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28 marzo, 2024

¡Paremos ya los sangrientos ataques de Israel al pueblo palestino!

Israel continúa sus feroces ataques contra la Franja de Gaza, a través de intensos y continuos bombardeos aéreos. Al mismo tiempo, el gobierno del primer ministro Benjamin Netanyahu anunció que no descarta una invasión terrestre a este territorio palestino.

Israel miente diciendo que sólo bombardea “objetivos militares”. Los ataques ya han provocado casi 200 muertos –la mayoría civiles–, entre ellos numerosos ancianos, mujeres y niños. Como una muestra de la realidad uno de los lugares bombardeados por la aviación fue un bar donde residentes palestinos asistían en la TV el partido de fútbol entre Argentina y Holanda, por la Copa Brasil 2014.

Los medios occidentales y pro-imperialistas intentan mostrar lo que está sucediendo como el resultado de dos pueblos de religiones diferentes (palestinos y judíos) que “no se reconocen” mutuamente y que, por ello, “no pueden vivir en paz”. Pero la realidad perfora esta visión y las imágenes e informaciones prueban con absoluta claridad que el verdadero agresor es el estado sionista y sus fuerzas militares, armadas hasta los dientes, contra un pueblo que, en comparación, está prácticamente desarmado.

Una larga historia de usurpación y agresiones

Para comprender la actual “cuestión palestina” es necesario ver cómo fue creado el Estado de Israel en 1948, y qué significó su creación para el pueblo palestino. El sionismo, la corriente político-ideológica que llevó adelante la creación del Israel moderno, justificó su accionar con una falsificación histórica principal: en Israel se juntaron “un pueblo sin tierra” (el judío) y “una tierra sin pueblo” (Palestina). Con esta gran mentira se justificaron los crueles crímenes cometidos por el sionismo para “borrar” al pueblo palestino de la historia.

En un territorio de absoluta mayoría árabe, durante las primeras décadas del siglo XX fueron llegando inmigrantes judíos europeos, proceso este alentado por el imperialismo (primero, el inglés y, después, el estadounidense). Tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (1945), este proceso se acentuó. Los judíos europeos venían de sufrir un atroz genocidio por parte de los nazis y el mundo estaba horrorizado por ello. Este justo sentimiento fue utilizado por el imperialismo y por los sionistas en su beneficio: ¿quién podría oponerse a la creación de un estado donde los judíos pudieran “vivir en paz” y “reponerse de sus heridas”?

El control de Medio Oriente, poseedor de las dos terceras partes de las reservas mundiales de petróleo, tenía un valor estratégico. Por eso, EEUU, además de apoyarse en las petro-monarquías aliadas (como la de Arabia Saudita), necesitaba tener una “base propia”, un sólido punto de apoyo para controlar la región. Ese punto de apoyo sería el Estado de Israel.

A pesar del aumento de la inmigración de judíos, los árabes seguían siendo una clara mayoría en el territorio: en esos momentos, habitaban allí 1.300.000 palestinos árabes y 600.000 judíos. Pero la ONU otorgó a Israel 52% de la superficie, y a los palestinos 48%. Es decir, desde su propio nacimiento Israel significó una usurpación y un robo, porque los palestinos debían ceder 52% de su territorio a una minoría que, además, había sido artificialmente creada. Incluso en el territorio otorgado a Israel, los palestinos eran mayoría (950.000).

Quedaba, sin embargo, un problema pendiente: ¿qué hacer con el pueblo palestino que vivía en esa tierra? La “solución sionista” fue el terror y la realización de una “limpieza étnica” para expulsar a los palestinos de sus casas y sus tierras. Organizaciones sionistas armadas (como Ergún y Lehi) atacaron cientos de poblaciones palestinas, asesinando hombres, mujeres y niños, como en la aldea de Deir Yassin (cerca de Jerusalén). Seis meses de “limpieza étnica” (bajo la benevolencia del imperialismo y del estalinismo) dieron como resultado que sólo quedaran 138.000 palestinos en territorio israelí. El resto había sido expulsado violentamente.

Los palestinos expulsados partieron entonces hacia el exilio para países árabes (especialmente Jordania, Líbano y Siria) o para regiones más alejadas, como EEUU y Latinoamérica. De esta forma, este pueblo quedó dividido en tres sectores: los que viven dentro de las fronteras de Israel, los que viven en Gaza y Cisjordania, y los que partieron al exilio. Así nació la tragedia (Nakba) de este pueblo, provocada por la creación del Estado de Israel. Así nació, también, la lucha por recuperar su territorio histórico.

La falsa solución de los “dos estados”

Es decir, el Estado de Israel fue creado en 1948 como un enclave militar imperialista en Medio Oriente. Desde entonces hasta ahora la historia de Israel ha sido la permanente agresión y la represión contra el pueblo palestino y el conjunto de los pueblos árabes. También ha sido la de una permanente expansión y ocupación de los territorios otorgados por la ONU a los palestinos, reduciéndolos a la Franja de Gaza y a una Cisjordania cortada como un “queso gruyère” a través del Muro de la Vergüenza, que la cerca y le quita las mejores tierras y fuentes de agua.

El imperialismo estadounidense y la ONU plantean que la única solución a los enfrenamientos entre palestinos e israelíes es la de “dos pueblos, dos estados”. Cuentan, en esto también, con el respaldo del Papa Francisco. Está propuesta es apoyada por la organización Al Fatah (hoy gobernante en Cisjordania), la OLP (Organización para la Liberación de Palestina), el frente Al Fatah y diversas otras organizaciones, y gran parte de la izquierda mundial.

¿Por qué es una solución falsa? En primer lugar, no es más que la continuidad de la resolución de la ONU de 1947. Volvería a sancionar y legalizar internacionalmente el robo y la usurpación que significó la creación de Israel, incluso si se adoptase sobre la base de las fronteras previas a la guerra de 1967.

En segundo lugar,el pueblo palestino quedaría definitivamente dividido en tres sectores. El primero de ellos, el millón y medio de palestinos que viven dentro de Israel, serían condenados cada vez más a soportar aislados los ataques de los gobiernos israelíes que quieren borrar su memoria y su historia, expulsarlos directamente, o dejarlos en condiciones insostenibles, como a los que viven hoy en Jerusalén oriental. Los tres millones y medio de habitantes palestinos de Gaza y Cisjordania, habitantes del futuro mini-estado “independiente”, deberían vivir en un país fragmentado, sin ninguna viabilidad de autonomía económica, sin fuerzas armadas y con sus fronteras patrulladas por tropas de la OTAN. Finalmente, los cinco millones que viven fuera de Palestina verían definitivamente liquidado su derecho de retorno.

Al mismo tiempo, ese mini-estado palestino debería coexistir con el monstruo militar sionista a su lado y con su permanente necesidad de agresiones para autojustificar su existencia.

Por una Palestina Única, Laica, Democrática y No Racista

Frente a la propuesta de los “dos estados”, la única solución verdadera es la construcción de una Palestina única, laica, democrática y no racista en todo su territorio histórico, consigna central del programa de fundación de la OLP, en la década de 1960.

Una Palestina sin muros ni campos de concentración, a la que puedan retornar los millones de refugiados expulsados de su tierra y recuperar sus plenos derechos los millones que permanecieron y son hoy oprimidos. Un país en el que, a su vez, puedan permanecer todos los judíos que estén dispuestos a convivir en paz y con igualdad.

Pero esta propuesta no puede ser llevada adelante y no habrá paz en Palestina hasta que no se derrote definitivamente y se destruya el Estado de Israel. Es decir, hasta que el cáncer imperialista que corroe la región no sea extirpado de modo definitivo.

Llamamos a los trabajadores y al pueblo judío a sumarse a esta lucha contra el estado racista y gendarme de Israel. Sin embargo, debemos ser conscientes de que, por el carácter de la población judía-israelí, lo más probable es que sólo una pequeña minoría acepte esta propuesta, mientras la gran mayoría de ellos defenderá con uñas y dientes “su estado” y sus privilegios y, por lo tanto, deberemos luchar contra ellos hasta el final.

Las verdaderas razones de los actuales ataques

La excusa utilizada por el gobierno israelí para lanzar su nuevo ataque ha sido el secuestro y asesinato de tres jóvenes israelíes, cuyos cuerpos fueron encontrados en Cisjordania, algunos días atrás. Hasta ahora, ninguna organización palestina ha reivindicado este hecho e incluso algunos analistas barajan la posibilidad de que haya sido una provocación montada por los propios israelíes. Sin embargo, el gobierno israelí ha responsabilizado por esto a la organización Hamas.

La razón de fondo de estos ataques es otra. El imperialismo estadounidense (y también el europeo) ha estado impulsando la abertura de negociaciones con los palestinos en la perspectiva de los “dos estados”. Ese fue el objetivo de los viajes del Secretario de Estado de EEUU, John Kerry, y el del Papa Francisco. El acuerdo entre las organizaciones Al Fatah y Hamas (como analizamos más adelante) se ubicaba en esta perspectiva.

Israel y el gobierno de Netanyahu no quieren abrir estas negociaciones y mucho menos quieren que Hamas se siente en esa mesa. El ataque actual es, entonces, una forma de “bombardear” cualquier posibilidad de negociación inmediata.

El imperialismo tiene una política táctica diferente de la del gobierno israelí, y estos ataques ponen en crisis esa política. Pero, al mismo, tiempo, EEUU y el imperialismo de conjunto no abandonan –ni mucho menos– a su aliado estratégico, defendiendo su “derecho a la defensa” y, una vez más, sin ninguna sanción por sus crímenes.

Por otra parte, la sociedad israelí está pasando por una profunda crisis y una división que quiebra el “espíritu nacional judío” con el que se construyó Israel. Especialmente, porque una parte de los fundadores del Estado sionista (los inmigrantes europeos askenazis y sus descendientes) se ha “aburguesado” y ya no parece estar dispuesta a dar la vida por ello. Por eso, el ataque es también un intento de superar esa crisis y recuperar el espíritu de “unidad nacional”, como siempre a través de la guerra y la agresión a los palestinos.    

Las direcciones palestinas

Desde los acuerdos de Oslo (1993), la organización Al Fatah y el conjunto de la OLP capitularon al imperialismo y a Israel al reconocer su existencia y renunciar a su consigna de fundación. Se transformaron así en administradores de esa especie de bantustanes (las falsas repúblicas negras creadas durante el apartheid sudafricano) que son los territorios de la ANP (Autoridad Nacional Palestina). A la vez que con la “policía palestina” colaboraron muchas veces con Israel en la represión al pueblo.

La organización islamista Hamas, que gobierna la Franja de Gaza, por su parte, nunca bajó de su programa la propuesta de destruir a Israel y reunificar Palestina. También es permanentemente agredida por Israel, que la sigue considerando como una “organización terrorista” y que ataca de manera constante la Franja de Gaza. No obstante, su gobierno en este territorio ha reprimido todas las expresiones opositoras, incluso las que luchan contra Israel, como lo hizo con las manifestaciones de solidaridad con la revolución egipcia, en 2011.

Al mismo tiempo, ha buscado siempre un acuerdo con Al Fatah y con el gobierno de Mahmoud Abbas, aceptando que este continúe como presidente de la ANP y que siga negociando acuerdos de seguridad con Israel. En los hechos esto significa aceptar también la política de los “dos estados”. Ese es el significado de la reconciliación reciente, que en la práctica representa una capitulación de Hamas.

El acuerdo Al Fatah-Hamas sería entonces una forma de mostrarle al imperialismo que existe una dirección palestina (con un “frente unido” de las principales organizaciones) capaz de controlar el proceso en los territorios y gobernar el mini-estado palestino.

Con su política, las direcciones de Al Fatah y de Hamas expresan básicamente los intereses de los sectores burgueses de Cisjordania y Gaza, para quienes la creación del mini-estado palestino podría traer algún beneficio. Pero lo hacen a costa de sacrificar a los otros dos sectores palestinos. Esencialmente, a los exiliados que, como vimos, perderían cualquier posibilidad de retornar.

Para cumplir la tarea histórica de recuperar el territorio palestino y llevar a cabo la tarea señalada en la fundación de la OLP será necesario, entonces, el surgimiento de nuevas direcciones desde la lucha y con las nuevas generaciones de jóvenes (tanto en los territorios como en el exilio), cada vez más alejadas de las viejas organizaciones y que no “bajan las banderas” históricas.

Impulsemos una gran campaña internacional para detener la nueva agresión israelí

Repudiamos esta nueva agresión del Estado sionista al pueblo palestino y expresamos una vez más nuestra solidaridad y nuestro apoyo a los palestinos. El aislamiento internacional de Israel (como el verdadero agresor) es cada vez mayor.

En muchas ciudades del mundo árabe, en Europa y en América se están desarrollando movilizaciones de solidaridad con los palestinos. Llamamos a redoblar y aumentar esta campaña internacional para obligar a Israel a detener esta nueva acción genocida.

Es necesario, también, exigir acciones concretas de los gobiernos, como la ruptura de relaciones diplomáticas y acuerdos comerciales de privilegio (como los que tiene el Mercosur) con Israel, en el marco de la campaña que el BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) y otras organizaciones están desarrollando.

Esto es especialmente importante en el mundo árabe. El presidente egipcio, Al Sisi, dice que apoya la causa palestina. Hay que exigirle entonces que abra sin condiciones la frontera de Egipto con Gaza y permita el paso de armas para que Hamas y toda la población de ese territorio puedan defenderse de esta agresión.

La organización libanesa Hezbollah fue la única que derrotó militarmente al ejército israelí en 2006. Pero ahora sus fuerzas están en Siria, defendiendo al dictador Al Assad. Exijámosle que salga de Siria y ponga todo su poder y experiencia militar para luchar junto con los palestinos contra Israel.

El dictador sirio Al Assad también dice que apoya a los palestinos (y esa es una de las razones centrales por las cuales lo defiende gran parte de la izquierda mundial). Pero hoy la frontera de su país con el Estado sionista es considerada una de las “más tranquilas” por los propios israelíes. ¡Que deje de atacar a los “rebeldes” sirios y a los palestinos del campo de Yarmouk y ayude a los palestinos de Gaza y Cisjordania a parar el ataque israelí!

¡Paremos ya la agresión israelí!

¡Toda nuestra solidaridad y apoyo al pueblo palestino!

Por una Palestina Única, Laica, Democrática y No Racista    

Secretariado Internacional de la LIT-CI

San Pablo, 16 de julio de 2014

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