Vie Abr 19, 2024
19 abril, 2024

Sobre nuestro pan cotidiano

Conforme a los pronósticos, en este año la producción mundial de cereales promete establecer un récord histórico: 2.500 millones de toneladas.

No es difícil hacer el cálculo que eso corresponde a un tercio de tonelada anual para cada habitante de nuestro planeta: es decir un kilo de pan diario para cada uno. Esto significa que, incluso si fueran destruidos todos los cultivos de patata y verduras; liquidados todos los cultivos de azúcar y oleaginosos; cortadas todas las árboles frutales y de cacao; exterminado todo el ganado; quebradas todas las colmenas y hundida toda la flota de pesca; incluso en esta situación calamitosa, los restantes recursos alimentarios serían suficientes para que nadie tenga hambre en este mundo. Sin destruir todo lo ya enumerado, cada habitante de la Tierra podría tener comida cotidiana garantizada, buena y equilibrada.

El problema del hambre no tendría que existir en el nivel actual de desarrollo técnico y se puede imaginar cuántos otros problemas sociales se resolverían automáticamente si nadie estuviera apremiado por el problema de comida. Hoy se produce más comida que la necesaria para alimentar a todos. Pero, en realidad, de toda la población del planeta solo mil millones están más o menos satisfechos, mil millones sufre el hambre en pleno sentido de esta palabra y 5 mil millones están obligados a romperse trabajando solo para tener una comida básica.

Al mismo tiempo, en el mundo miles de toneladas de alimentación, incluso embutida de conservantes, se pudren cada día por no encontrar comprador. Miles de toneladas terminan siendo destruidas directamente en el lugar de producción, sin una perspectiva de ser vendidas. Cada día, más alimentación va para la producción de combustibles “orgánicos”. Y millones de toneladas de cereales caen en el círculo de especulaciones: el pan es un valor eterno que se necesita siempre y es una buena garantía del lucro que hace estas especulaciones en el terreno de alimentación extremadamente ventajosas.

Países enteros, grandes productores agrícolas, no consiguen acabar con el hambre.¿Por qué pasa esto? ¿De dónde viene esta contradicción diabólica entre el exceso de alimentos y miles millones personas subalimentados? El problema es que nadie suspendió las leyes de mercado que mandan la producción y distribución de la comida. La alimentación queda en las manos de monopolios capitalistas que no la disponen, por supuesto, desde el punto de vista de intereses de la humanidad sino viendo una moneda en cada grano. En las manos de monopolios, la alimentación sigue siendo una mercancía que no consigue llegar a los consumidores si éstos no tienen dinero. El carácter capitalista propio de producción y distribución es el único obstáculo que no permite a la gente obtener los alimentos que hoy se tienen en abundancia.

Tal situación, cuando por la propiedad privada de los medios de producción la sociedad capitalista no consigue consumir la producción producida, existe también para otras mercancías; en el siglo XXI, la gente humilde pasa la mayor parte de su vida trabajando y se ven obligados economizar en todo. Pero es en el terreno de la alimentación donde la situación llega a los extremos cuando la “mano invisible del mercado” se convierte en la verdadera “mano huesuda del hambre”. Y el problema crece cada año. Entonces, la destrucción de la dominación de los monopolios capitalistas es una necesidad vital de la humanidad. Por eso, no es posible imaginar algo más humano que la revolución socialista que tiene que arrancar la sociedad de las manos tenaces de los “propietarios efectivos”, acabar con el capitalismo y dar la posibilidad a los trabajadores disfrutar los resultados de su trabajo. Y, claro, olvidar para siempre lo que es el hambre.

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