Jue Mar 28, 2024
28 marzo, 2024

Trotsky y la lucha por los derechos de las mujeres

Si algo ha quedado claro en los últimos cien años es que León Trotsky, a pesar de los intentos del imperialismo y el estalinismo, no puede ser ocultado. Mucho se escribe y se dice a favor y en contra, pero ignorarlo imposible. Él ha dejado huella en la historia mundial y más específicamente en el movimiento revolucionario.

Por Ruth Díaz

Uno de los últimos intentos desesperados de calumniarlo, ha sido la serie que Netflix colocó al aire el año pasado. Siguiendo los deseos de Putin, allí se interpreta un personaje que nada tiene que ver con sus verdaderas características, bajo una historia que falsea los hechos y las posiciones del propio Trotsky. En momentos en que la lucha por los derechos de las mujeres cobra un ascenso maravilloso, la figura misógina y sanguinaria que la serie intenta instaurar no es para nada azarosa.

Trotsky, ha peleado mucho por los derechos de los más oprimidos. La preocupación por liberar a la mujer de las tareas agobiantes del “hogar” ha sido fruto de varios de sus escritos y es importante rescatar esa parte del legado de este gran revolucionario. 

La lucha en el Estado Obrero

Su primera esposa lo ganó para el marxismo y su hermana menor también era militante bolchevique, para él, lejos de las injurias y calumnias estalinistas, las mujeres hacían parte de la vida política y le preocupaba la inclusión de las obreras en la lucha por la revolución.

En Julio de 1921, se celebraba de manera conjunta el 3er Congreso de la Internacional Comunista (III) y la 2da Conferencia Internacional de Mujeres Comunistas. Trotsky era uno de los principales dirigentes de ese congreso y fue asignado por el Comité Ejecutivo de la Internacional para dar un discurso en la conferencia de mujeres.

En esos eventos se mostraba la preocupación y política activa de los bolcheviques por incorporar a la mujer a la lucha revolucionaria, a la construcción del Estado Obrero, a la militancia política.

Esa no era tarea sencilla, las mujeres vivían alejadas de la vida pública. Las condiciones de esclavitud doméstica, así como la superexplotación en las fábricas o la brutalidad del trabajo campesino, las condenaba al mayor de los atrasos. La guerra civil aún estaba librándose, el país perdía millares de vidas defendiendo el Estado Obrero de la contrarrevolución, el avance económico de Rusia se hacía esperar y las penurias domésticas en estas circunstancias pesaban mucho.

Pero este escenario desfavorable no debía ser motivo de aislamiento, por el contrario, era fundamental que ellas se sumaran a la lucha revolucionaria. Trotsky, que expresaba la política bolchevique, les dijo al cerrar su discurso en la conferencia: “En el progreso del movimiento obrero mundial, las mujeres proletarias desempeñan un rol colosal. Lo digo, no porque me esté dirigiendo a una conferencia femenina, sino porque bastan los números para demostrar qué papel importante ejercen las obreras en el mecanismo del mundo capitalista (…) De ahora en adelante, la mujer debe comenzar a dejar de ser una «hermana de la caridad», en el sentido político del término. Participará en forma directa en el principal frente revolucionario de batalla. Y es por eso que, desde el fondo de mi corazón, aunque sea con algún retraso, saludo a esta Conferencia Mundial de Mujeres y grito con ustedes ¡Viva el Proletariado Mundial! ¡Vivan las Mujeres Proletarias del Mundo!”[1]

Ese caluroso saludo no fue formal, y el 3er Congreso de la Internacional Comunista plasmó esa orientación política en una de las mejores elaboraciones que el movimiento revolucionario ha dado a la lucha por los derechos femeninos: “Las Tesis para la propaganda entre las mujeres”. Allí se orientaba a que todos los partidos debían hacer trabajo entre las mujeres, que debían pelear en el interior del partido por aniquilar los viejos prejuicios (hoy lo llamaríamos machismo) y dar igualdad de participación y derechos a ellas. Ese congreso las insta a participar de la defensa militar y la organización del Estado Obrero. Y sobre todo defiende el concepto de independencia de clase, explicando que la salida total para la emancipación de la mujer es la aniquilación del capitalismo.

“Lo que el comunismo dará a la mujer, en ningún caso el movimiento femenino burgués podrá dárselo. Mientras exista la dominación del capital y de la propiedad privada, la liberación de la mujer es imposible.

El derecho electoral no suprime la causa primordial de la servidumbre de la mujer en la familia y en la sociedad y no soluciona el problema de las relaciones entre ambos sexos. La igualdad no formal sino real de la mujer sólo es posible bajo un régimen en el que la mujer de la clase obrera sea la poseedora de sus instrumentos de producción y distribución, participe en su administración y tenga la obligación de trabajar en las mismas condiciones que todos los miembros de la sociedad trabajadora. En otros términos, esta igualdad sólo es realizable después de la derrota del sistema capitalista y su reemplazo por las formas económicas comunistas”.[2]

En 1923 la URSS no enfrentaba ya los problemas de la guerra civil, pero era un momento en que el Estado comenzaba a burocratizarse y Lenin muy enfermo no podía participar en las definiciones del partido. En ese año Trotsky escribe un texto en el que muestra cómo la revolución a pesar de haber otorgado todos los derechos formales de la democracia a las mujeres (más que cualquiera de los estados capitalistas que se reivindican democráticos) no conseguía aún dar las bases materiales para la liberación de la mujer. En “Problemas de la vida cotidiana” escribía: Uno de los problemas, el más simple, fue el de instituir en el estado soviético la igualdad política de hombres y mujeres. Mucho más dificultoso fue el siguiente, el de asegurar la igualdad de hombres y mujeres trabajadores en las fábricas, talleres y sindicatos; y hacerlo de tal modo que los hombres no colocaran a las mujeres en una posición desventajosa. Pero lograr una verdadera igualdad entre hombres y mujeres en el seno de la familia es un problema infinitamente más arduo. Antes de que ello suceda deben subvertirse todas nuestras costumbres domésticas. Y aún es bastante obvio que a menos que en la familia exista una verdadera igualdad entre marido y mujer, y ello en un sentido general, así como en lo referente a las condiciones de vida, no podremos hablar seriamente de igualdad en el trabajo social ni quizás en la política. Hasta tanto la mujer esté atada a los trabajos de la casa, el cuidado de la familia, la cocina y la costura, permanecerán cerradas totalmente todas sus posibilidades de participación en la vida política y social.”[3]

Allí hace un análisis brillante, ve las contradicciones del Estado Obrero y lo dificultoso de semejante tarea, pero no se da por vencido, ni dice que es menester esperar al triunfo internacional de la revolución para ocuparse de liberar a la mujer del yugo doméstico. Plantea que a pesar de las dificultades económicas y de recursos del Estado, deben hacerse los esfuerzos por garantizar comedores, lavanderías y escuelas públicas. Pero que eso, por el estadío inicial económico del Estado y que es un cambio de algo tan profundamente arraigado en la sociedad y las costumbres, debe ser acompañado por otras medidas. Los comunistas más conscientes deben hacer un esfuerzo e intentar modificar sus modos de vida. Les propone que hagan hogares comunales y que repartan equitativamente las tareas, para ir dando ejemplo y muestras de cómo formar nuevos lazos familiares en el nuevo Estado, que estén libres del compromiso y la servidumbre obligada. Propone también como factor de cambio, el crecimiento cultural de la clase obrera. La educación, la lucha contra el alcoholismo, la reducción de horas de trabajo, así como también dar importancia a las actividades recreativas es fundamental para modificar esas costumbres arcaicas que someten a la mujer en el seno de la familia.

Contra el estalinismo

A pesar de ser uno de los principales dirigentes de la única revolución obrera socialista del mundo, Trotsky es recordado por su batalla incansable contra la burocracia estalinista, que logró asesinarlo, pero no callar su legado.

Esa batalla por la recuperación de la democracia obrera en la URSS y la democracia interna en el partido, así como la lucha contra la política de conciliación de clases del estalinismo no estuvo ajena a los problemas de las mujeres.

Ya expulsado de la URSS por Stalin, y con varios de los dirigentes más importantes de la oposición siendo asesinados en los juicios de Moscú, Trotsky escribe en 1936 una obra maestra de denuncia al estalinismo: La Revolución Traicionada. Allí dedica un capítulo a mostrar cómo la contrarrevolución estalinista, gira en reversa la rueda de la liberación de la mujer, mostrando en este aspecto lo más atrasado del Estado Obrero ahora burocratizado.

Es su preocupación, muy bien desarrollada en el capítulo “Termidor en el hogar”[4], la situación de las proletarias y campesinas en la URSS. Lo que había llevado mucho tiempo comenzar a construir, estaba siendo derribado muy velozmente. El aborto fue penalizado nuevamente, la prostitución comenzó a corroer a las más jóvenes que no lograban sobrevivir con su salario. Las lavanderías y comedores estaban desfinanciados y sólo ofrecían problemas a las trabajadoras. En nombre del “socialismo” se llamaba a las mujeres a vivir “las alegrías de la maternidad”, pero la desigualdad social golpeaba con fuerza a las mujeres en ese momento.

En este texto en que Trotsky exhaustivamente presenta datos y estadísticas, se evidencia el retroceso brutal de los sectores más oprimidos, mostrando todo lo contrario de lo que afirmaba el Kremlin: “la victoria completa y sin retroceso del socialismo en la URSS». La penosa situación de la niñez abandonada es un tema de preocupación y expresado en esas estadísticas. Los suicidios de adolescentes evidenciaban las desesperantes condiciones de vida de un sector mayoritario del país.

Porque la hipocresía burguesa ante los derechos femeninos también era expresada por la burocracia. Las mujeres de los funcionarios y miembros del partido tenían empleada doméstica, carro y accedían a buenas escuelas para los hijos. Mientras las obreras y mujeres pobres sufrían el hambre y las penurias de las labores domésticas. Eran perseguidas las pobres que abortaban, pero las burócratas podían acceder a esos servicios sin problemas ante una justicia “benevolente” con ellas.

La lucha de Trotsky por la revolución política en la URSS para que la clase obrera vuelva a ser quien gobierne el Estado incluía para él, la imperiosa necesidad de dar salida a las mujeres y volver a desarrollar las condiciones que puedan liberarla totalmente de tanta humillación y violencia.

Es así, y tan consecuente ha sido en este aspecto Trotsky, que en sus últimos años y en la construcción del “Programa de Transición”[5], que la nueva Cuarta Internacional defendería y llevaría a la práctica, las mujeres proletarias tienen su espacio en él.

No hay liberación total de la mujer sin derrumbar al capitalismo con una revolución socialista, y no hay revolución socialista sin que las mujeres sean parte activa de la misma. Por eso, en estos momentos en que la crisis mundial y la pandemia nos golpean con fuerza, que los gobiernos y capitalistas nos arrojan a morir para que garanticemos sus ganancias, que las mujeres trabajadoras están más agobiadas en las tareas domésticas por la ausencia de todos los estados y sufriendo un aumento brutal de la violencia doméstica, ahora es más necesario que nunca recordar las consignas que Trotsky escribió en 1938:

(…)  Ahora bien, la época de la declinación del capitalismo asesta a la mujer sus más duros golpes tanto en su condición de trabajadora como de ama de casa. Las secciones de la IV Internacional deben buscar apoyo en los sectores más oprimidos de la clase trabajadora, y por tanto, entre las mujeres que trabajan. En ellas encontrarán fuentes inagotables de devoción, abnegación y espíritu de sacrificio.

¡Abajo el burocratismo y el arribismo!

¡Paso a la juventud!

¡Paso a la mujer trabajadora!

 Tales son las consignas inscritas en la bandera de la Cuarta Internacional.

Notas:

[1] Discurso pronunciado ante la Segunda Conferencia Mundial de Mujeres Comunistas[78] 1921.

[2] Tesis para la propaganda entre las mujeres. Tercer Congreso – Tercera Internacional – junio 1921 – https://archivoleontrotsky.org/view?mfn=19917 

[3] https://archivoleontrotsky.org/view?mfn=28685

[4] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1936/rt/07.htm#seg%201

[5] https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1938/prog-trans.htm

Más contenido relacionado:

Artículos más leídos: