En publicaciones anteriores y en nuestro trabajo en la Revolutionary Socialist Network, el Workers’ Voice y el Socialist Resurgence, así como nuestros camaradas de la RSN, declararon una oposición inequívoca a la agresión rusa en Ucrania y el apoyo a la autodefensa del pueblo ucraniano. Exigimos el retiro inmediato de las topas rusas de Ucrania y llamamos a la solidaridad con los manifestantes rusos contra la guerra, el fin de su represión, y la liberación inmediata de todos los detenidos.
Por: A. AL TARIQI, publicado originalmente en el sitio de Socialist Resurgence.
¿Esto significa que apoyamos los llamados que vienen de América del Norte y de Europa en apoyo a la expansión militar en Europa y a la carrera armamentista en curso? ¿Significa que apoyamos la OTAN? Inequívocamente, decimos no. La bárbara invasión rusa tienta a aquellos que se oponen a ella a embellecer la reputación de la OTAN y del proyecto imperialista americano en su núcleo, a ceder a falsas narrativas sobre su supuesta naturaleza defensiva en lugar de su verdadero carácter de alianza agresiva imperialista. Es necesaria una mirada sobre su historia y su función actual como criatura del imperialismo para combatir tales ilusiones.
OTAN: una breve historia
Los orígenes de la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte) se remontan a 1948, cuando el Reino Unido, Francia y los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo) formaron una alianza militar por miedo a una posible agresión alemana y soviética luego de la Segunda Guerra Mundial. En 1949, los miembros fundadores comenzaron a ver esto como insuficiente. Poco después, adhirieron Estados Unidos y Canadá. Posteriormente, la alianza formó tres comandos: de Europa, del Atlántico y del Canal de la Mancha (el último fue disuelto en 1994). Francia se retiró de la participación militar en 1966 y volvió a entrar en 2009.
Cuando Alemania Occidental fue admitida en 1955, la URSS respondió formando el Pacto de Varsovia, abonando la mentira de la percepción de los fundadores originales de la OTAN sobre la agresión soviética. Como explica el geógrafo marxista David Harvey, “cultivar el miedo (falso o real) de soviéticos y del comunismo fue fundamental para esta política (de la guerra fría). La consecuencia económica son las olas sucesivas de innovación organizacional y tecnológica en equipamientos militares”.
La industria del armamento –una forma de capitalismo monopolista frecuentemente llamada “complejo militar-industrial”– siempre estuvo en el centro de la OTAN, pues buscó equilibrar la superioridad numérica de las fuerzas armadas del Pacto de Varsovia con la superioridad tecnológica, incluyendo las armas nucleares de medio alcance.
El artículo 5 del tratado de la OTAN declara que un ataque a cualquier signatario sería considerado como un ataque a los otros miembros. Ese pacto de “defensa colectiva” fue invocado por primera vez en 2001, luego de los ataques del 11 de setiembre contra los Estados Unidos. Actualmente, 30 países son miembros de la OTAN, 28 de los cuales están en Europa (los Estados Unidos y Canadá son los dos miembros no europeos). El más reciente participante es Macedonia del Norte, una antigua provincia yugoslava, admitida en mayo de 2020. El flirteo de la OTAN con Ucrania –especialmente tras las protestas de la Plaza Maidán en 2013-2014, apoyados por Occidente, y la anexión rusa de Crimea en 2014–, aunque manteniendo que se niega a una intervención militar directa en aquel país, generó la ambigüedad que contribuye a la crisis actual. Esta también coincidió con el aumento de la deuda de Ucrania con el FMI y la aplicación de políticas de austeridad neoliberales.
Tras el colapso de la URSS en 1991, el Pacto de Varsovia fue disuelto pero la OTAN continuó creciendo. Desde finales de los años 1990, se expandió a 14 nuevos países. Esta expansión militar fue en gran parte naturalizada por los gobiernos de los Estados Unidos y de Europa como una garantía de paz, pero sus causas no fueron realmente explicadas. En los Estados Unidos, redes como el The New York Times y el PBS (Public Broadcasting Service) están entre los peores al respecto, instigando constantemente al público con puntos de discusión en el Pentágono, enfocados casi enteramente en cuestiones de logística y no en el contexto geopolítico mayor.
Pretendemos ofrecer una explicación materialista, contextualizando específicamente los objetivos de la OTAN tanto dentro de las ambiciones imperialistas de los Estados Unidos como en el ámbito del surgimiento del capitalismo rentista (o especulativo) desde los años 1990. Para resumir, como muchos ya discutieron, el régimen de los Estados Unidos rechazó un “dividendo de paz” tras el fin de la URSS. Esto solo es intrigante cuando no consideramos cuán central para los lucros capitalistas americanos han sido tanto la expansión de las bases militares americanas desde la Segunda Guerra Mundial como el complejo militar-industrial desde la década de 1990.
El imperialismo americano y la expansión de las bases
En el momento en que escribo este artículo, el presidente de los Estados Unidos Joe Biden está de visita en Europa para una cúpula de emergencia de la OTAN, así como reuniones del G7 y del Consejo Europeo, en lo que los medios burgueses están retratando como una especie de “gira de honra” tras los caóticos años de Trump. Leído sin la neblina del sentimentalismo burgués, los políticos capitalistas europeos están recibiendo a Washington como la vuelta de rey pródigo. Este viaje ocurre inmediatamente después del compromiso de Biden de dedicar U$S 3.000 millones del paquete de “ayuda” de U$S 13.600 millones de Ucrania para aumentar las tropas de la OTAN de los Estados Unidos en Europa, y otros U$S 700 millones para apoyar el Financiamiento Militar Extranjero y fomentar las actividades de contraespionaje y de ISR (Inteligencia, Vigilancia y Reconocimiento) de los Estados Unidos. Este movimiento solo puede ser visto por los rusos como una escalada.
Desde julio de 2021, los Estados Unidos operan cerca de 750 bases en por lo menos 80 países y gastan más en sus fuerzas armadas que los próximos 10 países juntos. Como el Pentágono publica datos incompletos, el número de bases puede ser aún mayor. Un número significativo de esas bases está localizado en los países miembros de la OTAN: Alemania (119 bases), Italia (44), Reino Unido (25), Portugal (21), Turquía (13) y Bélgica (11). Además, los Estados Unidos emplean aproximadamente 173.000 soldados en 159 países. Nuevamente, los Estados miembros de la OTAN abrigan una gran proporción, por los menos 60.000, de esas tropas, con el siguiente reparto: Alemania (33.948), Italia (12.247), Reino Unido (más de 9.000), España (más de 3.000), Turquía (1.600+), Bélgica (1.000+) y Noruega (700+).
Curiosamente, uno de los puntos de la agenda de la cúpula de Biden con los europeos será la discusión de los planes de implementación a largo plazo de la OTAN. En 1997, los Estados Unidos y Rusia firmaron un acuerdo en el cual los EEUU prometieron no destacar tropas permanentemente para los Estados fronterizos. En 2014, después que Rusia anexó a Crimea, los EEUU comenzaron a ejercer una presencia militar tanto en Polonia como en los Estados bálticos, pero “en destacamentos rotativos para honrar la letra de ese acuerdo”, conforme informa Guardian. Mientras tanto, la invasión rusa a Ucrania anuló el acuerdo, a los ojos de los Estados Unidos y de sus aliados de la OTAN. Ahora, los EEUU están presionando por una base permanente, que hace mucho tiempo es el deseo de los Estados bálticos.
La idea de que las bases y tropas intervienen en países extranjeros para proveer seguridad y promover los derechos humanos es desmentida por la historia real de las bases norteamericanas, como descrito en un excelente libro, Bases of Empire, editado por la antropóloga y directora del Cost of War Project, Catherine Lutz. Como muestra Lutz, las bases americanas tienen muchas funciones, ninguna de las cuales promueve la seguridad o los derechos humanos de las poblaciones anfitrionas. Por ejemplo:
- La base viene con los Acuerdos de Status de las Fuerzas (SOFAs), no solo con los países de la OTAN sino en cualquier lugar al que el Tío Sam Estos conceden a los soldados americanos inmunidad de las leyes locales.
- Las bases proveen “R&R” (Descanso y Recreación) para los soldados norteamericanos invasores, infligiendo la misoginia y el racismo de muchos de esos soldados para con las poblaciones locales.
- La CIA usó bases secretas en Laos para enviar heroína a las tropas norteamericanas en Vietnam.
- Las bases facilitan el envío de material de los Estados Unidos para sus regiones de invasión e intervención.
- Las bases permitan que los EEUU manipulen a los gobiernos locales y ejerzan influencia sobre ellos para cambiar las leyes en interés del capitalismo norteamericano.
- Los acuerdos de instalación de las bases muchas veces vienen con tratados comerciales y de inversión de los Estados Unidos, que vinculan a los países con las relaciones comerciales de los EEUU y fuerzan la liberalización y la privatización.
El objetivo final de la OTAN hoy es asegurar el apoyo de los gobiernos aliados a los EEUU en la región, ofrecer la llamada “protección” y el “financiamiento” del FMI/BM a cambio de políticas de austeridad y privatización, así como impulsar las políticas imperialistas en el exterior que benefician al capital de los Estados Unidos. Se trata de una alianza militar para apoyar un proyecto económico y político concreto.
Todo eso ayuda a explicar por qué Biden y la OTAN ven la guerra de Rusia contra Ucrania como una oportunidad para intensificar la intervención imperialista. Mientras tanto, no es solo la vieja escuela de intervención militar que está en juego. Desde los años 1970, el imperialismo norteamericano se transformó en algo más indirecto, pero igualmente siniestro: la promoción del capitalismo rentista.
El capitalismo rentista: minerales, militarismo y FIRE
La decadencia de la producción en los EEUU generó una crisis de rentabilidad, que remonta a los inicios de los años 1970. Para reavivar la rentabilidad, el capitalismo de los EEUU cambió para sectores “rentistas”, como la industria del armamento (también conocida como el complejo militar-industrial o MIC), el patrimonio financiero-seguro-real (FIRE) y la extracción de petróleo, gas y minerales (OGM), Capital en busca de renta, en oposición al capital generador de plusvalía –por ejemplo, manufactura o agricultura–, búsqueda de lucros a través de la monopolización de la propiedad, sea en la forma de recursos, activos financieros, o la llamada propiedad intelectual. Muchas veces, el capital en busca de renta es descrito como la búsqueda de lucro sin la contribución de valor social (piense en las actividades de su típico propietario sucio).
El capital rentista, específicamente los sectores MIC (Complejo Industrial Militar), FIRE (Finanzas, Seguros y Propiedades Inmobiliarias) y OGM (Petróleo, Gas y Minerales), pasó a dominar los Estados Unidos durante la última generación, y la promoción de esos sectores fue la razón de ser tanto de la política nacional como de la OTAN en aquella época. Desde 1991, la alianza ha servido principalmente a los intereses de los EEUU, desplazando el foco europeo y de otros aliados americanos de sus esferas domésticas para el de la “seguridad nacional” norteamericana. Como explicó el economista Michael Hudson, la OTAN se tornó, de hecho, el ministerio de política exterior de Europa, dominando los intereses económicos domésticos.
El “rechazo del dividendo de la paz”, visto en términos marxistas, se refiere al miedo de la clase dominante de los EEUU a perder el control sobre la OTAN y los Estados del área del dólar, que han procurado aumentar el comercio tanto con Rusia como con China. Los intereses del MIC, como Raytheon, Boeing y Lockheed-Martin, generan sus ganancias a partir de la “renta monopólica”, específicamente de las ventas a los países de la OTAN y a los exportadores de petróleo del Medio Oriente. Las acciones de esas empresas aumentaron acentuadamente luego de la invasión rusa, explica Hudson. Alemania, por ejemplo, anunció que aumentará los gastos con armas a más de 2% del PIB.
Por su parte, el gasoducto Nordstream 2, que liga a Rusia con Europa Central y Occidental, es visto como una gran amenaza por el sector capitalista de energía de los Estados Unidos. El ejercicio de intensa presión sobre los países europeos, especialmente Alemania, para que permanezcan en las redes de abastecimiento controladas por los Estados Unidos y, de modo más general, aislando a Rusia (y a Irán) de los mercados energéticos globales, han sido motivos importantes para la política de los EEUU en los últimos años.
Finalmente, está el FIRE: sus ganancias son generadas principalmente a través de la renta de la tierra, pagada a los bancos en forma de intereses hipotecarios y amortización de la deuda (el pago de la deuda a lo largo del tiempo en capital e intereses). Aproximadamente 80% de los préstamos bancarios de los EEUU y del Reino Unido van para el sector inmobiliario, cuyo interés es maximizar las “ganancias de capital” derivadas del aumento de la renta de la tierra y de la privatización de las economías, insertando monopolios rentistas en servicios públicos, educación, salud y transporte.
Son estos tres sectores del capital que dominan tanto la política interna en los Estados Unidos como la política de la OTAN en Europa. Nada de esto quiere decir que concordamos con la línea “campista” de que Rusia y China representan algún tipo de equilibrio de poder, mucho menos una alternativa de emancipación al orden mundial dominado por la OTAN. En este choque entre imperialismos concurrentes, son los trabajadores tanto de Ucrania como de Rusia los que más sufren. Ningún trabajador –ucraniano, ruso, u otro– tiene interés en ninguno de los campos imperialistas.
Así como la clase trabajadora es la única clase que produce la riqueza de la sociedad, ella es la única fuerza social que puede acabar permanentemente con las guerras. Por lo tanto, concordamos y ampliamos la declaración de nuestros camaradas de la Revolutionary Socialist Network: “Es la solidaridad internacionalista de los trabajadores del mundo, con total independencia de las potencias imperialistas, que puede forzar el retiro de las tropas rusas y poner fin a estas guerras derrocando a nuestras propias clases dirigentes”.
Traducción: Natalia Estrada.