política de Lasalle fueron apropiados por Bernstein, que, no obstante, les dio casi la forma de una caricatura en la biografía escrita para la colección de obras seleccionadas de Lassalle, editada por él. Cuando, libre de la supervisión de Engels, en 1896, él comenzó a alejarse de Marx, “revisó” también sus puntos de vista sobre Lassalle. Bien en ese momento, Mehring vino a su encuentro. Considerando la rehabilitación de Schweitzer [2] como una de sus tareas más importantes, el seguidor más talentoso y alumno de Lassalle, el autor de Historia de la socialdemocracia alemana, fue obligado también a emprender la rehabilitación de Lassalle.

Fue una tarea muy difícil. Era necesario probar que la política oportunista contra la cual Mehring se declaró en aquel momento era la única política correcta en el pasado. Defender y justificar las tácticas de Lassalle y Schweitzer significaba atacar las de Marx y Engels. Mehring salió en defensa de Lassalle contra Marx, principalmente en el cuarto volumen de Recuerdos literarios de Marx, Engels y Lassalle.

Las observaciones de Mehring sobre las cartas de Lassalle a Marx, publicadas por él, representan una apología de las tácticas de Lassalle en los años cincuenta [siglo XIX], que también prepararon el camino para una apología de su acciones en el inicio de los años sesenta. Quien dice A debe decir también B. Cuando Mehring organizó la publicación de la correspondencia de Marx a Engels, percibió, para su espanto, que ellos tenían una posición completamente independiente en las disputas de Liebknecht y Bebel (eisenachianos) con Schweitzer (lasallista), y que ellos criticaron los puntos de vista y tácticas de Liebknecht de forma mucho más acentuada que las que nadie osara hacer, defendiendo a Schweitzer contra los ataques de Liebknecht y Bebel, como Mehring hace en su Historia de la socialdemocracia alemana.

Pero, ¿es verdad que las tácticas de Schweitzer eran apenas una continuación de las tácticas de Lassalle? ¿Cómo explicar la hostilidad obstinada de Marx con relación a Lassalle? Mehring, sin percibirlo, se desplazó en dirección a la concepción del papel de las “personalidades” en la historia. La actitud de Marx y Engels fue explicada [por Mehring, ndt] solo por su antipatía personal para con Lassalle. Mehring tomó para sí la ingrata tarea de “defender” a Lassalle –como también hizo en relación con Bakunin– contra los ataques “injustos” de Marx.

Mehring comenzó a reparar la “injusticia”. En un artículo muy conocido, llamado “El antagonismo entre Lassalle y Marx” (Neue Zeit, Vol. III, 27 de junio de 1913), Mehring atacó fuertemente a los adoradores “fanáticos” de Marx, entre los cuales Kautsky todavía estaba incluido. El punto de vista de Mehring, que mantuvo en su biografía de Marx publicada en 1918, tuvo una expresión clara en el siguiente pasaje:

“Mientras el sol de Marx brilló en los cielos en esplendor solitario, aún fue posible, ‘en estricta concordancia con la mayor seriedad científica y el interés más fervoroso de nuestra causa común’, hacer las acusaciones más graves contra el presumidamente eclipsado Lassalle. Pero, a partir del momento en que apenas una parte insignificante del partido continúa creyendo en las historias míticas sobre los varios acuerdos de Lassalle y Schweitzer con Bismarck, a partir del momento en que la niebla comenzó a retirarse de la imagen de Lassalle y amenazar concentrase en la forma de nubes sobre el sol de Marx, a partir de ese momento, la música amenazadora de los altos sacerdotes [Mehring se refiere a aquellos que apoyaban a Marx, ndt] es convertida en una melodía suave y conciliadora”.

En la opinión de Mehring, luego de la publicación de la carta de Marx sobre el programa de Gotha, ya no era posible negar el hecho “desagradable” de que Marx “hizo un juicio injusto de la personalidad de Lassalle y falló completamente en comprender el significado de su actividad”. La correspondencia entre Marx y Engels solo fortaleció a Mehring en esta convicción.

Lamentablemente, el punto de vista de Mehring encontró adeptos en el ala izquierda de la socialdemocracia alemana y posteriormente también entre los comunistas. No queriendo ser “injusto” con Lassalle, Mehring y sus discípulos fueron “injustos” con Marx. Acusando a este último de no comprender el significado de la actividad de Lassalle, ellos, sí, solo probaron que tenían una concepción equivocada de la oposición existente entre las visiones de Lassalle y Marx.

¿Con qué fundamentos Marx y Engels reprueban a Lassalle, y por qué ellos condenan sus tácticas políticas? En primer lugar, Lassalle negaba completamente la herencia del viejo partido, la Liga Comunista, y todo el movimiento obrero revolucionario alemán previo. Claro, eso fue hecho en parte porque Lassalle no quería “comprometer” el nuevo movimiento obrero. Pero, ¿a los ojos de quién? Lassalle apareció como un “liquidador” del viejo partido a los ojos de los enemigos de la clase trabajadora.

En segundo lugar, en su lucha contra los Progresistas, contra la burguesía liberal [3], Lassalle procuró una unión con los elementos feudales y absolutistas. Este no era solo un entusiasmo temporario, una exigencia resultante del calor de la lucha política, era un sistema definido, y Lassalle consiguió obtener éxito práctico inmediato. Eso también explica sus relaciones con Bismarck, el apóstol del reino prusiano de los junkers [señores feudales de Prusia].

Una serie de declaraciones públicas hechas por Lassalle en 1863-1864, llevó a Marx, y particularmente a Engels, a considerar con creciente sospecha la agitación de Lassalle. El conocido discurso en Ronsdorf [4] mostró que Lassalle, en el interés de su realpolitik no dudó en adoptar todo tipo de elogios al rey de Prusia, el famoso “príncipe de cartón”. Incluso Bernstein, que cambió radicalmente sus antiguos puntos de vista sobre Lassalle, fue obligado, en 1922, a escribir con relación a este discurso, que “es imposible servir a dos señores”, que el esfuerzo para modular la propia lengua de modo de producir un efecto deseado sobre las “cabezas” llevó, en realidad, a la adopción de un tono completamente cesarista. “Este discurso”, continúa Bernstein, “fue una proclamación doble de cesarismo: cesarismo en las filas del partido y cesarismo en la política del partido”.

En una carta a Kugelmann, del 23 de febrero de 1865, Marx escribió que fue solo luego de la muerte de Lassalle que le fue revelado que Lassalle, de hecho, traicionó al partido.

“Lassalle concluyó un tratado formal con Bismarck (claro, sin tener ningún tipo de garantía en sus manos). A finales de setiembre de 1864, él viajó para Hamburgo (en compañía de aquel loco de Schramm y del espía de la policía prusiana, Marr), para “forzar” a Bismarck a anexar Schleswig-Holstein, o sea, proclamar su anexión en nombre de los ‘trabajadores’. Bismarck, por su parte, prometió el sufragio universal y algunas charlatanerías socialistas.

(…)

Lassalle erró de esta manera porque él era un practicante de la ‘realpolitik’ a la manera del Sr. Miquel, pero de mayor calibre y con objetivos más amplios. (…) Así como Miquel y sus amigos se agarraron a la ‘nueva era’ inaugurada por el príncipe regente de Prusia, para juntarse a la Unión Nacional y subir rápidamente a la “cima de Prusia”; así como ellos desarrollaron su “orgullo cívico” generalmente bajo la protección de Prusia, de la misma forma Lassalle quería desempeñar el papel de un Marqués de Posa del proletariado con Philip II de Uckermark[1], con Bismarck actuando como un “cafisho” entre él y el reino prusiano. Él solo imitaba a los caballeros de la Unión Nacional. Pero, mientras estos invocaban la ‘reacción’ prusiana en interés de la clase media, Lassalle apretó las manos de Bismarck en interés del proletariado. Estos caballeros tenían mucha mayor justificación que Lassalle, en la medida en que el burgués está habituado a considerar el interés inmediatamente frente a su nariz como “realidad”, y como de hecho esta clase concluyó un compromiso con todo el mundo, incluso con el feudalismo, mientras por la propia naturaleza de las cosas la clase obrera tiene que ser sinceramente ‘revolucionaria’. Para un personaje de teatro vacío como Lassalle (que, no obstante, no podría ser comprado con pequeñeces como puestos lucrativos, una prefectura, etc.), era un pensamiento seductor: ¡un acto directamente en nombre del proletariado, ejecutado por Ferdinand Lassalle!”

Un feliz acaso –en verdad, una chance que podría no haber “ocurrido” si no fuese por la revolución alemana de 1918– nos da ahora la posibilidad de verificar el juicio hecho por Marx y Engels. Algunos meses atrás, en el gabinete del primer ministro de Prusia, Otto Braun, el mismo gabinete en el cual una vez el Canciller de Hierro [Otto von Bismarck, ndt] se sentó, un viejo baúl que estaba allá desde tiempos remotos se partió en pedazos simplemente por estar muy viejo. Este contenía varios documentos oficiales. Entre ellos fue descubierta una correspondencia entre Lassalle y Bismarck[2]. Otto Braun la dio para publicar a Gustave Mayer, el conocido biógrafo de Schweitzer y Engels, y también a los editores de los textos de Lassalle.

Es difícil establecer por qué las cartas de Bismarck estaban en este baúl. Es verdad que ellas son muy pocas, y su contenido tampoco tiene ningún interés. Es claro que Bismarck no quería comprometerse de forma alguna. Prefería “oír”, y si daba una opinión era solo oral, cara a cara, sin testigos. Lassalle, por el contrario, hablaba mucho y escribía mucho. Hasta este momento eran conocidas apenas dos cartas de Lassalle para Bismarck. De cualquier forma, por algún motivo, Bismarck consideró importante rescatar hasta sus pequeñas notas.

En primer lugar, las cartas recién descubiertas de Lassalle permiten establecer un hecho de la mayor importancia, un hecho hasta entonces completamente desconocido. Incluso Onckem, que investigó esta cuestión con cuidado especial, supone, en la última edición de su biografía de Lassalle, que la primera reunión de Lassalle con Bismarck ocurrió en mayo luego de la fundación de la Asociación Universal Alemana de los Trabajadores [5], o sea, luego del 23 de mayo de 1863. Así, solo podrían haber ocurrido pocas reuniones, pues Lassalle dejó Berlín a finales de junio y solo volvió en octubre. Bebel, que siempre destacó que la iniciativa de estas reuniones partía de Bismarck, consideró que ellas ocurrieron en el otoño o en el invierno de 1863-1864 [esto es, después del retorno de Lassalle a Berlín, ndt].

Ahora sabemos que Bismarck se reunió con Lassalle, por primera vez, antes de la fundación de la Asociación Universal Alemana de los Trabajadores. Con certeza, Bismarck ya tenía conocimiento de las declaraciones de Lassalle contra los Progresistas y de su Carta Abierta al Comité de Leipzig.

Cuál era el asunto de las conversaciones del 12-13 de mayo de 1863, nosotros no lo sabemos exactamente. El tono adoptado por Lassalle es mostrado de la mejor manera en su primera carta, juntamente con la cual él envía a Bismarck “la constitución de mi Estado, en relación con la cual usted puede, tal vez, tener un poco de envidia de mí”.

El miembro de la Liga Comunista, el revolucionario, republicano y demócrata, escribe lo siguiente al representante más maligno del reino prusiano que, en el inicio de junio de 1863, había acabado de publicar su reglamento salvaje contra la prensa:

“Esta miniatura va a servir como una prueba convincente de que los trabajadores se sienten, de hecho, instintivamente, atraídos hacia una dictadura, si fuera posible convencerlos de forma adecuada que esta dictadura será realizada en sus intereses, y para mostrarle que, por lo tanto, estarían inclinados, a pesar de las convicciones republicanas, o mejor, debido a esta última, a ver en la corona la portadora natural de una dictadura social en oposición al egoísmo de la sociedad burguesa, si la corona, por su parte, en algún momento decide dar el paso naturalmente bastante improbable, esto es, caminar verdaderamente por el camino revolucionario y nacional, y convertirse, de una monarquía de camadas privilegiadas, en una monarquía social y revolucionaria”.

Ya en la primera conversación, Bismarck declaró a Lassalle que él “quería convencer al rey de cambiar su política, ¡introducir el sufragio universal y concluir una alianza con el pueblo!”

Lassalle se esforzó para convencer a Bismarck que medidas como la salvaje persecución a la prensa podrían “tornar imposible para usted alcanzar sus propios objetivos y tornar absolutamente imposible cualquier unión entre el rey y el pueblo”.

Como “un enemigo, pero un enemigo abierto y honesto del sistema existente”, Lassalle dejaba que las ideas defendidas por él triunfasen “por los medios pacíficos, benéficos para toda la sociedad, que Vuestra Excelencia recientemente me apuntó”.

Un estudio cuidadoso de esta carta muestra que Lassalle ya había construido toda su táctica a mediados de mayo, basada en una alianza con Bismarck, que el llamado “cambio táctico”, descrito por Mehring y otros, comenzó antes incluso de la fundación de la Asociación Universal Alemana de los Trabajadores, y que cada paso emprendido por él a partir de aquel momento, cada discurso, cada declaración, fueron evaluados por él desde el punto de vista de la impresión que podrían causar en sus principales aliados, Bismarck y la corona.

Llevando en cuenta esta carta, es posible entender el conocido telegrama de Lassalle a Bismarck, del 27 de setiembre de 1863, en el cual él pidió al Ministro-Presidente tomar medidas inmediatas contra el prefecto de Solingen, del Partido Progresista, que había dispersado una reunión organizada por Lassalle. Mehring escribió anteriormente:

“Este telegrama fue un error grave de Lassalle: como dice el proverbio alemán, no sirve reclamar del diablo a su abuelo. Volverse al portaestandarte de la reacción feudal, que por muchos años negó el derecho de asociación y de reunión, y continuó haciéndolo, con un pedido para que él castigase una violación a ese derecho, fuese el responsable un progresista o cualquier otro, es un comportamiento que no tiene nada que ver con un revolucionario”.

Mehring ve en este hecho el inicio de un “cambio táctico”, luego del cual rápidamente llegó la hora en que el “el fuego espiritual de Lassalle crepitaba y humeaba en lugar de iluminar y brillar”. Él se refiere al cambio de táctica de Lassalle a partir del otoño de 1863, de la siguiente forma:

“¿No valía realmente la pena hacer avanzar a Bismarck, extorsionarlo por el derecho de sufragio universal, que nunca sería obtenido por el Partido Progresista y, así, ganar para el proletariado un arma poderosa para la satisfacción de sus intereses de clase?”

Lamentablemente, no fue Lassalle que “cambió” a Bismarck sino, por el contrario, fue este último quien, debido a la primera reunión, tenía a Lassalle bajo su control. La correspondencia publicada prueba cómo, habiendo dado el primer paso en falso, Lassalle quedó cada vez más enredado en contradicciones. Debido a la tentativa de obtener victorias inmediatas en nombre de los trabajadores, él chocó con los principales sectores de la clase obrera de Berlín y de la Sajonia. Las tentativas tardías de Mehring y Laufenberg para mostrar que las tácticas de Lassalle estaban más de acuerdo con la situación existente, porque los trabajadores alemanes en la época todavía no se habían desarrollado lo suficiente para entender la táctica revolucionaria de Marx y Engels, sufren de un deseo excesivo de “justificar los hechos”. Por el contrario, todas las tentativas de Lassalle de atraer para su lado los elementos más revolucionarios de la clase obrera –y sin su cooperación él no podía convertir la Asociación Universal Alemana de los Trabajadores en una fuerza política– terminaron en fracaso. Esos trabajadores fueron hostilizados por las intrigas de Lassalle con los junkers y la monarquía. Lamentablemente, la verdad es que las llamadas insinuaciones y calumnias de los progresistas burgueses, como ahora percibimos por las cartas de Lassalle, eran esencialmente una expresión de la verdad.

Luego del telegrama de Solingen siguieron una serie de cartas (23 de octubre a 17 de noviembre) dirigidas directamente a Bismarck y otras enviadas formalmente al jefe de la policía de Berlín, pero destinadas realmente a Bismarck. Todas estas cartas retratan, de una forma muy característica, las tácticas “revolucionarias” de Lassalle. Cualquiera de esas cartas sería suficiente para comprometer para siempre a cualquier “dirigente”, no solo de los trabajadores sino también de cualquier partido democrático que tuviese una autoestima mínima.

El 22 de noviembre de 1863, cuando Lassalle organizó una reunión pública en Berlín, la policía invadió la sala y, dispersando la reunión, prendió a Lassalle bajo la acusación de traición al Estado. Después de tres días, Lassalle fue liberado bajo fianza por valor de 3.000 táleres [Prussian Thaler].

Ahora parece que –y, en este contexto hay una curiosa carta de Lassalle a Bismarck, del 19 de noviembre de 1863– la intención del jefe de policía, Schelling, de acusar a Lassalle de traición al Estado y exigir su prisión era bien conocida por este último [i.e., por Bismarck, ndt]. Consecuentemente, él pidió a Bismarck que fuese liberado, para que no fuese dado un “golpe mortal en todos aquellos intereses de los cuales él era el representante”.

“Es claro”, Lassalle agrega, “una administración seria y rigurosa del Ministerio de Justicia pondría fin a las tentativas del jefe de policía, que es tan apasionadamente deseoso de que yo sea preso”.

Finalmente, Lassalle concluye observando que no hay “tiempo que perder” para intervenir en el asunto y da, de forma indirecta, pero muy clara, un consejo a Bismarck para que el jefe de policía Schelling fuese transferido para otro lugar, caso contrario él, Lassalle, no conseguiría vivir en paz en Berlín. Varias conversaciones personales con Bismarck habrían sido necesarias para convencerlo completamente de su “lealtad”, ¡al punto de ser capaz de hacerle tal pedido!

Las conversaciones de Lassalle con Bismarck, en enero de 1864, se tornaron conocidas gracias a las denuncias de Bebel en el Reichstag, en setiembre de 1878. Bismarck contestó apenas algunos detalles, pero no creyó necesario agregar que las relaciones de Lassalle con él habían comenzado en una fecha considerablemente anterior. Ahora sabemos que, en enero de 1864, la iniciativa vino realmente de Lassalle, como Bismarck afirmó, aun cuando, al mismo tiempo, al contrario de la verdad, este último afirmase que en esas conversaciones con Lassalle no había ninguna idea de discutir la concesión del sufragio universal directo.

Ahora que tenemos a nuestra disposición no solo las cartas de Lassalle del 13 y 16 de enero, sino también las otras, podemos ver cuán lejos llegó el “juego” de Lassalle.

Bismarck engañó a Lasalle una vez más. A pesar de todas las pruebas de este último, de que la concesión, por arriba, del sufragio universal tendría lugar antes de la guerra, Bismarck, en alianza con Austria, declaró la guerra a Dinamarca [por la anexión de Schleswig-Holstein, ndt] el día 1 de febrero de 1864. La táctica recomendada por él a Lassalle sería puesta en operación apenas en abril de 1866, anteriormente a la declaración de guerra con Austria [que resultó en la creación de la Federación del Norte de Alemania, con la derrota de Austria, ndt].

Pero la correspondencia de Lassalle con Bismarck continuó incluso luego de la declaración de guerra. Las cartas del 5 y el 7 de febrero de 1864 son de un carácter tan inesperado como las otras que hasta ahora permanecieron desconocidas.

¿Quién podría haber pensado que, incluso antes de la publicación del libro contra Schulze-Delitsch, Lassalle ya estaba tomando todas las medidas, a través de la intervención de Bismarck, para que el jefe de policía no lo prendiese?

“No sería agradable para mí –escribe para Bismarck– si Vuestra Excelencia sospechase de mi vanidad literaria. Incluso así, debo decir a Vuestra Excelencia que mi trabajo va a resultar en la completa aniquilación del partido Progresista y de toda la burguesía liberal, porque es con ellos que yo lidio en el libro y no con la personalidad de Herr Schulze, que es importante apenas como un tipo. Él producirá una tremenda impresión en la clase obrera, y no solo en ella: él va a levantar contra los progresistas cada elemento inteligente de la nación. En una palabra, es precisamente lo que es necesario como un prólogo para el sufragio universal”.

Lasalle no deja de adicionar a este discurso servil, que él está:

“En una posición, independientemente de la sensación que este libro pueda causar por sí mismo y de su distribución general, de garantizar por escrito la recomendación de que el libro sea leído en todas las reuniones de los trabajadores en toda Alemania”.

Lassalle tenía claramente en mente el artículo de Marx sobre Proudhon para el Social-Demokrat [1 de febrero de 1865, ndt], el órgano de los lassalleanos.

“Resta solo un motivo en vigor, la vanidad del sujeto, y la única cuestión para él, como para todas las personas vanidosas, es el éxito del momento, el éclat (brillo) del día. Así, el simple sentido moral, que siempre mantuvo un Rousseau, por ejemplo, lejos hasta incluso del recuerdo de un compromiso con los poderes vigentes, está presto a desaparecer”.

Las nuevas cartas de Lassalle, ahora publicadas por Mayer, nos obligan a rever la cuestión de las relaciones de Lassalle con Bismarck y, también, el significado de toda su actividad política. Nosotros, una vez más, tuvimos la oportunidad de testimoniar la perspicacia poco común de Marx. Es verdad, él no tuvo a su disposición todos esos hechos. Si él los hubiera tenido, su juicio habría sido aún más acentuado y severo. La leyenda que fue tejida en torno a Lassalle en Alemania, y también en Rusia, impidió hasta incluso a los marxistas más ortodoxos hacer plena justicia, no a Lassalle sino a Marx y Engels. Los jóvenes marxistas alemanes y rusos frecuentemente llegaron a Marx después de pasar por la escuela de Lassalle. Fue necesario realizar un gran trabajo crítico para liberarlos de la influencia espiritual del autor de Ideas de la clase trabajadora contemporánea.

Mientras Lassalle era, en las palabras del viejo Bekker, “un acróbata osado y aventurero en sus tácticas que, con una convicción firme en su fuerza y agilidad, podía, sin cualquier riesgo, dar un salto hasta el borde extremo del abismo”, –él solo se salvó de la destrucción política por su muerte prematura–, su talentoso alumno Schweitzer fue realmente engullido por el abismo. En la vieja disputa entre Bebel y Mehring, el primero probó estar en lo cierto. Si Lassalle puede solicitar a Bismarck la adopción de medidas contra su prisión inminente, si él puede aconsejar a los trabajadores ofertar al rey un pedido de misericordia, entonces Schweitzer, sin el menor escrúpulo, hizo uso de la neutralidad benevolente de la política de Bismarck. Si era imposible comprar a Lassalle, Schweitzer y su compañero Gofstettin recibieron dinero de los fondos secretos del Estado prusiano para sus periódicos, a través de los cuales apoyaron la política de Bismarck.

El “sol de Marx” continúa “brillando en los cielos”. Lassalle no fue solo “aparentemente”, sino en la realidad, eclipsado. Y si Mehring está lo cierto cuando dice que Marx y Engels erraron muchas veces, nadie ahora concuerda con Mehring en su declaración de que “el mayor error de sus vidas fue que ellos se mostraron completamente incapaces de juzgar la actividad histórica de Lassalle”.

Notas:

[1] Struve fue el dirigente del llamado “marxismo legal” en la Rusia de los años de 1890. Elaboró el primer manifiesto del Partido Socialdemócrata Ruso. Después de 1900, rompió con el marxismo, se aproximó a los liberales y, después, se tornó un reaccionario extremo.

[2] Schweitzer era un seguidor de Lassalle y se hizo dirigente de la organización construida por este enseguida después de la muerte de Lassalle hasta la fusión con el partido de Liebknecht, en 1875.

[3] El Partido Progresista fue formado en Alemania en 1861 defendiendo ideas liberales. En 1862 tuvo una firme mayoría en las grandes ciudades de Alemania.

[4] El discurso de Lassalle, del 22 de mayo de 1864, en Ronsdorf, donde él recibió un enorme aplauso, fue el auge de su campaña para la edificación de su “Asociación de los Trabajadores”.

[1] Marqués de Posa y Felipe II (rey de España, 1555-1598) eran personajes del drama de Schiller, Don Carlos. Marx llama a Guillermo I (rey de Prusia) como Felipe II de Uckermark (un distrito de Prusia).

[2] Esta correspondencia se encuentra en alemán, en: https://www.marxists.org/deutsch/referenz/lassalle/bismarck/briefe/index.htm

Traducción: Natalia Estrada.

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