Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

Perú | Fujimorismo y ultraderecha pretenden robar la elección popular

Los resultados de la segunda elección presidencial en el Perú otorgan la victoria al profesor y líder sindical Pedro Castillo 50.125% de los votos válidos, 44 mil votos de ventaja sobre su contendora Keyko Fujimori, la candidata de la ultraderecha, hija del exdictador Alberto Fujimori y actualmente procesada como líder de una organización criminal de lavado de activos (su partido Fuerza Popular). La proclamación del nuevo presidente, sin embargo, está en suspenso debido a las maniobras que está haciendo la ultraderecha con la finalidad de anular la elección o imponer un golpe y robar la elección popular, lo que anuncia grandes luchas obreras y populares.

Por PST – Perú

Pedro Castillo fue la sorpresa de la primera elección al quedar adelante sin siquiera haber figurado en las encuestas solo semanas antes; lanzado por Perú Libre, un partido regional de izquierda, y practicando un discurso nacionalista y popular, el profesor Castillo fue recabando respaldo de las regiones más alejadas y abandonadas, principalmente del sur del país, en el contexto de un año de pandemia que extremó las condiciones de miseria y golpeó con 180 mil muertes por covid-19 a escala nacional.

Para la segunda elección Castillo se alió con diferentes partidos de la izquierda reformista, moderando sus propuestas programáticas; y, además de perfilarse como la opción popular contra el modelo económico, se convirtió en alternativa para los sectores sociales que no cuestionan el modelo, pero priorizan el rechazo al autoritarismo, la corrupción y las posiciones ultraconservadoras que agrupa el fujimorismo.

La típica “democracia” de la ultraderecha

El triunfo de Castillo es asumido como propio por los sectores obreros, populares no solo porque ven la posibilidad de un cambio que favorezca la economía popular, sino también por ser el resultado de una de las elecciones más desiguales, antidemocráticas y clasistas de los últimos tiempos. Esto, por obra de la ofensiva ideológica y la guerra sucia de la ultraderecha, donde se juntaron también el Apra, el PPC, el embrionario líder fascista López Aliaga quien gritó «¡muerte a Castillo! en uno de sus mítines a favor de Fujimori» y el híbrido liberal-cortesano Mario Vargas Llosa, ex ácido crítico del clan Fujimori por representar, según él, lo peor de la corrupción y el autoritarismo, y ahora como su aliado escribe los más satánicos versos contra el candidato de izquierda.

Como si fuera poco, los dueños de todos los canales de televisión hicieron una cobertura de prensa escandalosamente parcializada con Fujimori, como en la peor de las dictaduras, cargada de mensajes de terror y desinformación. Pocas veces la dictadura de la burguesía se mostró tan descarnada.

Esta ofensiva ideológica y terrorista logró su objetivo de cerrar filas de clase burguesa en torno a la carta más fea que les podía haber repartido la primera elección. No había otra forma de bajar el 70% de rechazo que en marzo tenía Keyko Fujimori, quien no solo defiende a su padre el exdictador y niega el genocidio, la corrupción y sus otros crímenes, sino que ella misma hizo uso de su mayoría parlamentaria 2016-2019 para blindar a la mafia judicial de los “cuellos blancos” con la que estaba asociada, y fue parte del derrotado del golpe congresal de noviembre.

Pero esa ofensiva que proponía la disputa entre democracia y comunismo-terrorismo, prosperidad económica versus miseria y caos, Perú o Venezuela, no les alcanzó para asustar a las grandes mayorías populares y sectores democráticos. ¿De qué democracia podrían hablar los herederos políticos y económicos de la dictadura? ¿De qué prosperidad que no sea la de los dueños del país, mientras la mayoría nacional solo conoce desempleo o pésimas condiciones de empleo, hambre y muerte?

Pero las elecciones no solo exhibieron de manera distorsionada las profundas contradicciones de clase que se incubaron en el país en las últimas décadas, y que hicieron más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, sino que también refrescaron la memoria sobre las cuentas no saldadas desde la colonia y la fundación de la república que este año cumple su bicentenario. Porque en esta campaña abundaron expresiones de racismo y desprecio del opresor sobre las poblaciones que osan desafiar al patrón y amenazar el estatus de los déspotas de siempre.

La ultraderecha contrataca y quiere robar la elección

A pesar del indiscutible resultado electoral, la proclamación oficial del presidente electo se encuentra suspendida debido a los recursos de nulidad interpuestos por el frente de ultraderecha liderado por el fujimorismo; estos no buscan solamente la nulidad de más de 200 mil votos que favorecen mayoritariamente a Castillo, lo que pretenden es imponer la idea, sin fundamento, de que esas actas serían la muestra de una operación internacional de fraude, y presionan al ente electoral para que así lo asuma y anule las elecciones, mientras instigan movilizaciones reaccionarias en medio de llamados al golpe de estado.

Esta arremetida golpista no es algo que pueda subestimarse en medio de una crisis política que viene arrastrándose por años con episodios de destapes de megacorrupción, cierre del Congreso, vacancia presidencial y derribamiento de un gobierno usurpador por la rebelión popular. Pero la aventura golpista no es compartida por todos los sectores burgueses; hay quienes prefieren la estrategia de conciliación pivotada por el Acuerdo Nacional desde el año 2002.

Varios partidos han tomado distancia reconociendo el triunfo de Castillo y llamando a respetar los resultados. Incluso el empresario de las universidades privadas y dueño del partido APP con bancada en el Congreso, aliado de Fujimori en la segunda vuelta, ha dicho “estoy de acuerdo con una nueva Constitución y espero que Pedro Castillo me convoque”.

La otra carta de la burguesía

Hace 11 años, exactamente por estas fechas, empresarios de la Confiep salían de una reunión con el entonces presidente electo Ollanta Humala diciendo “se han disipado las dudas” que tenían en él. Ahora hay motivos que apuntan a una escena similar. El principal gremio empresarial ha dicho que dialogará con cualquiera que gane, admitiendo que en los último 30 años no se aprovechó el crecimiento económico para convertirlo en desarrollo y bienestar para todos. El magnate minero Roque Benavides opinó que no debería ponerse en tela de juicio la idoneidad de la ONPE y el JNE, y que hablar de fraude es un exceso.

Por otro lado, el equipo del virtual presidente ha asegurado ante grupos empresariales que no habrá estatizaciones, ni expropiaciones, ni controles de precios, y que el salario mínimo no se tocará por el mal momento económico que viven las empresas con la pandemia.

Necesidad de una lucha contra el golpismo por una salida obrera y popular

A estas alturas la perspectiva parece oscilar entre la aventura golpista, por un lado, y una posición antigolpista pero basada en la esterilización de un proyecto de gobierno que en lugar del cambio ya trabaja por la continuidad del modelo.

La vigilia popular en defensa de la elección vine creciendo día a día. Una gran lucha hará falta para frenar y derrotar la amenaza golpista de la ultraderecha, pero también para arrancar los cambios fundamentales por los que votó y que un nuevo gobierno en piloto automático dentro del plan neoliberal no hará, como la nacionalización de la minería, el gas, 10% del PBI para salud y otro 10% para educación, restitución de los derechos laborales, convocatoria a Asamblea Constituyente libre y soberana, etc.

 

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