Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

Polémica: ¿debemos confiar en el monopolio de las armas por el Estado burgués?

En 2015 se cumplen diez años del referendo sobre el desarme. Y he aquí que el asunto vuelve a debate, ya que se discuten alteraciones a esta ley en el Congreso Nacional. Es importante que la izquierda debata el tema de forma profunda y tranquila.

Por: Bruno Alves

Varios sectores honestos de la izquierda defienden el Estatuto del Desarme. Para eso, usan como argumentos declaraciones de la “bancada de la bala”[1] que tratan del “ciudadano de bien”. Argumentan los activistas que las armas serán usadas por hacendados contra indígenas.

No se trata aquí de defender la indefendible “bancada de la bala” o la industria del armamento. Pero se trata de entrar a fondo en el debate sobre cuáles deben ser las posiciones de la izquierda frente a esta polémica. Cuestionemos lo siguiente: ¿la violencia debe ser un monopolio y un privilegio del Estado opresor?

Frente a esto, preguntamos: ¿los trabajadores y oprimidos tienen o no el derecho a la autodefensa? ¿Los Panteras Negras tenían o no el derecho a su autodefensa frente al Ku Klux Klan? ¿O deberíamos decir que no, que debían confiar en el Estado y en la policía racista norteamericana? Los negros tienen sí el derecho a su auto-organización y a la autodefensa contra los ataques racistas.

De la misma forma, las mujeres. Desde campañas simbólicas, como la distribución de alfileres contra abusos sexuales, pero también es un derecho de la mujer andar armada para protegerse contra agresores. Como también es un derecho de los sin tierra, los quilombolas[2], los indígenas, y todos los oprimidos.

El problema general de la violencia en la sociedad es mucho más complejo que la simple legalidad o no del porte de armas. La violencia en la sociedad es la materialización de la lucha de clases. El uso por parte de las clases dominantes de grupos paramilitares, de milicias, del crimen organizado, e incluso de sectores de la policía, en nada es afectado por el porte o no de armas por los oprimidos.

El capitalismo usa en su favor la violencia del Estado. A veces de forma legalizada, a veces de forma ilegal. La clase dominante usa mercenarios contra los trabajadores. Un ejemplo fue el asesinato de la misionera Dorothy Stang[3] en 2005, en Pará, Brasil. Así como son asesinados varios militantes de los movimientos sociales. Las armas usadas para matar a tales militantes no son registradas, y no dejaron de ser vendidas por cuenta del desarme.

Bandas fascistas, milicias, etc., no son alcanzados por el Estatuto del Desarme. Además, para ellos, cuanto más desarmada estén la clase trabajadora y los movimientos sociales, mejor.

La ideología que venden es que el Estado debe detener el “monopolio” del uso de la violencia. Esto no es verdad. El Estado deliberadamente abre mano de tal “monopolio”. Ya sea permitiendo la existencia del crimen organizado, bandas fascistas, fuerzas mercenarias, o incluso por medio de las empresas de seguridad, donde grupos privados, de forma legalizada, usan y detentan armas de fuego.

No se trata de una polémica sobre si el “ciudadano de bien”, en tanto individuo, debe o no tener acceso a las armas. La cuestión es que el desarme solo desarma a la clase trabajadora. No desarma de hecho a los opresores ni a la burguesía.

El derecho a la autodefensa es uno de los Derechos Humanos más fundamentales para los oprimidos, y la clase trabajadora, como colectivo, también tiene ese derecho.

*Bruno Alves es abogado de Derechos Humanos.

Traducción: Natalia Estrada.

[1] La “bancada de la bala” es el nombre del grupo parlamentario que en el Brasil está compuesto por políticos ligados a la industria de las armas, ex policías y militares, en general [N. de T.].

[2] Quilombolas son los habitantes de las villas llamadas quilombos, y es común la designación para los esclavos refugiados o descendientes de esclavos negros que huyeron de los ingenios de caña de azúcar durante la esclavitud en el Brasil, formando esas comunidades [N. de T.].

[3] Dorothy Stang, misionera de las hermanas de Notre Dame de Namur, de origen estadounidense, nacionalizada brasileña, era reconocida como una luchadora por los derechos humanos y sociales, en particular de los habitantes de la Amazonía. Fue asesinada mientras leía su Biblia, con varios disparos en el abdomen, y una vez caída de bruces al suelo, rematada con cuatro tiros en la cabeza por dos individuos de nombres Clodoaldo y Raifran [N. de T.].

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