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29 marzo, 2024

Para cambiar el mundo es necesario luchar por el socialismo

Estamos viviendo momentos históricos, lamentablemente históricos, provocados por la combinación entre pandemia y crisis económica. La brutal polarización social resultante de esta situación está llevando a cambios bruscos, tanto en la conciencia como en la acción de las masas en países muy diferentes en el mundo y abriendo la posibilidad de mayores enfrentamientos entre revolución y contrarrevolución.

Por: Eduardo Almeida, 26/6/2021.-

No por casualidad, estamos viendo ascensos como el de Colombia, con brutales enfrentamientos contra la represión del gobierno Duque desde hace más de dos meses, así como vimos en los Estados Unidos a inicios de 2020. No por casualidad ocurrieron resultados electorales como la Constituyente chilena, en que los grandes partidos de la derecha sufrieron una enorme derrota.

Esas modificaciones en la conciencia pueden llegar también al repudio al capitalismo y la mejor aceptación de las banderas socialistas. Algunos indicios en este sentido son el crecimiento del DSA en los Estados Unidos (organización reformista) y algunas encuestas indican eso. La pesquisa de la Edelman, en 28 países, concluyó que 56% de la población entrevistada opina que “el capitalismo, en su forma actual, está haciendo más mal que bien a la sociedad”.

Es importante tener en cuenta que eso puede ser –o no– un inicio de reversión del retroceso causado por la gigantesca campaña de propaganda pos Este europeo en la década de 1990 sobre la “muerte del socialismo”.

En caso de confirmarse, esos cambios pueden estar relacionados con esta brutal situación objetiva causada por la combinación entre los millones de muertos de la pandemia y la miseria como producto de la crisis económica. Existe el hambre que crece fuertemente en los barrios populares de todo el mundo, incluso en los países imperialistas.

Esa polarización social objetiva nos obliga a una defensa más enfática del socialismo como única alternativa a la barbarie capitalista. Esto está planteado existan o no en este momento esos cambios en la conciencia.

Socialismo o barbarie

La defensa del socialismo implica un retorno a la estrategia defendida por Marx y Engels, desde el Manifiesto Comunista. El Manifiesto fue escrito hace 173 años, pero es más actual que nunca en sus aspectos centrales.

En una de sus partes, habla de la tendencia al empobrecimiento creciente de los trabajadores causado por el capitalismo. Hoy, la miseria crece brutalmente en el mundo, con centenas de millones de desempleados por la crisis económica y la pandemia.

Pero la verdad incluye también el otro lado, el enriquecimiento de un puñado de multimillonarios dueños de las grandes empresas multinacionales. Jeff Bezos, por ejemplo, ganó 12.000 millones de dólares en un solo día, lo que correspondería a pagar un auxilio de emergencia de 600 reales (120 dólares, aprox.) para la mitad de la población brasileña.

El capitalismo transforma cada paso del avance en la tecnología en una amenaza para la humanidad. Avances como la red 5.0, la inteligencia artificial, la industria 4.0 podrían ser grandes progresos para la humanidad, produciendo más artículos con menos tiempo de trabajo, posibilitando la reducción de las horas de trabajo para el conjunto de los trabajadores. Al contrario, significará un aumento cualitativo del desempleo y de la miseria.

La expropiación de las grandes empresas y la planificación de la economía posibilitaría que se produjese para satisfacer las necesidades de la humanidad y no para garantizar ganancias gigantescas para el pequeño grupo de los grandes burgueses. Basta recordar que, durante la más grave crisis económica del capitalismo, la depresión de 1929, mientras los países imperialistas retrocedían 20% en el PIB por año, la URSS crecía en su industria 16% por año entre 1928 y 1940.

Hoy, sería posible que la humanidad trabajase 4 a 6 horas por día, nadie pasase hambre, hubiese educación y salud gratuitas y de calidad para todo el mundo.

La pandemia actual es una expresión de los desequilibrios ecológicos provocados por la expansión de las fronteras agrícolas de manera predatoria por las grandes empresas. El desarrollo de nuevas fuentes de energía limpia, que podrían significar un avance en la relación de la humanidad con la naturaleza, están bloqueados por la dominación del capital. La humanidad está a la vera de una catástrofe ambiental, con el calentamiento global y la contaminación del aire, de los ríos y de los mares. La pandemia actual puede ser el anuncio de otras semejantes o peores en el futuro, así como de nuevas catástrofes ambientales.

Hoy existen ya elementos de barbarie en la realidad. Eso no es solamente una posibilidad, una perspectiva. Ya comienza a tornarse realidad, y puede ampliarse mucho.

El socialismo no es una utopía sino la única estrategia realista. Socialismo o barbarie. Esa afirmación nunca fue tan actual.

Socialismo significa revolución socialista

El Manifiesto Comunista no solo defiende el socialismo como alternativa. Expresa una comprensión científica de la realidad, que apunta el proletariado como la clase que puede ser la base para una revolución, que destruya el Estado burgués y posibilite avanzar hacia el socialismo.

Marx y Engels, correctamente, no veían la posibilidad de llegar al socialismo en un proceso evolutivo parlamentario, por dentro de Estado burgués. Por eso defendían una revolución socialista.

Después de la Comuna de París (1871), en que el proletariado tomó el poder por primera vez en la historia, Marx y Engels precisaron la propuesta de que no era solo necesario tomar el poder sino destruir el Estado burgués y construir un nuevo tipo de Estado, proletario y democrático, la dictadura del proletariado.

Todo Estado burgués es una Dictadura de la burguesía. ¿Por qué? Porque ella se apoya en algunos mandamientos sagrados, el principal de los cuales, la propiedad privada de los medios de producción en manos de un puñado de multimillonarios, es inviolable. El Estado burgués, sea este una monarquía, una dictadura o una república, es controlado por las grandes empresas. Por eso, todas las veces en los casi dos siglos en que los partidos reformistas intentaron “cambiar el Estado por dentro” fracasaron. Ellos parten de un presupuesto equivocado: cuando el régimen de esos Estados fuese una república democrática, él podría ser cambiado por la vía parlamentaria, o sea, vía la obtención gradual en las elecciones de una mayoría en el Congreso.

Pero lo que ocurrió, fue lo contrario: fueron los propios partidos reformistas que cambiaron, pasando a administrar el Estado burgués, aceptando la dictadura burguesa sobre el Estado. Incluso cuando participaron de gobiernos de coalición en mayoría, y hasta solos, gobernaron según los intereses estratégicos de la burguesía capitalista.

La estrategia del Manifiesto niega toda retórica de los partidos electorales, reformistas, tanto la versión europea socialdemócrata como también el PT y el PSOL, que por veces hablan de socialismo, pero nunca de revolución socialista, nunca defendieron la destrucción del Estado burgués.

La socialdemocracia era conocida el siglo pasado por hablar solo de socialismo los días de fiesta, dejando de lado la estrategia socialista en las luchas concretas de los trabajadores. Todas las veces que intentó avanzar por una “vía parlamentaria” hacia el socialismo, hubo un fracaso. Como muestra la tragedia chilena de 1973, en que un golpe militar de derecha acabó con el gobierno reformista de Allende.

Después de la restauración del capitalismo en el Este europeo, que fue encabezada por la propia burocracia de Gorbachov, el capitalismo pasó a proclamar la “muerte de socialismo” diciendo que era un sueño distante, o directamente pararon de hablar, pues debían ser “realistas”. La estrategia dejó de ser el socialismo por la vía parlamentaria para ser la “radicalización de la democracia” y de reformas para “humanizar el capital”.

Esas “reformas humanistas” se demostraron un fracaso aún mayor, como puede verse con los gobiernos petistas en el Brasil, o por el gobierno de Syriza en Grecia. Syriza era un partido anticapitalista como el PSOL, e hizo un gobierno neoliberal, exactamente como la socialdemocracia europea. La única vía realista para el socialismo es la defendida por Marx y Engels en el Manifiesto: la revolución socialista.

Defender el socialismo significa negar el estalinismo

La Revolución Rusa de 1917 fue la primera vez en la historia en que el proletariado tomó el poder y consiguió mantenerlo, dando un ejemplo histórico para la humanidad. Lamentablemente, ese ejemplo fue barrido de la memoria de los trabajadores por el estalinismo.

La burguesía mundial hace e hizo una campaña permanente para identificar socialismo con estalinismo. Los partidos comunistas en el mundo, como el PCdoB y el PCB en el Brasil, hablan de la misma cosa: el estalinismo es la continuidad del partido bolchevique de Lenin.

Esto es una gigantesca falsificación histórica. El estalinismo fue una contrarrevolución que transformó el Estado obrero dirigido por Lenin y Trotsky en una dictadura burocrática.

Toda la estrategia de Marx y Engels era la de un Estado en el que la clase obrera como clase, estuviese en el poder y lo ejerciese democráticamente.

Incluso con las limitaciones de la guerra civil, los primeros siete años del Estado obrero ruso fueron la experiencia más rica en la historia moderna de una democracia proletaria, de los explotados.

La democracia burguesa, en verdad, es una dictadura del capital. La burguesía controla la economía, financia las campañas electorales de los partidos de la “situación” y de la “oposición”, controla los medios de comunicación (TV, diarios, canales de internet). El capital puede así controlar, la mayor parte de las veces, la conciencia de las masas y las elecciones. El resultado es que, independientemente de quien gane la elección, los planes económicos son semejantes: se trata de mantener a los multimillonarios cada vez más ricos basándose en la explotación de los trabajadores.

En los siete primeros años de la Revolución Rusa, los trabajadores debatían cotidiana y democráticamente en los soviets los asuntos de Estado; ellos discutieron y decidieron en sus soviets los rumbos de los economía rusa, de la paz y de la guerra.

Existía plena libertad para los partidos en los soviets. Eso incluía a los bolcheviques y socialistas revolucionarios de izquierda que estaban en el gobierno, a los mencheviques y socialistas revolucionarios de derecha, y hasta los partidos burgueses, hasta que estos se pasaron a la lucha armada contra la revolución aliados a los generales blancos zaristas y a los imperialistas europeos, y fueron ilegalizados.

Con la Revolución Rusa, la burguesía perdió el control de la economía y de los medios de comunicación, los partidos burgueses no tenían tras de sí la fuerza del dinero. Lo que pesaba en la discusión era la fuerza de la ideas y no del capital. Imaginen lo que sería hoy una discusión democrática nacional, sin la influencia del dinero de las grandes empresas, de los medios burgueses y de las fake news para decidir qué hacer con la economía, la pandemia, etc.

Los mandatos de los representantes en los soviets podían ser revocados en cualquier momento. Los cargos públicos y los salarios de los funcionarios no podían ser mayores que los de un obrero medio.

El nuevo Estado era, como todo Estado, una dictadura. Pero era una dictadura del proletariado, de los trabajadores, y no de la burguesía. Al contrario de la dictadura capitalista (de la minoría sobre la mayoría), era una dictadura de la mayoría sobre la minoría.

Aseguraba amplia democracia para los trabajadores, y también su defensa como Estado contra los ataques inevitables de la burguesía y del imperialismo. La URSS fue atacada por el ejército de la burguesía y tropas de catorce países, incluyendo las mayores naciones imperialistas. Y venció.

Incluso en esas condiciones de guerra civil, fue el régimen más democrático para la clase obrera y para el pueblo que la historia ya conoció.

La Revolución Rusa demostró cómo se puede derrotar radicalmente las opresiones. Las mujeres conquistaron el derecho al divorcio, al aborto, y el salario igual al de los hombres. Los restaurantes, lavanderías y guarderías comunitarios atacaron las bases de la esclavitud del trabajo doméstico. Las leyes contra los homosexuales fueron completamente abolidas, y el casamiento entre homosexuales fue aprobado por las cortes soviéticas. La opresión sobre las nacionalidades de la Rusia zarista se transformó en una unión libre: la URSS.

La efervescencia artística nace con la libertad. No por casualidad, de esa democracia nació un arte crítico y muchas veces genial, que marcó la historia del arte en varios terrenos. En las palabras del genial poeta Mayakosvki: ”Sin forma revolucionaria no hay arte revolucionario”. Eisenstein y Dziga Vertov, en el cine, quebraron la narrativa lineal hollywoodiana.

No obstante, la derrota de los procesos revolucionarios en Europa (en particular en Alemania) y en China, así como el agotamiento del país con la guerra civil prolongada abrieron el camino para el aislamiento de la URSS y el crecimiento de una burocracia. Eso posibilitó la contrarrevolución estalinista.

Acabó la democracia obrera y se impuso una dictadura política de la burocracia. Los soviets fueron transformados en piezas decorativas del régimen, la discusión de ideas fue prohibida en el propio partido, y las oposiciones pasaron a ser perseguidas.

La libertad artística fue suprimida y el “realismo socialista” se tornó el “arte oficial”, en realidad una pieza de propaganda del régimen. La libertad en las relaciones humanas fue sustituida por la imposición, nuevamente, del casamiento tradicional. El aborto fue nuevamente prohibido. El homosexualismo fue criminalizado en el código penal de 1934, y muchos homosexuales fueron deportados a Siberia.

Para imponer esa contrarrevolución política, fue necesario que Stalin masacrase a 700.000 bolcheviques, incluyendo dos tercios de la dirección que dirigió la revolución. Mayakovski se suicidó en 1930. Trotsky fue asesinado en el exilio, en 1940.

Algunos partidos como el PCdoB y el PCB (con Jones Manoel apoyándose en Domenico Losurdo) intentan justificar a Stalin, diciendo que la represión “fue necesaria para mantener el Estado”. En realidad, la contrarrevolución estalinista transformó la URSS en una dictadura burocrática, que acabó por llevar a la restauración del capitalismo. Los estalinistas hoy defienden la dictadura capitalista china, como “una especie de socialismo”.

La necesaria defensa del socialismo en los días de hoy pasa, una vez más, por la reafirmación de la estrategia de Marx y Engels de un nuevo Estado obrero que se base en la propiedad colectiva de los medios de producción, que sea una democracia obrera, una categórica negativa del estalinismo.

La estrategia socialista implica defender un programa de transición

Trotsky sistematizó la experiencia política y programática del proceso revolucionario en el siglo XX con la defensa de un programa de transición. Este programa debe hacer el puente entre las reivindicaciones concretas que están en la conciencia y en las luchas de las masas con la lucha por el poder, incluyendo consignas mínimas, democráticas y directamente de transición.

Esa es una necesidad presente hoy, y debe ser formulada sobre la base de la realidad concreta de cada país y cada situación de la lucha de clases.

Eso tiene importancia porque muchas veces, la expectativa de cambios en la miseria de las masas se basa en partidos como el PT o e PSOL [del Brasil], que defienden la vía electoral para un nuevo gobierno de Lula en alianza con sectores fundamentales de la burguesía, una especie de “unidad nacional contra Bolsonaro”.

La polémica involucra también a grupos y organizaciones que se postulan como de izquierda radical. Hoy, por ejemplo, existe un debate programático con el Bloque de Izquierda Radical, que lanzó la candidatura de Glauber Braga como precandidatura a la Presidencia de la República. Existe en eso un elemento positivo, por presentarse como alternativa contra la adhesión del PSOL a la candidatura de Lula.

Un nuevo gobierno Lula anuncia la reedición, en condiciones aún peores que los anteriores gobiernos del PT, todo en los marcos del capital. Pero el programa de Glaubler Braga, que se anuncia como “anticapitalista”, para en los límites de un programa democrático y antineoliberal. No ataca la propiedad de las grandes empresas, sea de los bancos que controlan la economía, sea de las multinacionales, sea de las grandes empresas en el sector de la salud. Una vez más, un programa de reformas del capital, que no enfrenta directamente el control de la economía por las grandes empresas.

La brutal polarización social presente en el país y en el mundo en función de la pandemia y de la crisis económica está comenzando a provocar cambios profundos en muchos países. Eso necesita ser respondido con un programa de transición al socialismo en el Brasil, tanto en las luchas como en las elecciones. Las banderas rojas de la revolución socialista deben ser levantadas con enorme orgullo por nosotros.

Traducción: Natalia Estrada.

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