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28 marzo, 2024

A un año de su muerte: el recuerdo de Ruggero Mantovani, dirigente trotskista

El 14 de abril de 2016 moría Ruggero Mantovani. Republicamos el artículo escrito hace un año y, nuevamente, alzamos bien alta la bandera del PdAC y de la LIT-CI, por la cual Ruggero luchó hasta el último momento de su vida, y que también ayudó a construir con muchos artículos escritos para formar una nueva generación de militantes revolucionarios.

Por: Francesco Ricci

Buscando ahora las fotos de Ruggero en el archivo del partido, me vinieron inevitablemente una cantidad de recuerdos sobre las muchas batallas combatidas juntos en un cuarto de siglo de militancia común y de amistad. Me gustaría recordar aquí al menos algunos de esos momentos, para los compañeros que han tenido la suerte de conocerlo, y para los compañeros más jóvenes que han iniciado la militancia en este último período de enfermedad de Ruggero y por lo tanto lo conocen principalmente por haber leído algunos de sus numerosos artículos y ensayos sobre la historia del marxismo.

Un orador extraordinario

No recuerdo el año exacto en que conocí a Ruggero, pero fue en los primeros años de Refundación Comunista. Ruggero dirigía la izquierda del partido “Latina” y rápidamente se transformó en uno de los principales dirigentes de esta área en nivel nacional. Recuerdo varios congresos nacionales de Refundación (cuando todavía eran un evento con centenares de delegados y la prensa), en los cuales, coordinando organizativamente el sector, me tuve que ocupar de redactar la lista de las intervenciones de la izquierda del partido, que fueron concordadas con la presidencia del congreso en un número limitado (para que no molestásemos y para que quedara tiempo suficiente para las conclusiones de tres horas de Bertinotti). Al componer la lista, un nombre fijo –indiscutido para todos–  fue siempre el de Ruggero, porque con su oratoria extraordinaria (uno de los mejores oradores que he conocido) supo también, en los pocos minutos concedidos, llamar la atención de toda la platea. En una ocasión, hasta Bertinotti –que, con su notable arrogancia, durante los congresos y las reuniones escuchaba distraídamente, repasando los periódicos– levantó la mirada, porque Ruggero estaba atacándolo políticamente y, sacudiendo la cabeza contrariado, sin embargo admitió con algunos de nosotros que estábamos sentados en la presidencia: «en todo caso, es un gran orador».

Dirigente en la batalla fraccional de resistencia al Proyecto Comunista

Después de años de vicisitudes que no me es posible resumir aquí, en enero de 2003 una parte de la izquierda de Refundación constituyó la asociación marxista-revolucionaria Progetto Comunista: de hecho una fracción pública de Refundación, con organismos dirigentes propios y una prensa propia. Fue el instrumento para recoger las mejores energías militantes de aquel partido y preparar la necesaria construcción de otro partido, sobre bases revolucionarias.

Ruggero participó, claramente, como miembro de la dirección nacional de Progetto Comunista y en un punto asumió la presidencia de las reuniones: justo en los meses en que se inició una intensa batalla de fraccionamiento interno.

La divergencia de Progetto Comunista se dio sobre el tipo de organización a construir en lo inmediato y, por consiguiente, sobre cómo sería el partido que estructuraríamos una vez salidos de Refundación, que, después de una primera experiencia de gobierno, estaba preparando la segunda entrada en un gobierno imperialista, con Ferrero de ministro.

De un lado estaba la fracción conducida por Ferrando (figura pública de Progetto Comunista), del otro, nuestra fracción (dirigida por mí y Ruggero, con Fabiana Stefanoni, Alberto Madoglio y otros compañeros). Ferrando y Grisolía propusieron una estructura laxa, no centralizada, federalista, privada de un cuadro dirigente real y en la que pudiera destacarse así la figura de Ferrando como líder-gurú. Nosotros, con Ruggero y la mayoría de los cuadros dirigentes (y todos los jóvenes), creíamos indispensable estructurar enseguida un embrión de partido de tipo bolchevique: fundado con un programa claro, basado en sus militantes, dedicado a la formación de cuadros obreros, de jóvenes, de un grupo dirigente auténtico, sin ningún gurú.

Recuerdo las interminables reuniones de la dirección nacional de Progetto Comunista, en Roma. Ruggero alternaba el papel de presidente de la reunión con el de relator, y sus intervenciones siempre estuvieron entre las más eficaces, capaz de demoler las tesis adversarias, basado en una lógica implacable y con el empleo constante de referencias a la historia del movimiento obrero. En aquel debate, obviamente, los textos más citados fueron aquellos de Lenin contra el menchevismo, y en aquellas semanas Ruggero siempre andaba con una copia en el bolsillo de Un paso adelante y dos atrás, del cual tomó citas apropiadas contra la fracción ferrandina. Fue gracias a esta batalla que conquistamos la mayoría absoluta en la dirección de Progetto Comunista y a la mayoría de los miembros de la izquierda del partido en el Comité Político de Refundación, dejando a Ferrando en minoría.

Todo esto precipitó la escisión de Progetto Comunista, que se consumó en un hotel de Rimini, en enero 2006.

También en este paso el papel de Ruggero fue esencial. Con la fracción mayoritaria de Progetto Comunista (que a su vez dirigía una izquierda interna a Refundación, de algunos millares de activistas) debimos, al cabo de pocas semanas, hacer tres escisiones: romper definitivamente con el ala ferrandina de Progetto Comunista; salir de Refundación; y romper con el Crqi, es decir, la coordinación internacional de la que Progetto Comunista fue parte junto con el PO argentino y algún otro grupo. El Crqi había hecho poco para el propio primer congreso en Buenos Aires (congreso que luego quedó como el único, puesto que el Crqi es ya una fantasma, falto de organismos y hasta de publicaciones propias).

Como dije, en este paso el papel de Ruggero fue insustituible. Mientras la polémica política estallaba en los tres ámbitos (Progetto Comunista, Crqi, Refundación) se encontró sumergido en una campaña de calumnias difamatorias orquestadas por la fracción de Ferrando, que habiendo perdido la mayoría de Progetto Comunista (del que incluso fue portavoz nacional), prefirió sustituir el enfrentamiento político por el viejo método de la calumnia.

Así, fue necesario organizar el congreso de Progettto Comunista de Rimini, de hecho entre las dos fracciones cuyos dirigentes no se dirigían la palabra. Varios de nosotros intentábamos mantener la necesaria calma. Pero no Ruggero. Recuerdo las reuniones de nuestra fracción, en las cuales él siempre fue el más rápido en encontrar la movida política más apropiada en cada circunstancia.

Y también recuerdo algunas de las largas conversaciones telefónicas, ya muy tarde, en las que nos consultábamos sobre pasos puntuales para organizar el día siguiente. A menudo sentía de fondo, en el teléfono, un ruido de vajillas y sartenes: Ruggero se estaba preparando un “spaghettata” nocturna, que acompañaba con uno o dos vasos de vino. Y mientras yo hacía fuego y llamas por la indignación contra la más reciente calumnia de la fracción adversaria, él se ocupaba del fuego del horno y bromeaba sobre la situación, y al final de la conversación nos encontrábamos con que no solo habíamos definido el contraataque sino que también nos reíamos ambos de la pequeñez de nuestros adversarios y, como Ruggero notaba, de su grosera ignorancia del marxismo.

Ruggero, que estudiaba con método los clásicos del marxismo en cada momento disponible, nutrió en efecto un profundo desprecio por dirigentes que se jactaban de una cultura que no poseían, y que citaban textos que no habían leído.

El nacimiento del PdAC y la importancia de la formación de nuevos cuadros

Hechas los tres escisiones en cuestión de pocas semanas, nos encontramos dirigiendo el proceso que en pocos meses, de la primavera de 2006 a enero de 2007, nos llevó a fundar el PdAC, adhiriendo al mismo tiempo a la LIT-Cuarta Internacional.

A pesar de algunos graves problemas familiares, Ruggero también estuvo entre los principales dirigentes en toda esta fase en que tuvimos que afrontar situaciones nuevas para muchos de nosotros. De las tres escisiones que se sucedieron con breve distancia una de la otra, de las varias izquierdas de Refundación la nuestra era la menos visible mediáticamente: porque no disponíamos ni de diputados electos (como fue el caso del ala que luego daría vida a Izquierda Crítica) ni de diputados fallidos (como fue el caso del grupo que luego se hundiría con Ferrando: el Pcl). Sin embargo, como me hizo notar Ruggero en el último tiempo, ahora Izquierda Crítica no existe más y el Pcl va de crisis en crisis, no solo por las bases equivocadas sobre las que ha tratado de construirse (y que nosotros criticamos desde la batalla de fracción en Progetto Comunista) sino también a causa de no hacer parte de una organización internacional. Pensar en construir un partido en solo un país es ser menos trotskista que creer en el «socialismo en un solo país», comentaba Ruggero.

Volviendo al PdAC: en la división del trabajo en la dirección del partido, Ruggero asumió enseguida la responsabilidad de la formación de los militantes. Era su papel natural porque tenía conocimientos muy grandes y supo divulgarlos sin banalidades.

Fue él quien ideó nuestra revista teórica, Trotskismo Oggi [Trotskismo Hoy], como instrumento para formar en el marxismo a obreros y jóvenes. Fue él quien dirigió todos los «seminarios» anuales que el PdAC organizó cada año a principios de setiembre en Rimini, en los que participaron compañeros y compañeras de toda Italia junto con compañeros de otras secciones de la LIT-Cuarta Internacional. Fue él quien los pensaba como momentos al mismo tiempo de abertura a nuevos contactos y de formación teórica de los militantes. Hasta que la enfermedad se lo permitió, estuvo entre los principales participantes de cada uno de estos seminarios y, sobre todo, por años le fue confiada a él la intervención de cierre, siendo el mejor orador entre nosotros.

Todos los que han participado en estas asambleas recuerdan sus conclusiones: podía hablar más de una hora, a plena voz, tocando todos los registros de la oratoria, no solo logrando tener en un puño la atención de todos, sino arrastrando a la platea, inyectándole fuerza. Tanto que cuando al final cantábamos la Internacional, como cierre de los dos días de asamblea, muchos compañeros tenían los ojos brillantes, pero todo salíamos de la sala con una combatividad multiplicada.

Fue esta una de las grandes capacidades de Ruggero: saber transmitir entusiasmo, pasión por la lucha. No recuerdo haberlo visto nunca titubeante frente a una nueva dificultad. Al contrario: cuando hubo algún problema, alguna situación difícil que afrontar en la construcción del partido, algún dirigente que, como ocurre desde siempre con regularidad, busca una vía de fuga oportunista, cede a las fuertes presiones que esta sociedad ejerce sobre cada uno de nosotros, siempre fue la intervención de Ruggero la que nos animó a todos: la cita de un clásico, acompañada muchas veces de una broma que aligeraba el clima.

No sé cómo pero logró también hacer todo esto en el último período, a pesar de los dolores atroces por la enfermedad. La cuestión de la formación, como dije, fue central para él. Con su relación en estos años en seminarios nacionales y locales, con sus ensayos de profundización del marxismo, con los artículos que escribió por decenas para nuestro periódico y para el sitio web del PdAC, y que a menudo han sido traducidos en otras lenguas por el sitio de la LIT-Cuarta Internacional. Con todo este trabajo generoso y extraordinario Ruggero ha contribuido a formar a muchos compañeros. Y, como sabemos quienes lo hemos conocido, nunca hizo pesar su gran preparación teórica, no generó nunca malestar en los compañeros menos preparados, más jóvenes. Al contrario: la conclusión de cada seminario o reunión fue siempre el momento en el que se formaron grupos alrededor de Ruggero que alternó chistes, anécdotas, a veces también imitaciones de algunos de nuestros adversarios. Se rió hasta las lágrimas, para luego volver serio a ocuparse de las siguientes batallas.

Un abogado atípico, siempre entre los obreros

Ruggero fue el abogado ocupado en causas del trabajo. Pero fue cuánto de más lejano hay de la media de los abogados (también de izquierda), fue años luz lejano de aquel entorno pequeñoburgués que corrompe a menudo también a revolucionarios o presuntos tales.

Una vez nos contó cómo en Tribunales, un juez nuevo, que no lo conocía, lo había confundido con el acusado por causa de su vestimenta, la cola en el cabello, el aro. Y Ruggero imitó a este juez que se dirigió al acusado que, de saco y corbata, parecía el abogado.

Él, que con sus dotes oratorias y sus capacidades hubiera podido como muchos hacer carrera, eligió poner sus competencias profesionales al servicio de la clase obrera. Así, también cuando desempeñaba su profesión continuó en realidad la militancia política, trabajando con honorarios bajos, y a menudo gratis.

Tengo aquí las fotos de las grandes asambleas obreras de Latina, de manifestaciones con centenares de trabajadores y Ruggero a la cabeza de ellas, hablando por el micrófono. Fue el fundador y durante años el alma del comité de lucha de los obreros de la Goodyear; y ha sido él el fundador y siempre dirigente del Comité de los trabajadores contra el amianto.

Luchando hasta el final

Respecto de las fotos: hay decenas de otros momentos con Ruggero. Infinitas manifestaciones nacionales a Roma: generalmente Ruggero condujo nuestra columna, agitando las consignas, improvisando mítines. Innumerables asambleas, seminarios, escuelas de formación.

En mayo del año pasado [2015], ya gravemente enfermo, quiso participar en el IV Congreso Nacional del PdAC. A causa de su enfermedad, que lo obligó a largos períodos hospitalizado, desde hacía tiempo no podía seguir permanentemente nuestros debates. Sin embargo, no solo se orientó enseguida sino, como siempre, hizo algunas intervenciones que orientaron toda la discusión y la elaboración del partido. En los días anteriores, incluso destrozado por el dolor, preparó meticulosamente las notas para el congreso.

No puedo olvidar cómo escuchaba con atención las intervenciones de los compañeros más jóvenes, y cómo sonrió satisfecho al ver a nuevos compañeros empeñados en la construcción de aquel partido que mucho le debe y que Ruggero siempre puso en el centro de cada batalla. No porque el partido sea un objetivo en sí mismo, sino porque sin partido revolucionario, trotskista, internacionalista, no es posible hacer la revolución. Aquella revolución socialista a la cual Ruggero también dedicó los últimos días de su vida, estudiando a Lenin y Trotsky, dictándole a su compañera (porque en las últimas semanas tenía dificultad para mover la mano) aquel extraordinario ensayo sobre Gramsci que solo publicamos hace pocos días en nuestro sitio, mientras preparaba otros ensayos para ayudar a formar nuevos compañeros.

La lucha continúa

Nuestra batalla continúa, ya sin la ayuda de Ruggero y, por lo tanto, con más dificultades, pero continúa con nuevos compañeros jóvenes que Ruggero ha contribuido a formar no solo desde el punto de vista de la teoría sino también de la práctica, de la capacidad de ser combatiente por el socialismo, de no dejarse corromper por las vacías lisonjas de esta sociedad. Ruggero ha sabido hacer todo esto sin nunca perder las ganas de hacer, de la ironía y de la autoironía, de beber un buen vino con los compañeros al final de días pesados de congresos o seminarios, bromeando y minimizando cada situación, haciendo que veamos también un lado divertido en los momentos más tensos.

En su funeral, como han referido muchas notas periodísticas, han participado centenares de compañeros y compañeras, activistas sindicales, militantes políticos, y sobre todo muchos obreros.

En el ataúd, como él lo había pedido, se puso la bandera de Alternativa Comunista, sección italiana de la LIT-Cuarta Internacional, y una copia de un libro de Trotsky, al que fue particularmente aficionado: Su moral y la nuestra, el libro en que el adulto revolucionario ruso defiende, contra la dictadura de la burguesía y la moral hipócrita de esta sociedad, la dictadura del proletariado y la moral revolucionaria. Aquella moral revolucionaria que ha inspirado toda la vida de Ruggero, dirigente trotskista, amigo fraterno.

Traducción: Natalia Estrada.

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