Mié Jun 07, 2023
7 junio, 2023

La naturaleza de la Segunda Guerra Mundial [IV]

En la última parte de este artículo, vamos a abordar la hipótesis presentada por el trotskista argentino Nahuel Moreno: la Segunda Guerra significó también un conflicto entre regímenes políticos burgueses (democracia burguesa vs fascismo) en nivel internacional, y el debate que esta hipótesis general.

Alejandro Iturbe

Esta hipótesis fue formulada por Moreno en la Escuela de Cuadros realizada en Argentina, en el año 1984 [1]. Estas escuelas eran ámbitos donde Moreno solía poner a prueba y en discusión ideas nuevas y aún no elaboradas con total precisión. Es decir, se trataba de una hipótesis a ser profundizada, para reafirmarla o descartarla. Sin embargo, el curso de la discusión interna dentro del MAS argentino, a inicios de los años1990, llevó a la publicación de esos materiales en un libro (1992) e hizo que fuese tomada como una posición ya definida.

En esos momentos, comenzaron las duras críticas de otras organizaciones trotskistas. Dentro de ellas, ha sido permanente la realizada por la corriente internacional FT (Fracción Trotskista) encabezada por el PTS argentino (Partido de los Trabajadores Socialistas), que allí encontraban una nueva prueba del “revisionismo” y las “tendencias capituladoras” de Moreno y el morenismo [2], con el que rompieron en 1988.

Como en todos los debates con esta corriente, sobre Moreno y las elaboraciones que critican o reformulan análisis o posiciones de Trotsky, es necesario partir de un problema metodológico previo. La FT/PTS considera los escritos y elaboraciones de Trotsky como un dogma o una biblia: nada puede o debe ser reelaborado, independientemente de si la realidad siguió cursos diferentes y generó procesos nuevos y distintos de los previstos por Trotsky [3].

El propio Trotsky sería el primero en criticar esta rigidez metodológica, porque el marxismo es, por su propia esencia, una concepción con bases muy sólidas, pero a la vez flexible, para continuar construyéndose, analizar nuevos procesos y descubrir las leyes que los gobiernan. Es lo que siempre intentó hacer Moreno, con aciertos y errores, y lo que intentamos hacer quienes continuamos su legado. Eso no quita ni un milímetro de la genialidad teórica de Trotsky ni disminuye todos sus gigantescos aciertos. Pero los marxistas no tenemos dioses ni profetas, tenemos maestros de los cuales aprender y, al mismo tiempo, corregir sus errores y enriquecer su legado.

Para la FT/PTS, por el contrario, todo está escrito y nada puede ser cambiado o enriquecido. Por eso, abordan este debate sobre la hipótesis formulada por Moreno sobre la guerra: “La posición de Moreno, como mínimo, no deja piedra sobre piedra de la política de Trotsky sobre el fascismo y la de la IV Internacional sobre la Guerra Mundial…” [4].

El análisis y la posición de Trotsky

Existe toda una serie de trabajos sobre la Segunda Guerra, elaborados por Trotsky y la IV Internacional hasta 1940.  Dos de ellos son especialmente importantes: “La guerra y la IV Internacional” fue escrito en 1934 y es un material de pronóstico sobre la guerra que se avecinaba, el carácter que tendría, y la política que habría que tener hacia ella [5]; el segundo es el conocido Manifiesto emitido por la IV cuando la guerra ya se había iniciado, y que reitera los conceptos centrales y la política expresada en el material anterior [6].

Para evitar falsas polémicas, digamos que el análisis de Trotsky sobre la naturaleza esencial de la guerra era muy claro. En 1934, escribía: Una guerra moderna entre las grandes potencias no será una lucha entre la democracia y el fascismo sino un conflicto entre dos sectores imperialistas por un nuevo reparto del mundo… en ambos bandos habrá estados fascistas (semifascistas, bona­partistas, etcétera) y ‘democráticos’” [7].

En el Manifiesto de 1940 se analizaba: “La causa inmediata de la guerra actual es la rivalidad entre los viejos imperios coloniales ricos, Gran Bretaña y Francia, y los ladrones imperialistas que llegaron retrasa­dos, Alemania e Italia”. A esto, agregaba el inevitable ingreso de EEUU en el conflicto: “La posible victoria de Alemania sobre los aliados pen­de sobre Washington como una pesadilla. Con el conti­nente europeo y los recursos de sus colonias como base, con todas las fábricas de municiones y astilleros europeos a su disposición, Alemania (especialmente si está aliada con Japón en Oriente) constituiría un peligro mortal para el imperialismo norteamericano” [8]. En ese marco, reafirmaba: “No es menor el engaño de la consigna de la guerra por la democracia contra el fascismo”.

También era muy clara la política a tener frente a ella: “Al mismo tiempo, no nos olvidamos ni por un mo­mento de que esta guerra no es nuestra guerra. A diferencia de la Segunda y la Tercera Internacional, la Cuarta Internacional no construye su política en función de los avatares militares de los estados capitalistas sino de la transformación de la guerra imperialista en una guerra de los obreros contra los capitalistas, del derrocamiento de la clase dominante en todos los países, de la revolu­ción socialista mundial. Los cambios que se producen en el frente, la destrucción de los capitales nacionales, la ocupación de territorios, la caída de algunos estados, desde este punto de vista solo constituyen trágicos episo­dios en el camino a la reconstrucción de la sociedad moderna” [9].

En resumen, para Trotsky, la naturaleza de la Segunda Guerra era esencialmente igual a la Primera. A partir de allí, la política era la misma que habían impulsado los bolcheviques en ese momento: el derrotismo revolucionario (“la derrota del propio imperialismo es el mal menor”) y la estrategia de transformar la guerra interimperialista en una guerra revolucionaria por el poder obrero.

La invasión a la URSS

No pretendemos, entonces, hacer maniobras analíticas y sacar conclusiones deformadas de una posición y una política tan claras, sino ver si ellas se verificaron en la realidad. La primera cuestión es ver si esa guerra interimperialista se combinó con otras de carácter diferente y hasta qué punto esa combinación incidió en la naturaleza de la guerra.

En el propio Manifiesto de 1940, Trotsky consideró la combinación con otras guerras. Entre ellas, la invasión del régimen nazi a la URSS para destruir el Estado obrero (una guerra contrarrevolucionaria [10]), y las guerras de liberación de las naciones pequeñas o débiles y de las colonias, con referencia destacada para China e India. Pero no consideró que esto modificaba el carácter esencial de la guerra ni la política hacia ella. Sin embargo, la dinámica de la realidad mostró profundas diferencias con el análisis que realizaba Trotsky.

Comencemos por la guerra contra la URSS. Tal como ya vimos, Trotsky consideraba inevitable la invasión alemana y criticaba duramente al estalinismo por su ceguera estratégica en este aspecto. En el momento que se escribió el Manifiesto, estaba en vigencia el siniestro pacto nazi-estalinista de no agresión, que había derivado en una alianza de hecho para dividirse Polonia. Incluso hubo un desfile conjunto de tropas de ambos países [11].

En caso de guerra contrarrevolucionaria, Trotsky y la IV estaban por la defensa incondicional del Estado obrero. Pero en la situación en que se redactó el Manifiesto, esta defensa se expresaba a través de la tarea, a la vez estratégica e inmediata, de que la clase obrera soviética derrocase a la burocracia estalinista.

Por otro lado, en la misma época, en su polémica con el sector antidefensista dentro del SWP estadounidense, alertaba: “La cuestión concreta es saber qué hacer si Hitler invade la URSS antes que la revolución haya ajustado cuentas con Stalin. En este caso, habría que luchar contra las tropas de Hitler… Si Hitler volviera sus armas contra Rusia haría falta poner en primer lugar la resistencia militar contra él.” [12].

Precisamente, la invasión nazi a la URSS se dio “antes que la revolución haya ajustado cuentas con Stalin” y cambió drásticamente la situación analizada en el Manifiesto, porque obligó a la burocracia estalinista a tener que defender el Estado obrero y, al mismo tiempo, se abrió una heroica movilización de masas, con su expresión militar, para llevar adelante esta defensa.

El orden de las tareas cambiaba y pasaba a primer lugar “la resistencia militar” contra los nazis.  No es casual que, luego de producida la invasión, los trotskistas detenidos en Siberia pidieran ser liberados para poder estar en la primera línea de combate. Si bien este cambio de orientación dentro de la URSS no estaba previsto en el Manifiesto, sí había sido previsto por Trotsky en otros materiales.

Por nuestra parte, consideramos que el inicio de la guerra del Eje contra el Estado obrero, en sí misma y sin considerar todavía la hipótesis de Moreno, no solo llevaba a cambiar la orientación dentro de la URSS, sino que tenía un impacto muy profundo en la combinación de guerras. Un cambio cualitativo, diríamos, en la caracterización de la propia naturaleza de la guerra considerada de conjunto y en la política a tener frente a ella.

Porque la defensa del Estado obrero se hacía contra uno de los bloques imperialistas (el Eje) mientras el otro bloque (los Aliados) combatía militarmente al Eje en otros frentes, lo obligaba a destinar fuerzas a ellos, lo debilitaba, y en este sentido favorecía la defensa del Estado obrero y la posibilidad de triunfo de la URSS.

En los hechos, de modo objetivo, se establecía una unidad de acción objetiva en el terreno militar. En este marco: ¿era correcto mantener la política de derrotismo revolucionario en el campo de los Aliados? Nosotros creemos que no y así comenzaron a considerarlo sectores de la IV Internacional.

Es necesario considerar que, además del asesinato de Trotsky, las condiciones de existencia y comunicación de la organización en medio de las condiciones de la guerra eran extremamente difíciles, en especial con las secciones europeas y asiáticas, muchas de las cuales habían sido destruidas o debían actuar en la más rigurosa clandestinidad. El Secretariado Internacional (el SI) se había trasladado a Nueva York y el nuevo secretario, el franco-holandés Jean Van Heijenoort, apenas conseguía publicar algunos materiales teóricos.

Es en ese contexto que se publican, en 1942, las Tesis sobre la cuestión nacional impulsadas por algunas secciones europeas que plantean el boicot y el sabotaje a los países que combaten contra la URSS, pero no a los Aliados [13]. Estas Tesis abrieron un debate dentro del SWP (que mantenía la orientación de Trotsky del derrotismo revolucionario) como en las propias fuerzas europeas.

Las guerras de liberación

Un problema similar se planteaba en las guerras de liberación contra la ocupación de las fuerzas del Eje. En China, por ejemplo, existe una resolución de marzo de 1941 que reconoce la legitimidad de aceptar la ayuda estadounidense. Lo hace sin dejar de alertar sobre el peligro de Chiang Kai-shek como “aliado subalterno del imperialismo norteamericano”, pero expresa que esto no suprime la necesidad de intervenir “en la lucha de China por expulsar a los invasores japoneses” [14].  Los propios trotskistas chinos se dividieron entre los que impulsaban el abstencionismo y los que proponían intervenir en la lucha contra las tropas japonesas.

En Indochina, especialmente en Vietnam, los trotskistas participaban de las luchas de la resistencia contra el dominio japonés. Lo hacían en condiciones extremadamente difíciles: perseguidos no solo por los invasores sino también por las fuerzas estalinistas de la resistencia. Valga el ejemplo del dirigente vietnamita Ta Thu Thau, encerrado en un campo de concentración por los japoneses durante la guerra y luego asesinado por orden de Ho Chi Minh en 1945 [15].

En resumen, en esos países y colonias, también se planteaba la necesidad de la misma unidad de acción militar objetiva con los Aliados que combatían contra las potencias del Eje.

En Europa ocupada

Vayamos ahora a la política que había que tener en los países imperialistas que habían sido ocupados por las tropas alemanas: ¿cómo consideramos esos países en nuestra política? Por ejemplo, en uno de sus últimos trabajos, Trotsky escribe: “Siguiendo a una cantidad de pequeños estados euro­peos, Francia se está convirtiendo en una nación oprimi­da” [16]. En el mismo artículo, analiza que: “En los países derrotados la posición de las masas empeorará extremadamente en forma inmediata. Sumada a la opresión social está la opresión nacional, cuya carga principal también la sobrellevan los trabajadores. De todas las formas de dictadura, la totalitaria de un con­quistador extranjero es la más intolerable”.  Una de las conclusiones es: “Se puede esperar, sin duda, la rápida transformación de todos los países conquistados en verdaderos polvorines”.

Sin embargo, a pesar de la precisión de este análisis y de este pronóstico, mantiene la línea a la que ya nos hemos referido: “Desde el punto de vista de una revolución en el propio país, la derrota del propio gobierno imperialista es indudablemente un ‘mal menor’ […] El nuevo mapa bélico de Europa no invalida los prin­cipios de la lucha de clases revolucionaria. La Cuarta Internacional no cambia su rumbo”.

Para nosotros, hay una profunda contradicción entre el análisis que hace Trotsky (Francia como nación oprimida, empeoramiento de la situación de las masas, dinámica de transformarse en un “polvorín”) y las conclusiones que saca. Estamos de acuerdo con las conclusiones estratégicas (la salida de fondo para la clase obrera no vendrá por el lado de las “democracias imperialistas” ni por la acción de sus ejércitos.

Pero creemos que la orientación concreta estaba equivocada. Porque en los países imperialistas ocupados por los nazis estaba planteada la organización de la resistencia contra la ocupación. Algo que hicieron, por ejemplo, el sector mayoritario de los trotskistas franceses del POI encabezados por Marcel Hic, quien propone intervenir en la resistencia contra los nazis con una perspectiva de clase, en las Resoluciones sobre el movimiento partisano. Hic es detenido por la Gestapo, torturado y deportado a los campos de concentración, donde muere en diciembre de 1944 [17]. Una política similar impulsionaron los trotskistas belgas, entre los que se destacaba un muy joven Ernst Mandel.

Para nosotros, en el marco de esta resistencia también estaba planteada la unidad de acción militar para derrotar a los nazis con las fuerzas maquis que respondían a De Gaulle y, más en general, con las tropas aliadas que los combatían. Veamos una cuestión concreta. Al producirse la invasión de Normandía (el Día D), ¿cuál debía ser la posición de los trotskistas franceses y de otros países europeos: desarrollar una unidad de acción militar con las tropas aliadas para facilitar el desembarco o llamarlas al derrotismo revolucionario? Nosotros no tenemos dudas.

Tal como ya dijimos, estas críticas al análisis y a la posición de Trotsky no quitan ni un milímetro de la genialidad teórica de Trotsky ni disminuyen sus gigantescos aciertos. Tampoco significa ninguna capitulación a los “imperialismos democráticos” ni su “embellecimiento”, ni tampoco a las burguesías nacionales como enemigos estratégicos de los trabajadores, sino la consideración de qué política era la que más favorecía a los trabajadores y al desarrollo de lucha revolucionaria.

Es decir, en prácticamente todos los frentes de la guerra se imponía como necesidad esa unidad de acción militar. El estalinismo transformó esa necesidad de intervenir en el mismo campo militar en una política de alianza estratégica con los “imperialismos democráticos” y las burguesías nacionales, expresada en los acuerdos de Teherán, Yalta y Potsdam. Pero esa es otra discusión.

En donde sí se aplicaba plenamente la política de derrotismo revolucionario era en los países integrantes del Eje. Por eso, reivindicamos la heroica actuación de Martin Monath, un joven judío alemán, militante trotskista, que se infiltró entre los nazis y publicaba clandestinamente el periódico Arbeiter und Soldat (Trabajador y Soldado), que distribuía entre las tropas alemanas ocupantes en Francia. En 1944, fue detenido por la policía francesa colaboracionista, entregado a la Gestapo, y ejecutado [18].

En Italia, también los pequeños grupos trotskistas participaban de la lucha partisana contra el régimen fascista. Un cuadro italiano importante, Pietro Tresso (que había participado de la fundación de la IV), se encontraba en Francia, participando con otros trotskistas de la lucha de la resistencia francesa. En esa situación, fue asesinado por un comandante italiano de los maquis (miembro del servicio secreto estalinista), en octubre de 1943.

Ahora sí, la hipótesis de Moreno

Lo que hemos querido demostrar hasta ahora es que, incluso antes de considerar la hipótesis de Moreno, la discusión no puede ubicarse en el plano de “dejar piedra sobre piedra de la política de Trotsky” sino en el de contrastar los análisis, los pronósticos y la orientación con el desarrollo diferente que tuvo la realidad, una vez que Trotsky ya había muerto.

Tal como ya señalamos, la hipótesis que formula Moreno es que, en la Segunda Guerra, además del conflicto armado interimperialista, hubo un enfrentamiento entre dos regímenes (el democrático burgués y el fascista), y que este último era el que determinaba la naturaleza esencial de la guerra. Plantea que Trotsky se equivocó al no ver este aspecto y que por lo tanto la orientación correcta debía haber sido la participación a fondo en la resistencia europea contra el nazismo y no el derrotismo revolucionario en el campo de los Aliados [19].

La lucha entre fracciones de la burguesía a nivel nacional que, en una determinada situación defienden regímenes diferentes, es algo que se ha dado muchas veces en la historia y se ha expresado en enfrentamientos militares a través de golpes de Estado y guerras civiles.

Es un tema muy analizado y elaborado por el trotskismo, cuya orientación, en esa situación concreta, ha sido siempre la de defender el régimen burgués más progresivo para las masas (la democracia burguesa) contra el ataque del fascismo u otros regímenes reaccionarios. Esto implica que, en ese marco, es válida y necesaria la unidad de acción con los sectores burgueses “democráticos” y la participación en un mismo campo militar, sin tener ninguna confianza en ellos y defendiendo de modo absoluto la independencia política del movimiento obrero.

En muchos escritos, Trotsky no deja ninguna duda sobre este tema. En la guerra civil española dice: “Participamos en la lucha contra Franco como los mejores soldados…” [20]. Para que no quedaran dudas, años antes había escrito que “en el combate contra el diablo” (el fascismo) se podían y debían “hacer acuerdos prácticos con la madre del diablo” (los sectores burgueses que lo dejaron crecer pero que ahora se le oponían) [21].

¿Es posible aplicar esta configuración política y este tipo de conflicto interburgués (y la orientación que se deriva de ella) a nivel internacional? Es lo que hace Moreno con su hipótesis. En ese punto, la FT/PTS incorpora un argumento teórico-político:

“¿La Segunda Guerra una ‘guerra mundial de regímenes’? ¿De qué estado? Un régimen es la forma política que adquiere el contenido social de un determinado estado. El estado se establece nacionalmente, y una guerra civil como la de España adquirió la forma, dada por la dirección republicana, de guerra de regímenes dentro de un mismo estado nacional. El régimen político es una superestructura inferior a la superestructura estatal. Una guerra de regímenes supone una superestructura mayor, un estado, que la contiene. ¡¡Pero no hay un estado mundial!!” [22]

Esta discusión tiene que dividirse en dos planos. El primero es que la FT/PTS tiene razón al afirmar que no hay un “Estado mundial” y por lo tanto no puede haber un “régimen mundial”, entendido como una determinada combinación de instituciones que rigen ese estado, como sí existe a nivel nacional.

Sin embargo, muchas veces, los marxistas hemos utilizado el concepto de “orden mundial” que, despojado de su uso meramente periodístico o ligado a las “teorías de la conspiración”, puede sernos muy útil. En trazos muy gruesos podemos decir que es una determinada configuración de relaciones superestructurales establecidas entre los representantes políticos de las burguesías imperialistas, las burguesías nacionales y sus aliados (las direcciones contrarrevolucionarias del movimiento de masas) para mantener el mundo “bajo control” e implementar políticas para ello. Por ejemplo, lo que se ha denominado el “orden mundial de segunda posguerra”.

En varios períodos de la historia del capitalismo-imperialista, este “orden mundial” es lo opuesto: un “desorden mundial” por el impacto, muchas veces combinado, de las disputas interimperialistas, por un lado, y de la lucha de clases y las revoluciones, por el otro. El estallido de la Segunda Guerra Mundial llevó esa disputa interimperialista y la respuesta a la lucha de clases al terreno militar internacional.

Establecer que, como no hay un estado mundial y por lo tanto no hay un régimen mundial, no puede haber un conflicto interimperialista que exprese un enfrentamiento entre regímenes es un esquema mecánico y, por lo tanto, equivocado metodológicamente.

Si analizamos los dos bloques en conflicto, vemos que en uno de ellos (el Eje) estaban dos naciones con regímenes fascistas (Alemania e Italia), una monarquía imperial absoluta (Japón) y dictaduras militares (Hungría y Rumania). Cuando ocupaban países, incluso imperialistas, extendían esos regímenes a los países dominados. Su proyecto era internacional y, de haber triunfado, hubieran extendido este régimen, como mínimo a Europa y gran parte de Asia. Sobre la base de esa victoria, se hubiera estabilizado un gran Estado en importantes regiones del mundo y, dentro de él, un régimen fascista.

En el otro bloque se alineaban burguesías imperialistas (la estadounidense, la inglesa, la canadiense, la australiana, el sector de la burguesía francesa que no se alió a los nazis luego de la ocupación) que, por lo menos para sus países y para Europa, querían mantener el régimen democrático burgués.

Dentro de varios países imperialistas hubo fuertes disputas interburguesas sobre qué actitud adoptar frente a la guerra y el proyecto fascista. Por ejemplo, en EEUU, el magnate Henry Ford simpatizaba con el nazismo. En Gran Bretaña, Eduardo VIII (de breve reinado en 1936, obligado a abdicar con la excusa de un escándalo personal), también simpatizaba con los nazis. En 1937, ya como duque de Windsor, visitó Alemania, realizó el saludo fascista y se reunió personalmente con Hitler, sin permiso del gobierno británico.

Pero acabó predominando la línea de enfrentar el proyecto de Hitler-Mussolini-Hirohito, que proponían Winston Churchill y Franklin Delano Roosevelt, que involucraba la defensa del régimen democrático burgués, por lo menos en las regiones a las que nos hemos referido. Lo sucedido en la inmediata posguerra, muestra eso. Si a la FT/PTS le molesta tanto el término “guerra mundial entre regímenes”, hablemos entonces de una “guerra internacional entre regímenes”. No es cuestión de términos sino de contenido.

Consideramos que la defensa de la URSS y la lucha por la liberación de las naciones débiles o las colonias sería una posición común con la FT/PTS. Pero, ¿qué había que hacer en Europa (y también en EEUU)? Defender que la línea era seguir a rajatabla el derrotismo revolucionario significa afirmar que para los trabajadores y las masas (no solo europeas sino del mundo) significaba lo mismo el triunfo del nazi-fascismo que el de los Aliados.

Es un grosero error, mucho más si se mantiene después del desarrollo de la propia guerra y de los procesos posteriores de la inmediata posguerra. Porque la derrota del proyecto nazi-fascista fue un gran triunfo de las masas y los trabajadores del mundo. Así lo sintieron, y actuaron en consecuencia: comenzó un gran ascenso revolucionario que dio origen a nuevos Estados obreros en Yugoslavia, Albania, China y Corea del Norte; la lucha anticolonial tuvo un fortísimo aliciente en África y Asia, como lo mostraron Indochina y Argelia. En la propia Europa imperialista, los trabajadores tenían condiciones de disputar el poder en Francia e Italia.

Tampoco se podría entender el prestigio y el peso que recupera el estalinismo entre los trabajadores y las masas del mundo, a pesar de todas sus traiciones anteriores, sin comprender que fue visto como uno de los artífices de la derrota del nazi-fascismo, no solo por la defensa de la URSS sino por su participación destacada en la Resistencia en Europa.

El estalinismo utilizó este prestigio entre las masas para construir una colaboración estratégica con el nuevo imperialismo hegemónico, el estadounidense. Más allá de los roces y choques que tuvieron en la segunda posguerra, esa colaboración fue clave en traiciones como la de Francia e Italia, y en las políticas para derrotar, o por lo menos contener y canalizar, el ascenso revolucionario. Pero esta ya es otra parte de la historia, que analizaremos en un próximo artículo.

Queremos terminar este artículo con una consideración: el método de analizar los procesos históricos por parte de la FT/PTS, por su profundo esquematismo, no ayuda a la comprensión de estos procesos ni a verificar cuáles análisis y previsiones de Trotsky se cumplieron y cuáles no (y por lo tanto deben ser corregidos). Parece que su único interés es seguir “condenando” a Moreno y el morenismo. Una actitud que se les hace más necesaria en la medida en que se acentúa su giro al electoralismo y su adaptación a la democracia burguesa.

Notas:

[1] Ver edición completa en http://www.nahuelmoreno.org/escuela-de-cuadros-argentina-1984.html

[2] Ver, por ejemplo http://ceip.org.ar/Polemica-con-la-LIT-y-el-legado-teorico-de-Nahuel-Moreno

[3] Ver, en este sentido, el debate contenido en https://litci.org/es/menu/teoria/fraccion-trotskista-pts-del-sectarismo-propagandistico-al-oportunismo-electoralista-parte-i/

[4] Ídem nota [2]

[5] http://www.ceipleontrotsky.org/La-guerra-y-la-Cuarta-Internacional,136

[6] http://www.ceip.org.ar/Manifiesto-de-la-Cuarta-Internacional-sobre-la-guerra-imperialista-y-la-revolucion-proletaria-mundial

[7] Ídem nota [5]

[8] Ídem nota [6]

[9] Ídem.

[10] Ver la segunda parte de este artículo: https://litci.org/es/menu/teoria/historia/la-naturaleza-de-la-segunda-guerra-mundial-ii/

[11] http://www.outono.net/elentir/2017/09/01/el-desfile-conjunto-nazisovietico-de-1939-en-polonia-que-algunos-niegan-en-video/?fbclid=IwAR2w1U0xb9Dyp2KGCdk2ZZed31TwGDdqQb82_srQLY7OEGvmprnmBrtd8hE

[12] Citado por Daniel Bensaïd en su libro Trotskismos. España: Ediciones El Viejo Topo – Viento Sur, 2002, p. 45.

[13] La Tesis fueron publicadas en la revista Quatrième internationale N° 2 y son citadas en el libro de Daniel Bensaïd (p. 46).

[14] Ídem nota [12], p. 46.

[15] Ver https://litci.org/pt/teoria/ta-thu-thau-lider-trotskista-vietnamita/

[16] TROTSKY, León. Artículo “No cambiamos nuestro rumbo”, 30 de junio de 1940, en: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/ceip/escritos/libro6/T11V212.htm

[17] Para quienes tengan interés en conocer la participación de los trotskistas en la resistencia francesa, recomendamos leer el trabajo de Emiliano Monge “Una experiencia de maquis trotskista. Ohé Partisans!”, publicada por Cuadernos de Marte, Año 9 Nro. 15, julio-diciembre de 2018, cuya versión en PDF puede conseguirse en internet.

[18] Sobre Martin Monath ver el artículo https://www.leftvoice.org/Martin-Monath-A-Jewish-Trotskyist-Among-Nazi-Soldiers y el libro de Wladek Flakin, “Arbeiter und Soldat. Martin Monath – Ein Berliner Jude unter Wehrmachtssoldaten. Stuttgart: Schmetterling Verlag, 2018.

[19] Sobre este tema ver también el libro de Alicia Sagra, La Internacional. Un permanente combate contra el sectarismo y el oportunismo. Buenos Aires: Deeksha Ediciones, 2007, pp. 162/163.

[20] TROTSKY, León. “La lucha contra el derrotismo en España”, Escritos, 14/9/1937.

[21] TROTSKY, León. “¿Y ahora? Problemas vitales del proletariado alemán”, 25/1/1932. Tomado de: http://www.ceipleontrotsky.org/Y-ahora

[22] http://ceip.org.ar/Polemica-con-la-LIT-y-el-legado-teorico-de-Nahuel-Moreno

[23] El surgimiento de los Estados obreros del Glacis (Este de Europa) ocupados por tropas de la URSS merece un análisis específico. Sobre este tema, recomendamos leer el libro de Jan Talpe, Los Estados obreros del Glacis. Discusión sobre el Este europeo. San Pablo: Ediciones Marxismo Vivo, 2019.

 

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