Sáb Abr 20, 2024
20 abril, 2024

¡Las recientes alteraciones propuestas para la Constitución cubana merecen toda la atención!

La Asamblea Nacional de Cuba anunció el nuevo proyecto de Constitución para el país. El hecho que más llama la atención es justamente la abolición del término comunismo. La modificación del artículo 5 de la Carta sustituye los “altos fines de la construcción del socialismo y el avance hasta la sociedad comunista”, por “la construcción de la sociedad socialista”.

Por: D. – POI, Rusia

Las interpretaciones se dividen. La burguesía mundial está de fiesta, pues finalmente ve la formalización de la restauración del capitalismo, acompañada de mayores facilidades para los inversores extranjeros, con más garantías constitucionales al derecho de propiedad. De pasada, para dorar la píldora, presenta el relajamiento de la represión contra la población LGBT, expresada en el proyecto como ejemplo de la supuesta libertad que acompañaría el “abandono del comunismo”. Hacen propaganda sobre la mentira de que la restauración del capitalismo traerá finalmente la tan deseada libertad al pueblo cubano. Se calla sobre el hecho de que la restauración del capitalismo trajo de vuelta a la Isla solamente la libertad para el capital, o sea, la explotación, la miseria, la degradación de los servicios públicos, la prostitución, y todos los males del capitalismo.

Los estalinistas/castristas y sus satélites, por su parte, insisten en afirmar que todo no pasa de una “adaptación léxica” a los “nuevos tiempos”, a las transformaciones que ya vienen ocurriendo en la sociedad cubana hace varios años, pero estos cambios “están encaminados a preservar la vigencia de la Revolución”. Usan también el relajamiento de la represión a los LGBTs como nuestra del “avance al socialismo”. Intentan esconder que en el nuevo artículo 5, la tal “construcción de la sociedad socialista” se refiere al “socialismo chino”, o sea, con mercado y propiedad privada, y por lo tanto, con su hermana gemela, la explotación. Lo que no es socialismo ni cosa alguna; es solamente una definición a propósito confusa de la cúpula castrista para enturbiar el debate. Lo mismo que hacía Gorvachev al restaurar el capitalismo en la ex URSS, diciendo que lo hacía para defender el socialismo y las enseñanzas de Lenin. O lo que hace el PC chino con el tal “modelo chino de socialismo”, o lo que ya hacía Tito aún en los años ’70, en la antigua Yugoslavia. Esconden también que en el auge del estalinismo, cuando este reinaba absoluto en un tercio de la humanidad, la comunidad LGBT, como todas las minorías y disidencias, sufrían durísima represión, siendo enviadas a campos de concentración o asesinados. Cuando los estalinistas hablan de “preservar la vigencia de la Revolución” se refieren exclusivamente a preservar sus privilegios, o sea, la mantención de la dictadura del PC cubano, dirigiendo una Cuba ya capitalista.

Mentiras y confusión es todo lo que se puede esperar de los estalinistas, responsables directos por la restauración del capitalismo en todos los países en que un día se había expropiado a la burguesía y realizado un primer movimiento en el sentido de construir un mundo nuevo, sin explotación, y por eso mismo, sin mercado ni propiedad privada. Son los viejos burócratas de los PCs los que se volvieron oligarcas y gobernantes rusos y del Este europeo. Son los dictadores y billonarios chinos que imponen el mayor índice de explotación del mundo sobre las espaldas de la clase obrera china que produce por salarios de hambre para las grandes corporaciones capitalistas multinacionales instaladas en el país, garantizando sus enormes ganancias. Son los que mienten descaradamente sobre las revoluciones siria y ucraniana, justificando la represión y su ahogo en sangre. Son los que defienden la represión de Maduro y de Ortega contra los pueblos venezolano y nicaragüense, cuyo único pecado es luchar por mejores condiciones de vida. Y son al final, los que restauraron el capitalismo en Cuba.

Lamentablemente, de parte de aquella izquierda que, por lo menos en palabras no podría ser llamada estalinista, la reacción ha sido seguir a remolque, más o menos vergonzosamente, la misma interpretación. La de que “el gobierno cubano hace todo lo que está a su alcance en el marco de una situación difícil”, con la tal “onda reaccionaria” que recorre el mundo; que “es solo un cambio de términos y que sigue la defensa del socialismo en la Carta”. Otros dicen que sin duda es un retroceso, pero que “no está planteada en el horizonte la restauración total del capitalismo en la Isla”. Y los más avergonzados, ¡simplemente… silencian! ¡Como si el tema fuese incómodo! ¿Será porque decir la verdad, o sea, que el estalinismo es enemigo de la clase obrera, agente de la restauración capitalista EN TODOS LOS ESTADOS DONDE GOBERNÓ, SIN NINGUNA EXCEPCIÓN, dificulta su táctica/estrategia de “unir a la izquierda”?

Pues, estalinismo es sí sinónimo de restauración del capitalismo. Surge aún en los años ’20 del siglo pasado como producto de la muerte de la vanguardia obrera rusa en el frente y por el cansancio de los trabajadores luego de los efectos devastadores combinados de la Primera Guerra Mundial, la ocupación extranjera, y la Guerra Civil, todas volcadas a ahogar en sangre a la joven República Soviética nacida de la Revolución Rusa. Esa grave situación interna se combinó con la derrota de la revolución alemana y de los demás países europeos, aislando a la Rusia revolucionaria, lo que permitió la consolidación de la burocracia estalinista. Así que levantó la cabeza, esa burocracia comenzó su tarea de desgaste, aislamiento y debilitamiento del joven Estado obrero, reprimiendo cada vez más el debate político en el interior del país, desmoralizando la revolución y a los revolucionarios, y desmovilizando a los trabajadores. Al ganar fuerza, ya en los años ’30 perseguía y asesinaba a los revolucionarios que denunciaban sus traiciones. En el inicio de la Segunda Guerra Mundial cerró acuerdo con Hitler y al final de esta misma guerra se dividió el mundo con los imperialismos americano e inglés, garantizando así la estabilidad capitalista de la posguerra. Ya en las décadas de ’50, ’60 y ’70 actuaron contra las revoluciones china, yugoslava, cubana, salvadoreña, nicaragüense, angoleña, mozambiqueña, entre otras. En las últimas cuatro, consiguió detener el movimiento antes de que las burguesías de estos países fuesen expropiadas, salvando el Estado burgués. En las tres primeras fue directamente contra el movimiento revolucionario, que solo llegó a expropiar a las burguesías de sus países y avanzar a la construcción de Estados obreros por negarse a seguir las orientaciones del Kremlin. Lo que no impide a estos campeones del engaño y de la mentira falsificar la historia y presentarse como los líderes y héroes de estas revoluciones. Y finalmente llegaron a los planes directamente restauracionistas con Tito, en el inicio de los ’70; Mao hacia finales de los ’70; Gorvachev en los ’80, y los Castro a inicios de los ’90.

La actual alteración de la Constitución cubana solamente corona este proceso y echa por tierra las ilusiones de aquellos que consideraban que en Cuba podría ser diferente. No, no podía. Trotsky ya alertaba en los años ’30 que solo había dos posibilidades: o la clase obrera realizaba una nueva revolución que derribase a la burocracia mezquina y contrarrevolucionaria, devolviendo el poder a las manos de los trabajadores y dando nuevo aliento a la lucha por la revolución mundial y la destrucción del imperialismo, o la burocracia estalinista necesariamente seguiría corroyendo las bases de los Estados obreros, cediendo más y más al imperialismo, hasta llegar a la restauración capitalista, como forma de preservar y ampliar sus privilegios. La única chance por lo tanto, de que la historia cubana fuese diferente de la que se dio en la URSS y en China sería si los trabajadores y el pueblo cubano se librasen de la burocracia castrista con todos sus privilegios, realizando para eso una verdadera revolución, tomando en sus manos el poder y usándolo a su servicio y no al servicio de los mezquinos intereses de una casta privilegiada que hace mucho vive de parasitar la revolución cubana.

Muchos activistas honestos de izquierda siguen aferrándose en defender que Cuba (o Corea del Norte) se mantienen, a pesar de todo, como un Estado obrero. Que en el Este europeo el capitalismo sí fue restaurado, en Rusia también, pero con varias contradicciones y conquistas del pueblo que se mantienen; que en China el proceso es más contradictorio. Que en Cuba hay elementos de restauración pero sigue siendo un Estado obrero y que en Corea del Norte ni siquiera hubo un proceso de restauración. Alertamos que el empirismo en una mala guía. No es con contabilidad de empresas públicas y privadas que se “calcula” si el capitalismo ya fue restaurado o no. El proceso de restauración fue un proceso global.

Las razones profundas para la restauración capitalista residen en la imposibilidad de construir el “socialismo en un solo país”, cuando el imperialismo tiene a su disposición las fuerzas productivas de todo el planeta. Residen en la existencia de una burocracia parasitaria al frente de estos Estados, interesada solamente en aumentar más y más sus privilegios, tendiendo por eso a la colaboración con el imperialismo. Residen en el aislamiento de estos Estados debido a la misma estrategia reaccionaria de “socialismo en un solo país”. Si en Estados fuertes y ricos como la ex URSS y China la restauración era inevitable sin una revolución política que destronase a la burocracia, origen de todas estas contradicciones y problemas, ¿por qué creer que en Estados mucho más débiles y atrasados, como Cuba o Corea del Norte, podría ser diferente?

La actual modificación de la Constitución es “un paso más en dirección a la restauración”, como si esta aún no hubiese ocurrido. En Cuba, desde los años ’90 se acabó con la propiedad colectiva de todo lo que pudiese ser lucrativo, como el turismo, la industria del tabaco, del ron y del azúcar. Siguió siendo estatal lo que no interesaba, servicios de salud y educación, que ya fueron orgullo de la revolución cubana, hoy totalmente en ruinas. Desde los años ’90 se legalizó la inversión extranjera, la liberación de la importación y la exportación, abriendo las puertas a la reentrada del capital imperialista en Cuba para hacer lo que quisiese, como en cualquier otro país latinoamericano.

Hay, sí, dos diferencias importantes entre la restauración capitalista en Cuba y en los demás ex Estados obreros que a veces confunden el debate. Una es que en Cuba siguen las contradicciones (cada vez menores, es verdad) con una parte de la burguesía americana, la ex burguesía exiliada en Miami. Esta no quiere simplemente la restauración del capitalismo, que de hecho ya ocurrió. Quiere también la vuelta de sus propiedades expropiadas por la revolución. Cosa que la burocracia/burguesía castrista obviamente no está dispuesta a hacer. Es una disputa entre dos burguesías por la propiedad que un día los cubanos juzgaron sería suya. Es lo que explica el bloqueo (criminal y reaccionario) americano a la Isla. Pero que no impide los negocios con las burguesías del resto del mundo, especialmente las canadiense y española (muchas veces como testaferros de capital americano). Un relajamiento relativo del bloqueo viene siendo negociado, pues los Estados Unidos, a pesar de los gusanos de Miami, no quieren quedarse afuera de este buen negocio.

La otra diferencia es menos discutida. En Cuba, al contrario de Rusia, por ejemplo, se mantuvieron una serie de restricciones a la formación de una nueva burguesía cubana autóctona, independiente en algún grado del control del PC. La burocracia castrista no quiere disputar el poder en la Isla con “oligarcas a la rusa” y prefiere mantener todos los grandes negocios en sus manos, o asociada directamente al capital internacional. Por eso no hay restricciones a la entrada de capitales externos en la Isla, donde españoles y canadienses hacen la fiesta, así como los altos burócratas del Estado a ellos asociados. Pero aquellos cubanos que intentan un negocio propio, los llamados “cuentapropistas”, sufren serias restricciones a sus negocios. Es toda una política del Estado para impedir la formación de una burguesía autóctona independiente del PC cubano, que pudiese desarrollar ambiciones políticas.

Este proceso se explica por dos razones: por los intereses de la burguesía de Estado surgida de las entrañas de la burocracia castrista que no quiere dividir sus ganancias y poder con una burguesía nacional “independiente”, y porque en Cuba el proceso de restauración del capitalismo se dio combinado con otro proceso, el de recolonización del país por el capital externo. El proceso de restauración del capitalismo en Cuba es tan cobarde que ni siquiera permite la formación de una burguesía propia, a no ser asociada desde el nacimiento al capital imperialista externo. En este sentido, Cuba no solo se convirtió en un nuevo país capitalista, a ejemplo de Rusia y de China, sino que desde el inicio es un nuevo país capitalista colonial, al cual le es negado incluso hasta el “derecho” de formar una burguesía propia.

¿Significa esto todo que la situación en Cuba no tiene salida? No, de ninguna manera. Significa sí, que no se puede tener ninguna ilusión de que habrá algún “renacimiento” del socialismo por las manos de la burocracia castrista. Y ni tampoco alguna ilusión de que la restauración del capitalismo traerá alguna libertad a la Isla. La única salida está en manos de la clase trabajadora cubana, que tendrá que hacer una nueva revolución. No solo para librarse de la burocracia restauracionista como para nuevamente expropiar a la nueva burguesía, oriunda del PC cubano y del capital internacional.

La Revolución Cubana inspiró en su tiempo a generaciones y generaciones de revolucionarios por toda América Latina y alrededor del mundo. Sus conquistas, con el fin del hambre, del analfabetismo, y el acceso universal a la salud pública de calidad, son recordados hasta hoy. La onda de solidaridad fue tan grande que los Estados Unidos en más de 50 años nunca consiguieron ocupar militarmente la pequeña Isla para restaurar por la fuerza el capitalismo y sus propiedades. Una nueva revolución, que además de recuperar estas conquistas aún afirmase la libertad política en la Isla y la lucha por la revolución mundial, sería seguida por una onda de solidaridad aún mayor y tendría grandes posibilidades de extenderse por los países de América Latina, entregados todos ellos a la brutal espoliación conjunta por sus burguesías nacionales asociadas al imperialismo. Sería una llama de esperanza en un continente ya hace mucho conflagrado y con gran experiencia de lucha. ¡En ningún lugar está escrito de antemano que no se podría vencer!

Traducción: Natalia Estrada.

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