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29 marzo, 2024

Quien juega con fuego…

En mayo de 2014, el presidente de la Asociación Portuguesa de Guardias y Guardabosques se mostraba muy preocupado con la reducción de los equipos de vigilancia y de primera intervención de los fuegos forestales en las Áreas Protegidas nacionales.


De hecho, Portugal sufre todos los años el hado de los incendios forestales. Cada verano parece algo inevitable ver nuestros bosques y nuestras áreas protegidas diezmados por los incendios que muchos intentan explicar, pero para los cuales poco se hace para evitarlos.

En un país saqueado por las medidas de la troika, ¿podríamos esperar que uno de nuestros mayores tesoros quedase fuera de ese torbellino? Claro que podríamos, pero estaríamos siendo tan inocentes que mejor sería ni intentar analizar lo que hay por detrás de todo esto.

La presencia de la troika en Portugal llevó a la toma de decisiones absurdas y criminales para el país, dejando un legado de destrucción para las futuras generaciones. Si todos los años vemos nuestros bosques ser arrasados por los fuegos forestales, sería consecuente que el gobierno invirtiese en su protección. El medio ambiente y la naturaleza son el legado que dejamos para las generaciones futuras, sin embargo, este gobierno no piensa así.

Para 2014 el Instituto de Conservación de la Naturaleza y Bosques (ICNF) tiene menos de 32 equipos y menos de 163 encargados de vigilancia de primera intervención en incendios en las Áreas Protegidas. Estos son los números que surgen en contraposición con lo que sería de esperar por parte de una gobernación que se interesase realmente por la preservación de la naturaleza, pues en 2011, 2012 y 2013, sólo para las Áreas Protegidas (sin considerar los montes nacionales) el INCF indicó 58 equipos y 283 encargados, incluyendo zapadores forestales. Los medios directamente localizados en 2014 en aquellos espacios son 26 equipos y 75 guardabosques (no hay zapadores), esto es, 32 equipos y 163 operadores menos.

Los recursos del país van dirigidos a cubrir una deuda que no fue contraída en nombre de los portugueses pero sí para salvar la banca, soportar las PPP [asociaciones –parcerias– público privadas] y los negocios millonarios que nos llevaron a la ruina.

No obstante, estos números no pueden ser vistos a la ligera. Nuestro primero y único Parque Nacional fue fundado en 1971 y desde entonces han surgido varias Áreas Protegidas en todo el país. Portugal cuenta con 44 Áreas Protegidas con diversos tipos de clasificaciones, pero actualmente existen sólo 120 guardabosques, responsables por la vigilancia, fiscalización y monitoreo de las especies, los mismos que durante el verano son responsables por la primera intervención en incendios forestales. ¡Y esta intervención no se limita exclusivamente al área de esas zonas protegidas!

La política de los últimos gobiernos ha consistido en la disminución del número de guardabosques. De hecho, gran parte de la red de casas forestales que servían de refugio y residencia a los antiguos guardabosques fue dejada en el abandono, con los edificios degradados, dañados y en ruinas.

Sin embargo, el gobierno no duda en echar mano de desempleados y de beneficiarios del Rendimiento Social de Inserción, sin ninguna formación para vigilar nuestros bosques. En esta época es siempre una ayuda para… ¡bajar las estadísticas del desempleo!

¿Es legítimo preguntar por qué el Estado siempre ha dejado de invertir en los medios de combate a los incendios forestales? ¿Siendo un país que todos los años sufre este flagelo, no sería obvia la creación de un cuerpo especial de combate a los incendios forestales? ¿No sería útil dotar a nuestra Fuerza Aérea de los medios capaces de ayudar en este combate en lugar de gastar enormes cantidades de dinero en alquilar esos medios? ¿Qué hay detrás de esto y qué condicionantes impiden que este combate sea eficaz?

Este ejemplo de desinversión en la protección de la naturaleza y en la reducción de los efectivos para la vigilancia forestal es la punta de un iceberg que representa los problemas originados por este capitalismo salvaje donde los más variados atentados ambientales pasan impunes o, entonces, con multas irrisorias para las grandes empresas.

Este capitalismo nos arrastra a todos hacia la barbarie, a través de profundas crisis que se exhiben no sólo en el campo político y social sino también en las otras áreas que nos afectan directamente como especie que se quiere en un planeta sustentable.

Artículo publicado en el Boletín del Movimiento Alternativa Socialista –MAS–, 8 de julio 2014.-


Traducción: Natalia Estrada.

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