Vie Mar 29, 2024
29 marzo, 2024

Kenia en lockdown: las luchas de los trabajadores y de los pueblos originarios

La pandemia trajo a los trabajadores del todo el mundo nuevos desafíos de enfrentamientos con el neocolonialismo y el capitalismo, debido a la fuerte crisis económica que ya estaba instalada, especialmente en los países de África. Países donde la política de los retiros de los recursos, ya sea en forma de materias primas y apropiación de tierras, sobreexplotación de la clase, o incluso a través de fondos públicos destinados al pago de la deuda externa, coloca a la población en una situación de mayor miseria y vulnerabilidad social.
Por: Ashura Nassor

En Kenia, en medio de una pandemia, los médicos que trabajaban en la capital, Nairobi, se declararon en huelga y el día 21 de agosto realizaron manifestaciones por mejores condiciones laborales, salariales y también por las diversas denuncias de corrupción de desvíos de fondos de salud. El día de la manifestación se realizó en medio de la represión policial, sin embargo el mes de agosto estuvo marcado por una intensa huelga y manifestaciones de los trabajadores de la salud en distintas zonas y Estados del país. A pesar de expresarse de manera desigual con relación a la adhesión de toda la clase, es una lucha de enfrentamientos con el sistema actual, que cobra fuerza y repercusión nacional e internacional. El sindicato de los Médicos Residentes, Farmacéuticos y Dentistas de Kenia (KMPDU) enumera las principales exigencias: exigen la cobertura total del Fondo Nacional de Seguro Hospitalario, pagos de salarios vencidos hace seis meses, y ascenso de los médicos residentes a médicos superiores.

El Sindicato, además de las cuestiones salariales, exige instalaciones especiales de aislamiento para los trabajadores de la salud con Covid-19, alegan que ya han perdido a más de 15 compañeros debido a la enfermedad y que todavía hay más de 600 contagiados en el sector. Otro factor movilizador es la cantidad y calidad de los Equipos de Protección Individual (EPIs) que son entregados en los hospitales públicos, los cuales son insuficientes, ineficaces e inadecuados, e incluso han obligado a los profesionales de la salud a improvisar.

Sin embargo, la precaria situación de la salud pública, que es incapaz de satisfacer las necesidades de la población en un momento como este, expone los problemas sociales más profundos y pone en evidencia los mecanismos neocolonialistas del sistema capitalista, dejando claro que el lucro para la clase burguesa está por encima de la vida. Sin embargo, la salud pública es solo una parte de la realidad de los pueblos y los trabajadores que habitan la región. En Kenia hay un largo proceso de expoliación y genocidio cometido por países imperialistas como Inglaterra y sus multinacionales.

El origen de la pobreza en Kenia

La pobreza que actualmente enfrenta la población keniana tiene una relación directa con el proceso de colonización, primero por parte de los portugueses y luego con la colonización sistemática de los ingleses para conquistar las tierras, a partir de 1885. Cabe destacar que antes de la llegada de los ingleses a la región no se registraron conflictos entre las etnias que convivían pacíficamente en un mismo territorio, los recolectores y cazadores y agricultores. Las disputas relacionadas con temas étnicos solo surgen debido al proceso de colonización inglesa de acaparamiento de tierras, el traslado forzoso de grupos étnicos de zonas productivas a zonas menos productivas, el confinamiento de grupos étnicos, la esclavitud y la sobreexplotación de trabajadores desposeídos y sin condiciones de acceso a la tierra.

La usurpación de las tierras de los indígenas, entre ellos los Kikuyo, los Meru, los Embu, entre otros, por parte de los colonos ingleses fue sumamente violenta. Por ejemplo, en la provincia del Valle del Rift, en 1934, ocurrió de tal manera que para 1.029.442 nativos se asignaron 18.340 kilómetros cuadrados. Para 17.000 europeos, fueron destinados 17.700 kilómetros cuadrados. En otro censo de 1948, a 1.250.000 kikuyus se les permitió usar solo 5.200 millas cuadradas de tierra, mientras que 30.000 colonos británicos disfrutaron de 12.000 millas cuadradas. Cabe mencionar que los pueblos quedaron confinados en reservas con áreas improductivas mientras los colonizadores se quedaron con las mejores tierras. Para conocer más sobre este proceso, se recomienda el libro África: colonialismo, genocidio y reparación.

La colonización británica fue tan violenta como el nazismo alemán que fue derrotado en la Segunda Guerra Mundial. Actualmente, existen varios procesos de reparación contra Inglaterra; en uno de ellos, abogados de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) presentaron recientemente el documento de denuncia al gobierno británico, en nombre de más de 100.000 personas que fueron desplazadas y sobrevivieron, inclusive muchas de ellas fueron mutiladas, torturadas y agredidas sexualmente.

La independencia de Kenia se logró después de un importante levantamiento liderado por los Mau-Mau; período en el cual, la historiadora británica Caroline Elkins, calcula que entre 130.000 y 300.000 personas fueron asesinadas por los ingleses y todavía formaron un grupo de al menos 120.000 prisioneros del gobierno colonial británico. Jomo Kenyata fue el primer presidente del país, quien ganó proyección debido al encarcelamiento por apoyar a los Mau-Mau en la negociación con los colonizadores que habían sido derrotados por el movimiento; este propuso la reconciliación y mantuvo la misma estructura social explotadora y opresiva de una clase social sobre la otra, entre los grupos étnicos y la exclusión de los pueblos del acceso a la tierra. Tanto es así que después de llegar a la presidencia, Jomo Kenyata reprimió violentamente el movimiento y dijo que “Mau-Mau era una enfermedad que fue erradicada y que nunca más debe ser recordada”.

Después de la independencia, que tuvo lugar en 1963, ciertas garantías fueron conquistadas por el pueblo keniano, como la salud pública, permitiendo que la tasa de mortalidad descendiera de 20 muertos por 1000 en 1963, a 13 en 1987. Asimismo, la expectativa de la vida aumentó de 49 en 1960 a 58 en 1987, y la inmunización también creció a más de 70% entre las décadas de 1980 y 1990. Sin embargo, estos logros se fueron retirando, y esto se debe a los sucesivos ajustes en los que prácticamente todos los recursos del país sirven para financiar la participación de la burguesía local e internacional de varias formas, una de las cuales es a través del mecanismo del endeudamiento público.

A pesar de que hubo el cierre del régimen y de la represión por parte del gobierno keniano post-independencia, al mismo tiempo se llevaron a cabo reformas de ajuste fiscal, principalmente a partir de las décadas de 1980 y 1990, con el fin de cumplir con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que llevó a afectar directamente la salud pública y las condiciones de vida de la población.

Así, el retiro de las inversiones en áreas sociales incidieron en varios aspectos como el de la producción agrícola, como los subsidios, hubo un incremento en los precios de los alimentos, limitando el acceso de la mayoría de la población a los productos alimenticios básicos; la reducción de las inversiones en el sector de la salud pública, que afectaron la oferta tanto en cantidad como en calidad de los servicios; así como también la introducción de tasas de recaudación para el financiamiento de la salud, lo que llevo a transferir el costo de la salud pública a la población pobre que ya no tenía condiciones de acceder a ella. Todos estos recortes de inversión han garantizado que el gobierno entregara ingresos públicos a los bancos extranjeros mediante el pago de la deuda externa. Es posible verificar la caída de las inversiones en salud, que pasaron de US$ 982 en 1981 a US$ 6,2 en 1996, y en los años posteriores se han reducido a menos de la mitad.

Como consecuencia de estas desinversiones, las mujeres son las más afectadas por la falta de atención básica de salud familiar. Las mujeres están más expuestas a las enfermedades y son las que tienen menos asistencia, como es la atención prenatal; inclusive una encuesta en un hospital de Nairobi en 1992 demuestra que 66% de las muertes se produjeron por falta de atención oportuna y [por] el retraso en el acceso a la atención prenatal en ese mismo período, la mortalidad materna e infantil aumentó a 300 por 100.000.

Actualmente, el Producto Interno Bruto (PIB) de Kenia es 95.50 mil millones de dólares, según datos de 2019. A partir de 2020, Kenia se convierte en la tercera economía más grande del África subsahariana, quedando solo atrás de Nigeria y Sudáfrica. En los últimos años, la venta de commodities ha sido la principal actividad económica, siendo la agricultura el sector productivo más importante entre ellas, y el té representa más de 20% de los ingresos.

En el año 2019, la deuda de Kenia aumentó a una cifra absoluta de US$ 50 mil millones contra un PIB de US$ 95,50 mil millones de dólares. El nivel de deuda pública que se paga anualmente es de 51% con relación al Producto Interno Bruto (PIB), en 2019. El mayor acreedor bilateral a partir de 2011 es China. Desde 1963, año de la independencia, el mayor acreedor multilateral ha sido el Banco Mundial. Desde 1982, la deuda pública de Kenia solo ha crecido, y en los años posteriores más de 90% de todos sus ingresos pasan a estar al servicio o son utilizados para pagar la deuda con el FMI, el Banco Mundial y otros países. Esta es una deuda que no sirve a la población; ya se ha refinanciado varias veces; los tipos de interés son altísimos, quedando impagables; [y] todavía proceden de Inglaterra, que fue trasladada al país en la independencia. Por eso, es una deuda ilegal e inmoral.

Lockdown: corrupción, represión y resistencia

Una investigación realizada, publicada en la revista científica ‘The Lancet’, en la que participaron 2.009 personas, de las cuales 63% eran mujeres, reveló el conocimiento de la fiebre y la tos como síntomas del COVID-19, pero solo 42% mencionó dificultades respiratorias. La mayoría, 83% en total, sabía que podía estar infectada y que métodos como lavarse las manos y usar un desinfectante son una forma de prevención, aunque 37% no tiene acceso al agua. Esta investigación, a pesar del bajo número, demuestra la falta de acceso de la población a servicios básicos fundamentales como el agua, para la higiene de las manos.

Los kenianos pobres representan más de 40% de la población y más de 60% de las familias dependen de la ayuda alimentaria, ya que la desnutrición persiste y se agrava, especialmente en las zonas rurales, donde la pobreza es mayor que en la urbana. El campo es un lugar sin asistencia médica, y la situación es preocupante en un momento en que la contaminación del Covid-19 avanza hacia el interior. Según la información de OPHI Country Briefing 2017, la población pobre de Kenia se ve significativamente privada no solo de los alimentos sino, además, de suplementos básicos como combustible para cocinar, electricidad y saneamiento.

El mes de agosto de este año la última Constitución del país cumplió 10 años, pero ni la situación económica ni la social han cambiado, solo han empeorado, y el gobierno sigue reprimiendo las manifestaciones y deteniendo a los manifestantes, a pesar de que la libertad de expresión está garantizada en la carta constitucional, que queda solo en papel y engavetada.

La policía está involucrada en varios delitos, y hay denuncias de que al menos 15 personas han sido asesinadas, en medio de decenas de denuncias de violencia desde que el 27 de marzo el gobierno impusiera el encierro utilizando un toque de queda y una serie de medidas de allanamientos con la justificación de combatir la propagación del coronavirus. En un momento en que el gobierno de Kenia debería hacer las inversiones necesarias y urgentes en salud y servicios básicos, como el suministro de agua, en cambio impone la brutalidad policial contra los más pobres. En consecuencia, hay una serie de denuncias que incluyen muertes, disparos, hostigamientos, agresiones, robos, tratos inhumanos y violencia sexual que son practicados por la policía.

E incluso las pequeñas manifestaciones contra el robo de fondos destinados a luchar contra la pandemia y contra la violencia policial, han sido violentamente dispersadas por la policía, que también realizó varias detenciones. Entre las denuncias de asesinato de los jóvenes en los barrios se encuentra el caso de Yassin Hussein Moyo, un adolescente de 13 años que recibió un disparo de bala policial mientras se encontraba en el porche de su propia casa en la capital, Nairobi, y murió. La policía obliga brutalmente a las personas a ingresar a los hogares para garantizar la obediencia al toque de queda y acumula numerosas víctimas negras jóvenes como Yassin Hussein Moyo.

Sin embargo, en medio de la represión y la pandemia también hay resistencia y lucha. En ese sentido, la frustración entre los trabajadores de la salud alcanzó su punto máximo después que los medios de comunicación acusaran al gobierno de corrupción y a decenas de líderes empresariales y funcionarios del gobierno de malversar al menos 400 millones de dólares de los fondos destinados a combatir la pandemia.

Uhuru Kenyata, actual presidente de Kenia, aprovechó el coronavirus para reprimir aún más a la población pobre, en medio de las luchas de los médicos y otros trabajadores de la salud, en manifestaciones contra la corrupción; al mismo tiempo aumentan las denuncias por la compra de materiales sobrevaluados y robo de dinero destinado a la salud.

El país tiene más de 40 millones de habitantes y está integrado por un total de 43 grupos étnicos diferentes, como los Kikuyu, Luo, Luhyia, Kamba, Kalenjin, entre otros que forman parte de la población del país. Por lo tanto, como todos los demás países subsaharianos, Kenia se enfrenta a problemas como la pobreza, el hambre, enfermedades como el VIH, la malaria, y la seguridad. Aún, hay informes de brotes de embarazos en adolescentes que, ante la falta de asistencia médica hospitalaria, algunas mujeres jóvenes del barrio marginal Kibera en Nairobi, recurren al uso de vidrios rotos, palos y bolígrafos para intentar abortar y, en consecuencia, muchas murieron a causa de sus heridas… mientras que otras ya no podrán tener hijos.

Una entrevista al Consejo de Médicos Residentes y Dentistas de Kenia reveló que el país tiene solo 9.068 médicos con licencia, 537 camas en unidades de cuidados intensivos y 256 ventiladores. Es por eso que la huelga de los profesionales de la salud atraviesa el país, [aunque] de manera desigual en cada provincia en algunos lugares es bastante visible, como en el condado de Homa Bay, [donde,] durante el mes de agosto, 64 médicos y más de 4.000 trabajadores de la salud se declararon en huelga.

Sin embargo, fue el capitalismo el que impuso la condición de pobreza en la que hoy se encuentra Kenia, a pesar de la riqueza cultural y de los recursos naturales del país, que solo han servido para sostener la codicia de la burguesía explotadora. No hay salidas por dentro del sistema capitalista. Se necesita un cambio para salvar a los trabajadores y el pueblo pobre, poner fin a la represión, controlar la producción y distribución de alimentos, y hacer una inversión masiva en salud pública anteponiendo la vida por encima de las ganancias. Es necesario construir una sociedad justa y solidaria, una sociedad socialista. Por lo tanto, la defensa de:

* Suspensión inmediata del pago de la Deuda Externa;
* Nacionalización y estatización de la producción minera y agrícola;
* Reparación de todos los crímenes cometidos por los ingleses y la devolución de las tierras;
* Fuera Uhuru Kenyata y su policía despiadada, devolución de los recursos que les fueron robados a la población;
* Total libertad democrática para los trabajadores y el pueblo pobres;
* Por un gobierno de los trabajadores y de los pueblos originarios.

*La imagen es de una protesta contra la violencia policial, La policía tira de un carro el cuerpo de Vitallis Ochilo Owin en el barrio pobre de Mathare, en la capital de Kenia, Nairobi, el 4 de mayo. La víctima fue asesinada a golpes por agentes de policía mientras caminaba por las calles después del toque de queda obligatorio impuesto durante la pandemia de Covid-19.

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